¿UN NIÑO CON DOS PADRES?

Mientras Rosabell se encontraba buscando a Maximiliano en la academia, Bob estaba observando como los criados de la mansión del ducado Rosfield terminaban de atender tanto a Maxi como a su madre; sin embargo, cuando ellos se enteraban de que esa mujer era madre de un pequeño niño y que ese niño era el primer nieto del duque, se quedaban callados ante aquella noticia.

—¿Sabes cuáles son las consecuencias de mentir?—preguntó Atenea.

La reina de los dioses, la gran señora del Olimpo, había apartado a Bob del lugar y lo estaba acribillando a preguntas. Si bien no dudaba del todo del parentesco de ese niño, ya que era idéntico a Maximiliano y este de paso a su padre, el duque Dante. Sabía bien que los genes Rosfield eran fuerte, pero, ¿Cómo era posible que tuviera dos firmas mágicas distintas en su organismo?

—No me atrevería a ofenderla con una mentira, su majestad—dijo Bob.

—Entonces explícame el porqué tiene dos tipos de energía mágica corriendo en su sangre—increpó molesta—reconozco una como la energía de los Rosfield, y eso solo se hereda por nacimiento; sin embargo, ¿Y la otra qué?

—No puedo decirle, su majestad—se defendió—el Gran padre así lo quiso.

—¿Me estás diciendo que el pequeño es algo contra natura? ¿Un niño con dos padres?—gritó enojada.

Estaba molesta con el Gran Padre, la única razón por la que aun lo obedecía era porque lo necesitaban para acabar la guerra, pero siendo el quien creó el universo, ¿Cómo se le pudo ocurrir hacer que un niño compartiera genes de dos hombres?

—Está equivocada, mi reina—respondió—el pequeño es hijo por completo de Maximiliano Rosfield, de allí no se me permite decirle nada más.

Atenea frunció con más dureza su frente, detestaba a morir el gran misterio con el que se movía el Gran Padre.

—¿De verdad ella es la madre del niño?—preguntó.

—Una maldición—respondió tajante el orbe mágico.

La señora del olimpo asintió, comprendiendo la situación. Suspirando con fuerza, intentó relajarse. Mientras esperaban la llegada de Maximiliano, su hijo mayor, se dirigió a la habitación, donde pudo ver al tierno niño durmiendo en la cama.

—En definitiva eres un Rosfield, te pareces a esos dos—recordó a su esposo e hijo mayor—¿Y tú mamá?

Entre la penumbra de la oscura habitación, cubierta con una capa mágica que había diseñado Maximiliano, para las tropas de su padre, que permitía la regeneración hasta cierto punto de las heridas del cuerpo, se encontraba escondida en una esquina, tapada por una cortina, Luna Freya.

—¿Lady Luna Freya?—preguntó.

—No, lady no—negó a causa de la realidad—no merezco ser tratada como una lady.

—¿Puedo llamarla entonces Luna Freya?—preguntó de nuevo Atenea, acercándose con cuidado a la madre de su nieto.

—No me toque, por favor—dijo escondiéndose aun más, al ver como Atenea se acercaba—usted es alguien muy bella, si me toca, será un monstruo horrendo como yo.

Los hermosos rojos rosa carmesí de Atenea, que mostraba una constelación en sus pupilas, se arrugaron un poco ante la tristeza que emanaba aquella mujer. Le hacía recordar mucho a su pasado doloroso. Volvió a suspirar, esta vez con pesadez amarga en su corazón, solo esperaba que su hijo volviera pronto a casa.

Mientras tanto Rosabell llegó tan de improviso a la sala de reunión, que la luz que emanaba dejó casi enceguecidos a todos, con excepción del decano Arthur y Maximiliano.

—¿Rosabell?—preguntó al notar la llegada de la hija de una de sus antiguas discípulas.

—¡Tiempo sin vernos, abuelo Arthur!—exclamó con una sonrisa—si la situación fuera otra, me quedaría tomando té. Pero prometo volver por usted y reunirnos bien, ahora debo llevar a este tonto hombre al lado de su hijo que fue atacado.

—¿Cuál hijo?—preguntó estupefacto Maximiliano—¿Quién fue atacado?

—Agradece que la facultad de reconocer la firma mágica de tu familia solo los tengan los propietarios del título—dijo dándole un golpe en la frente—tu pequeño paciente, Maxi, quien es tu hijo de paso.

Maximiliano estaba sin habla, no podía creer lo que le había confesado Rosabell. No solo eso, sino que le era imposible pensar que en el tiempo en que estuvo fuera, siendo que su reunión se alargó por trabas burocráticas, tanto Freya como Maxi hubieran sido atacados.

Mientras sus cuerpos se movían a la velocidad de un rayo, llegando en segundos a la mansión oculta del duque Dante, pensaba también sobre el hecho de ser el padre de Maxi. Él no recordaba ni siquiera el haber procreado a ese niño junto a Freya, de hecho, en esa época, luego de reencarnar, se encontraba recuperándose de la fiebre amarilla.

En definitiva él recordaría si estuvo con alguna mujer y más si ella quedó en embarazo, al ser el heredero original del ducado, siempre se le inculcó el cuidado de su descendencia.

—¿Sabías todo este tiempo que el era mi hijo?—preguntó molesto con Rosabell.

—Desde antes de que te enviara al pasado en nombre del Gran Padre, sabía el destino de ese niño—confirmó.

Con molestia ya que por su ignorancia no pudo estar al lado de su hijo todos esos años, estuvo por golpear a Rosabell una vez llegaron al jardín delantero de la mansión; sin embargo, como si su energía mágica fuera la de un recién nacido, ella lo detuvo usando solo su dedo índice.

—Ahorra tus fuerzas para el verdadero villano—señaló—están buscando a esos dos, sobre todo la esposa del príncipe Aqua, hijo del emperador Abelardo.

—¿Cómo? ¿Qué tiene que ver el bastardo del emperador con Freya y Maxi?—preguntó estupefacto—una vez me asegure del estado de Maxi, más te vale decirme todo lo que sabes, de lo contrario no me importará la amistad entre nuestras familias.

Dicho eso, con suma molestia, se alejó de Rosabell, adentrándose en su casa familiar. Tanto sus hermanos, así como los sirvientes, al ver la mirada sombría del antiguo heredero del duque, se apartaron a un lado. No podían entender el cambio radical de quien era considerado uno de los miembros más dulces y torpes de la familia.

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