MAXI SABE QUE MAXI MORIRÁ

Maximiliano no podía apartar la mirada de Freya, la pastelera cuyo alías "La Sombrerera Loca" le caía a la perfección. Era increíble lo bien personificada que estaba, ¡Parecía el propio personaje del libro traído a la vida pero en versión mujer! De tan solo pensar en esa novela le daba ganas de volver a leerla, ya que era la favorita de su hermano cuando eran niños.

El decano Arthur, al ver lo distraído que estaba su discípulo, observando a la madre de su paciente, carraspeó un poco mientras tomaba lo último de su te, con el fin de que su atolondrado alumno volviera a la realidad.

—¿Pudo limpiar todo su segundo piso, lady Freya—preguntó Maximiliano—muchas veces las alegrías estacionales también complican el tratamiento de los asmáticos.

—Sí, doctor—respondió—mi madre me ha ayudado con eso, ahora mismo está dormida, por lo que no podrá presentarlos, pero mañana se conocerán sin duda.

—¿Su madre es una señora de edad?—preguntó Arthur, intentando entender los antecedentes de la enfermedad.

—Sí, pero ella no es asmática—mintió—es solo que como me ayuda a cuidar a mi hijo en las noches, para que yo pueda descansar, duerme en el día.

Tragó en seco intentando ocultar su nerviosismo, agradeciendo que su antifaz y sombrero ocultaran sus expresiones reales. No quería que nadie más viviera con ellos, temía que pudieran descubrir quienes eran en realidad o su secreto; sin embargo, ya había hecho de todo para tratar la enfermedad de su hijo, ahora lo único que podía hacer era confiar en el tratamiento experimental de la academia.

—¿Le importa si conozco a su hijo ahora mismo?—preguntó Maximiliano.

Entendiendo que aquel era el procedimiento base para que los pacientes se familiarizaran con los doctores, Freya aceptó. Pidió a ambos hombres que la siguieras; sin embargo, Arthur se quedó observando a lo lejos mientras veía el desempeño de su discípulo.

—¿Qué hace mi pequeño Maxi?—preguntó su madre.

El niño, de anteojos, era demasiado parecido a Maximiliano. Si no fuera porque el hombre tenía los ojos grises de su padre, fácilmente podían ser padre e hijo, en especial por el parecido de sus dos nombres.

—Maxi está dibujando, mamá—respondió el pequeño de cinco años.

Este observó al hombre que estaba al lado de su madre, por un momento abrió su boca al sentir una emoción. Al ver que él era igualito a ese hombre, pensó que tal vez se tratara de su padre; sin embargo, al saber que su papá estaba en el cielo a causa de que luchó en la guerra para proteger a gente inocente, se quedó callado mientras sentía como su corazón se rompía en mil pedazos.

—Maxi, él es el doctor Maximiliano—dijo su madre, invitando al hombre a sentarse en la mesa—será quien te atienda durante estos días.

Maxi solo asintió, se sentía triste, pero no quería ser una molestia aun más grande a su madre. Freya, entendiendo que su hijo no estaba de humor, besó su frente y ofreció traerles a ambos bocadillos, de modo que pudieran conocerse en el transcurso del trayecto.

—Sabes, ambos tenemos el mismo nombre—dijo intentando romper el hielo—¿Me permites llamarte Maxi? Si quieres tú puedes llamarme como quieras, ¿Cómo te gustaría llamarme?

—Papi...—respondió en un susurro.

—¿Cómo? Disculpa, no entendí—preguntó sin poder entender bien.

—Señor Maxi, ¿Maxi puede llamarlo señor Maxi?—respondió ocultando su verdadero deseo.

—Señor Maxi es un tanto formal—habló—¿Te parece si me llamas Maximi? Es casi mi nombre completo y no se confudirá con el tuyo.

El pequeño niño asintió mientras seguía dibujando con sus crayones, lo que provocó que Maximiliano pudiera encontrar otro tema de conversación.

