La noche llegó rápidamente, y Rig se preparó para otro largo y ansioso periodo en la cama. La casa estaba tranquila, con el sonido de la lluvia que caía suavemente desde la tarde creando un ritmo constante y relajante. Sin embargo, para Rig, el sonido de la lluvia solo parecía intensificar su inquietud. Cada gota que caía sobre el tejado era un recordatorio constante de la pesadilla que aún lo perseguía.
Se acostó en la cama, tratando de sumirse en un sueño reparador. Las sombras en su habitación parecían moverse con una vida propia, y Rig se esforzaba por mantenerse tranquilo. Miró el reloj en la mesita de noche, que marcaba las diez de la noche, y se preguntó cuánto tiempo le llevaría conciliar el sueño. El recuerdo del rostro grotesco del gato negro seguía presente, y Rig se sentía como si estuviera esperando a que la pesadilla regresara.
Mientras intentaba relajarse, Rig no podía evitar pensar en los detalles del día. Las miradas de sus compañeros en la escuela habían sido especialmente inquietantes. Parecían mirarlo con una mezcla de curiosidad y preocupación, y aunque no decían nada, el sentimiento de ser observado lo hacía sentir incómodo. Era como si hubiera una especie de secreto colectivo del que él estaba excluido, y eso solo alimentaba su ansiedad.
La sensación de ser observado no se limitaba solo a la escuela. A menudo, mientras caminaba por la calle o entraba en lugares familiares, sentía que había ojos en cada esquina, siguiéndolo. Estos pensamientos eran una extensión de la angustia que había comenzado en sus sueños, y ahora se manifestaban en su vida diaria. Era como si la pesadilla hubiera dejado una sombra sobre su realidad, y no podía escapar de ella.
Rig trató de enfocarse en algo positivo para desviar su mente de las inquietantes reflexiones. Pensó en las cosas que le solían gustar: los videojuegos, las películas, las tardes con amigos. Sin embargo, esos pensamientos parecían huecos y distantes. El terror persistente lo mantenía atrapado, y cada intento de distracción se sentía vacío. El miedo a que la pesadilla se repitiera era un peso constante sobre sus hombros.
A medida que el tiempo avanzaba, Rig se dio cuenta de que su mente estaba cada vez más agitada. El reloj en la mesita de noche parecía avanzar lentamente, marcando el paso de cada minuto con una lentitud tortuosa. Cada movimiento en la casa, cada sonido externo, parecía amplificado en su mente. La ansiedad por la noche que se avecinaba se acumulaba, y el sueño parecía cada vez más evasivo.
En un esfuerzo por relajarse, Rig trató de leer un libro, pero las palabras se mezclaban en su mente, y su capacidad de concentración era limitada. La lectura solo parecía ser otra forma de prolongar la angustia, y pronto se dio por vencido, dejando el libro a un lado. Se acomodó en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda, pero el temor seguía allí, implacable y persistente.
Finalmente, Rig apagó la luz y se arropó con las mantas, intentando cerrar los ojos y forzarse a relajarse. La oscuridad de la habitación parecía un reflejo de su propia mente, llena de sombras y ansiedades. El sonido de la lluvia continuaba, y
Rig se preguntaba si alguna vez podría encontrar paz, tanto en sus sueños como en su vida cotidiana. Mientras el cansancio comenzaba a apoderarse de él, Rig deseaba que la noche pasara rápidamente, con la esperanza de que el amanecer trajera consigo una sensación de alivio y tranquilidad.
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