Adentro había bastantes personas entre hombres y mujeres;
desde ebrios absolutos (estaban sobre la barra durmiendo o en una esquina),
hasta personas sobrias que la comenzaron a evaluar apenas cruzó la puerta.
A pesar de ser de día afuera, dentro el lugar tenía una iluminación muy tenue que la ayudaba a esconder los rasgos más finos de su rostro, Isabel estaba agradecida por eso.
La música era bastante fuerte, pero como era música de antaño a nadie le desagradaba su volumen.
Isabel recordó que para vender las joyas que tiene en el bolsillo que previamente separó de la caja de madera (es demasiado peligroso
tratar de cambiar todas las joyas de una sola vez) debe encontrarse con el
tasador de lugar; sin preocuparse por las miradas curiosas que las personas
sobrias le lanzaron, dio grandes zancadas hasta llegar al barista que limpiaba un vaso con tranquilidad.
No levantó la vista aun cuando ella se acercó.
- ¿Qué le puedo ofrecer? – su voz barítona era muy ronca, como si fuera consecuencia de fumar mucho.
- Quiero ver a Ruman – dijo de forma contundente sobre la música, ella no está aquí para perder el tiempo.
El barista detuvo en seco su acto de limpiar el vaso y levantó la mirada con lentitud, para encontrarse con la de Isabel.
Su trabajo no era ser curioso con las personas que entran, así que no le importó la edad física que aparenta Isabel.
Mucha gente que entra por la puerta del bar siempre viene a por Ruman, que era el mejor tasador que tiene la zona y sus precios siempre son justos, era especialmente querido por aquellos ladrones de joyas del lugar y si su conjetura es correcta el joven frente a él es uno de ellos.
Sin decir una palabra dejó el vaso en la mesa y se dirigió hacia una puerta que estaba semioculta por la estantería de bebidas, Isabel lo siguió.
La puerta daba a unas gradas que iban a la parte inferior de
lugar, como hacia un sótano.
El barista dejó la puerta abierta esperando que Isabel entre, esta no lo miró nuevamente y se pasó por su lado con confianza en sus pasos.
La puerta se cerró detrás de ella.
Las gradas rechinaban con el peso de su cuerpo, era algo muy desagradable que contrastaba el silencio ensordecedor del lugar.
Las paredes hace mucho tiempo que no fueron cuidadas, por la poca luz que viene del fondo pudo ver que había manchas de humedad y otras
marrones de dudosa procedencia que manchaban las gradas en cantidades
diferentes.
Isabel siempre tuvo en cuenta que este es un sitio peligroso que no es amable con los alborotadores, se imagina que las manchas marrones es sangre vieja que nadie se molestó en limpiar y que sirve como advertencia a todas las personas que entran a buscar a Ruman.
El sótano no estaba muy abajo en el subsuelo, no tardó mucho en bajar las gradas y un pasillo fue lo que le siguió, la sangre vieja estaba casualmente en todas partes en diferentes tamaños, mirando al techo del pasillo incluso pudo notar algunas en él, se pregunta cómo llegaron ahí.
Cuando llegó al final del pasillo a una puerta que estaba abierta de par a par y una fuerte luz salía de ella, entró a la habitación y notó de inmediato que estaba en mucho mejores condiciones que el camino que la trajo aquí.
Las paredes estaban prístinamente pintadas de colores cremosos muy suaves que combinaba con los muebles y decoraciones que tenía puesta toda la oficina.
Había grandes macetas con plantas de diferentes tamaños y formas que estaba distribuido al azar, en sí la habitación era muy bonita y se adecuaba al gusto de cualquier persona que no le gustan las cosas extravagantes.
Una silla giratoria que miraba hacia la pared se dio la vuelta con lentitud, apenas entró a la habitación, como esta fuera la escena en la el típico villano hacia su presentación.
Isabel medio esperaba que la persona sentada también tuviera un gato al que estuviese acariciando.
Cuando la silla se dio la vuelta por completo… efectivamente había un gato en las manos de un hombre.
El gato era muy llamativo con su largo pelaje blanco bien peinado.
Y no solo eso, sino que traía un mostacho tan grande que su boca no era visible, lo giraba entre sus dedos mientras veía a Isabel con cuidado.
Isabel se sintió un poco estupefacta por la excentricidad del hombre, hasta la ropa que trae puesta se asemeja a la de un noble de épocas antiguas.
- ¿Tu… eres Roman? – Isabel decidió ser la primera en hablar cuando el silencio comenzó a prolongarse entre ambos.
- Lo soy – respondió después de una pausa.
- Bien, quiero venderte estas joyas – sacó las joyas que traía en su bolsillo y las colocó sobre la mesa.
Lo que escogió como su primera venta es dos collares de esmeralda con sus aretes a juego, y tres anillos de oro negro masculino con varias incrustaciones de diamantes normales, va a dejar los mejores diamantes
para después.
Las esmeraldas son mucho mas raras que los diamantes comunes y es lo que más cantidad había en la caja de madera, las piedras de los collares son tan pesadas y bonitas que seguramente vale mucho, ella no es para nada una profesional en la tasación de joyas, pero incluso una persona normal puede decirlo con un solo vistazo, además de que la cadena del collar está hecha de oro puro también.
El gato que antes miraba todo con apatía (sus ojos azules como zafiros eran tan brillantes que la asustó por un momento) saltó de inmediato al escritorio con entusiasmo cuando Isabel colocó las joyas sobre la
superficie de madera.
Sus pequeñas patas esponjosas y blancas golpeaban y movían
las joyas de un lado a otro, claramente muy divertido por su nuevo juguete, el
movimiento hizo que el collar que trae puesto (que es más que seguro joyas y
cuero de la más alta calidad)
- Parece que a Reina le gusta lo que trajiste – dijo el hombre mientras miraba con cariño no disimulado a su gato.
Isabel no respondió y solo se quedó incómodamente parada mientras veía a la gatita jugar.
- Amorcito deja que papi vea lo que le trajo este amable joven, luego te los daré – dijo mientras la levantaba con suavidad y la colocaba en una cama de princesa hecha a medida que tenía escrito ‘Reina’ en hermosas letras cursivas.
La cama era tan lujosa que mucha gente no estaría de acuerdo
en gastar tanto dinero en un animal, pero se nota que este hombre adora
absolutamente a su mascota.
- Bien veamos – dijo colocándose una lupa de lectura y se tomaba su dulce tiempo para revisar cada joya con extremo cuidado.
A pesar de que Isabel tenia prisa, no se atreve a apresurar al hombre que se nota muy meticuloso son su trabajo.
Tardó bastante en obtener el visto bueno, pero cuando lo hizo, Ruman no tardó en pasarle una hoja con los valores de cada joya que entregó.
- Puedo ver que lo que me trajiste es de muy buena calidad, joven, seré justo contigo y no cobraré impuestos aparte, tómalo como un regalo – dijo mientras se movió a otra puerta y después de unos momentos
salió con un maletín.
Al abrirlo los fajos de billetes la recibieron, sabía de la buena reputación de Roma asi que no hizo tan descortés como contar billete por
billete para verificar si estaba todo dentro.
Quería estar del lado bueno de uno de los socios de Sharon.
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