Capítulo 10

Quiero que me ayudes en algo - la voz de su señorita sonó detrás de ella, sobresaltada, se dio la vuelta con lentitud.

- ¿... En qué la puedo ayudar? - su tono de voz era un poco extraño, no estaba segura de que tendría hacer, era raro que se le pidiera algún favor.

Si la joven quiere algo solo debe ordenarlo que lo haga y no hay necesidad de pedirlo de manera cortés.

Evitando la mirada de Isabel como de costumbre, la sirvienta espero con paciencia las siguientes palabras de ama.

- Tu hermano necesita dinero para el tratamiento, yo puedo pagarlo en su totalidad si me haces este favor - Isabel trató de ser lo más directa y simple posible, quería que la sirvienta confiara en ella.

Viendo la apariencia muy sorprendida y algo temerosa de la chica supo que tal vez eso fue demasiado directo.

- Lo que quiero que hagas no te pondrá en peligro de ninguna manera - aclaró Isabel antes de que esta sirvienta se haga ideas equivocadas.

No quería que pensara que le pediría que se suicide por ella o algo así.

Al menos fue lo correcto cuando la chica se relajó un poco, pero aún la miraba con cautela.

Isabel suspiró para sus adentros, no fue su intensión asustarla, solo pensó que sería más fácil yendo al grano.

- ¿Cómo te llamas? - volvió a intentar Isabel con un nuevo enfoque, estaba tan ensimismada en sus pensamientos que al parecer descuidó un aspecto muy importante.

Llegar a formar un vínculo para que haya al menos una confianza mínima entre ambas.

- Yo... me llamo Ana - respondió con mucha más cautela ahora.

En los tres meses que trabajó en esta mansión y a todas las personas que llegó a servir en ese corto tiempo, ninguna de ellos le preguntó su nombre o sobre su vida personal.

Esta joven era una anomalía y no estaba segura de si era una buena.

- Yo me llamo Isabel, Ana, puedes llamarme así de ahora en adelante - dijo tratando de sonar lo más amable posible.

- Como usted diga - respondió de forma automática, cumplir los deseos de sus amos era su deber como sirvienta.

Frunciendo los labios, Isabel no está llegando a donde quiere con Ana, pero no puede dejar pasar más tiempo, apostará a que ella la ayudará.

- Ana, las personas de esta mansión me mantienen cautiva - comenzó, solo espera que esta sea la elección correcta.

Los ojos muy abiertos de Ana demostraron que ella no estaba al tanto de su cautiverio, aunque tal vez tenía la vaga sospecha al ver en el estado que estaba cuando la conoció por primera vez.

- Boris fue quien me trajo y me mantuvo en una habitación pequeña y oscura por años - agachó la cabeza para no mostrar el odio puro y las intensiones asesinas que desprendía su mirada.

- Necesito irme antes de que trate de hacerme algo peor que encerrarme... y tú eres mi única salvación Ana - terminó con un susurro.

Se sentía un poco culpable por manipularla emocionalmente pero sabía que esto sería efectivo.

Apuntar a su sentido de heroísmo y justicia es su mejor opción en este momento.

- Yo... - Ana dudaba si ayudar a esta joven.

Traicionar a sus amos es lo peor que puede hacer un sirviente y es más que seguro que tendría un severo castigo.

- Prometo que cumpliré mi palabra, no te pondré en peligro y cuando esté a salvo, encontraré a tu familia, la paga del tratamiento ya no será un problema para ti - Isabel dio un golpe final, ahora dependía de Ana si aceptar o no su propuesta.

Esta se mordió los labios con nerviosismo.

- Puedo pensarlo? - preguntó con voz muy pequeña y mansa.

- No te demores demasiado - asintiendo, Isabel le dio permiso para que lo piense hasta el anochecer - Puedes irte, recuerda no comentarlo con nadie - su mirada gélida envolvió a Ana y esta no se atrevió a desobedecer.

Isabel se quedó parada unos minutos en el centro de la habitación, reflexionando.

Cuando se decidió, abrió la puerta de su habitación viendo a los dos guardias parados fuera de su habitación con una expresión aburrida.

- Quiero pasear por el jardín - dijo a manera de orden, no les estaba preguntando si podía hacerlo.

- Y quiero hacerlo sola - continuó cuando vio que estaban por replicar.

Ambos hombres se miraron y recordaron que Boris no les dio más órdenes que mantenerla vigilada, los sirvientes y otros guardias son suficientes para mantener a una chica débil como ella.

Mirando sus piernas que ahora pueden mantenerla de pie, sintieron que correr debería ser un problema para la joven y no puede escapar aunque quiera.

- Está bien - dijo uno de ellos expresando lo que ambos pensaban.

Sin dedicarles otra mirada Isabel se fue en la dirección por la que la condujeron la primera vez.

Llegó al jardín en poco tiempo, su objetivo era verificar si había algo que la pueda ayudar dentro de este bello lugar y desestresarse a la vez.

La tensión en su mente puede afectarla más tarde.

Caminando con tranquilidad mientras respiraba el aire fresco, tocando cada flor que veía y oliendo las pocas que eran aromáticas, parecía ser un hada solitaria; estuvo ajena a unos ojos rasgados y llenos de curiosidad que la observaban de lejos.

Encontró un lugar oculto entre los rosales, donde puede sentarse y descansar, no perdió el tiempo y trató de disfrutar esos momentos de calma.

Se recostó en el suave pasto y miró el cielo azul y brillante, sus ojos aún se sentían sensibles a luz así que tuvo que mantenerlos entrecerrados, si uno no mirara de cerca parecía dormida.

Aparte de los jardineros que vienen a cuidar del jardín, los sirvientes no pueden pasearse por el a gusto, estaba prohibido.

Y como estaba prácticamente en el centro de la mansión, a los guardias no les importó lo que haga Isabel.

Se sentía tan relajada que la somnolencia empezaba a apoderarse de ella.

Los ojos rasgados que la siguieron en todo su trayecto, mostraron una chispa de interés cuando la vio tomar una siesta en medio de una mansión llena de sus enemigos, una sonrisa lentamente adornó sus labios.

Que curioso, pensó.

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Comments

Ana Cuadros

Ana Cuadros

está. bonita esa historia de Isabel lastima que no hay más capitolos

2023-06-23

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