A la mañana siguiente, Rig se despertó con el sonido del despertador, que parecía un grito estridente que rompía el silencio. El sol se filtraba débilmente a través de las cortinas, y Rig se sentó en la cama, sintiendo una mezcla de agotamiento y resignación. A pesar de la luz del día, el peso de la pesadilla de la noche anterior seguía sobre él, como un velo oscuro que no podía deshacerse.
Se preparó para la escuela con movimientos automáticos, tratando de mantener una apariencia normal. Cada tarea diaria, desde vestirse hasta preparar el desayuno, se sentía como una carga adicional. Mientras se duchaba y se vestía, trataba de centrarse en la rutina, como si el simple acto de seguir los pasos de cada mañana pudiera ayudarlo a alejar los pensamientos perturbadores.
Sin embargo, el rostro del gato negro seguía acechando en su mente, y el temor persistente a que la pesadilla se repitiera se mantenía constante.
Durante el desayuno, Rig intentó participar en la conversación con su familia, pero sus respuestas eran cortas y distraídas. La conversación giraba en torno a planes para el fin de semana y a las noticias del día, pero Rig apenas prestaba atención. Sus padres, al notar su comportamiento distante, intercambiaron miradas preocupadas, pero no dijeron nada. La normalidad de la rutina familiar parecía desvanecerse, reemplazada por una sensación de incomodidad y ansiedad.
Cuando llegó al colegio, Rig trató de sumergirse en las actividades del día para distraerse de su inquietud. Sin embargo, el bullicio de los pasillos y el ruido de las conversaciones no lograban desviar su mente de la inquietante presencia del gato en sus sueños. Las clases parecían una mera formalidad, y las lecciones se desvanecían en un ruido de fondo mientras Rig luchaba por concentrarse.
En el recreo, se encontró solo en un rincón del patio, observando a sus compañeros interactuar y disfrutar del tiempo libre. La risa y el bullicio a su alrededor solo intensificaban su sensación de aislamiento. Rig deseaba poder unirse a ellos, pero el temor y la preocupación lo mantenían apartado. La sensación de que algo estaba a punto de romperse, de que la pesadilla tenía un propósito más oscuro, lo seguía como una sombra persistente.
La tarde transcurrió con la misma monotonía, y Rig se esforzaba por mantenerse enfocado en sus estudios. Cada vez que su mente comenzaba a divagar, el recuerdo de la pesadilla regresaba, intensificando su ansiedad. Las miradas de los compañeros y las preguntas de los profesores parecían confusas e irreales, como si todo estuviera ocurriendo en una especie de niebla mental.
Al final del día, Rig se sintió aliviado al salir de la escuela y regresar a casa. El cielo había comenzado a despejarse, y el sol brillaba con una intensidad cálida. Aunque el tiempo parecía más prometedor, Rig no podía sacudirse la sensación de que algo estaba mal. La pesadilla de la noche anterior había dejado una marca profunda, y la preocupación de que pudiera repetirse era una carga constante.
En casa, Rig trató de distraerse con actividades que solían ser placenteras, como leer o ver televisión. Sin embargo, la inquietud persistente seguía presente. Los programas y libros que antes le interesaban ahora le parecían insípidos y sin vida. El miedo a enfrentar otra noche de pesadillas lo mantenía en un estado de ansiedad, y cada momento de calma parecía ser solo una pausa antes de que la oscuridad volviera a reclamarlo.
Se preparó para la noche con una sensación de resignación. Aunque intentó convencerse de que la pesadilla había sido solo un sueño, la inquietud seguía presente. Mientras se metía en la cama, Rig se preguntaba si alguna vez podría escapar de la sombra de la pesadilla que lo perseguía, y si el miedo se desvanecería alguna vez para darle paz.
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