La noche avanzaba lentamente, y Rig seguía tumbado en la cama, incapaz de encontrar descanso. El sueño parecía un enemigo esquivo, y la preocupación por la pesadilla lo mantenía en un estado de alerta constante. Los pensamientos y miedos se entrelazaban en su mente, creando una red de inquietud que era difícil de romper.
A medida que la oscuridad se intensificaba, la habitación de Rig se sentía cada vez más pequeña, como si las paredes se acercaran lentamente. La sensación de claustrofobia se sumaba a su angustia, y cada sonido externo parecía amplificado en la quietud de la noche. El viento que soplaba contra las ventanas y el crujido ocasional de la casa creaban una atmósfera de tensión, que solo aumentaba su ansiedad.
Rig se esforzaba por pensar en algo que pudiera relajarlo, pero cada intento parecía ser en vano. Recordó las historias que solía leer, los héroes que enfrentaban sus miedos y superaban grandes desafíos. Sin embargo, esos pensamientos solo servían para recordarle lo impotente que se sentía ante el terror que lo asediaba. La idea de enfrentar la pesadilla parecía casi absurda, como si estuviera destinado a sucumbir ante la oscuridad que lo envolvía.
En medio de su lucha interna, Rig comenzó a notar pequeños detalles que antes no había percibido. Las sombras en las esquinas de la habitación parecían moverse sutilmente, como si tuvieran vida propia. Las formas en la oscuridad se retorcían y cambiaban, creando figuras que se asemejaban a las sombras de su pesadilla. La ansiedad se acumulaba, y Rig no podía evitar la sensación de que algo estaba acechando, esperando el momento adecuado para atacar.
El reloj en la mesita de noche seguía marcando el tiempo con una lentitud tortuosa, y Rig se preguntaba si alguna vez podría encontrar alivio. Los minutos se convirtieron en horas, y el cansancio se apoderó de él, pero el sueño seguía siendo esquivo. Los pensamientos oscuros continuaban acechando, y la sensación de desesperanza crecía con cada hora que pasaba.
Rig intentó levantarse de la cama y moverse por la habitación para despejar su mente. Se acercó a la ventana, mirando la lluvia que seguía cayendo con un ritmo constante. El sonido de las gotas golpeando el cristal parecía casi hipnótico, y Rig se aferró a esa sensación de normalidad para alejar los pensamientos perturbadores. Sin embargo, el rostro del gato negro seguía presente en su mente, y el temor no desaparecía.
Volvió a la cama y se arropó con las mantas, tratando de enfocar su mente en pensamientos positivos. Pensó en los amigos que tenía en la escuela, en las actividades que solía disfrutar, en las cosas que le daban alegría. Sin embargo, la sensación de inseguridad persistía, como un velo oscuro que cubría cada rincón de su mente.
A medida que la noche avanzaba, Rig se dio cuenta de que la pesadilla había comenzado a infiltrarse en su vida diaria. Los miedos y ansiedades que experimentaba durante la noche estaban afectando su capacidad para disfrutar del día. Cada aspecto de su vida parecía estar enmarcado por la sombra de la pesadilla, y la lucha por mantener un semblante de normalidad se volvía cada vez más difícil.
El amanecer parecía un espejismo lejano, una promesa de alivio que Rig no estaba seguro de si alguna vez llegaría. Mientras el reloj avanzaba lentamente, Rig deseaba desesperadamente que la noche terminara, con la esperanza de que el nuevo día trajera consigo una sensación de paz y calma que parecía inalcanzable.
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