4.

Los días para Prince no eran difíciles. Había estado trabajando únicamente desde casa con la excusa de que tenía un virus muy contagioso e incluso mortal.

Su mejor amigo y su mamá se encargaban de llevar y traer todo lo que él pedía.

Y estaba cansado. Ya iban seis meses y le aterraba el pensar en que no faltaba nada para que el bebé naciera y no iba a tener a nadie a su lado. Se quedó mirando por la ventana como el sol se ocultaba. Los días eran, de cierta forma, sencillos, la noche era lo que le provocaba problemas. La cama era grande, demasiado grande para él solo y, aunque no quisiera, aún habían rastros de con quién la había compartido. Pero, lo que más le enojaba era el hecho de que lo extrañaba, de que se sentía solo y de que no tenía a nadie que lo abrazara y lo hiciera sentir seguro.

Los abrazos de su mamá o las palabras amables de su amigo no eran suficientes. Se movió para meterse en la cama y a veces sentía miedo, se asustaba, pensaba que estaba en peligro o algo y le aterraba moverse de la cama.

Aquellas sensaciones lo llenaban de enojo y le provocaban ganas de gritar, mas nada hacia. No quería sentirse así porque tenía claro que Maiston estaba viviendo una vida más que feliz. En muchas revistas o en la televisión estaban hablando sobre las nuevas inversiones con Francia que se habían establecido. No quería sentirse feliz por ello, pero, de todas formas, lo hacía y eso nada más le provocaba furia.

Se removió en la cama y estiró su mano para tomar una chaqueta. Maiston no había sacado todas sus cosas y, a pesar de que él le había tirado todo por la cabeza, se sentía aliviado de que algunas cosas se le hubieran quedado porque era lo único que le daba tranquilidad y un poco de paz en las largas noches.

Llevó sus manos a su barriga sintiéndola grande y sabía que tenía que pensar en un nombre, mas nada se le ocurría. No había sido bueno ni siquiera en ponerle nombre a sus perros o a su pez dorado de la niñez.

Cerró sus ojos y quiso pensar en algo lindo. Un nombre especial porque iba a ser una niña.

Pensó en las estrellas, en la luna, en el sol y quería que fuera algo simple, corto, y que nadie pudiera olvidar. Y recordó aquellas constelaciones de las que Maiston a veces le hablaba. Sabía que, a pesar de que era feliz en aquella empresa y realizando todos esos trabajos, en un momento había deseado estudiar astronomía. A él le gustaba cuando le hablaba de ello porque siempre le contaba historias lindas.

Y sus ojos se llenaron de lágrimas. Odiaba tener esos recuerdos. Odiaba tener esos recuerdos lindos porque lo destruían. Su corazón era pequeño y le dolía cada vez que pensaba en ese Alfa.

Llevó la prenda de ropa a su nariz sintiendo ese casi extinto aroma a café que pertenecía a sus feromonas. Le gustaba ese aroma, no era intenso, pero era perfecto para él. Y quiso tenerlo ahí, apretó la prenda contra su pecho y lloró en silencio. Porque en las noches se rompía, se derrumbaba y lloraba, sin embargo en el día se veía como alguien decidido y capaz de todo.

—Hola, hola, ya llegué —habló alguien que abría la puerta. Avanzó sonriendo y alegre igual que siempre.

Prince miró viendo a su mejor amigo: Taylor.

Vio como llegaba con unas bolsas donde había comida y sonrió para acercarse a él. Hablaron felices porque se querían y eran amigos hace mucho. Era un chico amable y gracioso, así que siempre solían reírse bastante. Nunca se enojaba o se molestaba con algo o alguien. Jamás lo había visto pelear o insultar a alguien y jamás lo había dejado solo.

Era simple, trabajador, amable, divertido y coqueto cuando alguien le gustaba. Era Beta, pero solía llamar mucho la atención porque era visiblemente atractivo, además de ser modelo. Su cabello pelinegro con rizos era algo que a las chicas y chicos les gustaba bastante y, debido a eso, es que había tenido muchas novias y también novios. Sus ojos eran cafés, pero en el sol se veían brillantes y lindos.

—Aquí hay panecillos dulces con manjar y mermeladas, justo como te gustan.

