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Región de Kansai, Prefectura de Kioto

En esta época, en medio de la guerra por intentar unificar el país, el legendario Oda Nobunara había ayudado a Yoshiaki Ashikaga a que fuera nombrado shogun por el emperador de Japón entrando a la capital Kioto, con su ejército y tomando el control. Sin embargo, dos años después de aquel importante hecho, las tensiones no se habían detenido.

Yoshiaki era un hombre orgulloso, y a pesar de su inexperiencia en batalla, la avaricia y las ansias de más no dejaban de aquejarlo como una tortura lenta pero segura. Odiaba ser tan inferior ante Oda Nobunaga, cuya familia era bastante humilde dentro del ámbito militar y político en el pais.

Había que admitir que el apodado señor de la guerra Oda era formidable, ya que a una edad relativamente joven había logrado tomar el control del clan, matando en el proceso a uno de sus hermanos. Incluso hasta había vencido con solo 3 000 hombres un ejército de más de 40 000 soldados samurais. Algo sin precedentes en la historia del país.

El actual shogun Yoshiaki tan solo tenía 34 años, originalmente su primo iba a tomar el título de shogun, pero ni siquiera pudo llegar a Kyoto debido a su enfermedad. Sin duda había corrido con mucha suerte, no pudo evitar sonreír con eso en mente.

Físicamente no destacaba mucho, era bajito y algo regordete en la zona del abdomen. Su piel era amarillenta y pecosa y siempre llevaba el cabello recogido y estirado en un moño alto. Eso si, su vestimenta siempre era más que extravagante. Constantemente llevaba capas y capas de ropa colorida encima, disimulando tal vez su abdomen algo sobresaliente.

Luego de lo sucedido hace meses en el monte Hiei, donde Oda había arrasado con todo el templo lleno de monjes guerreros, poco después Yoshiaki le había declarado la guerra a Oda, mostrándole claramente su insatisfacción en contra de él. Al menos tenía al clan Asakura a su lado, los cuales eran los dueños de importantes tierras en la prefectura de Fukui. Pero hace un año, en la batalla de Anegawa, el jefe del clan Yoshikage Asakura había perdido y el clan se había debilitado considerablemente al ser sus principales tierras asediadas.

Ahora, el shogun Yoshiaki se encontraba en una especie de término medio sin saber qué hacer. En parte se sentía nervioso de que Oda descubriera sus planes de intentar matarlo, por lo que intentaba pasar desapercibido lo más que podía.

Lo que más le molestaba es que Asakura había negociado una reconciliación con Oda para evitar conflicto.

Justo cuando creyó que sería su fin, la conoció a “ella”. Su peor error por dejarla pasar al interior de estas paredes y su maldición porque ahora se encontraba en un punto de no retorno. Se había tentado por sus promesas de convertirlo incluso en Emperador de Japón, y de matar por fin a esa sabandija de Oda Nobunaga.

Había que admitir que en un principio, Oda lo había ayudado mucho para que él pudiera tomar el control de la prefectura como el nuevo shogun. Pero no podía soportar que un hombre menor que él en edad lo mirara como un ser inferior.

Sin duda era una mujer atemorizante y terrorífica que no hacía ningún tipo de contraste con su apariencia hermosa y frágil. Algo que distaba demasiado de la dolorosa realidad.

—Yoshi… —la llamó ella con aquella voz tranquila y delicada que siempre usaba cuando estaba perdiendo la paciencia. Luego sintió los azotes en su espalda y tuvo que morderse el labio inferior para evitar soltar una exclamación. Algo que a ella no le gustaba para nada.

—Perdone mi error, mi señora —espetó el de inmediato con voz nerviosa y quebradiza—. Todo es culpa mía, yo…

—Exacto… —lo interrumpió ella con un tono de voz que no admitía réplicas. Yoshiaki estaba arrodillado con la frente apoyada en el suelo, por lo que desde su altura solo podía ver sus pequeños y perfectos pies que en ese momento eran calzados por unas okobos (sandalias de madera tradicionales de Japón) lacados en negro y tan altos que superaban incluso los 10 centímetros— Todo es culpa tuya, idiota. Tu y el estúpido de Yoshi número dos, son los más idiotas del mundo.

Su tono de voz en un inicio delicado, se volvió vulgar y de bajo mundo en un abrir y cerrar de ojos. La madurez que la caracterizaba desapareció y Yoshiaki creyó por un segundo, que había vuelto a ser esa niña de 12 años que aparentaba físicamente.

