Alexander estaba en su habitación, siendo vestido por las doncellas. A diferencia de su estilo habitual, para esta ocasión le colocaron una corona que más bien parecía un halo de oro, ajustando su velo y máscara. Vestía ropas blancas, ricamente decoradas con los bordados de la familia real, tal como el día en que fue presentado como rey.
El salón donde se organizó la fiesta estaba repleto de invitados. En esta ocasión, debido a los múltiples eventos que se celebrarían en los días posteriores, los nobles de alto rango trajeron a sus hijos e hijas de edades similares a las de Alexander para que participaran en las festividades.
Este sería el primer contacto de Alexander con los jóvenes nobles de su generación, aquellos que, en teoría, estarían a su lado en el futuro.
Cuando Alexander entró en el salón, todos inclinaron la cabeza, esperando su orden para levantarlas.
Para Alexander, fue una fiesta aburrida. Recibió felicitaciones y regalos, se ofreció un brindis en su honor y hubo un breve baile. Era la misma fiesta que se repetía año tras año en su cumpleaños. La única diferencia fue conocer a los hijos de los nobles que se los presentaron.
Terminada la fiesta, Alexander se dirigió directamente a su habitación para dormir, ya que al día siguiente tendría varias actividades. Sin embargo, no podía conciliar el sueño. En medio de la noche, decidió salir a caminar.
Por otro lado, el Papa había llevado a Reiner a la sala de oración a altas horas de la noche, con la excusa de que había una lección que debía enseñarle.
—Te voy a mostrar algo, sucesor —dijo el Papa con una sonrisa marcada de crueldad—. El término flagelación es algo que ya deberías conocer. Cuando un servidor de Dios comete una falta, una forma de mostrar arrepentimiento y pedir el perdón de Dios es castigándose a sí mismo.
Reiner se contrajo al escuchar el tono amenazante del Papa, y cuando lo vio acercarse con algo en las manos, un escalofrío recorrió su cuerpo.
El Papa extendió su mano, ofreciéndole un látigo de cuero.
—Tómalo —ordenó—. Has cometido muchas faltas. ¡Arrepiéntete!
Los ojos de Reiner se llenaron de miedo. Dio un paso atrás, pero el grito estrepitoso del Papa lo detuvo.
—¡Qué haces! ¡Tómalo y empieza! ¿O acaso quieres que lo haga yo por ti?
El terror invadió a Reiner al recordar las veces en que el Papa lo había golpeado sin piedad. Dudó por un momento, buscando consuelo en sus pensamientos.
—[Debo resistir... Debo hacerlo... No puede sospechar de mí... Haré lo que Su Majestad me dijo, debo hacerle creer que le soy obediente. Un poco de dolor... Solo será un poco...]
Con manos temblorosas, Reiner tomó el látigo. El Papa lo miraba con ojos severos.
—¡De rodillas y empieza de una vez!
Lentamente, Reiner se arrodilló, luchando con la idea de tener que azotarse a sí mismo. Cerró los ojos con fuerza, anticipando el dolor, y al primer azote, un grito ahogado escapó de sus labios. El cuero del látigo desgarraba su piel, pero antes de que pudiera detenerse, el Papa le ordenó que continuara.
—Nadie ha dicho que te detengas. No lo harás hasta que yo lo diga.
Reiner ya no sabía cuántos azotes había recibido. La sensación de su piel desgarrándose y el calor de la sangre corriendo por su espalda lo hacían perder la noción del tiempo. El Papa lo observaba con frialdad, disfrutando del castigo.
La puerta de la sala de oración estaba entreabierta, y ninguno de los dos se percató de la presencia de alguien más hasta que una voz rompió el silencio.
—¡Detente!
Ambos giraron la cabeza y vieron a Alexander, de pie en la entrada. Por un momento, el Papa pareció sorprendido, pero pronto recuperó la compostura.
—Majestad, estas no son horas para que esté aquí. Regrese a su habitación —ordenó el Papa con severidad.
—¿Qué significa esto? —preguntó Alexander, su voz firme.
—Esto no tiene nada que ver con usted, Majestad. Estoy corrigiendo al sucesor por sus faltas. Es parte de su educación. Usted no tiene derecho a interferir. Regrese a su habitación.
Alexander apretó los puños con fuerza, lleno de impotencia. Sabía que el Papa tenía razón; no podía intervenir directamente en la educación del sucesor. Pero al ver el rostro de dolor de Reiner, no podía quedarse de brazos cruzados.
Se acercó al Papa y, con tono desafiante, habló:
—Las faltas del sucesor... Déjeme compartirlas.