Prince sonrió tomando la bolsa y oliendo todo delicioso.

—No deberías comer mucho porque vas a seguir engordando. Ya eres como talla ochenta —bromeó Taylor sentándose.

En cualquier otro momento, el castaño le habría dicho algo, pero estaba demasiado feliz por probar lo que le había llevado. Se sentó en el sillón saboreando lo que masticaba y haciendo sonidos demostrando que era lo que tanto deseaba.

—¿Terminaste los modelos? —preguntó viendo como comía alegre.

—Sí, están ahí en la mesa.

Taylor se acercó para ver lo que había en las hojas. No sabía mucho sobre dibujos, lo suyo era el modelaje. Era uno de los principales modelos que estaban en cada muestra de las prendas de Prince, pero, lo que sí sabía, es que su amigo siempre creaba cosas geniales.

Las miró todas hasta que llegó a uno hoja que estaba al final. La tomó en sus manos viendo ropa igual que en todas las demás y con diferentes perspectivas. No era grande en lo absoluto porque era claramente ropa para bebés. No dijo nada por unos segundos porque nunca le había visto algo como eso. Estaba acostumbrado a ver lencería seductora y muy atrevida, a ver ropa especial, única y diferente. Lo que estaba viendo era algo tierno, dulce y hermoso.

Miró a su amigo viéndolo casi atorado con lo que estaba comiendo. Sabía que no la estaba pasando muy bien y algunas veces se quedaba con él en las noches solo para escucharlo llorar.

Y quería ayudarlo. Era lo que ambos siempre hacían porque, en vez de amigos, ambos se querían como hermanos. Habían pasado muchas cosas juntos e incluso, en algún tiempo, habían sido novios, pero ambos se habían dado cuenta de que eso era tan estúpido y que estaban imaginando cosas donde no eran que simplemente decidieron borrar eso de sus vidas porque eran amigos y ya.

Se acercó a él para verlo terminar de comer todo lo que le había comprado. Ya no se sorprendía en lo absoluto porque muchas veces recién le entregaba algo cuando ya se lo tragaba todo.

—¿Qué es esto?

Prince miró en su dirección para ver lo que sostenía.

—Eh…, es ropa de bebé —respondió lo obvio.

—Sé que es ropa de bebé, pero, ¿qué piensas hacer? ¿Quieres sacar una nueva generación de ropa o algo así?

—No lo sé —murmuró el Omega —. Solo estaba pensando en que le tendré que comprar ropa al bebé. Yo siempre uso mis creaciones, mamá también y tú igual, pero luego me di cuenta de que no hay una línea de ropa para bebés en mis tiendas.

—¿Quieres venderla?

Asintió.

—Sí, quiero que use ropa linda.

—¿No piensas que será extraño? Cualquiera que lo sepa pensará de inmediato en el por qué y tú no quieres que Maiston lo sepa —le recordó.

Prince proceso sus palabras porque su amigo tenía razón.

Lo miró unos segundos y sus ojos cafés era grandes, pero siempre eran amables. Le daban la confianza para decir lo que fuera porque sabía que tenía toda su confianza y sobre todo su cariño.

Tragó lo que tenía en la boca y bajó la mirada unos segundos.

—Bueno, no había pensando en eso en realidad.

—No digo que este mal, Prince, pero todos comenzarán a hablar cuando vean que ahora tienes ropa de bebés de la nada cuando tus modelos siempre son extravagantes, atrevidos y exóticos.

Soltó un suspiro sintiendo que el hambre se le esfumaba. Habían muchas cosas que iban a ocurrir. Ya no iba a poder seguir oculto por siempre porque todos hablaban sin parar. Tampoco podía inventar que estaba con otros virus porque todos darían por hecho que estaba a nada de morirse. No encontraba una forma de poder callar a toda la prensa o que todos los paparazzi se fueran del departamento donde se estaba quedando. Ni siquiera había ido a visitar la casa que estaba a su nombre y no había tenido tiempo de encargarse del hotel.

Quería hacer todo bien para que Maiston viera que era capaz de todo igual que siempre y que su compañía era irrelevante, pero no le estaba funcionando bien porque, mientras él estaba embarazado y oculto, veía en las noticias o en cualquier lado que Maiston estaba pasando la gran vida en otros lugares junto a ese nuevo Omega.

