Dante separó un momento su mano de la cabeza de Atenea, para poderse dirigir a hablar con el médico en jefe; sin embargo, este se detuvo debido a que Atenea le tomó la mano.
—¿Atenea puede hablar con usted a solas?—preguntó tímida.
El duque asintió, pensando que era algo muy importante, por lo que pidió que todos salieran hasta que el diera la orden.
Jamás pensó, que una vez estuvieran solos, Atenea en vez de hablar de manera inmediata, besara sus dos ojos.
—Duque, no llore—dijo acongojada—así cuando usted besó los ojos de Atenea después de lo ocurrido en la capilla, ¡Atenea también lo hará! ¡Atenea hará lo que sea para que el Duque se sienta bien!
Dante se quedó en silencio durante varios segundos, si bien era cierto que quería llorar, era experto en ocultar sus emociones verdaderas; sin embargo, Atena había logrado ver a través de su fachada.
—¿Puedes hacerlo de nuevo?—preguntó sin poder aguantar más sus lágrimas.
A medida que sentía como los delgados labios de Atenea besaban sus ojos y sus mejillas húmedas, sus lágrimas aumentaron. Llegó a un punto en que recordó como había muerto y sin el poder tener modo de defenderse.
—¿Duque?—preguntó sorprendida.
Ahora ella era quien era besada en sus mejillas y sus ojos, hasta tal punto en que la recostó contra el colchón. Sentía un poco de cosquillas para la barba del duque, pero también sentía como su corazón daba a todo dar.
“¿Por qué la ternura de Atenea me alivia el alma?”
No había podido resistir al devolverle el gesto, pero más que agradecimiento, su alma parecía pedirle a gritos devorar aquella tierna mujer que le hacía olvidar por un momento todo el dolor y el estrés que cargaba encima.
—¿Duque?—volvió a preguntar.
“Aunque no te pueda amar como un verdadero hombre, eres mía Atenea. Tu dulzura solo es mía, ¡Mía!”
Estaba tan embriagado que se dejó llevar y se acostó a su lado, entrelazando las piernas de ambos y sin dejar de besar sus mejillas tanto como sus ojos. Llegó tan cerca que Atenea se sonrojó pensando que la iba a besar en los labios.
—Tengo miedo—por fin admitió luego de besar el cuero cabelludo sin cabello de Atenea—en esta época se exige al hombre ser fuerte y no llorar, pero después de lo que viví, tengo miedo a perderlo todo.
Atenea tenía un nudo agrio en su garganta, mientras el duque mantenía su cabeza cerca de su pecho. Podía sentir la respiración entre cortada del duque, mientras su corazón latía a mil.
—Atenea protegerá al duque—dijo dándole unas palmadas en la espalda—el duque no está solo.
Dante asintió ante aquellas palabras, feliz porque era la primera vez que recibía palabras tan lindas y sinceras llenas de apoyo.
—¿Eres mía, de acuerdo?—preguntó al aire.
—¿Suya?—volvió a preguntar sonrojada.
—Tu apoyo, tu dulzura, tu amabilidad, tu todo, ¿Solo me lo darás a mí, cierto?—respondió con un sentimiento de querer monopolizar a su segunda esposa.
—Atenea es del duque, desde que salvó a Atenea del corral del cerdo—dijo roja como un tomate—Atenea no será de nadie más, Atenea solo es del duque.
Dante asintió mientras seguía abrazando a Atenea, con su cabeza apoyada en su pecho. Sabía que no podía estar más tiempo allí, ya que Atenea debía ser atendida, pero sabía también que solo la presencia de su segunda esposa lo hacía sentir en paz.
—Una vez terminen de hacerte los exámenes pertinentes—dijo dando otro beso en sus ojos—preguntaré al médico si puedes dormí conmigo.
Atenea de inmediato abrió sus ojos, mientras su corazón comenzaba a sufrir taquicardia. No podía creer que una cerda pordiosera como ella pudiera dormir en la misma cama del duque.
—Atenea tiene miedo de contagiar al duque—respondió en un leve susurro.
—Por el contrario, me salvarás—dijo entrelazando aun más sus piernas—Eres mi cura en estos momentos, así no acepto un no como respuesta.
En un movimiento se puso debajo del cuerpo de Atenea, siendo que el cuerpo esquelético de esta se encontraba acostado sobre él, subiendo y bajando al ritmo de su respiración.
Se sentía tan bien y embriagado por la sensación de paz que le daba Atenea, que estaba empezando a quedarse dormido, pero tenía que tener fuerza de voluntad.
—¿El duque no le da asco la fealdad de Atenea?—preguntó también embriaga por la lluvia de emociones.
—¿A Atenea no le da asco estar casada con un hombre que le dobla la edad?—preguntó de regreso—si tú supieras que eres más hermosa que incluso Giselle, no lo creerías ni hasta el fin de los días. Lo único que te puedo decir, es que calma de mi presionada alma. Tu existencia me da paz y no me da asco.
Tras decir eso último, con un beso en la frente, se fue de la habitación no sin antes decirle al médico en jefe que estuviera todo listo, ya que él dormiría de ahora en adelante con Atenea.
Con una sonrisa evidente, se fue de nuevo a su despacho, puesto que no solo se sintió recargado con unos cuantos minutos al lado de Atenea, sino que pudo pensar con claridad sobre su situación y atar algunos cabos.
“¡Si no puedes hacer salir a las hormigas, haz que se asfixien en su propia madriguera!”
Si lo que estaba pensando tenía éxito, usaría al propio abuelo de sus hijos como un amortiguador y así ganar un poco más de tiempo. Aquello, aunque era peligroso, era su mejor opción.
—Creo que el secreto que descubrí en un principio del comandante, me ayudará en estos momentos—dijo en un susurro.
Una vez entró a sus despacho, se sentó en su escritorio y bajo la luz de una lámpara de gas, comenzó a escribir una carta con destinatario a la mansión del padre de su primera esposa.
—Será divertido ver como se retuercen en su propia mierda tanto padre como hija—se dijo para sí mismo con una sonrisa maliciosa.
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Comments
Evelyn Leal
No ouenses mal Rosana, el solo quiere estar a su lado, sin tocarla, solo dormir con ella.
2023-12-12
5
Nancy Narvaez Banda
me atrapó la historia muy bonita excelente trabajo escritora felicitaciones 👏👏👏👏⭐⭐⭐⭐⭐
2023-12-11
0
Francisca Alcantara
Atenea es una chica fuerte
2023-11-18
0