La madrugada se extendía interminable, con el reloj marcando lentamente las horas mientras Rig permanecía en la cama, incapaz de encontrar alivio. Los susurros en la oscuridad no cesaban, y la inquietud se volvía cada vez más penetrante. Aunque Rig trataba de ignorar los murmullos que parecían envolver la habitación, estos se infiltraban en su mente como un veneno, haciendo que el sueño fuera aún más esquivo.
Los susurros, ininteligibles, pero claramente cargados de una intención maligna, parecían provenir de todas partes y de ninguna a la vez. Cada vez que Rig pensaba que podía identificarlos o localizarlos, los murmullos se desvanecían y volvían a aparecer en otro rincón de la habitación. La sensación de que algo oscuro y maligno estaba en la penumbra se volvía más palpable con cada minuto que pasaba.
Se levantó de la cama con la esperanza de despejar su mente y encontrar el origen de esos molestos susurros. Caminó con pasos silenciosos por la habitación, encendiendo la luz de la mesita de noche para iluminar la oscuridad. La luz cálida proporcionaba una sensación momentánea de seguridad, pero no lograba disipar el miedo que lo atormentaba. Las sombras en las paredes danzaban de manera inquietante, distorsionándose y creando formas que se asemejaban a las figuras de sus pesadillas.
Rig decidió aventurarse fuera de su habitación, con la esperanza de encontrar alguna explicación racional para los susurros que lo atormentaban.
Abrió la puerta con cuidado y salió al pasillo, donde la penumbra del hogar parecía tan opresiva como en su habitación. La casa estaba en silencio, con el único sonido constante de la lluvia que seguía cayendo sin cesar. Cada gota que golpeaba el cristal de las ventanas parecía añadir un eco a los susurros, creando una sinfonía de inquietud que lo seguía a cada paso.
Se movió por el pasillo, prestando atención a cualquier sonido o movimiento que pudiera indicar una fuente para los murmullos. La casa estaba tranquila, sin señales de actividad que pudieran explicar lo que estaba experimentando.
Rig abrió las puertas de las habitaciones cercanas, inspeccionando cada una de ellas en busca de alguna pista, pero todo parecía estar en orden. La sensación de estar siendo observado persistía, y Rig no podía evitar la sensación de que algo lo acechaba en las sombras.
Volvió a su habitación, sintiéndose frustrado y agotado. La calma que había buscado en su inspección se había desvanecido, y la sensación de desesperanza se había apoderado de él. Se recostó de nuevo en la cama, tratando de calmarse, pero los susurros no cesaban. La falta de sueño se combinaba con el miedo, creando una tormenta perfecta de ansiedad que parecía consumirlo. Cada intento de relajarse solo intensificaba el temor y la angustia.
Rig intentó distraerse con pensamientos positivos, pero los susurros seguían presentes, como un recordatorio constante de la pesadilla que lo atormentaba. Recordó las historias de terror que había leído y se preguntó si su mente estaba jugando con él, creando una ilusión para aumentar su miedo. Sin embargo, la sensación de que los susurros eran reales y que algo oscuro estaba acechando en la oscuridad era demasiado fuerte para ignorarla.
A medida que la noche avanzaba, Rig comenzó a desesperarse. Cada minuto parecía una eternidad, y el amanecer, que debería ofrecer una sensación de alivio, parecía una promesa distante e inalcanzable. La angustia y la fatiga se acumulaban, y Rig se preguntaba cuánto tiempo más podría soportar la tortura de los susurros. La idea de enfrentar otra noche de terror era abrumadora, y Rig deseaba desesperadamente que la noche terminara para que pudiera encontrar algún respiro.
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