6.

Maiston estaba durmiendo, pero soñando algo.

Era un sueño perfecto donde estaba en una playa disfrutando de un hermoso sol mientras bebía un poco de bebida alcohólica perfecta. La brisa movía su cabello y el sol pegaba con fuerza haciendo que su cuerpo quede más bronceado. Era un tono hermoso que hacía que cualquiera lo viera atractivo e irresistible.

Estaba en una hamaca cuando vio como le llevaban cosas deliciosas para comer.

Pensó en que nada podía arruinar ese momento y cerró sus ojos disfrutando de todo. Escuchó unas gaviotas pasar volando junto a ruido del mar. Era claramente el paraíso donde todos desearían estar. Entonces, comenzó a escuchar ruidos extraños y sintió un pequeño peso sobre su pecho. Pensó que era una bandeja con comida deliciosa igual que toda la otra, así que abrió sus ojos para poder tomar algo más cuando vio lo que era.

Se quedó atónito cuando vio al bebé que, con una voz aterradora, dijo:

—Papá.

Se movió en la cama de forma brusca y se sentó soltando un gritó que resonó casi por todo el lugar. Miró a todos lados aterrado y el Omega que estaba a su lado se acercó para verificar que estuviera bien.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Maiston no se sintió bien en lo absoluto y casi podía ver los bebés gateando por todos lados y cayendo del cielo de a montones. Sudó frío y su cuerpo tembló.

—Había un… bebé. U-un bebé… ¡¿Dónde lo tienes?! —preguntó saliéndose de la cama para levantar las sábanas y revisar toda la cama creyendo que estaba oculto ahí.

—¿Qué bebé? De seguro fue una pesadilla, Maiston.

—¡Claro que no, Obelly! ¡Yo lo escuché! ¡Me dijo papá!

El Omega lo quedó mirando porque estaba caminando para todos lados intentando encontrarlo. Lo vio casi paranoico y no supo muy bien cuánto tiempo estuvo así hasta que entró al baño para poder ducharse. Tenía la imagen clara de ese bebé que lo miraba de aquella manera casi diabólica y un escalofrío le recorrió la espalda.

Nunca había pensado en un bebé, tampoco se imaginaba siendo padre y mucho menos ahora después de ese sueño tan extraño. Pensó que era la peor pesadilla de todas y simplemente se fue a trabajar con la cabeza en cualquier lado. Tenía su cabeza en blanco que no supo ni a donde iba o si tenía algún pendiente. Un dolor de cabeza lo asaltó y ni siquiera hambre le dio.

Al llegar a la oficina dejó su maletín y se quedó sentado mirando a la nada. Ni siquiera pestañeaba mientras miraba un punto fijo en el suelo y tragó saliva con dificultad.

—¡Maiston, idiota, dejaste tu auto estacionado como el culo y con la puerta abierta!

Jim entró cansado por haber tenido que encargarse de su auto que estaba a mitad de estacionamiento con la llave introducida aún. Quiso seguirlo regañando cuando notó que estaba más allá que acá. Se acercó un poco viendo su rostro pálido y le daba a pensar de que había visto a un muerto regresar a la vida. Ni siquiera pestañeaba.

—¿Qué te pasa? ¿Viste un fantasma o qué?

No obtuvo respuesta y comenzó a preocuparle. Nada más por probar, le lanzó un lápiz.

En cualquier otro momento, eso le habría molestado y habría obtenido un golpe, pero el moreno no hizo ni el más mínimo movimiento. Se rascó la nuca pensando en qué hacer o qué decirle porque se veía demasiado sospechoso.

Maiston no escuchó ninguno de los insultos que le estaba diciendo porque no podía dejar de pensar en eso. Tenía claro que nada más había sido un sueño, sin embargo, se había sentido tan real que aún podía ver el rostro de aquel bebé. No quiso tomarlo como la señal de algo porque, con el Omega que estaba, siempre se cuidaba. Ni siquiera lo había anudado ni una sola vez, así que no le encontraba sentido a que él le fuera a decir que estaba embarazado o algo así.

No tenía muy claro que opciones tomar y no quiso creer en el hecho de que era un visión del futuro de que el mundo iba a ser dominado por bebés.

Tragó saliva sin saber nada de lo que estaba pasando a su alrededor. Ni siquiera se percato de que Jim estaba hablando con su secretaria.

—¡Jefe!

—No tiene sentido hablarle, está medio poseído o algo, Rouse, dejó el auto abierto y mal estacionado. Menos mal, por el lugar no andan ladrones, o habría perdido su costoso auto.

—Jefe, necesito que firme estos cheques para ir a dejarlo al banco lo antes posible —habló ella casi encima de él moviendo su mano frente a sus ojos sin obtener ni el más mínimo resultado.

A ella tampoco se le ocurrió algo inteligente para hacerlo reaccionar.

—¿No estará hipnotizado?

