LA MALDICIÓN DE LA BRUJA

Cansada de su situación, deseosa por hacerse del hijo de Luna Freya, esperó a que la noche llegara para salir sin ser vista. Su capa, con un símbolo hecho con hilo de sangre, le permitía ser invisible ante los demás.

Con mucho cuidado de que sus pasos no se escucharan, llegó al jardín trasero de ala del castillo, donde se ubicaba el harem de su esposo.

Esta al verlo, en compañía de varias de sus concubinas, dos de ellas embarazada, tuvo que morder su labio hasta sangrar para evitar gritar.

Se suponía que el príncipe estaba enfermo a causa de tanto trabajo; sin embargo, allí estaba el compartiendo con otras mujeres.

“¡Tanto rechazas mis brazos por los de otra! ¿Nada más porque no te he dado un hijo? ¡Tanto que decías amarme!”.

Con rabia contenida siguió avanzando hasta un pequeño bosque, donde se encontraba la entrada de lo que parecía ser un sótano abandonado.

Una vez dentro, mientras descendía por las lúgubres escaleras, las antorchas de un verde pantano se encendieron. Se le estaba dando la bienvenida a su guarida de bruja.

En realidad nunca había sido una; sin embargo, debido a que su prima de niña era una de las sucesoras al trono, decidió hacer un pequeño pacto con un demonio de baja clase.

Este, aceptando, provocó un incendio que terminó aplastando el cuerpo de su prima y dándole a ella de paso, poderes increíbles.

Desde ese momento en que se aseguró que la belleza de Luna Freya y su derecho de sucesión se perdieran para siempre, había incursionado en el mundo de la brujería.

No obstante, en vista que el haber enviado aquellos minotauros no había funcionado, debía hacer algo más drástico.

Acercándose a un espejo tapado por unas puertas, vio por varios segundos su belleza, una belleza que extrañamente aumentó después del incendio que destruyó la mitad del palacio real cuando ella y Luma Freya eran niñas.

—Espejito, espejito—preguntó tocándolo—¿Puedes monstrarme al monstruo de mi prima?

El espejo, emanando un brillo macabro, mostró la imagen de Luna freya, comiendo con timidez, al lado de su hijo y de un hombre muy guapo, mucho más que el príncipe.

—Ese tipo debe de estar loco si está comiendo con ese monstruo—dijo en un susurro—¿Pero por qué se parece tanto al hijo de ella y el príncipe Aqua?

—¡Oh, querida ama! Ojalá pudiera ayudarla—respondió el espejo al no saber la respuesta.

—¿Hace cuanto fue esto?—preguntó.

—Hoy al medio día.

—¡Muéstrame qué hace ella ahora!—ordenó.

—Es imposible—dijo el espejo—una fuerza me impide espiarla por las noches.

—¿Quieres decir que algo la está protegiendo?—cuestionó preocupada.

—Al menos por las noches sí—respondió tajante.

Sin poder contener más la rabia terminó volcando una mesa con varios brebajes y libros que había usado para crear pociones abortivas y eliminar a la mayoría de las concubinas.

—La quiero muerta...—susurró—Muéstrame a alguien que pueda usar, cercano a ella.

Fue en ese momento que le mostró a Federico y lo sucedido en la mañana, a lo que Katherine sonrió macabramente.

—Si está dormido haz que me escuche en sueños—volvió a ordenar.

El espejo de inmediato mostró a Federico, quien se encontraba durmiendo a esas horas. Luego de fruncir el ceño, al escuchar como este se había tirado un gas, y de pensar que era un cerdo hecho humano, hizo que su sirviente mágico transportara su voz en sueños.

A la mañana siguiente, la ciudad despertó luego de una mañana de lluvias. El cielo estaba gris, pero todas las personas se estaban preparando para ir rumbo a sus trabajos o deberes diarios. Ya se había cumplido la primera semana de tratamiento de Maxi; sin embargo, debido a la humedad del ambiente, así como la contaminación, su situación, que ya de por sí era un poco preocupante debido a la debilidad a causa del tratamiento, empeoraba mucho más.

"¿Debería cerrar El País de las Maravillas y mudarme al campo? Al menos allí el aire es más limpio!

Pensó acariciando la empapada cabecita de su hijo enfermo, quien volvió a tener otro ataque aunque menos mortal en comparación a los anteriores. Al menos estaba un poco tranquila de que el tratamiento comenzaba a surtir efecto.

—Si me voy de la ciudad, ¿Qué puedo hacer?—preguntó en un susurro.

Tenía sus ahorros y bien podía vender su pastelería y apartamento, de modo que pudiera comprar una finca pequeña en el campo; no obstante, sería hacer sentir aun más solitario a su hijo, el cual ni jugaba con los niños. Si fuera por ella no le importaría estar sola, comenzaría desde cero como granjera y agricultora, pero ahora estaba viviendo con su hijo.

Observando que aun faltaba 1 hora para su transformación, siendo invitada a comer al lado del doctor, aprovecharía para preguntarle sobre su idea.

—¿Desea mudarse al campo?—preguntó dejando de lado su taza de chocolate—¿Entendí bien?

Frunció el ceño, no entendía la razón por la cual le molestaba de sobre manera que tanto ella como Maxi se fueran lejos de él. Luego de que ella asintiera, pensó en una razón para evitarlo.

—Es cierto, Freya, que el aire de campo sienta mejor a una persona asmática—dijo receloso—pero está muy lejos de los centros de salud, si Maxi tiene un ataque, les costará que reciba ayuda médica inmediata.

Freya solo asintió, sintiéndose un poco triste. Quería procurarle una mejor calidad de vida a su hijo; sin embargo, no al punto de condenarlo más.

—No se preocupe, Freya—dijo tomando un momento su mano, para luego apartarlo nervioso—prometí curar a su hijo, confíe en mí.

Freya, intentando ocultar su sonrojo, asintió de nuevo y al ver que faltaba poco para su transformación, se despidió diciéndole al doctor que su madre los ayudarían con los platos, así que por favor él también descansara.

Pasaron treinta minutos hasta que finalmente la transformación se contuvo por completo; sin embargo, tuvo que limpiar con cuidado un poco de sangre que había en el piso, a causa de un ataque de tos grave que le hizo expulsar sangre negra.

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