El Papa frunció el ceño, sin entender.
—¿Qué?
—El castigo que le queda al sucesor lo recibiré yo.
—¡Majestad, no! ¿De qué habla? ¡Por favor, regrese a su habitación! —imploró Reiner.
—¡No he permitido que hables! —espetó el Papa.
Tras unos segundos de silencio, el Papa accedió.
—Sucesor, regresa a tu habitación de inmediato —ordenó.
—Pero, santidad, yo...
—¡De inmediato!
Reiner no tuvo más opción que retirarse, aunque lo hizo con preocupación, temiendo que Alexander recibiera un castigo en su lugar. Sin embargo, pensó:
—[Es el Rey... No creo que Su Santidad se atreva a hacerle daño...]
Pero Reiner estaba equivocado. Apenas se marchó, el Papa ordenó a Alexander que se arrodillara y mostrara las plantas de sus pies.
Alexander obedeció sin rechistar, se quitó los zapatos y dejó al descubierto sus pies. El Papa, tomando el látigo, comenzó a azotar las plantas de los pies de Alexander.
Había elegido ese lugar estratégicamente, un lugar donde las heridas no serían visibles, pero donde el dolor sería insoportable, ya que al caminar se lastimaría constantemente.
Alexander no emitió ni un solo quejido, lo cual enfureció aún más al Papa, que aumentó la fuerza de los azotes. El Papa, ahora invadido por un sentimiento de poder y superioridad, no se percataba de que cada acción de Alexander era calculada, dirigida a quitarlo del camino.
Reiner, en lugar de ir a su habitación, se había escabullido hasta la entrada de la habitación de Alexander, esperando comprobar su estado. Cuando lo vio finalmente aparecer en el pasillo, corrió hacia él.
—¡Majestad! ¿Está bien? ¡Por favor, dígame que Su Santidad no le ha hecho nada!
—Antes de preocuparte por otros, deberías preocuparte por ti mismo. Mira el estado en el que estás —respondió Alexander.
—¿Majestad, está bien? —preguntó Reiner mientras lo inspeccionaba, buscando signos de heridas.
—Detente. Estoy bien... Ven, entra.
Reiner lo siguió hasta la habitación de Alexander, donde este comenzó a curar las heridas de su espalda. Mientras lo hacía, Alexander sintió una profunda rabia, sabiendo que no podía eliminar al Papa en ese momento, pero que lo haría en cuanto pudiera.
—¿Perdonarías a tus enemigos? —preguntó Alexander—. No. Solo Dios perdona. Yo, en cambio, facilitaría su encuentro con Él.— Sé respondió a sí mismo.
Reiner se sorprendió por el tono de Alexander, que sonaba cargado de ira, algo que no había notado en él antes. Sin embargo, ese enojo, en lugar de inquietarlo, lo reconfortó, sintiéndose feliz de que Alexander se preocupara tanto por él.
—¿Es esto lo que se siente tener un amigo—pensó Reiner.
Después de curarle las heridas, Alexander lo envió a su habitación. En la puerta, Reiner se detuvo y le agradeció sinceramente.
Mientras regresaba a su habitación, notó algo en el suelo.
—¿Sangre...? —susurró, atónito.
Siguió las huellas de sangre que se dirigían hacia la habitación de Alexander, y comprendió la verdad. Se derrumbó, cubriendo su rostro con las manos, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
—¿Cómo no me di cuenta...? ¡Majestad, fue golpeado por mi culpa!
Su sentimiento de culpa se transformó en ira al imaginar el rostro del Papa. Entonces, murmuró con voz temblorosa:
—Como usted mismo dijo... Solo Dios perdona. ¡Pagarás por tu atrevimiento de lastimar a Su Majestad!
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Comments
Melisuga
Alexander está forjando lazos muy fuertes con Renier y Herman.
👏🏼👏🏼👏🏼
2025-04-10
0
Veronica Orea
El Papa aún cree q tiene el control sobre Alexander y q de algún modo todo lo recobrará, pero Alexandra está siendo muy inteligente y todo se acomoda a su plan y ella también le debe lealtad a los suyos
2025-01-11
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Quica Romero
Yo creí que le hiba a decir que «Él también tenían que flagelarse ya que había cometido muchas faltas, comenzando con el pecado de la soberbia; ya que pensaba(el Papa) que podía hacerlo todo él sólo y descuidando sus "responsabilidades papales"
Por lo tanto debería poner el ejemplo, aceptando sus pecados y faltas.🤔🤨😒😉😏😈😈😈😈
2023-06-30
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