—¿Hipnotizado?

—Sí, ya sabe, Jefe Jim, como cuando dicen: te vas a dormir a la cuenta de tres. Tiene cara de eso o tal vez se cruzó con algún gitano a mitad de camino y le echo mal de ojo. No es normal que se encuentre en este estado. Mejor le tiramos un vaso con agua.

Jim quiso detenerla, pero Rouse no perdió tiempo en hacerlo. Tenía trabajo que hacer y no quería retrasarse por nada del mundo. Debía asistir a una boda y no iba a ser la última en llegar jamás.

Llenó un vaso con agua y simplemente se lo lanzó en el rostro.

Ambos quedaron viendo como ni siquiera pestañeo en algún momento. Cruzaron miradas y la preocupación les comenzó a dominar el cuerpo porque ambos conocían lo suficientemente bien a su Jefe para saber que, hacer algo como eso, incluso les habría costado el trabajo.

—Hay que abofetearlo.

—¡Espera!

El sonido de la cachetada se escuchó por toda la habitación. Jim quiso salir corriendo, pero admiro el hecho de que Rouse no le tenía miedo ni al mismo diablo si era capaz de hacerle todo eso a Maiston.

No supieron cuanto tiempo estuvieron intentando hasta que reaccionó solo. Firmó lo que Rouse le pidió y ni siquiera se fijó de si era algo bueno o no. Ella podría haberle hecho firmar que le entregaba la empresa y el dinero y él simplemente lo habría hecho. Se quedó con la ropa mojada sin notar nada y realizó su trabajo casi de manera mecánica porque seguía pensando en lo mismo. Finalmente, al ir al baño, ni siquiera se fijo de si era de mujeres u hombres y, al escuchar el chillido de todas viéndolo, fue que reaccionó.

Salió acariciando su cabeza y pidiendo disculpas.

Miró a todos lados dándose cuenta de que era la hora de irse a casa. Al regresar a su oficina, vio a Jim dejándole unas cosas sobre la mesa.

—Oye, Jim…

—Ah, ya sabes quien soy.

—¿Qué? —preguntó no entendiendo nada.

—Que te pasaste todo el día en cualquier lado menos aquí. Rouse incluso te dio un bofetón.

—No recuerdo eso.

—Uf, pues fue bien fuerte. Se ve pequeña, pero tiene bastante fuerza. Al menos ya sé a que atenerme con ella, pero, en fin, dime, ¿qué te pasó? ¿Por qué estabas así? Estaba a nada de sacarte una hora al psicólogo e internarte en el psiquiátrico.

Maiston avanzó para sentarse porque rara vez tenía sueños, pero las pocas veces que soñaba algo resultaba que algo similar ocurría. No estaba seguro del por qué de soñar algo como eso, así que tampoco sabía como explicarlo.

—¿Recuerdas cuando soñé que ganábamos el campeonato de fútbol en la secundaria?

Jim asintió mientras se sentaba.

—Y luego lo ganamos. ¿Recuerdas cuando soñé que nos robaban a las afuera de la universidad?

El otro volvió a asentir.

—Y luego nos robaron afuera de la universidad nuestros computadores y tuvimos que pasar un año entero estando en la biblioteca de la universidad por no tener donde realizar nuestros trabajos.

—Recuerdo todo eso, Maiston, pero no entiendo el por qué de recordar esas cosas. ¿Qué ocurre? ¿Soñaste algo otra vez?

El moreno asintió con rostro pensativo.

—Sí.

—Pues, ¿qué soñaste? ¿Qué me ganaba la lotería? ¿Qué tenía muchos Omegas solo para mí?

—No, nada de eso, en realidad no fue un simple sueño, fue una pesadilla que sigo teniendo viva en mi cabeza.

—¿Qué fue, hombre? Que hablas y hablas y nunca llegas al punto.

—Soñé que estaba en una isla fantástica, bebiendo un poco de un alcohol carísimo y disfrutando de un hermoso día soleado. Era un cielo totalmente azul, sin ninguna nube, se podía oír el sonido del mar y la brisa del lugar era totalmente refrescante…

Jim fue asintiendo mientras iba hablando y terminó apoyando su mentón en su mano porque le estaba dando sueño. Pensó que no iba a acabar nunca, hasta que dijo:

—Entonces, apareció un bebé que me decía: papá —susurró sintiendo un escalofrío por la espalda que no lo dejó respirar de la manera correcta.

Al escuchar a su amigo reírse como si hubiera contado el mejor chiste de todos merecedor de un Oscar, lo miró de mala gana.

—Maiston, eres muy estúpido. Esas veces solo fueron una coincidencia. ¿Me vas a decir que estabas de esa manera por creer que te va aparecer un hijo de la nada?

—No es gracioso.

—¡Claro que sí lo es! No es como si, en cualquier momento, fuera a aparecer alguien por la puerta de tu oficina diciendo que traen un hijo tuyo —se burló riendo.

