Capítulo 13

No sabe cuanto tiempo tardó hasta que el conductor detuvo el camión, pero fue bastante.

Isabel entiende que tomó la decisión correcta al salir de la mansión de esta manera, el lugar estaba muy alejado de la ciudad y ella no hubiese podido llegar a pie, sería atrapada incluso antes de que logre cruzar el muro que la rodea.

Esperó unos momentos hasta que el conductor se haya alejado y prestó atención a si había voces afuera, cuando no escuchó nada más, salió con cautela.

El frío de la madrugada lamió su cuello expuesto causándole escalofríos, tocandose distraidamente la nuca, miró alrededor en busca de algo que la ayude ubicarse donde está.

Estaba en un lugar parecido a un taller abandonado, no había ni un alma por aquí caminando por las calles.

Dudando sobre qué dirección tomar, (ninguna de las calles se le hacía conocido) decidió dejarlo a la suerte y eligió una cualquiera.

Notó que el conductor no estaba a la vista.

Dando una mirada sospechosa al sitio donde estaba aparcado el camión, se alejó del lugar lo más rápido posible.

Caminaba con paso apresurado, pero el eco después de sus pasos la hizo detenerse y el eco también se detuvo.

Miró hacia atrás pero no vio nada.

Continuó caminando y unos pasos después el eco se hizo escuchar de nuevo, como si alguien estuviera igualando a propósito su caminar.

Isabel frunció el ceño con fuerza, ella no cree en cosas paranormales, entonces su primer pensamiento fue que era el conductor o alguien más quien estaba jugando con ella.

Se detuvo en seco y el eco se escuchó por medio segundo antes detenerse también.

Poniendo los ojos en blanco, Isabel continuó como si nada.

Necesitaba llegar a un baño público para cambiarse la ropa de sirvienta.

En la bolsa de lana que trae colgando de su hombro está una nueva muda que le dio Ana, un tinte de cabello, un espejo pequeño, unas tijeras y algo de dinero que le durará algunos días sin problemas si es ahorrativa.

Quería cambiar su apariencia antes de ir a buscar las cajas de joyas que dejó su padre; en cuanto al tipo que viene siguiéndola, encontrará una manera de deshacerse de él.

Llegó a una parte más transitada de la ciudad después de mucho caminar, a pesar de ser madrugada había unos puestos de comida abierta las 24 horas y algunas farmacias, los coches y taxis transitaban sin problemas, aún en su reducida cantidad.

Isabel tuvo cuidado de no llamar la atención de las personas que vio por ahí, saliendo y entrando de callejones vacíos y evitando aquellos que tenían mendigos o drogadictos tirados en el suelo.

Sus piernas ya se sentían muy débiles, estaba llegando a su límite y lo sabía.

Necesita un lugar para descansar pero ya.

Un letrero brillante llamó su atención, sus expresion se iluminó un poco cuando encontró lo que buscaba; un baño público.

Se apresuró a entrar y pagó con rapidez sin que la persona que atendía tuviera la oportunidad de ver su rostro.

Entró a uno de los cubículos y dejó caer la bolsa, dando un suspiro de alivio se sentó en el inodoro con tapa cerrada para descansar sus cansadas piernas.

Encontrar este lugar fue difícil y ella no planeaba irse hasta que amanezca por completo, por eso dio más dinero de lo necesario a la recepcionista.

Cerró los ojos para tomar una pequeña siesta antes de ponerse a trabajar de nuevo cuando se despierte.

Su descanso se sintió muy corto pero sacó la voluntad de dentro de sí para levantarse y poner manos a la obra.

Con cuidado, se aliso el cabello con las manos y con el pequeño espejo que apoyó en un ladrillo que sobresale de la pared, se vio el rostro por primera vez en mucho tiempo.

Cuando las sirvientas las limpiaron de su inmundicia, ella se negó a mirar su reflejo por miedo a ver lo que encontrará en su mirada.

Ahora no había otra opción.

La chica que le devolvió la mirada estaba hueca por dentro; sus ojos hundidos en sus cuencas hacen que se vean más grandes de lo normal, la palidez enfermiza de su piel resalta las ojeras que tiene y que ahora no están cubiertas por maquillaje, sus labios están tan resecos que si los estira un poco, pequeñas gotas de sangre empiezan a salir.

Cerró los ojos con fuerza pero la imagen mental de esa chica rota que vio en el espejo no salió de su cabeza; viendo que no ayudaba en nada tratar de huir de la realidad, abrió los ojos y esta vez sostuvo su propia mirada.

No iba a escapar de ver su reflejo cada vez, así que es mejor afrontarlo ahora; memorizó sus rasgos huesudos que alguna vez fueron rellenos de una cantidad saludable de carne, cada trazo de su rostro quedó marcado en su mente para siempre.

Tocó sus flacas mejillas y sus pómulos altos con lentitud sintiendo los ángulos que ahora tienen; estaba decidida a recuperarse de las secuelas que dejó su encierro y nunca más iba a permitir volver a pasar por eso.

Pasó las manos por sus mejillas por una última vez antes de tomar la tijera con firmeza y cortar aún más su cabello, dejándolo en un corte descuidado muy corto pero que ahora la hacia irreconocible a simple vista a menos que sepan como se ve su rostro.

Lo siguiente fue aplicarse el tinte rubio, tardó bastante a pesar de que la caja traía instrucciones, es la primera vez que intenta hacer algo así en su vida.

Nunca intentó teñirse o cortarse el cabello cuando era adolescente, su madre era quien le recordaba las puntas cuando ya sentía que estaba demasiado largo y siempre estuvo conforme con su color de pelo negro.

Ahora por necesidad tiene que dejar de lado su feminidad y conformarse con lo que quedó.

Después que pasó el tiempo estimado para que el tinte haga su trabajo, se quitó la ropa incomoda y tomó la ducha que estuvo ansiando desde que se bajó del sucio camión.

El agua estaba helada, los baños públicos no se pueden dar el lujo de ofrecer servicios de agua caliente, se apresuró a terminar para no resfriarse después.

La ropa que le dio Ana es muy cómoda al menos eso la dejó satisfecha.

Se miró al espejo por última vez antes de guardarlo.

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