El grupo emprendió el camino, pero está vez eran más. Y no demoraron demasiado en encontrar a las próximas personas. Tal cual lo había dicho Akela, el viento fue guiando su camino, llenando el recorrido de distintos aromas. Aromas que pertenecían a vidas despojadas, a sueños rotos, esperanzas hechas añicos, que solo intentaban vivir, un día a la vez. No llevaban ni dos horas de caminata, cuando dieron con una mujer y sus dos pequeños hijos. La escena era desoladora. La mujer completamente en huesos, cargaba con las pocas fuerzas que aún la sostenían, a un niño de pocos años en sus brazos. Otro un poco más grande se escondió detrás de la pollera de su madre cuando observo a los visitantes. Cada hueso en sus cuerpos era visible, aún con sus ropas puestas. Se creó un silencio incómodo. De un lado hubo una tristeza inaudita por lo que veían y del otro terror. Akela sentía que el corazón se le hacía chiquito al ver aquello y la mujer únicamente tenía un pánico arrasador en todo su ser, por proteger a sus hijos. Cuando pensaron que eso era todo, llego un adolescente, que al ver al grupo allí, de pie a pocos metros de su madre, corrió y se puso delante de ella y los niños.
- Quiénes son?!.- El niño que estaba igual de flaco que todo el resto, tomó una postura de ataque, bastante mala, pero solo buscaba proteger a su madre y sus hermanos.
- Cómo te llamas?.- Pregunto Akela.
- Yo pregunté primero. Quiénes son? Si no quieren problemas, váyanse por dónde vinieron.- El niño en todo un arrojo de valentía, no se despegaba de su madre y hermanos. La mujer parecía ya no tener fuerzas para ocuparse ella de luchar por sus cachorros. Se podría decir que era el hambre, al calcular por su estado avanzado de desnutrición o quizás se debía a otra cosa.
- Mi nombre es Akela y no queremos problemas. Queremos ayudarlos. Cómo te llamas?.
- Chad.- El chico respondió queriendo sonar firme en su tono de voz, pero podía sentirse su miedo.
- Chad, es un gusto. Él es Jay mi mate, y un buen grupo de amigos. Es tu mamá?.- El chico solo asintió.- Le sucede algo? Está enferma?.
- Solo tiene hambre.- Él dijo eso y por primera vez sus fuerzas parecieron flaquear al decir aquello en voz alta.- Yo... intenté cazar algo, pero... No hay nada y..
- Está bien, está bien. No hay problema.- Akela miró a Jay, quien solo asintió y empezó a preparar todo el campamento allí. Ezra no tardo en buscar algo de leña para hacer un fuego, al parecer, pararían nuevamente. Esta vez James se les unió, ayudo a Ezra a juntar troncos, madera, ramas y acomodar una fogata en lo que sería el centro del campamento. Mientras Jay, sacaba ollas y algo de verduras. Mery tomó asiento y empezó a pelar y cortar y Elizabeth no tardo demasiado en sentarse junto a ella y ayudar en la tarea. Tommy se acercó a Akela y la tomó por la mano. Mientras todo esto ocurría, el joven observaba cada movimiento, pero ya no parecía querer luchar, Akela no supo si fue porque se dio cuenta de que no le harían nada, o porque estaba cansado y se entregaba a lo que sea que fuera a pasarles.
- Puedo?.- Akela señaló a la mujer, queriendo ir hacia ella para revisarla y a los niños también. El chico dudó y se notó pensativo, fue Tommy quien lo hizo decidirse.
- Akela es buena Chad, es nuestra salvadora. Ella me dio una casita y cobijas. Y desde ayer.. La panza no me suena!.- Lo último se lo susurro, como si en verdad nadie lo pudiera oír. El joven ante las palabras del niño, miró a Akela y asintió, haciéndose a un lado para que ella pudiera pasar.
Akela así lo hizo y al ver a la mujer desde más cerca, se dio cuenta de que su estado era aún peor. Al igual que los niños que se aferraban a ella como si de eso dependiera su vida. Chad se quedó cerca en todo momento, mientras Jay sin dejar de hacer lo suyo, no les quitaba la mirada de encima.
- Cómo se llama tu mamá?.
- Melissa.
- Melissa, es un bello nombre.- Akela dijo aquello y acaricio la mejilla de la mujer, siendo esto el puntapié de una pequeña mejoría en ella. Moría de ganas de sanar a esa mujer y sus hijos, pero si lo hacía, quedaría en evidencia. Si aquellas personas querían seguirla, debía ser por decisión propia y no por lo que pudieran obtener de ella. Su decisión no podía estar viciada de ninguna forma. De todas maneras, una simple caricia de Akela, logro llenar de un leve fulgor, el cuerpo casi extinto de vida de la mujer. Seguido a esto, acaricio las cabezas de los pequeños, quienes se estremecieron de miedo ante el contacto.
- No estamos acostumbrados al contacto humano con otra gente.- Dijo Chad en clara señal de explicar el miedo de sus pequeños hermanos.
