Al día siguiente, Bruno y Alicent se levantaron muy temprano para salir de viaje. Alicent pensaba que viajar con su nuevo suegro sería una tortura.
Según le había dicho Bruno era un viaje de dos días. Pero a su padre no le gustaba perder tiempo y prefería hacer los viajes intensos para llegar antes.
- Tengo una pregunta, si tu papá es tan poderoso, por qué se conforma con un título de Conde y no se autoproclama emperador de todos los reinos? - preguntó Alicent.
- Porque no lo necesita, él ha conquistado más de 10 países y todos le responden a él. Es un emperador que controla todo, bajo la fachada que es un Conde. El pueblo no lo sabe. Piensan que sus gobernantes son sus reyes, pero sus reyes responden a mi padre. Acaso tú sabías que tu reina no es la máxima gobernante de Arendel? - preguntó Bruno.
- La verdad es que no. No lo sabía y tienes razón, nadie que yo conozco lo sabe. - dijo Alicent.
- Todo es parte de la misma estrategia de mi padre. Debemos apurarnos. Lleva ropa cómoda, olvida las fajas, el viaje es largo y son muy incómodas. Además tú no la necesitas.- dijo Bruno sonriendo al ver el cuerpo de su esposa.
Alicent de ruborizó ante el comentario y la mirada lujuriosa de Bruno. Sin embargo, no se sentía tan incómoda con él como el día anterior. Bruno la había respetado la noche anterior y no le había hecho nada.
Los dos bajaron a comer algo rápido antes de salir de viaje. Los sirvientes cargaban el equipaje en el carruaje.
La reina y la princesa estaban en la entrada para despedirse de ellos. Alicent estaba muy decepcionada de la reina. Había confiado en ella y a la primera le clavó el puñal por la espalda. Así que siguió su camino sin despedirse.
- Alicent, puedo hablar contigo por favor ? - dijo la reina.
- Ya no puede hablarle a mi esposa de forma tan familiar, recuerde que ahora ya es su superior. - le recordó Bruno.
- Por supuesto. Puedo hablar con usted? - repitió la reina.
Alicent no quería hacerlo, pero asintió con la cabeza. Ambas fueron a platicar a un lugar apartado.
- Lamento mucho lo que sucedió el día de ayer. No pude detenerlos y específicamente te pidieron a tí. No había nada que yo pudiera hacer.- dijo la reina.
- Eso ya no importa, el daño ya está hecho. Por favor dele esto a mi padre y dígale que me case por amor para que él no se preocupe. - Alicent le dió una carta que había escrito la noche anterior a la reina.
- Por supuesto. Por siempre estaremos en deuda con usted. Sé que la vida que le tocará vivir de ahora en adelante no será fácil. Si necesita algo, yo personalmente responderé, sea lo que sea. - dijo la reina aún hablándole con respeto a Alicent.
- Gracias, supongo. No tiene que hablarme así si no está el Conde o Bruno.- dijo Alicent. Ya no creía en las palabras de la reina. Había perdido completamente la confianza en ella.
- Lamento mucho también que tuvimos muy poco tiempo juntas. Me hubiera gustado que te quedaras más tiempo. No tuve tiempo de explicar bien lo que has hecho por nosotros. Pero quiero que te lleves este libro. Ahí encontrarás todas las respuestas a todo lo que sucedió hace 18 años. - dijo la reina entregándole a Alicent un libro viejo de cuero.
Alicent lo tomo entre sus manos, sin darle mucha importancia. De cualquier manera su vida estaba arruinada, ya le daba igual el saber el porqué.
Alicent asintió y regresó al carruaje donde estaba Bruno esperándola.
Unos minutos más tarde bajó el Conde del brazo de tres prostitutas que había llevado al palacio para divertirse.
- Volveré pronto con ustedes bellezas. Me encantó conocerlas tan... íntimamente. Ahora la reina les dará el pago por sus servicios. Y que les den una buena comida, deben estar muy agotadas. Hasta pronto. - dijo el Conde.
Con una sonrisa en los labios subió al carruaje.
-Hasta pronto mi reina. Le encargó a mis chicas. - dijo el Conde y le mandó un beso a la mujer mayor.
Ella se sentía insultado ante la desfachatez del Conde. Pero no servía de nada que hiciera una escenita. Al fin el Conde se iría y ella se quedaría en su reino con su nieta.
La carreta comenzó a avanzar. Alicent y Bruno estaban sentados de un lado y el Conde del otro lado.
- Dios, que noche. No pude dormir nada. Esas tres mujeres eran puro fuego. Creo que será mejor que me duerma por un rato. Si quieren coger pueden hacerlo, no los estaré observando. - dijo el Conde tratando de poner incómoda a su nueva nuera.
- No creo que sea necesario. Anoche descargué toda mi energía con mi juguete nuevo y yo también estoy muy cansado. Además nos pararemos más tarde en una posada no? Ahí podremos aprovechar de nuevo. - dijo Bruno y puso la mano en la pierna de Alicent.
Después de la nada la besó frente a su padre. La tomó de la cintura y su mano traviesa subió hacia uno de sus pechos. Era lo más lejos que alguien había llegado con ella. Alicent no reaccionaba a nada, pero estaba tiesa como una tabla. Debía soportar ese trato como si fuera una cualquiera por parte de Bruno.
- Aún tienes que domarla más. Parece más muerta que un cadáver. Bueno pues voy a dormir. Avísenme cuando lleguemos a la posada. - dijo el Conde y se volteó para acomodarse a dormir.
Cuando el Conde se volteó, Bruno de inmediato quitó la mano de dónde estaba y Alicent le dió una mirada de muerte.
Bruno sólo articuló la palabra " perdón" sin que se oyera ningún sonido y ya no volvieron a hablar.
Varias horas habían pasado y el Conde seguía roncando. Alicent y Bruno no se habían dirigido la palabra en varias horas. De pronto el carruaje de detuvo y les indicaron salir a comer algo para que estiraran las piernas.
Ambos bajaron y los guardias estaban poniendo una mesa y sillas para que pudieran comer. Les sirvieron pan, algo de queso, fruta y vino.
Ambos comenzaron a comer.
- No vas a despertar a tu padre para que coma? - preguntó la chica.
- Odia que lo despierten. Además no tardará mucho en hacerlo. Lleva horas dormido. Me gustaría llevarte a caminar, por aquí hay una hermosa cascada, te puedes refrescar ahí, hemos sudado mucho durante el viaje. - dijo Bruno.
- Está bien, vamos a caminar. - dijo Alicent al ver que su suegro ya había despertado e iba hacia ellos.
- No hay nada como una buena siesta. Tú sírveme vino.- le dijo a uno de los mozos.
El sirviente de inmediato fue a darle vino al Conde.
- Ahora regresamos padre. Iremos a caminar y a refrescarnos a la cascada. - dijo Bruno.
- Bruno, ponte a hacer la tarea, sabes que necesito un nieto lo más pronto posible. - dijo el Conde con tono amenazante.
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Comments
Betty Saavedra Alvarado
alicent cuídate de tu suegro Bruno cuidala
2023-03-12
2
Elizabeth Delvicier
Algo me dice que ese viejo morvoso en el algún momento querrá tomar a la nuera
2023-03-11
1