Capítulo 18

Apenas salió de la oficina, los fuertes vientos la golpearon

directamente en el rostro.

El cielo gris y los fuertes vientos sumado a las calles inusualmente calladas le dieron al ambiente una tranquilidad diferente.

Isabel agacho la cabeza en un pobre intento de evitar que las corrientes de aire salvajes le rasparan la cara, sus mejillas pálidas se enrojecieron por el frío ambiente.

Ahora que tiene mas o menos arreglado lo que tenía planeado

para el día es hora de que busque un lugar donde quedarse para pasar la noche, y quizá luego algo un poco menos temporal.

No quiere estar vagando de hotel en hotel sin rumbo alguno.

Una gota aterrizó en el dorso de su mano, seguida de muchas

otras que cayeron en sucesión. La lluvia que viene presagiando desde hace varios minutos por fin comenzó.

Su brazo dolía por el peso del maletín, no podía ni siquiera usarlo para evitar empaparse.

Apresuró su paso buscando por ambos lados de la calle algún motel

barato o donde pueda refugiarse.

La lluvia no tuvo piedad de ella y cayó del cielo en gran cantidad.

La ropa holgada que traía puesto empezó a pegarse en su cuerpo a causa del aguacero. Sus cortos mechones rubios se le pegaron en la cara y está segura de que ahora es una vista lamentable, corriendo por las calles buscando donde meterse y con la ropa mojada.

Sentía que el frio comenzaba a filtrarse a sus huesos, sus dientes inevitablemente comenzaron a castañear por el frio.

Las tiendas que antes eran animadas cerraron temprano sabiendo muy bien que los clientes serían espantados por la lluvia que se aproximaba.

Por fin más adelante vislumbró una caseta cerrada con un toldo aun armado, corrió allí con más fuerza.

Debajo, por fin pudo resguardarse de la lluvia.

Isabel hizo una mueca por lo mojado que quedó su vestimenta, como pudo los exprimió, por el momento no tenía algo más que ponerse.

- Maldita sea – dijo en voz baja.

El sonido de las gruesas gotas golpeando el toldo era algo muy ruidoso que no dejaba escuchar muy bien su propia voz, mucho menos a la persona indeseada que se acercaba a su posición con pasos lentos y cuidadosos.

Observó como la calle poco a poco comenzaba a llenarse de

agua, los bordes de las acercas se convertían en pequeñas corrientes de agua que la llevaba a los canales.

Los pocos baches que pudo ver estaban desbordando el agua.

Al menos las corrientes de agua no arrastran basura, eso es algo bueno de su ciudad, siempre tienen un buen manejo de salubridad pública.

Una mano en su hombro hizo saltar y dar un pequeño grito de sorpresa. Se dio la vuelta de golpe y con una expresión lívida cuando vio quien

era.

- Guau, tranquila – dijo Rojo levantando las manos en son de paz cuando Isabel casi le muestra los dientes de ira al verlo.

- ¿Estas acosándome? – Isabel no entiende lo que quiere este hombre con ella.

- Eh… de hecho si – respondió el muy sinvergüenza.

Ni un rastro de culpa de notaba en su expresión, más bien parecía divertido por su ira.

- Mira, no se que quieres de mí ni quiero saberlo, lo que si quiero es que te mantengas a cinco kilómetros a la redonda lejos de mi – le esperó señalándolo con un dedo.

- Mmmmm déjame pensarlo – con la mano en la barbilla y una expresión descaradamente fingida de profundo pensamiento la miró mientras el rojo de su rostro causado por el frio era remplazado por un rojo de ira.

Los ojos de Isabel prometían violencia con las siguientes palabras que saldrían de su boca.

- No – por fin dijo después de observarla por suficiente tiempo hasta sentirse satisfecho y esquivando el pie que iba a patearlo en el tobillo.

-¿Por qué eres tan violenta mujer? – su voz tenía un pequeño tono de queja mimado.

- Tú tienes la culpa en primer lugar ¿Qué necesidad tienes de venir aquí? – dejando de lado las payasadas Isabel precisa de esa información.

Es la segunda vez que lo ve, pero al parecer él la estuvo vigilando

desde la mansión, no conoce sus propósitos, pero está segura de que no es un empleado de Boris, sino ya estaría siendo vuelta a las garras de ese despreciable ser.

Además de su personalidad insufrible, no era tan malo, el hecho de que haya afirmado haberla ayudado en su escape le dice que tiene algún tipo de interés en ella.

Ahora si usa bien sus cartas puede que este sea su primer aliado.

Duda mucho que sea algo romántico lo que sea que lo atrae, pero incluso si lo fuera, está dispuesta a usarlo todo para conseguir a alguien de confianza que pueda mancharse las manos de sangre por ella.

Un destello de frialdad pasó por sus ojos antes de ocultarse cuidadosamente bajo su fachada de seriedad.

Rojo al ver que la chica esta vez no se iba a escapar o golpearlo, decidió hablar con la verdad.

-Solo tengo curiosidad, quiero ver si lograrás tu venganza o caerás en el camino – su sonrisa perezosa creció un poco más – No creas que no sé de tu pequeña visita a las sucursales de los callejones de Sharon – dijo mientras su mirada recorría lentamente el maletín que descansaba en la

pequeña mesa de plástico que quedó olvidada por los dueños del lugar o

simplemente no les importó esa mesita vieja.

Mientras sus palabras fluían se fue acercando poco a poco a la rígida Isabel que no se movió de su sitio, a pesar de las perezosas palabras

del hombre sentía un aire peligroso proveniente de él.

Debe tener mucho cuidado si quiere usar a un hombre así, no quiere que esto vuelva a morderle el trasero más tarde.

- Si ni siquiera puedes notarme después de que te encontré saliendo de ver a Ruman, no lograrás mucho, princesa – sus palabras eran odiosas, pero Isabel sabía que tenía razón.

Su cuerpo está muy en fuera de forma, no podría dar un golpe

solido aunque quisiera, por eso mismo su plan es recuperar su físico antes de

continuar cualquier cosa que tenga en mente.

Rojo para entonces ya se había acercado tanto a ella, que sentir su calor corporal era un fuerte contraste con el suyo, el hombre parece un horno andante.

Isabel se tensó cuando el tipo levantó una mano enguantada y rozaba suavemente sus hundidas mejillas. Lo miró fijamente, amenazándolo a

intentar algo más que eso.

- Mírate ahora, pareces un cachorro abandonado – su tono de lástima era tan falso que hizo que le picaran los dientes.

- Aléjate de mí – no iba a soportar más sus burlas.

- Parece que el cachorro tiene colmillos – dijo Rojo con una risita, pero hizo caso y se alejó del espacio personal de Isabel.

El aire tenso y peligroso de antes desapareció sin dejar rastro.

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