LA ESPOSA ENFERMIZA DEL DUQUE INMORTAL
El cielo oscuro y el bosque en silencio, ocultaban la malignidad del suceso que estaba ocurriendo. Ya que en medio de un pequeño claro, bajo la luz de la luna, muy lejano de cualquier asentamiento ocupado por humanos o criaturas mágicas, un hombre malherido era rodeado por varios soldados.
Frente suyo estaba la mujer que por años había sido su esposa, aquella a la cual desposó por obligación y no por amor. Aquella que dio a luz a su hijo mayor y quien esperaba a su hijo menor en su vientre abultado.
—Lástima que estabas planeando traicionar al emperador, si hubieras seguido siendo fiel a este, hubiéramos seguido juntos—la mujer pelirroja dio la orden de actuar.
Los soldados, al ver la orden de la duquesa, se dispusieron enseguida a amarrar en el poste tanto al duque como al hijo mayor del ducado. En su interior sabían la crueldad de lo que quería hacer la mujer de bello cabello y piel morena como la porcelana; sin embargo, órdenes eran órdenes.
Por años, el reino había estado bajo el yugo del tiránico emperador, por eso había ideado una revolución en contra de este; sin embargo, jamás pensó que no solo sería descubierto, sino que condenaría a su hijo mayor.
—¡¿Pero por qué condenar a tu propia sangre?!—preguntó lleno de ira.
El duque, de cabello negro y ojos grises, estaba empezando a sufrir los efectos de la llama de la hoguera. Su hijo, quien también había sido amarrado al mismo poste que él, había perdido la conciencia y estaba a solo segundos de morir.
—Porque al igual que tú, no me sirve—sonrió la duquesa—¡Espero que te pudras en el infierno!
—¡Ojalá mi hijo se entere de la madre tan mala que tiene!—gritó refiriéndose al hijo menor que llevaba en el vientre—¡El karma llegará pronto para ti!
—¡Papi! ¡Papi! ¡Maxi tiene miedo!—escuchó a su hijo gritar—¡Papi ayuda!
Fue cuestión de segundos cuando el humo tan caliente de las llamas provocó no solo que su garganta se quemara, sino que empezara a sentir la falta de aire. Con el corazón destrozado de saber que su hijo menor crecería al lado de una asesina, dio su último suspiro.
—¿Eh?—preguntó a medida que abría los ojos, teniendo una leve amnesia que no le dejó recordar lo ocurrido—¿Quién?
—¡Por fin despertó, duque Dante!—dijo una misteriosa mujer—Me alegra que haya encontrado el salón del trono.
Poco a poco abrió sus ojos encontrándose en lo que parecía ser una sala flotante, rodeada por varios anillos que le daban vuelta. El lugar parecía ser una especie de dimensión donde estaba en medio del espacio exterior, rodeado de constelaciones, estrellas y planetas.
—¿Quién eres?—preguntó mientras se levantaba—¿Por qué estoy aquí?
Una mujer humanoide, de piel morena y cabello violeta, estaba sentada en un trono muy alto.
—Soy la diosa que te dará la oportunidad de volver—le respondió sin levantarse del trono—aunque veo que aun no te has enterado de que estás muerto, así que te propondré un trato con el fin de regresarte a la vida.
—¿qué trato?—cuestionó con cautela, teniendo varios fragmentos de lo ocurrido con anterioridad.
La diosa levantó su mano y materializó a su lado un espejo, donde podía observar a una mujer esquelética, en un cuarto que parecía una pocilga.
—Tu muerte ha sido injusta y no debió haber sido—le respondió—si accedes a salvar a esa chica convirtiéndola en tu segunda esposa, haré que vuelvas un mes antes de tu muerte siendo portador de mi poder. ¡Te convertiré en inmortal!
Dante no podía creer lo que estaba escuchando de una diosa tan poderosa como Eos, si hacía que esa mujer se convirtiera en su segunda esposa, no solo lo convertiría en portador de su poder, sino que lo regresaría antes de su muerte con el fin de evitarla.
—¿Por qué me ofreces esto?—preguntó sin apartar su rostro de la extraña mujer—¿Qué es lo que quieres en realidad?
—Que la salves, eso es lo que quiero—le dijo completamente sincera—tú eres el único medio en el mundo humano que tengo para hacer que ella tenga otro destino que no sea morir de cáncer. Sabiendo esto, ¿Aceptas mi trato?
El duque lo estaba pensando muy bien, aquello no era del todo malo para él. Solo tendría que desposarla y cuidarla, de modo que podría evitar también la muerte de su hijo mayor y salvar a su hijo no nacido de las garras malditas de su primera esposa.
—Acepto—respondió sin tapujos—me convertiré en su sirviente y la haré mi esposa, a cambio de que usted me dé su poder. ¿Quién es ella?
Eos sonrió ante la decisión de Dante, sabía muy bien que el amor de un padre y el corazón de ese hombre lo haría aceptar el trato. Solo esperaba que aquella niña humana no muriera de esa forma tan cruel.
—Tú ya la conoces—respondió.
—¿Ya la conozco?—dijo dudativo.
Jamás en su vida, ni siquiera cuando conoció y se casó con su esposa hacía cinco años, había conocido a una mujer con tales características. Estaba confundido, no sabía a quién se refería la diosa.
—Es tu cuñada—respondió la diosa—la hermana menor de tu esposa y la hija ilegítima del comandante. La encontrarás en su mansión.
Sin poder decir palabra alguna, hizo que el espíritu del duque se fuera de inmediato a su dimensión. Provocando que Dante entrara en un estado de shock no solo al sentir el movimiento tan brusco del golpe, sino porque para salvar su vida y la de sus hijos, debía casarse con una cuñada que jamás supo de su existencia.
La emoción y el sentimiento de volver era tan grande, así como su malestar físico, hicieron que no solo abriera sus ojos en medio de las lágrimas, sino que se despertara bañado en sudor.
—¡Maldición!—dijo en un susurro.
Agradeciendo que su esposa jamás gustó dormir con el en la misma habitación, se levantó con el fin de poder buscar agua.
Tambaleándose, apenas encontró la jarra con agua, empezó a tomar el líquido de forma tan desesperada que parecía haber estado varios días en el sol inclemente del desierto.
Un vez terminó toda su agua, luego de mandar a pedir más a su mayordomo, abrió la ventana del balcón para poder respirar el aire fresco de la madrugada.
Bajo la luz de los últimos rayos de la luna, próximo a salir el sol, agradeció con toda el alma poder estar vivo.
—¿Cómo hago para casarme con ella?—preguntó en un débil susurro.
Para salvar su vida y la de sus hijos, de las malignas manos de su esposa, debía casarse con una cuñada que jamás supo de su existencia.
No obstante, siendo que de verdad su suegro estaba ocultando a su hija menor, debía encontrar la forma de que él le diera su mano en matrimonio así fuera en vano.
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Comments
Anonymous
Empieza interesante !!
2024-05-12
2
Lorena Larios
interesante el comienzo
2023-12-16
1
J. Casanova
será como una vasija barro, no conozco la porcelana mirena...
2023-12-12
0