5.

—¿Entiendes, cariño? No es complicado, práctica un poco con la muñeca y verás que te iras acostumbrando.

Prince asintió e intentó ponerle un pañal a una muñeca.

Lo había estado intentando por casi un día entero, pero le seguía costando y, lo peor de todo, es que con el bebé no sería así porque él se estaría moviendo e incluso llorando a la misma vez.

La mamá veía como lo hacía con cuidado casi excesivo. Sonrió y le acarició la espalda para alejarse. Ya nada más faltaba una semana, así que estaban preparando todo por si el parto se adelantaba. Se iba a ir a la clínica en la noche esperando que, a esa hora, no hubiera nadie afuera ni esperando para comenzar con los chismes. Tenían un bolso con ropa y era una clínica totalmente privada, así que tenían todo pensado y nada más quedaba actuar.

Prince, al ver que lo había logrado, miró el teléfono pero se había tardado diez minutos. Soltó un suspiro porque estaba cansado. Ya no tenía fuerzas para estar tanto tiempo de pie. Era solo un bebé, pero sentía que llevaba como diez kilos encima y su espalda, hombros y pies dolían. Le daba a pensar de que iba a ser grande y que iba a ser demasiado grande para ser una niña. No le sorprendía mucho, después de todo, era hija de Maiston y él medía un metro ochenta y nueve y todo su cuerpo era grande y fuerte.

Y, de solo recordarlo, soltó una maldición. Evitaba pensar en él, pero siempre lo terminaba haciendo. Pensaba en que nada más era por el embarazo y que, cuando diera a luz, todo se apagaría de inmediato.

Cerró sus ojos mientras acariciaba su barriga. Intentaba idear un plan para regresar al peso que tenía antes, pero estaba seguro que eso iba a ser totalmente difícil y complicado. Tenía más que claro que había comido como un cerdo durante el embarazo, así que no podía culpar a nadie más que a él y al bebé por tener siempre esos antojos.

Tomó su teléfono viendo el calendario donde tenía marcado el día del nacimiento. Sonrió porque estaba feliz. Pensó en que no era el único. Habían muchas mujeres que eran madres solteras y él, por ser un Omega hombre, no era la excepción.

Quiso hacerlo bien y quiso llenar de orgullo a muchas personas demostrando el hecho de que no importaba si se era mujer u hombre siendo una madre porque todos tenían la fuerza suficiente para ello. Se puso de pie con cuidado y se acercó a unas rosas que su mamá le había traído de la florería. Eran rojas y le encantaban. Sentía que otras no tenían el mismo aroma. Las rosas blancas o rosadas eran lindas, pero él amaba las rojas.

—¿Quieres un poco? Ya está listo el postre.

Giró asintiendo. Recibió lo que le daba en un pocillo pequeño y lo probó porque era un flan exquisito. Lo saboreó sintiendo el caramelo casero y cerró sus ojos sintiendo que estaba en el mismo paraíso.

Las cosas saladas no las pasaba mucho, pero las cosas dulces las amaba y deseaba comerlas a todo momento y hora.

Se fue a sentar a la mesa cuando vio su teléfono vibrar. Siempre recibía llamadas de los lugares que tenía a su cargo. Se quedó viendo el nombre de la gerente de la empresa y soltó un suspiro.

—Dime, Angela.

—Hola, jefe, ¿qué tal se encuentra del virus?

—Estoy bien, ya a nada de poder recuperarme. ¿Qué ocurre?

—Pasó algo con unas telas. No llegaron en buen estado y vamos a tener que pedir el dinero por la devolución.

Prince cerró sus ojos soltando un suspiro porque era lo que menos quería oír. Tragó saliva y pasó su mano libre por su cabello.

—¿Por qué no fueron revisadas? Se supone que debes encargarte de ellos, Angela. Lo has hecho miles de veces.

—Lo siento mucho, yo las revisé y estaba segura de que estaba todo bien, pero ahora fueron sacadas del inventario y notamos que estaban mal. Fue un descuido y…

—¡Por supuesto que fue un descuido! —exclamó —. ¡Las devoluciones de dinero son problemas que no nos debemos permitir!

—Lo siento mucho…

—¡Sabes muy bien que el límite es de seis días y ya van casi dos semanas! El dinero no se va a devolver.

Se movió un poco caminando por el lugar mientras seguía hablando y su madre intentaba calmarlo desde atrás porque, lo que menos debía tener, eran malos momentos o enojos.

—Prince, espera un poco, cariño y…

—¡No, mamá, no me voy a calmar porque esos son errores de principiantes!

—Jefe, lo lamentó, ahora mismo estoy intentando hacer todo lo necesario para que el dinero no se pierda por completo.

