Capítulo 10

La semana ya casi había pasado y Bruno tenía que irse a echar por tierra los planes de sublevación de el pueblo cercano.

- Estás seguro que no quieres que te acompañe? - preguntó Alicent.

- Creo que lo mejor es que tú te quedes aquí. Estaría menos preocupado por tí y puedo terminar más rápido mi tarea así y volver. - contestó Bruno.

- De acuerdo. Puedo seguir leyendo los libros de magia mientras no estás? - preguntó la chica.

- Claro, solo que nadie te vea. - pidió Bruno.

- Te aseguro que tendré muchísimo cuidado.

- Muy bien debo irme. - Bruno le dió un pequeño beso en los labios a su esposa y salió del palacio.

Alicent y Bruno en esos días se habían convertido en buenos amigos y empezaba a crecer un cariño entre los dos, aunque aún ese cariño no se convertía en amor. Alicent iba aceptando poco a poco su matrimonio y que eventualmente se convertiría en la mujer de Bruno.

Mientras Bruno estuvo fuera Alicent fue a la biblioteca secreta a continuar su estudio. Pero en esta ocasión no pensaba sólo leer la teoría, sino que quería comenzar a practicar, para ver si ella tenía aunque sea un poco de poder mágico.

Tomó el libro más básico y escogió un hechizo de lo más sencillo. Se trataba de chasquear los dedos y hacer aparecer una pequeña llamita en los dedos. Alicent esperaba que funcionara, aunque no sabía con certeza si iba a suceder.

Chasqueó sus dedos y dijo las palabras del encantamiento " Ignis Aeternus" y una pequeña llama apareció encima de su dedo pulgar, tenía un tenue brillo y desapareció a los pocos segundos.

Eso Alicent no lo esperaba. Entonces ella también tenía predisposición a la magia, ya que pudo hacerlo al primer intento.

Se sintió motivada y siguió practicando hasta lograr una llama más grande y estable. Después hizo el siguiente hechizo y el siguiente y el siguiente.

Toda la semana había visto practicar a Bruno y éste le había dado unos tips para practicar, por lo que ella puso en práctica todo aquello en esos pocos días. Varios días ya habían pasado y Bruno aún no regresaba. Ese día Alicent volvió a estudiar en la biblioteca.

De todos los libros que ella había alcanzado a leer. Se dió cuenta que la magia sanadora era la que más le gustaba a ella y empezó a practicarla, aunque no tenía forma de saber si estaba funcionando o no, ya que, ella estaba sola y no tenía ninguna herida.

Se le ocurrió tomar una pequeña daga y hacerse una herida de unos 5 cm en la pierna. Esperaba que funcionara el hechizo y no tener la incomodidad y por supuesto quería que no le quedará ninguna cicatriz.

Este hechizo era más difícil para ella que todos los anteriores hechizos básicos que había practicado. Y estaba significativamente más cansada ahora. No funcionó la primera vez.

Siguió practicando más y al final pudo cerrar la herida con el hechizo. Alicent estaba satisfecha, aunque ya muy cansada. Decidió salir a dar un paseo a los jardines del palacio.

El día era hermoso, pero pronto anochecería. Pidió la cena a una mucama y siguió caminando un rato más en lo que la preparaban.

Se empezó a preguntar sobre cómo estaría su padre. Ella lo extrañaba mucho. No tenía ni idea qué le habría dicho la Reina, cuando fue a buscarla al palacio. Quería escribirle una carta para que estuviera tranquilo. Pero no sabía que decir. No pudo ni siquiera despedirse de él.

Después de cenar, practicó magia un rato en su habitación y después se quedó dormida. Durante la madrugada llegaron con ella dos mucamas, informándole que trajeron al joven Bruno herido.

De inmediato Alicent se levantó de la cama y bajó las escaleras corriendo hacia donde estaba Bruno.

- Bruno, ya estoy aquí. Estarás bien ok? - dijo la chica. Bruno estaba con mucha fiebre.

Tenía un costado sangrando. Había perdido mucha sangre y se veía muy pálido. Las mucamas entraron con agua hervida para lavar la herida.

- Ya llamaron al doctor ? - preguntó Alicent.

- Si, señora. Ya no debe tardar en llegar. - contestó una de ellas.

- Ok, necesito que todos salgan de aquí. Quiero estar a solas con mi marido. - ordenó Alicent.

- Pero señora... - comenzó a decir la mucama.

- Salgan ahora. - se impuso Alicent. Los empleados salieron de la habitacion.

- Espero que lo poco que aprendí sea suficiente. - dijo Alicent, tratando de sanar la herida que tenía Bruno en el costado.

La chica estaba muy nerviosa y las manos le temblaban. Sólo podía pensar en salvar a su esposo. Usó todos los hechizos sanadores que ella recordaba. A simple vista se veía que varios moretones y heridas pequeñas se habían sanado, pero no sabía que tanto había hecho por la herida más grande. Sólo vió que dejó de sangrar tanto.

La respiración de Bruno se hizo un poco más tranquila. En eso llegó el doctor y de inmediato atendió a Bruno.

Le cauterizo la herida para que dejara de sangrar y le dió un preparado con hierbas para ayudar a contrarrestar la infección y la fiebre.

- Esto es todo lo que puedo hacer por él. Debe cuidarlo y darle este preparado de hierbas cada hora. - el doctor le dió un frasco a Alicent.

- Si doctor. Yo personalmente lo haré, sin falta. - dijo la chica.

- Es una suerte que la espada no perforara órganos internos, pero sí perdió mucha sangre. Debe comer bien para reponer toda la sangre que ha perdido, aunque él diga que no quiere comer. En verdad es un milagro. Si hubiera perdido más sangre ya habría muerto. - indicó el doctor.

- Muy bien. Yo me encargo de su alimentación. - contestó el ama de llaves.

- Las dejo, si me necesitan, manden llamar por mí. - el doctor se despidió y salió de la habitación.

Era casi de mañana, pero Alicent no quería dejar de estar a su lado. Cuando se quedaban a solas, ella volvía a repetir el hechizo sanador una y otra vez y le daba su medicina.

Cuando Bruno se veía con un mejor aspecto, Alicent ya estaba demasiado cansada y de pronto se quedó dormida, tomando la mano de su marido, quien aún seguía inconsciente.

***Este trabajo esta bajo contratado con NovelToon y la piratería, como la reimpresión sin permiso, están estrictamente prohibidas.***

***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***