La Cena Silenciosa.

La mañana llegó lentamente, con el sol apenas asomando en el horizonte, insuficiente para disipar completamente la sensación de agotamiento que Rig arrastraba. Había pasado otra noche inquietante, y la falta de sueño había dejado su mente en un estado de confusión y ansiedad. El amanecer, que normalmente traía una sensación de esperanza, no logró aliviar el peso de las pesadillas que continuaban atormentándolo.

Cuando Rig bajó a la cocina para el desayuno, el ambiente en la casa era inusualmente silencioso. La usual calidez de las mañanas familiares parecía ausente, reemplazada por una atmósfera tensa que se reflejaba en las expresiones preocupadas de sus padres. La noche de insomnio había dejado a Rig sin ánimo para participar en la conversación, y el silencio incómodo llenaba el espacio mientras se sentaba a la mesa.

Su madre, al notar el estado de su hijo, intentó romper el silencio con una serie de preguntas casuales, pero Rig respondió con monosílabos, incapaz de concentrarse en la conversación. Los intentos de su madre por animarlo parecían infructuosos, y el temor persistente de Rig se hacía más evidente con cada comentario que pasaba sin respuesta. Aunque intentaba aparentar normalidad, la preocupación y la tensión en el aire eran palpables.

La comida transcurrió en un ambiente de desconcierto. Rig intentó comer, pero su apetito estaba ausente. Cada bocado le parecía insípido, y el simple acto de comer se convertía en una tarea ardua. Sus pensamientos se deslizaban de nuevo hacia las pesadillas y los susurros que lo atormentaban, y la incapacidad de escapar de esa preocupación hacía que incluso las actividades cotidianas parecieran desalentadoras.

Mientras su padre hablaba sobre las noticias del día, Rig luchaba por mantener la concentración. Las palabras se mezclaban en su mente, y la sensación de desconexión se volvía más intensa. Las voces en su cabeza, aunque menos prominentes que durante la noche, seguían presentes, y Rig sentía que estaba atrapado entre dos mundos: el de la realidad diaria y el de la pesadilla que lo perseguía.

Después del desayuno, Rig se preparó para salir a la escuela, pero la preocupación continuaba envolviéndolo como una nube oscura. Mientras caminaba hacia el colegio, el mundo exterior parecía distante e irreal, como si estuviera observando su vida desde una distancia segura.

La sensación de que algo estaba mal lo mantenía alerta, y cada sonido y cada movimiento en el entorno parecían amplificados por su ansiedad.

En la escuela, Rig trató de sumergirse en sus clases, pero el esfuerzo se sentía en vano. Los profesores y compañeros lo miraban con preocupación, y él sentía su mirada cada vez que trataba de concentrarse. La sensación de ser observado lo seguía, intensificando su inseguridad y el temor de que alguien pudiera descubrir el secreto que estaba guardando.

Durante el recreo, Rig buscó refugio en un rincón del patio, intentando alejarse de las miradas curiosas de sus compañeros. El bullicio y la risa de los demás estudiantes le parecían distantes e irreales, como si estuviera separado de su propio entorno. Aunque trató de socializar, el peso de la pesadilla lo mantenía alejado, y la sensación de aislamiento se hacía más fuerte.

Regresó a casa al final del día con una sensación de alivio temporal. Aunque el día en la escuela había sido difícil, el regreso a su hogar le ofrecía un respiro, aunque efímero. El ambiente en la casa seguía siendo tenso, pero la presencia de su familia le brindaba una cierta comodidad. A medida que se preparaba para la cena, Rig intentó dejar atrás la angustia del día y concentrarse en la normalidad de las rutinas familiares.

La cena, aunque aún silenciosa, transcurrió con un ligero cambio en el ambiente. Las conversaciones se volvieron más animadas a medida que la noche avanzaba, y Rig trató de participar en la charla. Sin embargo, el miedo y la preocupación seguían presentes, y la sensación de que la pesadilla estaba a punto de regresar lo mantenía en un estado de alerta constante.

Con el final de la cena, Rig se retiró a su habitación, con la esperanza de que la noche le ofreciera un descanso reparador. Sin embargo, el temor persistente seguía presente, y la posibilidad de enfrentar otra noche de pesadillas lo mantenía inquieto. Mientras se preparaba para acostarse, Rig deseaba que el próximo día trajera consigo un alivio duradero y una nueva perspectiva, aunque el pensamiento de enfrentarse a sus miedos continuaba siendo una carga pesada en su mente.