Capítulo 11

Horas después Bruno despertó, se sentía débil y mareado. Lo primero que vió fue el rostro de su hermosa esposa que estaba durmiendo sentada en una silla y apoyada en la cama en la que se encontraba.

No recordaba que era lo que había pasado. Pero al intentar moverse sintió un dolor muy intenso en el costado derecho por debajo de las costillas.

De pronto todo volvió a cobrar sentido. Bruno había podido aplacar la rebelión del pueblo exitosamente y ya estaba de vuelta, cuando cinco asesinos encapuchados y bien entrenados, atacaron su caravana.

A pesar de que Bruno usaba magia, los cinco asesinos eran muy competentes y mataron a sus guardias uno a uno. Al final quedó solo, aún encima de su caballo, y uno de ellos logró herirlo con una espada en su costado derecho.

Sintió como su cuerpo se debilitaba y perdía sangre, al retirar la espada. Por su mente sólo veía imágenes de Alicent, sonriendo. No podía morir ahí, a manos de los asesinos. No volvería a verla. Ella le dió una razón para seguir viviendo.

Con las fuerzas que le quedaban, conjuró los aros de fuego que había estado practicando días atrás y acabó con aquellos desalmados asesinos. Después, por el esfuerzo hecho, se desmayó. Su caballo, al saber de la suerte de su jinete, lo llevó hasta la puerta de su palacio para que pudiera ser atendido. Ese caballo le había salvado la vida.

Ahora, horas después, se encontraba totalmente perdido en el rostro de su bella esposa. Ella le había dado una razón por qué seguir vivo. Acarició la mano de Alicent y ésta despertó de pronto.

-Bruno, estás bien? - preguntó la chica.

- Estoy mucho mejor. Que fué lo que pasó ? - preguntó Bruno. Se notaba que tenía mucho mejor semblante y la fiebre había desaparecido.

- Volviste sólo en tu caballo y herido. El doctor vino a cerrar tu herida y me dió unos remedios para curar la infección. - contestó Alicent.

- Ya veo. Me da gusto no haber muerto y poder verte de nuevo. - dijo Bruno de pronto. Alicent no se esperaba aquella confesión.

- A mí también me da gusto que volvieras vivo. Me dió mucho miedo cuando te ví desangrándote. - confesó Alicent.

- Si yo muriera, no sé que te podría hacer mi padre. Es lógico que te sintieras así.- dijo Bruno, pensando a que a eso se refería Alicent cuando dijo tener miedo por su vida.

- Por cierto, hay algo que no te he dicho. - comenzó a decir la chica tímida.

- Qué pasó? Tuviste algún problema mientras no estaba? Te trataron mal las personas de la servidumbre? - Bruno se oía preocupado.

- Calma. Todo está bien. Sólo quería decirte que, bueno, mejor no te lo digo, creo que es mejor si te lo muestro. - Alicent chasqueó los dedos y dijo: "Ignis Aeternus" una pequeña llama se asomaba encima del pulgar de la pelirroja.

- Increíble, Alicent, tienes magia. Dios mío, tienes magia!!! - Bruno no podía ocultar su asombro.

- Sí, anoche intenté curar tus heridas con magia sanadora, logré quitar algunos moretones y pude hacer que la hemorragia de tu herida disminuyera, pero no pude cerrarla totalmente aún. Fue muy bueno que llegara a tiempo el doctor. - dijo Alicent.

- Alicent, hiciste que? No puedo creerlo, llevas menos de dos semanas estudiando magia. La magia sanadora es bastante avanzada para tu nivel. Ahora entiendo por qué me estoy recuperando tan rapido.- contestó Bruno.

- Yo no lo sabía, supongo que pude hacerlo porque nadie me había dicho que no podía. - dijo Alicent tratando de quitarle importancia.

- No, eres especial, tal vez tengas más magia que yo y si ese es el caso, no podemos dejar que mi padre se entere que tú tienes estas habilidades o querrá usarte para sus guerras.- dijo Bruno.

- No diré no una sola palabra. Pero si quiero comunicarte que anoche mientras intentaba curar tu herida, me encontré un bloqueo. Hay algo que impide que la energía fluya libremente. Por aquí. - dijo Alicent señalando cerca del plexo solar de Bruno.

- Cómo sabes eso? - preguntó el chico.

- Pues intenté curarte, pero cerca de esta área no pude, además no sé si a tí te pasa lo mismo, pero cuando cierro los ojos puedo sentir el flujo de energía y ahí pude notar una barrera que impedía que la magia penetrara. - explicó Alicent.

- Ya veo, no sé a qué se debe. Pero lo investigaré. Ahora vamos a descansar. Estoy muy cansado. Ven, quédate a mi lado. - dijo Bruno.

- No quiero lastimarte, es cama es muy pequeña para los dos. - alegó Alicent.

- Ali, tú no me lastimarás. Necesito estar cerca de tí. Tú fuiste la que prácticamente me trajo de la muerte. Te debo mi vida. - empezó a decir el pelinegro.

- Está bien. Pero si te incomodo, por favor dímelo. Solo con esa condición. - dijo Ali.

- Claro. - Bruno se movió un poco para darle más espacio a Alicent y la abrazó. Así, ambos se quedaron dormidos.

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Comments

Rufina Pacheco Sánchez

Rufina Pacheco Sánchez

me encanta tu narración autora . felicidades .

2023-07-16

1

Betty Saavedra Alvarado

Betty Saavedra Alvarado

me gusta tu estilo de escribir

2023-03-12

3

Elizabeth Delvicier

Elizabeth Delvicier

que lindo que en ellos comiencen a sentir sentimientos

2023-03-11

1

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