Rig se quedó inmóvil en la cama, su mente luchando por despejar las imágenes aterradoras del sueño. La luz de la mañana, aunque tenue, ofrecía un pequeño consuelo. A través de las cortinas, los rayos del sol empezaban a filtrarse, creando un contraste entre la calidez del día y la frialdad que aún sentía en su pecho. Sin embargo, el eco de los ojos verdes brillantes seguía presente, como si hubieran dejado una marca indeleble en su mente.
Se levantó lentamente, tratando de sacudirse el sentimiento de opresión que lo envolvía. La habitación estaba en un orden meticuloso, pero la presencia de la pesadilla parecía haber desordenado su percepción de la realidad. Los muebles, las paredes decoradas con posters y las estanterías llenas de libros parecían ahora ser testigos mudos de un terror que no podía comprender completamente. El reloj despertador en la mesita de noche marcaba las seis y media, y el día apenas comenzaba.
Rig decidió que una ducha caliente podría ayudar a despejar su mente. Se dirigió al baño con pasos pesados, cada movimiento sintiéndose como un esfuerzo para deshacerse del peso emocional que cargaba. Mientras el agua caía sobre él, intentó concentrarse en la sensación reconfortante del calor, en lugar de en el frío y la oscuridad de la pesadilla. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos bajo el chorro de agua, los ojos verdes del gato volvían a aparecer, brillando en la oscuridad con una intensidad inquietante.
Salió de la ducha, envuelto en una toalla, y se dirigió a la cocina para prepararse el desayuno. La rutina diaria estaba a punto de comenzar, pero Rig se sentía como si estuviera atrapado en una burbuja de inquietud, incapaz de dejar atrás la pesadilla que lo había perturbado. Su madre ya estaba en la cocina, preparándose para ir al trabajo. Le saludó con una sonrisa cálida, pero Rig no podía evitar notar una preocupación subyacente en sus ojos.
—Buenos días, Rig. ¿Dormiste bien? —preguntó ella, con un tono que intentaba ser casual, pero que Rig percibió como cargado de una preocupación que no podía expresar del todo.
—Más o menos —respondió Rig, intentando sonar lo más natural posible mientras se servía un tazón de cereal. La conversación se desvió rápidamente hacia temas triviales: la lista de tareas para el día, los planes para el fin de semana, y otras pequeñas preocupaciones cotidianas. Aunque intentaba participar en la conversación, su mente seguía regresando a la pesadilla, a los ojos brillantes y al rostro perturbador del gato.
Después del desayuno, Rig se preparó para ir a la escuela. El trayecto en el autobús parecía interminable, cada bache en la carretera y cada conversación a su alrededor se sentían como parte de un escenario distorsionado. Al llegar al colegio, el bullicio de los estudiantes y el ritmo frenético del día escolar contrastaban bruscamente con la quietud y el terror de la pesadilla. Sin embargo, a pesar de estar rodeado de compañeros y profesores, Rig se sentía completamente solo, atrapado en una burbuja de ansiedad que no podía romper.
Las clases transcurrieron de manera rutinaria, pero Rig notó que su concentración estaba afectada. Las materias parecían borrosas, las explicaciones de los profesores se desvanecían en su mente, y el tiempo se arrastraba lentamente. En los pasillos, los murmullos de sus compañeros y los sonidos de las taquillas abriéndose y cerrándose se convirtieron en un telón de fondo difuso para su creciente sensación de inquietud.
Durante el recreo, Rig se encontró en el patio, observando a los demás estudiantes interactuar con facilidad, riendo y jugando. Quería unirse a ellos, pero la pesadilla seguía presente, como una sombra oscura que se interponía entre él y la normalidad. A cada paso, a cada mirada, sentía que algo estaba a punto de romperse, que la pesadilla de la noche pasada no era solo un sueño, sino un presagio de algo mucho más oscuro que estaba por llegar.
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Comments
María Camila
que miedo sentir esa sensacion
2024-08-19
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