—¿Cómo pueden permitir que un simple maldito humano los supere con tanta facilidad? —continuó ella notablemente molesta, dando vueltas por toda la habitación oscura en la que se encontraban— ¿No te lo dije ya? ¿No te dije que me entretuvieras mejor mientras estuviera aquí? Te prometí a cambio de algo tan simple que te convertiría en el emperador de este mugriento país… —aquella mujer le propinó una patada tan fuerte en su costado, que sus costillas se enterraron en sus pulmones y no pudo evitar vomitar sangre, intentado con todas sus fuerzas no soltar ni un solo sonido. Si ella no lo hubiese convertido, habría muerto hace mucho con esa patada— Pero solo haría eso, si me dabas un entretenimiento tan grande, que no me volvería a sentir aburrida por lo menos en un siglo más…

—Mis disculpas… —espetó el con voz ahogada, al borde del llanto.

—Las disculpas no van a solucionar nada —replicó ella cruzándose de brazos pensativa. Yoshiaki no se atrevía aún a levantar la cabeza por miedo a las represalias y aumentar su enojo— Si quieres llegar a ser emperador y no un maldito títere como el actual, primero debes vencer a Oda. Tengo que admitir, que ese hombre me ha dado mucho entretenimiento. Hubiera sido mejor escogerlo a él como mi nuevo esclavo en vez de a ti…

Al escuchar aquello Yoshiaki levantó bruscamente la cabeza. La habitación era tan oscura que solo podía ver los ojos de su señora, brillando en un intenso color rojo que lo obligaron a bajar la mirada nuevamente. Todo su cuerpo empezó a temblar sin que él pudiera evitarlo. Esa mujer, a pesar de ser tan pequeña, en verdad daba miedo.

—¿Cómo te atreves a levantar la cabeza sin que te lo ordenara? —inquirió ella con un tono de voz que erizó cada vello de su piel.

Con solo escucharla, el shogun sintió mucho pánico. Tanto como nunca lo había sentido. Cuando era humano, el miedo era atroz, pero ahora que era otro ser y su sangre estaba unida a la de ella sin remedio, por alguna razón el miedo se incrementaba aún más. Como un instinto más básico y profundo que el del propio ser humano.

—L-lo s-si-ent-to… —su voz se escuchaba temblorosa y quebradiza. La presión en el ambiente fue tanta que las lágrimas caían solas por sus mejillas como cascadas.

Afortunadamente, justo cuando pensó que moriría, alguien abrió la puerta corrediza de la habitación.

Enseguida, la presión en el aire despareció cuando un joven samurai se adentró al lugar y al estar en presencia de ella, se arrodilló de inmediato, adoptando la misma posición que la suya.

—Vaya, mi querido Ichigo por fin a llegado —dijo ella en un tono de voz exageradamente agudo, corriendo hacia el joven samurai como una niña jugando con sus juguetes. De reojo, Yoshiaki vió como la mujer con apariencia de niña levantaba el rostro del muchacho, con la intención de besarlo seguramente. Pero su rostro se congestionó de ira al ver la sangre en la cara del muchacho— ¿Quien se atrevió a marcar tu belleza de esa manera?

—Mi señora… esto me lo hizo el cazador que logró infiltrarse al castillo. —respondió Ichigo— El mismo al que usted me había ordenado que lo matara…

Yoshiaki levantó un poco más la cabeza y pudo contemplar mejor el rostro de ella. Su cara tan pálida como la hoja de un libro recién escrito le daría envidia a cualquier geisha. La forma de sus ojos era grande, casi redondas, pero ciertamente muy enigmáticas. Ojos que en ese momento brillaban intensamente de escarlata. Su cabello del color del mismísimo sol lo llevaba suelto por su espalda y hombros hasta prácticamente rozar el suelo y su nariz respingada le daba una apariencia aún más sofisticada.

Sus rasgos eran claramente muy occidentales, algo que se veía muy poco por esos lugares, pero que sin duda eran lo más exótico que un Japonés podía ver.

—Ese humano te hizo esto ¿solo? —preguntó ella incrédula y enojada.

—No estaba solo —contestó el joven samurai— Iba acompañada de una sacerdotisa muy rara, mi señora.

—Hmmm… una sacerdotisa —el interés no tardó en iluminar cada uno de sus rasgos— Cuentame más de ella entonces.

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Comments

Angie Olivera

Angie Olivera

Muyy bueno el capítulo

2023-05-27

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