Y solo eso bastaba para ponerse triste.

Taylor no supo qué hacer cuando lo vio llorar. No supo si él había dicho algo estupidez otra vez o qué cosa.

—Prince, no llores, ¿qué pasa ahora? Prometo no decir nada más sobre que estás gordo o que pareces un cerdo o una ballena.

Al oír eso, más ganas de llorar le dieron.

—Oye, no llores, ¿sí? No pienses en cosas tristes, mejor sigue comiendo los panecillos que tanto te gustan. Si quieres algo más, yo lo iré a comprar o le diré a la señora Sarah que venga. ¿La llamo?

Pasó un pañuelo por sus mejillas con lentitud y lo escuchó soltar un sollozo. Al asentir, se puso de pie para marcar el número de su mamá en su teléfono. Ella no tardo mucho en llegar. Siempre estaba pendiente de su hijo y, si alguna emergencia surgía, dejaba todo para irse de inmediato a verlo.

—Ya llegue, cariño, ¿qué pasa?

Le dio un abrazo y acomodando su cabello detrás de su oído. Lo miró atenta para saber cuál era el motivo por el cual estaba llorando.

—Taylor dijo que parezco un cerdo.

—Yo no dije eso —se excusó alejándose un poco cuando le llegó un golpe con un bolso.

—Te he dicho que no le digas esas cosas, Taylor.

—¡Lo siento! ¿Qué tiene en su bolso? ¿Piedras? —preguntó mientras se acariciaba el hombro donde el bolso había impactado con fiereza.

—No quieres saberlo muchachito. Ven, mi príncipe, vamos para que descanses un poco. Ya son casi las cuatro de la tarde y has estado trabajando mucho. Recuerda que el doctor dijo que debías hacer reposo por el dolor de espalda. ¿Tienes todo listo? Puedo ir a dejarlo para que no te preocupes por nada. ¡Taylor! Lleva esto si ya te vas.

—Oiga, dijo que usted lo llevaría. Para que se ofrece si luego manda a otro, señora Sarah.

Soltó un quejido cuando le llegó otro golpe con el bolso y tomó las cosas en silencio para ir a dejarlas.

—¿Ropa para bebé? ¡Eso se oye fantástico! —dijo sonriendo.

—Taylor dijo que debería pensarlo mejor porque luego comenzarán las preguntas.

La madre quiso decirle que, al igual que muchas veces, su amigo estaba hablando cosas tontas y sin sentido, pero no era así, pues tenías toda la razón.

—Bueno, no miente. Sabes como son las personas y no tardaran en averiguar el por qué de todo. Siempre andan intentando saber que es lo que te ocurre y casi nadie se cree lo del virus temporal, incluso están hablando de que es un virus que ha mutado y más.

Prince sonrió al escuchar esa tontería y no pudo evitar recordar los zombis.

—Pero, quiero hacerlo. Quiero que mi bebé tenga mucha ropa hermosa especialmente para ella.

La madre sonrió porque le alegraba saber que, a pesar de que al inicio había querido deshacerse del bebé, ahora lo estaba esperando feliz, pero también un poco temeroso a tener que enfrentarse a esa situación. Ella ya tenía todo listo. Para el nacimiento se iba a quedar con su hijo por los primeros doce meses para ayudarle en todo.

—¿Ya pensaste en un nombre?

Lo vio asentir con una sonrisa.

—Quiero que se llame Cassiopea. Luego se lo diré a Taylor.

—Es un nombre hermoso y de seguro que será la bebé más linda de todas y yo seré la abuela más feliz del mundo. Solo quedan unos meses y serás oficialmente una madre y yo una abuela. No te preocupes, mami está aquí y eres tan fuerte como yo.

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Comments

Rosse.

Rosse.

bueno como quiera es tu hija así que, quien soy yo para juzgar🤷‍♀️

2024-04-24

4

Rosse.

Rosse.

la gente siempre de metida en lo que no les importa 🙄🤨😒

2024-04-24

0

Rosse.

Rosse.

Taylor, contigo no puedo estar triste en paz😂😂😂

2024-04-24

2

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