Con el estómago lleno y un estado de ánimo más relajado, Isabel piensa en que hacer que la pequeña sirvienta la ayude no sería demasiado difícil ahora que sabe lo que más necesita.
Puede ser un poco cruel de su parte explotar el hecho de que la pequeña sirvienta necesite dinero para el tratamiento de un niño enfermo, su hermano nada menos, pero hará lo necesario para lograr su objetivo y además no dañaría a la sirvienta en el proceso, más bien la está ayudando de esta manera y ella también le devolverá el favor a Isabel.
El dinero no será un problema de conseguir.
Su padre fue un hombre muy inteligente y con su cautela pudo adivinar que si algo le sucediera a él o a su esposa, sus hijos necesitarían de donde conseguir dinero.
Los bancos nunca fueron su primera opción, si alguien con poder arriba quiere, fácilmente se puede hacer que el dinero y las propiedades se congelen y que no puedan acceder a esos recursos nunca más.
Entonces pensó en un método más tosco pero quizá fue lo más correcto.
Compró montones y montones de joyas de todo tipo (el dinero en papel no serviría, se puede desgastar con el tiempo o incluso crear moho si no está en un buen lugar, en cambio las joyas siempre tendrán algún valor) en anonimato para evitar levantar sospechas y las escondió en cajas de madera, en cinco puntos diferentes de la ciudad.
Incluso hay más fuera de la ciudad, pero esos, Isabel no los tocará.
Tenía diez años y su hermano doce cuando su padre los llevó a ambos a memorizar los puntos de escondite, los llevó a cada uno y les explicó la manera de encontrar esos lugares aún si pasan años, les habló con mucha seriedad sobre lo que podría suceder y ellos, en ese entonces unos niños, deben ser maduros y tener conciencia de que hacer con el dinero.
En la privacidad de su habitación, por la noche, lloró de solo imaginar que algo le pasara a su familia, su pequeña mente de diez años no podía soportar ni pensarlo.
Quien sabía que en realidad tendría que usar esos fondos de emergencia, ahora que no sabe la situación en que quedó los bienes de su familia.
Seguramente esos peces gordos atacaron inmediatamente después de la desaparición de su padre para obtener un pedazo de ese sabroso pastel.
Era normal en ese ámbito de trabajo que su padre estaba metido, el más fuerte prolifera y el más débil es consumido y usado para aumentar la fuerza de los otros.
Su padre alguna vez fue de los más fuertes, llegando a la cima por sus propios méritos y no como los demás, que mayormente llegan a donde están pisando a otras personas.
Quiere pensar que los buenos amigos de su padre hayan mantenido su integridad y no hayan participado en la carnicería, pero sabe que solo está siendo optimista.
Nadie es santo, incluido su padre que muchas veces fue puesto en situaciones no favorables y tuvo que defenderse de alguna manera.
Eso es lo poco que sabe sobre las dificultades que pasó su padre en la lucha del poder, su madre siempre evitaba discutir ese tema cuando estaban en presencia de sus hijos para mantener su inocencia por más tiempo posible, aunque su padre no estaba de acuerdo con su punto de vista, el creía que es mejor mostrarles el cruel mundo antes de que tengan que extender sus alas y volar fuera del nido seguro que construyeron.
Así que con sus puntos de vista contradictorias llegaron a un acuerdo, un punto intermedio.
Se les enseñó poco a poco como podrán sobrevivir en el mundo real, mientras tratan siempre darles una feliz infancia.
Sus padres los amaban demasiado y siempre pensaban y repensaban cuál era la mejor manera de educarla a ella y a su hermano con diferentes valores para fortalecer su moral y sentido de justicia, pero también plantar una semilla de crueldad muy pequeña para que florezca si hay necesidad, siempre es bueno tener una pizca de crueldad dentro de sí, para mantener el equilibrio.
Después de todo nada era blanco y negro en este mundo.
Esa semilla dentro de Isabel creció y creció en su encierro, lo suficiente para que pueda florecer en no mucho tiempo.
Se cansó de llorar cada vez que recuerda a su familia, pero sabe que no puede evitarlo.
El dolor que siente no desaparecerá, solo ella se sentirá más entumecida y acostumbrada al dolor.
- Señorita aquí está las frutas que me pidió - dijo la pequeña sirvienta dejando un plato con frutas cortadas en pequeños bocados.
Isabel los comió con lentitud.
La pequeña sirvienta no puede irse antes de que su señorita lo permita, así que se paró a un lado tratando de no mostrar su incomodidad y manteniéndose lo más quieta posible.
Esa fue una de las primeras lecciones que aprendió de la jefa de sirvientas cuando apenas llegó a la mansión.
En las habitaciones para el personal, escuchó susurros sobre anteriores tragedias que pasó por la desobediencia de algunos sirvientes.
No quiere saber si esos rumores son ciertos, no va a tentar su suerte.
- Dime... ¿Cuántos sirvientes saben de mí? - preguntó Isabel empezando con su interrogatorio para obtener más información sobre la mansión.
Cualquier pajita de conocimiento que tenga esta pequeña sirvienta será exprimido por ella.
La pequeña sirvienta no pensó demasiado en eso y respondió sin problemas a cada pregunta, era una chica de campo con una mente simple, no sabe de las manipulaciones que sucede todo el tiempo detrás de escena, ni sabe cuando ella misma está siendo manipulada por otros, fue muy sencillo para Isabel extraer la información, aún más cuando la pequeña sirvienta estaba tan dispuesta a complacer.
Después de sacar todo lo que pudo, Isabel la dejó irse.
Digiriendo la información cerró los ojos y meditó en silencio sus próximos pasos.
Aunque hoy Boris no la llamó sabe que lo hará dentro poco tiempo, tal vez tenga algunos días más para planear.
Sus pestañas temblaban como alas de mariposa mientras Isabel decidía tomar una siesta primero.
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