Capítulo 20

Maldijo mil veces al Conde. Cientos de personas habían muerto por su culpa. Incluyendo a su madre. No podía perdonarlo.

Fue a la ventana, y se dió cuenta que el carruaje estaba siendo cargado con baúles por los sirvientes.

Fijó más su vista y alcanzó a ver al Conde dándole unas instrucciones al mayordomo y a la ama de llaves. Después salió Regina, detrás de ella iba su esposo y al final Bruno.

Era la primera vez que ella lo veía en semanas. El pobre tenía rostro de sufrimiento. Se veía bastante deprimido, pero al menos estaba caminando y se veía de mucho mejor aspecto que la última vez que lo vió.

Bruno volteó hacia el palacio y alcanzó a ver a Alicent en la ventana. Sonrió al verla. Ella lo saludó de lejos, sin decir palabra. No quería llamar la atención del Conde.

Cuando se aseguró que nadie lo veía, Bruno le señaló su oficina en el palacio e hizo mímica dándole a entender que ahí había un libro.

Alicent asintió en respuesta que lo había entendido. Después con una amarga sonrisa, Bruno se despidió de ella y subió al carruaje. Seguramente iban camino a la gala anual del reino de Angelis. Ya llevaba más de un mes encerrada en la habitación.

Esperó a que se fueran y por primera vez vió por la ventana para ver había una manera de entrar a la habitación de al lado. Antes no lo había intentado por el pánico que le tenía al Conde, pero ahora ya no estaba. Afuera de la ventana había una pequeña cornisa de unos 15 cm de ancho. Eso le dió mucho miedo. Mejor encontraba otra manera de salir.

La puerta se abrió y entró la mucama con la comida del día. Alicent no le dijo nada y dejó que pusieran su comida en la mesita.

Evaluó si podría evadirla y salir por la puerta, pero estaba custodiada por dos soldados que acompañaban a la mucama.

Ésta salió y volvió a cerrar la puerta con llave. No había otra opción más que intentar salir por la ventana. Esperó que se hiciera de noche y oscureciera, así habría menos gente merodeando en los jardines del palacio.

Abrió su ventana y respiró profundo, se subió a la ventana agarrándose fuertemente de ésta y puso los lunes en la pequeña cornisa. Esperaba que soportara bien su peso.

Comenzó a caminar por la cornisa con cuidado hasta la habitación de al lado. Sólo esperaba que la ventana estuviera abierta.

Llegó hasta la ventana y no abría. Le dió un puñetazo y rompió una parte del vidrio para romperlo y poder abrir la puerta, pero se cortó con los vidrios.

Cómo pudo abrió la ventana y entró a la habitación. Trató de curarse a sí misma con magia, pero era poco efectivo aplicarse la a sí misma.

A tientas, salió de la habitación, esperaba no tener guardias custodiando su puerta y que la vieran saliendo de la habitación de al lado. Por suerte no había nadie.

Se escabulló por los pasillos hasta llegar a la oficina de Bruno y rebuscó por todos lados. Ahí estaba el libro de magia. Lo tomó rápidamente y emprendió su caminos e regreso a su habitación.

Iban pasando unos guardias,asi que tuvo que esconderse por un buen rato. Ellos se habían puesto cómodamente a charlar. Alicent empezaba a desesperarse y la herida de su mano le dolía cada vez más. Aún sangraba y no quería llenar todo el palacio con su sangre. así que rompió una parte de su vestido y envolvió su mano.

Después que los guardias se fueron ella salió rápido a las escaleras. Subió a el cuarto de a lado del suyo e Intentó volver a su habitación. Pero la herida y el libro lo hacían imposible.

Buscó en los cajones y encontró una camisa vieja. La tomó y ató el libro a su cintura y salió a la ventana. Cuando llegó a su habitación, de inmediato fue al baño para limpiar su herida. ahí tenía un balde de agua fría que usaba para bañarse por las mañanas. Limpió su herida.

Después buscó el ungüento que le había puesto a Bruno en sus heridas hace ya un mes y se hizo la curación de sus manos.

Cuando hubo terminado, agarró el libro de magia. Era justo lo que necesitaba para seguir practicando. Rápidamente lo abrió y comenzó a leer.

Bruno había encontrado el libro exacto que explicaba lo de los sacrificios para lograr más poder. Se sacrificaban niños pequeños, bebés o mujeres inocentes y puras. Ahora entendía la obsesión del Conde por ese tipo de mujeres.

Explicaba el ritual para absorber la energía de ellas y hacerse más poderoso. Por eso parecía Julieta cada vez con menos vida, más enferma y sin energía y sus heridas dejaban de sanar. El Conde la estaba absorbiendo. Y así como Julieta hubo muchas mujeres anteriores, que sirvieron para alimentar el poder mágico de ese hombre tan despreciable.

Ella no iba a hacer eso. Ya había descartado los sacrificios para ganar más poder y desbloquear a Bruno. Ahora sólo le quedaba practicar y hacerse cada vez más fuerte.

Siguió leyendo el libro hasta ya pasada la noche. Cuando ya no pudo más se fue a dormir.

A la mañana siguiente Alicent se levantó apurada. No había pensado acerca del cristal roto en la habitación de al lado. Si alguien llegaba a verlo, sabrían que ella se había escapado de su habitación.

Buscó en toda la habitación y encontró una piedra en una de las macetas . Muy rápido pasó por la cornisa y entró al cuarto de al lado. Tomó los vidrios ensangrentados y limpió lo mejor que pudo su sangre y dejó la piedra ahí tirada. Simulando que alguien de afuera lo hizo.

Después volvió a su habitación y en cuanto entro. Oyó la puerta, la mucama había ido para traerle su desayuno y más agua para lavarse.

- Se que no puedes hablar conmigo. Pero anoche escuché un ruido raro, como que algo se rompía. Podrías investigarlo? - dijo Alicent inocente.

La mucama sólo asintió. Ella estaba vigilada de cerca por los guardias de afuera. Cuando salió pudo relajarse. Tomó su desayuno y ahora sí, era momento de hacer algo de magia.

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