- Entiendo.- Akela sonrió al chico y luego observo a la mujer.- Melissa, puedes hablar?.- La mujer asintió lentamente y Akela le pidió una botella con agua a Tommy, quien enseguida corrió a buscarla, feliz de poder propiciar de asistente para la joven de cabellos rojos. La mujer tomó agua con desesperación, pero solo un poco y luego como toda madre, aún sin haber saciado su sed, les dio la botella a sus hijos.- Cómo terminaron aquí Melissa?.
- La guerra, la guerra acabo con todo. Mi vida... mi vida y la de mis hijos era tan distinta antes... No somos ni un recuerdo de las personas que solíamos ser.- La mujer tenía su mirada perdida en algún lugar en el piso, parecía que recordaba el dolor, sus pensamientos estaban en algún recuerdo que le dolía, porque Akela lo podía sentir. Algunas lágrimas silenciosas bajaron y la mujer no dudo en secarlas rápidamente para que sus hijos no la vieran llorar.
- Quieren venir por un tazón de caldo? Está muy rico.- Mery le pregunto a los niños, mientras Elizabeth improvisaba una mesa en el piso, con un mantel. Y allí servía caldo de verduras en unos pequeños tazones. Los ojos de Chad se abrieron ante la invitación y su boca parecía hacerse agua. Él miró a su madre, como esperando autorización y está no dudo en asentir. Chad se dirigió allí con sus pequeños hermanos. Devorando aquel caldo de verduras en segundos. Tal era el hambre que cargaban consigo. Una vez que los chicos se habían alejado, Akela se dirigió a la mujer otra vez.
- Cuéntame tu dolor Melissa, quizás podamos sanarlo juntas.- Akela hablo y tomó las manos lastimadas y callosas de la mujer entre las suyas. Esta apretó sus ojos bien fuertes, no queriendo desbordarse en lágrimas, pero fue imposible.
- No pude... Sé que no es vida esto a lo que arrastre a mis hijos, pero no podía. Mi esposo y mate, era un guerrero en la manada a la cual pertenecíamos, vivíamos bien, no nos faltaba nada. La guerra llegó y... Lo arrasó todo a su paso. Perdí al amor de mi vida en aquel lugar, perdí a un hijo. Y tuve que tragarme mi dolor y luchar por no morir al romperse el vínculo, porque aún me quedaban tres niños que dependían de mí. - La voz de Melissa se quebraba de a ratos al recordar como había ido a parar allí con sus hijos. La muerte de un mate, de una pareja destinada, era algo doloroso. Sentir ese vínculo romperse, podía llevar al mate que sobrevivía a la misma muerte o locura. Melissa, pensando en sus pequeños hijos, había sacado todas sus fuerzas para no perecer ante el vínculo que se deshacía.- Y cuando creía que nada más podía pasarme, el Alpha que se quedó en la manada a la cual pertenecía, me instó a tomar como segunda pareja al asesino de mi esposo e hijo. Sus cuerpos aún estaban tibios, yo aún experimentaba el tormento de un vínculo roto y ese ser vil y asqueroso, me obligaba a casarme con el asesino de mi amado y mi hijo. Cómo podía? Cómo iba yo a acceder a tal cosa? Era impensable. Decidí partir esa misma noche, aún muerta del dolor por los estragos del vínculo que se moría un poco con cada minuto que pasaba, tomé a mis hijos y me fui, pero... Nada salió bien desde ahí.- La mujer suspiro cuando dijo lo último, como si hablarlo le hubiera sacado un peso de encima, y así fue.
- Respira Melissa, ya no estás sola.- Akela dijo esto y le pasó un tazón de caldo a la mujer. La madre tomó el caldo y lloro al ver a sus hijos comiendo algo decente, después de mucho tiempo. Aquella noche improvisaron una carpa como pudieron, compartieron las frazadas que cargaban y quedaron en que al otro día partirían. Akela no tuvo que preguntar, Melissa misma le pidió que al menos se llevará a sus hijos con ella, la sorpresa de la mujer fue enorme cuando la joven le dijo que todos eran bienvenidos a irse con ellos. Por la mañana emprendieron el camino. Chad iba feliz y lleno de tranquilidad al ver qué su madre había mejorado considerablemente con aquel caldo. Iba a pedir la receta para poder hacerlo siempre que sintiera que su madre estuviera por enfermar. Lo que él no supo, es que fue su futura alpha quien había sanado el alma de su madre y quién al invitarlos a formar parte de su manada, los había llenado de vida nuevamente.
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Comments
Brenda Carrillo
no puedo explicar el sentimiento que tengo al leer esta historia... lloro con cada capítulo... sos increíble autora
2024-09-15
1
ma.guadalupe galeana nuñezx
oh Dios..como lloro cpn cada historia
2024-04-27
4
Blacina Calvo Fernández
Allí hay esperanza, solidaridad, comprensión, compasión, en una sola palabra hay AMOR ❤️. Muchas bendiciones Autora.
2024-03-30
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