ISE
⛩⛩⛩
El invierno llegó finalmente luego de un fructífero y caluroso verano que muchos pensaron que durarían para siempre.
Era apenas octubre y la nieve junto con la escarcha ya había cubierto con su manto blanco y frío gran parte del campo y el bosque. El viento gélido sonaba alrededor como un bailarín tenue y omnipresente, junto con un silencio abrumador que incomodaba cada pequeño rasgo de la chica.
Lo único que se escuchaba era el sonido del aire y los lentos pasos de la joven, que con cada paso que daba la pierna se le enterraba en la nieve prácticamente hasta la rodilla.
Era bastante dificultoso para ella caminar en un ambiente como ese ya que en si era bastante bajita pero ya parecía estar bastante acostumbrada a hacer este tipo de viajes.
Su cabello era negro como el carbón, lacio y suave como la seda, y tan largo que le llegaba hasta la espalda baja. Muchas veces había pensado en contárselo, cada vez que el aire soplaba el cabello volaba por todas partes impidiendola ver su camino, sin embargo no había podido evitar sentir cierta nostalgia. El cabello prácticamente se consideraba el alma de una mujer, más en estos tiempos donde la belleza era mucho más importante que cualquier otra cosa.
Este último año había sido muy difícil para ella y casi le era imposible mantenerse en pie por el cansancio que sentía.
Sus mejillas y nariz se habían sonrosado por el frío y de vez en cuando debía sobarse ya que los mocos se le salían, dándole un aspecto bastante aniñado e inocente.
Odiaba el frío.
El verano había sido tan caluroso y placentero que sentía que el invierno solo era un intruso o un enemigo que buscaba atormentar a la humanidad con su gélido aliento.
En su mano izquierda sostenía con fuerza un arco simple de madera y en su espalda colgaba un viejo carcaj con varias flechas que su padre le había hecho hace mucho tiempo para enseñarla a cazar. Junto al carcaj, una hermosa katana con hermosos detalles carmesí colgaba de su hombro dándole la protección y la seguridad que más necesitaba en estos páramos.
Sus habilidades con el arco no se comparaban para nada con su gran talento para las artes marciales. Su padre, mientras aún tenía fuerzas, se había asegurado de darle un duro entrenamiento en el arte de la espada japonesa. Por lo que con solo dieciséis años se había convertido en toda una profesional.
No es que fuera exactamente necesario llevar un arma como aquella por el bosque, pero a veces era mejor asegurarse. Más en estos tiempos tan invernales donde los páramos solían estar llenos de bandidos y desertores de algún combate.
Había estado siguiendo desde hace varios días el rastro de un venado por lo que no dejaba de observar sus alrededores como un depredador vigilante y silencioso en busca de su presa. Finalmente tanta búsqueda y paciencia había obtenido resultados placenteros, tanto para ella como a su estómago hambriento.
El animal se encontraba en el medio de un gran claro, al parecer rebuscando entre la nieve algo para comer. Se veía demasiado joven pero eso a ella no le importó. Necesitaba comer algo bueno esta noche. Ya estaba cansada de las sopas de tomate y las bolas de arroz.
Se agachó rápidamente entre un tumulto de piedras sin dejar de vigilar al ciervo con sus agudos ojos azules como el cielo. Colocó con lentitud una flecha en el arco y estiró con suavidad y fuerza el hilo elástico, apuntando directamente al animal que desconocía lo que sucedía. Aspiró profundamente y sin pensarlo más, en una leve exhalación que se liberó de entre sus labios, soltó el hilo y dejó que la flecha volara directa y silenciosamente hacia el venado. Sin embargo, jamás esperó que la flecha pasara al animal de largo, rozando apenas por su costado.
El venado reaccionó y levantó la cabeza de inmediato al notar la presencia de la muchacha. Ella maldijo entre dientes al ver que la criatura empezaba a correr velozmente sobre sus cuatro patas. Su pelaje marrón claro destacaba aún más entre tanto blanco invernal.
La chica no perdió tiempo y de un hábil salto sobre un pedrusco, emprendió la carrera detrás del animal que ya le llevaba una buena distancia. Sabía que era inútil, pero debía intentar lo mejor que podía ya que su padre necesitaba con urgencia esa proteína y en el pueblo más cercano la carne escaseaba terriblemente.
Al shogun (Señor feudal) de estas tierras parecía importarle más la expansión de su territorio que el alimento de sus campesinos. Era bastante molesto, pero en esta época, la palabra de los shogun era la ley, más ahora que el pais estaba dividido e inmerso en una guerra que cada día tomaba más victimas.
Mientras corría, intentó colocar otra flecha en el arco pero los bruscos movimientos de su cuerpo se lo impidieron y molesta tiró el arco a alguna parte de la nieve y agarró su katana con ambas manos. Aumentó su paso veloz un poco más aprovechando que el ciervo se había desviado para esquivar un enorme pedrusco en el medio del camino. Sin embargo, al contrario que el animal, ella no esquivó el obstáculo. De un salto cogió impulso en la madera de un árbol y luego se impulsó a la cima de la gran piedra grisácea. Desenvainó rápidamente la katana y de un saltó alcanzó al animal.
Con un corte recto diagonal cortó la piel del ciervo. Ella aterrizó en la nieve con bastante habilidad. El animal cayó en la nieve moribundo no muy lejos de ella y la sangre no tardó en liberarse en grandes cantidades, salpicando los alrededores y la nieve pálida.
Sus pantalones de cuero y su capa de caza se manchó del rojo intenso de la sangre en pequeñas salpicaduras casi imperceptibles. Se puso en pie y su cabello se dejó caer en suaves ondas lizas. Se lo apartó de la cara con un ademán molesto de su mano y enseguida se dirigió al venado desangrado.
Suspiró con cierta lástima ya que su intención era matarlo de la manera más rápida posible, pero las cosas nunca funcionaban como uno quería.
Acercó sus manos enguantadas dispuesta a tomarlo pero un sonido a su espalda la alertó y apenas pudo esquivar el hacha que se dirigía a su rostro a gran velocidad.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Comments