Sabía que Jim tenía un poco de razón, pero, tanto como si fueron coincidencia esas veces o no, le preocupaba el sueño porque nunca eran simples sueños. Aquellas cosas siempre tenían algo de verdad y, la mayoría de las veces que soñaba algo que luego recordaba a la perfección, siempre le ocurría alguna cosa.

Vio a su amigo riéndose y nada más se puso de pie para marcharse a casa.

Al llegar, notó todo vacío y que todo estaba desordenado y algunas cosas sucias. Nunca había contratado a alguna sirvienta porque a Prince le gustaba hacer todo él solo. Él limpiaba, ordenaba y mantenía todo en su debido lugar, sin embargo, ahora vio que no había nadie que hiciera eso y que ni siquiera sus camisas estaban planchadas.

Él sabía hacer todo eso, pero no pudo evitar recordar el hecho de que Prince, a pesar de que trabaja mucho también, siempre tenía tiempo para preocuparse de todo y de tener sus camisas y chaquetas impecables.

Al escuchar que alguien bajaba por las escaleras, miró viendo al Omega que era muy diferente al otro.

—¿Trajiste comida? Tengo hambre.

—Podrías cocinar algo, te dije que había de todo en el refrigerador, Obelly.

—¿Qué? Yo no voy a cocinar nada. Contrata una empleada o algo —dijo tirándose en el sillón.

Lo quedó mirando unos segundos y no tenía ánimos para nada, pero sí tenía hambre y mucha.

Se fue a cambiar para poder cocinar algo. No era un inútil en la cocina y al principio lo era, pero resultaba que Prince le había enseñado a hacer de todo y cosas demasiado buenas que, por un segundo, extraño tener.

—Lo siento —escuchó a su lado —. No quise decir eso, es solo que, es mi mamá de nuevo. ¿Puedo ayudarte?

Maiston lo miró y asintió. Sabía lo que ocurría con su madre, así que guardó silencio por unos segundos, para decir.

—No debes hacerle caso, Obelly, sabes que la equivocada es ella.

El Omega soltó un suspiro.

—No quiero irme a otro país para poder manejar una empresa que no me interesa. Estoy estudiando y amo lo que estudio, así que quiero terminarlo todo. Pero ella no entiende esa parte.

Lo vio lavarse las manos para comenzar a picar lo que él le entregaba. Notó que era bastante ágil con el cuchillo y que cortaba en rodajas las zanahorias demasiado rápido y perfectas. Prince también lo hacía así, era un maestro de la cocina y jamás se había cortado un dedo a diferencia de él. Después de pensar mucho en aquel Omega, se dio cuenta de que estaba pensando y recordando cosas tontas que no valían la pena en lo absoluto.

Había querido divorciarse de él y lo había hecho, por lo tanto, no habían motivos para pensar en cosas del pasado.

—Las mamás suelen ser así a veces, quieren controlar demasiado a sus hijos y esa no es la solución. Tal vez pueden hacerlo cuando son menores de edad, pero, al momento de cumplir la edad suficiente para hacerse cargo de sus propios asuntos, entonces es momento de que puedan tomar sus propias decisiones y se enfrenten al mundo por sí solos.

—Es lo que siempre intento hacerle ver, pero no entiende. Dice que ya llevo perdido cuatro años aún sabiendo que jamás he obtenido una mala nota y siempre soy el mejor de mi clase. Solo quiero obtener mi título para trabajar en lo que realmente deseo.

Maiston sonrió porque tenía sus pensamientos y objetivos totalmente claros.

—Sigue así, lo vas a lograr.

—¿Querrías ayudarme? —preguntó con tono amable.

—¿En qué?

—Pues, verás, mamá no quiere seguirme ayudando por lo que ya te comente y tengo que pagar la matricula en menos de una semana o me cancelan los estudios. Tengo un poco de dinero ahorrado, pero no me alcanza para pagar el año completo.

El Alfa echó las cosas en un sartén con aceite y le aplicó aliños, sal y puso la llama al mínimo. Obelly se encargo de pelar algunas papas para el guiso que se iba a realizar y se notaba demasiado animado y feliz.

—¿Cuánto es?

—Dos millones son los que pago todos los años. He estado trabajando, pero no gano mucho y mamá no quiere darme ni un solo centavo.

—No te preocupes, yo te lo doy.

—¡¿En serio?!

Él asintió y lo vio acercarse para besarlo.

—Eres el mejor.

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Comments

Lili AC

Lili AC

Y yo dónde consigo un baboso que me pague la universidad? JAJAJAJA Bromitaaaa
Alfa más pndejo

2024-03-16

42

Patatas darks121

Patatas darks121

que comes que adivinas

2024-05-12

0

Rosse.

Rosse.

hombre tenía que ser este imbecil!!!

2024-04-24

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