—Esa compra fue de diez millones de pesos, Angela, era una tela de alta calidad. Ya no sirve de nada si haces algo o no porque las empresas tienen sus políticas y el límite es de seis días. El dinero se perdió y no hay nada que hacer al respecto. Llevas tres años trabajando conmigo, casi desde el inicio en que todo inicio y nunca antes había cometido un error por más pequeño que sea.

Pudo escuchar como la chica soltaba un largo suspiro.

—Puedes descontarme mi sueldo si así lo quiere.

El tono de su voz fue triste en su totalidad que le provocó soltar un suspiro también. Nunca había pensado en eso, pero no entendía como no se había dado cuenta de ello cuando siempre era muy precavida en todo lo que hacía.

—Claro que no, Angela, lo siento mucho, no quise hablarte de aquella manera —murmuró —. Es solo que últimamente ando muy irritable y cualquier cosa me molesta o me hace enojar.

—El virus debe ser muy fuerte —comentó ella preocupada.

—Sí, el virus que ha ido creciendo todos estos meses —farfulló mirando su barriga —. Escucha, por favor revisa las demás cosas porque no nos podemos evitar perdidas como esas. Sabes que, si hay perdidas, tendremos que recortar el sueldo de las personas.

—Yo haré todo lo posible para al menos recuperar la mitad, jefe, lo prometo. Espero que se recupere pronto.

—Hablamos en otro momento, estoy cansado ahora.

La llamada fue finalizada y se sentó en el sillón soltando un largo suspiro. Le dolía la espalda, la cabeza, todo en realidad. Nunca antes había estado tan cansado a pesar de que llevaba trabajando desde los quince años de edad. Había comenzado a dibujar a los ocho, pero en aquellos tiempos era imposible que fundara su propia empresa u obtuviera una marca personal. Sin embargo, desde aquella edad ya sabía lo que deseaba lograr.

Nunca le gustaba la ropa que vendían en las tiendas, siempre veía que muchos no lograban obtener nada por su talla o gustos, así que, cada día que iba transcurriendo, se iba llenando de fuerza para poder irse esforzando.

Sus dibujos, sin importar de lo que fuera, siempre eran hermosos y había ganado algunos premios en concursos de dibujos. El ahorrar dinero era su pasatiempo favorito hasta que, a sus dieciocho años, tuvo una oportunidad que no dejó pasar.

Las celebridades siempre eran descubiertas en la calle o en YouTube, pero Prince había sido encontrado por publicar sus dibujos en una pagina de arte. Había subido muchos dibujos de ropas de diferentes modelos y, un hombre, que lo acompañó por dos años, lo había descubierto. Había sido un camino largo, pero aquel hombre había confiado en su talento, seguridad, inteligencia y determinación y, de aquella manera, lanzó su primera línea de ropa para el verano. Todos decían lo mismo sobre la ropa: hermosa, seductora y extravagante.

Entonces, obtuvo su marca personal: Unicx.

—Prince, vamos a descansar.

Él asintió para ponerse de pie mientras ella le ayudaba y, debido a la fuerza que había ejercido, fue que lo sintió.

Ambos se quedaron mirando su ropa mojada y les tomó unos minutos el procesarlo todo de manera correcta para poder actuar antes de que sea más tarde. Ninguno supo qué hacer ni sus cabezas reaccionaron ante la gravedad de la situación hasta que Prince sintió el dolor que lo hizo soltar un quejido.

—¡No te asustes! ¡No grites! ¡No te alteres! ¡Respira que yo llamo a Taylor!

El hijo se mantuvo respirando mientras la madre estaba acelerada, desesperada y paranoica casi corriendo para todos lados por haber olvidado donde había dejado su teléfono. Cuando lo encontró, lo tomó y marcó el número de Taylor.

—Sí, señora Sarah, dígame, ¿qué necesita?

—¡¡La bebé ya viene!! —gritó.

A Taylor se le soltó el teléfono y frenó de golpe para evitar alejarse más de lo que ya estaba. No supo qué hacer y nada más dobló en la siguiente esquina para regresar al departamento. Nunca había estado en una situación como esa y llegó corriendo viendo como ellos estaban bajando.

—¡Muévanse! —gritó y empujó a una anciana.

No lo pensó más y tomó a Prince en sus brazos. No habían muchas personas e iba saliendo con una mascarilla e incluso una peluca para evitar ser reconocido. No se veía nadie sospechoso en el lugar, pero los paparazzi siempre estaban al acecho para no perderse nada.

—¡Me duele, mamá, no sueltes mi mano!

—¡Prince, tienes que respirar! ¡Hazlo como yo! —gritó Taylor mientras comenzaba a manejar e inhala y exhalaba para mostrarle la manera correcta.

—Tranquilo, cariño, las contracciones…

—¡¡¡Ah!!! ¡¿Ya se van a acabar?! —gritó.

