Capítulo 17

Ruman no solo era un hombre excéntrico sino también uno de

los socios fundadores de los ‘callejones de Sharon’. Pocos tienen conocimiento

de ese hecho.

Estar en sus buenos libros no solo la beneficiaría enormemente, sino también hasta puede conseguir unas alas que la protejan en caso de que haya necesidad.

- Gracias – dijo de manera cortés, nunca iba a olvidar los buenos modales que sus padres le inculcaron.

Ruman solo le dio una pequeña sonrisa satisfecha antes de darse la vuelta y darle uno de los collares de esmeralda a Reina.

-Toma querida, esto es todo tuyo – arrulló con voz mimosa a la gatita.

No queriendo interrumpir los momentos de paz del hombre con

Reina, Isabel se dio la vuelta y se fue en silencio, tal como llegó momentos

antes.

La transacción no duró demasiado y eso la dejó satisfecha, tiene tiempo más que suficiente para ir a la otra casa donde se vende información que no estaba demasiado lejos.

Al llegar de nuevo al bar los ojos de todos los no ebrios la recorrieron desde el maletín hasta su rostro, buscando algo.

Ella no se dejó intimidar por sus miradas amenazantes y se apresuró a salir, tomando atajos por los callejones para llegar a la otra sucursal en el menor tiempo posible.

El sol de antes se volvía a ocultar sobre las esponjosas nubes grises, anunciando que la temperatura descendería dentro de poco.

El viento golpeaba las paredes de los callejones cada vez más fuerte causando ecos de aullidos algo espeluznantes.

Frotándose los pequeños vellos erizados de su brazo, Isabel

casi comenzó a trotar para apresurar el paso, tiene que buscar un lugar donde quedarse después de terminar de recolectar información.

Llegó a una puerta de vidrio que dejaba ver perfectamente el

interior.

Entró sin pensarlo dos veces y una recepcionista de inmediato se levantó a atenderla.

- ¿Buenos días, en que puedo ayudarlo? – preguntó muy educada.

Este sitio es totalmente diferente al de Ruman, era más un ambiente de oficina, hasta una simple recepcionista debe vestirse tan formal, el dueño del lugar debe ser una persona muy meticulosa.

- Información – dijo Isabel muy cortante sabiendo que la mujer entendería esa simple palabra.

- Ya veo, sígueme – la llevó a una oficina en el tercer piso y le dijo que se siente a esperar, su jefe estaba atrasado por algo y ya vendría dentro de poco.

Sola en un lugar extraño, Isabel no se sentía para nada cómoda.

Había un gran ventanal que dejaba a la vista una parte de las casas familiares de los alrededores, junto con el clima gris (las nubes no

tardaron en amontarse aun más dando un presagio de que caerá una fuerte lluvia).

Sin poder evitarlo se levantó y se acercó a mirar a los peatones que se apresuraban a regresar a sus hogares con miedo evidente de tardarse demasiado y no poder encontrar refugio antes de la tormenta.

El clima de su ciudad era muy cambiante, como ahora, en un

momento puede hacer un sol terrible y al siguiente caer una tormenta.

No solo en este lugar, se sabe que en todas partes ocurren fenómenos similares, consecuencias del calentamiento global.

Últimamente empeoró.

Cuando estaba encerrada, ocasionalmente pudo escuchar el

retumbar de los truenos que caían en las zonas cercanas o a veces el calor era sofocante que solo las paredes frías aliviaban.

El viento azotaba las calles y movían las delgadas palmeras del pavimento, amenazando arrancarlas de su posición con un poco más de fuerza.

Ese tipo de clima fue siempre su favorito, adoraba acurrucarse en sus mantas y quedarse en ellas todo el día, solo escuchando el repiqueteo de las lágrimas del cielo golpeando su ventana.

Isabel cerró los ojos mientras se apoyaba en la ventana.

A pesar de la indiferencia y crueldad que adquirió de su cautiverio, algunas partes de sí misma no puede (no quiere) eliminarlas.

- Lo lamento si lo hice esperar – el sonido de una voz masculina la sacó de su aturdimiento.

Dándose la vuelta bruscamente, observó como un hombre trajeado con un brillante cabello gris y lentes la miraba desde la puerta.

- No importa – respondió Isabel con fingida indiferencia, deseaba haber podido quedarse aturdida un poco más.

- Bien, entonces dígame joven, ¿en que puedo serle de ayuda? – dijo mientras se acercaba al gran escritorio de madera oscura y refinada.

Dejó los papeles que traía consigo e hizo un gesto para que Isabel tome asiento frente a él. Cruzándose las manos esperó con paciencia la

respuesta que le daría.

- Quiero información de Anthony Ajax y lo que sucedió hace tres años – dijo Isabel ya sentada y mirando al hombre con seriedad.

El hombre le levantó una pulcra ceja, lo que sea que hubiese esperado que ese joven le pidiera, ciertamente no era eso.

Isabel tomó el silencio del hombre por lo que es, intriga. Pero no iba a ceder, no tenía nada que decirle sobre su información personal a ese hombre.

- Muy bien, vuelve mañana y tendré todo preparado – dijo mientras se recostaba en el respaldar de la silla.

- No, lo necesito hoy, señor – respondió Isabel un poco irritada.

El hombre observó muy bien el rostro de Isabel antes de que una sonrisita tirara de sus labios hacia arriba, curvándose en una sonrisa diminuta que le sentaba bastante bien al rostro pétreo que mostró desde el principio.

- Mi nombre es Draven, joven, úselo por favor y por cortesía, ahora que te dije mi nombre ¿puede usted decirme el suyo? – preguntó mientras se apoyaba en el escritorio y sus ojos grises calculadores la miraron.

- … Mi nombre es Gufo – dijo Isabel totalmente impasible, ahora que se ve como un chico debe usar un seudónimo para esta nueva identidad.

Las cejas del hombre se elevaron hasta las raíces de su cabello y sus ojos se llenaron de diversión, un ladrido de risa sonó en la habitación.

- Es usted muy interesante… Gufo – dijo por fin cuando su risa hubo cesado, se secó una lágrima imaginaria del rabillo del ojo.

Isabel lo miró sin gracia, no divertida por el arrebato del hombre,

pero podía entender la razón.

- Está bien, pero no puedo darle algo que no tengo en este momento, si quiere la información tendrá que esperar hasta la entrada del anochecer, a más tardar, deje su información de contacto a la recepcionista para que le avise cuando todo esté listo - su tono está vez es más relajado que antes.

Isabel se tensó un poco cuando dijo información de contacto, no había pensado en conseguirse un teléfono o algo para comunicarse.

- Volveré a las siete de la noche, espero que todo esté listo para entonces, Draven - dijo mientras se levantaba y caminaba hacia la puerta.

El peliplateado observó su abrupta salida en silencio aún con una sonrisa en el rostro.

- Patricia, prepara todo - dijo aparentemente a la nada, sabiendo que su secretaria sabría que hacer.

Se dio la vuelta y miró pensativo a la ventana donde antes estuvo parada Isabel.

Tomó el teléfono que tenía en el bolsillo preparándose para llamar a un viejo conocido que seguramente estará interesado en el joven que lo acaba de visitar.

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