Capítulo 8

Por primera vez en mucho tiempo, Isabel tuvo una noche de sueño reparadora.

Necesitaba acumular todas las fuerzas que pueda antes de que intente implementar cualquier plan de escape.

Eso incluía todas las siestas y noches de sueños y toda la comida que su estómago pueda soportar, que no era demasiado.

Se despertó por el piar de los pájaros fuera, el árbol que había al lado de esa zona de la casa era lo suficientemente grande como para tener a bastantes nidos y este daba justamente al lado de su habitación.

Mirando al techo lleno de diseños intrincados de color dorado que iban y venían sin sentido, al menos para ella, por varios minutos hasta que el crujir de la puerta le anunció que alguien entró a su habitación.

Escuchó como se acercaba a la cortina de su cama y se paraba al lado.

- Señorita, debe levantarse - una voz suave, como la de un ratón, la llamó.

Era la pequeña sirvienta que tiene en su mira.

Levantándose de la suavidad y calidez de la cama, su piel se puso de gallina cuando el frío la golpeó de repente, el camisón extremadamente delgado no hizo mucho para mantener su calor corporal.

Sin importarle eso abrió la cortina y miró inexpresivamente la apariencia nerviosa de la chica.

- Me mandaron a servirle, señorita - dijo, interpretando la mirada silenciosa de Isabel como una pregunta de porque estaba ella en la habitación.

- Debo ayudarla a vestirse y traerle las comidas, lo que sea que desee puede decírmelo y haré mi mejor esfuerzo para servirla - dijo agachado la cabeza, tal vez esperando algún tipo de reprimenda.

La sirvienta pensó que la mirada de la joven frente suyo la ponía muy nerviosa, no sabía por qué pero algo dentro de ella le dijo que era peligrosa.

Asintiendo con la cabeza al ver la torpeza de la chica, Isabel tomó una decisión.

- Quiero que me digas por qué trabajas aquí - dijo con lentitud, las palabras que le salían eran tan extrañas pero a la vez tan familiares.

Estuvo sin hablar por tanto tiempo que hasta el sonido de su propia voz fue olvidada.

Podría haber hablado con Boris en la cena, pero prefiere mil veces quedarse callada que tener una conversación con ese repugnante ser.

Le lastimaba tratar de hablar, se aclaró la garganta seca, la sirvienta se dio cuenta de eso y corrió a buscarle un vaso de agua en la mesita que tenía al lado de la cama.

Se apresuró en hacerlo y no mojarse en el proceso, trayendole un vaso lleno de agua.

Tomando el agua, la garganta áspera de Isabel se fue aliviando poco a poco.

Miró a chica frente suyo esperando una respuesta a su pregunta.

La sirvienta apretó nerviosamente su faldón, arrugando los muy cuidadosos trazos planchados, moviendo los ojos por la habitación con ansiedad para evitar encontrarse con la gélida mirada de Isabel.

- Yo... - tenía un poco de miedo de decirle cosas tan personales a una extraña, pero ese algo dentro suyo que le advirtió de la peligrosidad de Isabel le decía que debe darle una respuesta verdadera y satisfactoria a la joven.

- Yo tengo un hermano... él necesita tratamiento - por fin dijo después de mucho dudar, pero fue un alivio que la fría mirada de Isabel se calentó un poco después de escucharla decir eso.

- El tratamiento es caro y mi familia es... es pobre- dijo mirando al piso con un poco de vergüenza.

Desde el primer momento de que se enteraron de la rara enfermedad de su hermano menor, ella y sus hermanos mayores más sus padres, toda la familia, en realidad, salió a buscar trabajo.

Desde albañiles hasta sirvientas, no importaba que trabajo sea, lo harían mientras la paga fuera buena.

Por casualidad encontró un aviso de contratación para esta mansión, dudó un poco debido a que la mansión no tenía muy buena fama, o al menos eso es lo que le dijeron las personas que tenían alguna clase de contacto dentro de la mansión, pero al final solicitó una entrevista, solo para probar suerte.

Para su sorpresa realmente la contrataron y la paga que recibió desde el primer mes fue suficiente para aliviar la carga de su familia.

Estaba muy feliz de poder ser útil aportando para el tratamiento de su pequeño hermano.

Todo eso se lo explicó a Isabel que escucha con atención y en silencio.

Se compadeció un poco de esta pequeña sirvienta que hacía todo lo posible para salvar a su hermano de las garras de la muerte.

- Ustedes deben amarlo mucho - dijo con voz un poco más suave de lo habitual.

- Sí... es el más pequeño de la familia y es muy inteligente - dijo orgullosa de presumir a su hermanito.

Todos eran personas del campo que no tenían educación más allá del nivel primario, solo podían ofrecer sus escasas habilidades para ganar una paga miserable de dinero, fue su pequeño hermano quien desde bebé mostró una inteligencia más allá de lo normal.

Sus padres querían que apoyaran a su hermanito para que cuando crezca, logren salir de la vida de pueblo e ir a vivir a la ciudad.

Tenían muchas esperanzas en ese niño, así que cuando se enteraron de que estaba enfermo pero aún había una cura, ellos hicieron su máximo esfuerzo para ayudarlo a curarse lo más pronto posible.

- Que bueno - dijo Isabel con el más mínimo indicio de una sonrisa en la comisura de sus labios.

Sabía que esta sirvienta era la indicada para sacarla de aquí, pudo ver por sus ojos la sinceridad de sus palabras, no estaba mintiendo cuando habló de su familia.

Los ojos son la ventana del alma, y el alma de esta chica es muy pura, a pesar de las cosas que tuvo que ver desde que llegó a la mansión.

Sin más conversación la chica sirvió a Isabel en silencio, cada una con sus propios pensamientos.

Isabel la despidió para que pueda ir a traerle el desayuno, mientras ella se acercaba a la ventana para observar a los pequeños y lindos pajaritos que posaban en las gruesas ramas del árbol.

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Comments

Laura Hernandez

Laura Hernandez

empiezo a leer la novela y es interesante me encanta espero sigan publicando capítulos bendiciones escritora

2023-07-07

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