Intentó respirar como Taylor le mostraba, pero no ayudaba mucho porque lo miraba por el espejo retrovisor con una cara extraña y rara mientras seguía respirando. Cerró sus ojos con fuerza al sentir una punzada que estaba seguro que le estaba llegando hasta el alma.

—Las contracciones duran entre treinta y setenta segundos y tienen un intervalo de cinco a diez minutos.

—¡¿Qué significa eso, mamá?!

Ella no quiso decirlo porque lo veía sufriendo, pero nada más lo dijo:

—Se hacen más fuertes y más seguidas con el tiempo.

Al llegar a la clínica, entraron los tres. Taylor lo dejó en una camilla donde se lo llevaron y se quedaron viendo como desaparecía por el pasillo. No supieron cuántos minutos o segundos pasaron hasta que una señorita regreso para decir:

—Se permite la entrada del padre si lo desea.

Taylor quiso decir que no era el padre, pero también supo que Prince estaría asustado y que su mamá no podría entrar porque no le iban bien ese tipo de situaciones por desmayarse muy rápido y sufrir de la presión alta.

—Claro —habló entrando sin saber muy bien con que se iba a encontrar y con el único pensamiento de poder ayudar a su amigo igual que él lo había hecho con él.

Entró para escucharlo gritar y quiso devolverse corriendo, pero notó como cerraban la puerta demostrando que no iba a poder escapar. Tragó saliva y se encomendó a Dios un par de veces porque nunca antes había estado en un parto. Por el momento ni siquiera tenía una novia o un novio para pensar en algún hijo.

—Acérquese a su pareja y dele tranquilidad —le dijo una señorita.

—Sí, eso voy a hacer.

—¡¡Ah!!

Dio unos pasos para llegar a su lado.

—Prince…

—¡¡¡Me duele!!! —exclamó con fuerza y vio su rostro rojo, sudado y casi endemoniado.

—Vamos a respirar como lo habíamos practicado, ¿sí?

—¡Esa maldita respiración no sirven para nada!

Cerró sus ojos intentando ejercer fuerza. Escuchó lo que el doctor le decía e intento pujar de nuevo con más fuerza.

Sintió como su mano era tomada y Taylor pensó que iba a perder sus dedos. Intentó apartar su mano, pero se dio cuenta de que ya no lo iba a poder lograr y se quedó ahí.

—Tranquilo, lo estás haciendo bien, ya vamos a tener a Cassiopea con nosotros. De seguro será linda como tú y también mandona, enferma de la limpieza, controladora, malhumorada y…

—Oiga, esas cosas no le van a ayudar a su Omega —habló una enfermera detrás de él.

Taylor soltó una sonrisa nerviosa.

—Era una broma, él es un angelito que no dice ni siquiera groserías y…

—¡¡Maldito infeliz del carajo hijo de pu…!!

—Yo no le enseñé eso —aclaró de inmediato.

Y Prince no se lo decía a Taylor, sino que se lo decía a ese Alfa que la debía estar pasando demasiado bien mientras él estaba ahí sintiendo que se iba a morir de dolor en cualquiera momento.

Ejerció fuerza una última vez y fue cuando se escuchó en llanto de alguien.

Se quedó respirando con dificultad, con su corazón latiendo a mil por hora, sintiendo todo su cuerpo cansado y sudado y cerró sus ojos por unos segundos oyendo ese llanto. Taylor echó una mirada viendo lo que había nacido. Se quedó mirando porque nunca había visto algo como eso, pero pensó en que siempre lo iba a recordar.

—¿Le quiere cortar el cordón umbilical?

Asintió y juró que, después de todo lo que había hecho, si Prince no lo elegía para ser su padrino en el bautizo, su amistad se terminaba.

—Bien, tómelo y hágase cargo —habló la mujer entregándole el bebé envuelto en algo.

—Si me estoy haciendo cargo —murmuró tomándolo medio nervioso porque la mujer lo miraba como si fuera esos típicos padres irresponsables que abandonaban a sus hijos a la primera oportunidad que tenían.

—Tenga cuidado con la cabeza porque la formación de los huesos aún no está completa.

—¡¿Qué?! —gritó horrorizado —. ¡Prince, no terminaste de crear a tu hija! ¡¿Cómo me lo entregas a medio terminar?!

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Comments

Isabelle 🖤

Isabelle 🖤

JAJAJAJAJA AY NO, SON UN DUO CAOTICO JUNTOS /Facepalm/

2024-04-22

7

Rosse.

Rosse.

es que dice Prince que se le acabaron los ingredientes 🤣🤣🤣🤣🤣🤣

2024-04-24

6

Mercedes Cerna

Mercedes Cerna

Jajajajajajajjajajajajajajajahahajajjsjsjsjjajajajaj

2024-05-06

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