—¿Qué dibuja Maxi?—preguntó observando a los animalitos en los dibujos.

—Los guardianes de mami—respondió—así cuando Maxi no esté, mami no estará sola.

Maximiliano se quedó helado ante las palabras del niño, ni siquiera los pacientes más enfermos de cáncer infantil, en el hospital de la academia, llegaban a decir tales palabras.

—¿Cómo sabes que Maxi no estará?—preguntó con el corazón adolorido.

—Esta madrugada Maxi estaba morado, ya que Maxi se despertó sin aire—respondió sin apartar la vista de sus dibujos—mami no pudo dormir por eso, Maxi sabe que Maxi morirá. Así que para que mami no esté sola cuando Maxi se vaya al cielo, entonces Maxi le está haciendo guardianes que la cuiden.

De inmediato Maximiliano pudo pensar en su madre Atenea, quien de lo poco que recordaba de su niñez, la segunda esposa de su padre, quien terminó por adoptarlo luego de la desaparición de su madre biológica, también fue muy enfermiza. Con el alma dolida, de manera inconsciente, llevó su mano a la pequeña cabeza y con sus dedos comenzó a hacerle pulpitos.

El pequeño se quedó congelado un minuto, ya que aquella sensación se sentía tan cálida, pero a la vez tan extraña, que su corazón saltó de la emoción, haciendo que se sonrojara como un tomate. En tanto que la situación era igual para Maximiliano, quien sin pensar que aquel gesto para darle un poco de cariño al niño haría que sintiera la misma calidez en su mano que sintió con su madre.

"¿Quiénes son estos dos?"

Miles de pensamientos se le cruzaron a la mente mientras intentaba analizar la situación, todo aquello era extraño; sin embargo, le gustaba.

—¿Mejor?—preguntó quitando su mano—el hechizo de los pulpitos me lo enseñó mi mamá, ella lo hace con mis hermanos cuando están enfermos, ¡Es una magia poderosa que no falla! Así que también lo puedes hacer con tu mami cuando ella esté triste.

—¿Los pulpitos harán que mami no llore?—preguntó mientras intentaba recrear el movimiento—¿Puede Maximi hacerlo de nuevo? A Maxi le gustó.

Sin poder contener la ternura que aquel niño con los ojitos cristalinos le provocaba, volvió de nuevo a hacerle pulpitos en la cabeza. Aquello provocó que Maxi ocultara un poco más su rostro, agachándose para que nadie viera lo rojo de sus mejillas.

A lo lejos, el decano estaba intentando consolar a Freya, quien seguía en el mesón de la cocina, con la bandeja lista, mientras lloraba tras escuchar la conversación.

—Usted y su hijo son dos personas muy fuertes, han luchado estando solos—dijo el anciano—tenga fé que su hijo se pondrá bien, Maximiliano es uno de mis mejores aprendices.

—Lo sé—dijo intentando limpiar sus lágrimas—solo no quiero quedarme sola, él es lo único que me da luz en la vida.

Entendiendo la preocupación de la madre, pidió que esta fuera a sentarse con ellos mientras él la ayudaba con la bandeja. Al principio no quería la mujer, pero al final desistió. Para él, el hecho de que se hubiera creado una nueva rama de la medicina de manera oficial, significaba que debían separarse de las metodologías frías y ser cercanos a sus pacientes.

Estaba demostrado que si un paciente estaba bien de manera emocional, parte de su tratamiento físico aumentaría su efectividad.

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Comments

Bertha Ramirez

Bertha Ramirez

por que hacen que los niños hablen en tercera persona, es ridículo, s los 5 años la estructura del lenguaje estas más que estructurada

2024-10-10

0

Barbarasl73 🇨🇱

Barbarasl73 🇨🇱

mmmmm el duque Dante tiene los ojos grises 🫨🫨🫨, hay gato encerrado.

2023-09-08

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