Alicent y Bruno bajaron a cenar. Ya estaban esperando en el comedor la Reina, la Princesa Celeste y el Conde Neville.
- Al fin llegaron los enamorados. Dime hijo, que tal se comportó la ahijadita en la cama? - preguntó el Conde Neville con sarna.
- No tenía idea de nada, pero con el tiempo ya la iré amaestrando. Me gustan las mujeres complacientes. - dijo Bruno mientras le dió una nalgada a Alicent, mostrando intimidad.
Alicent solo lo vió con ojos de odio. Pero ya no dijo nada más. Tomó asiento a lado de la princesa Celeste. Ésta la veía con ojos de tristeza, lamentando lo que Alicent tenía que soportar.
- Buena idea, pero si fuera yo no le pondría las cosas fáciles desde el inicio. Las mujeres son como los caballos. Debes golpearlas duro para domarlas y que obedezcan. - dijo el Conde comenzando a comer una pierna de pollo como un animal.
- Lo tomaré en cuenta padre. Por cierto, cuando volveremos a casa? - preguntó Bruno.
- Mañana mismo, tengo unos asuntos pendientes con el rey de Alderán. Deben disculpar el poco tiempo de nuestra visita, solo quería recoger el fruto de nuestra conquista hace 18 años. Pero créame que sabrán pronto de nosotros. - le dijo el conde a la reina con una sonrisa.
- Nosotros hemos cumplido con nuestra parte. Espero que usted cumpla con la suya. - dijo la reina más valiente.
A Alicent se le caían las alas del corazón al escuchar que su vida era solo una transacción para la reina.
- El Conde Neville siempre cumple con su palabra. No se preocupe mi reina, la maldición será retirada.
- Creo que mejor nos vamos, tengo ganas de disfrutar del cuerpo de mi juguete nuevo. - dijo Bruno.
- Buena idea. Yo también me iré a dormir, fué un largo viaje. Por cierto, traje unas zorritas para divertirme esta noche. Espero que no las despierten los ruidos jajajaja. - el Conde se levantó de la mesa y se fue a su habitación después de acabarse su copa de vino.
La princesa Celeste volteó a ver con pena a Alicent, quien seguía sin decir una palabra.
- No sabía que iban a escogerte a ti. Lo siento mucho Ali. - dijo Celeste, no sabía qué más decir. Se sentía culpable por Alicent, pero feliz por no haber sido ella.
Alicent no podía decir nada, tenía un nudo en la garganta, así que sólo asintió con la cabeza.
Bruno se levantó y Alicent también lo hizo. La reina ni siquiera podía voltear a verla. Ambos caminaron hacia las habitaciones de los invitados, a la habitación de Bruno.
Cuando cerró la puerta de la habitación volvió a relajarse. Bruno dió un suspiro de nuevo.
- Creo que si pudimos engañarlo. Es un alivio. - comentó Bruno.
Alicent notó que la cama estaba de nuevo tendida. Alguien vino a cambiar las sábanas sucias de sangre por otras limpias.
- Si te preguntas por las sábanas seguramente las tiene mi padre. Estoy seguro que debió haberlas pedido para asegurarse que el trato que tenía con la reina se hubiera cumplido. - contestó Bruno.
- Será así siempre? Tendremos que cuidarnos de él todo el tiempo? - dijo Alicent con miedo.
- Tiene que ser así cuando está él. Me gustaría poder decirte que será más fácil, pero no lo será. También lamento mucho la forma como debo tratarte frente a él. Quiero que sepas que no te considero un juguete. - dijo Bruno.
- No entiendo cómo es que tú eres tan diferente a tu padre. - preguntó Alicent.
- Eso es gracias a mi madre. Ella era la mujer más bondadosa que ha existido. Tenía un alma limpia, casi toda mi infancia me crié con ella mientras mi padre estaba conquistando otros países y ganando poder. Cuando él volvió, le reclamó a mi madre que me había convertido en un pusilánime.
Desde entonces he tenido que estar con él y actuar como lo haría él. No tienes idea la cantidad de golpizas que he recibido por ser bondadoso o compasivo. - afirmó Bruno.
- No tenía idea de nada de eso. Debiste haber sufrido mucho. Y entonces ahora que haremos? - preguntó la chica.
- Vamos a volver a casa, con suerte mi padre se irá unas semanas, ya lo escuchaste, tiene asuntos pendientes con Alderán. Ya es hora de dormir, mañana partiremos temprano. En el baño te puedes cambiar de ropa, pedí que trajeran aquí todas tus cosas. - dijo Bruno.
- Gracias. - la chica vió el armario con toda su ropa y tomó la pijama más tapada que pudo encontrar, a pesar que hacía tanto calor. Después de todo lo que había pasado ese día, aún no confiaba completamente en Bruno.
Cuando salió del baño, Bruno estaba casi desnudo, solo lo cubría un poco de ropa interior. Alicent nunca había visto el cuerpo de un hombre como el de Bruno, bien formado y con los músculos bien trabajados. Se notaba que era un guerrero.
Vaciló un poco y después se acercó a la cama. No quería dormir en la misma cama que Bruno, pero él ya era su marido y sabía que en algún momento ella tendría que responderle como mujer.
Rápidamente Alicent se metió a la cama y se tapó con las sábanas hasta la cara. Bruno volteó a verla con una sonrisa en el rostro, que lo hacía ver muy guapo. Alicent era como una niña pequeña para él, totalmente inocente y tierna.
- No te vas a despedir de mi? - preguntó Bruno con un tono coqueto.
- Buenas noches. - dijo Alicent destapando sólo sus ojos.
- Que descanses Alicent. - Bruno sonrió de nuevo y se dió media vuelta para dormir de lado.
Ahí Alicent se dió cuenta de la enorme cantidad de cicatrices que tenía Bruno en su espalda.
- Dios mío, tu espalda!! - expreso Ali con asombro.
- Son los correctivos de mi padre. Crees que son muy horribles? Tal vez tú puedas encontrarme repugnante por tenerlos. - dijo Bruno preocupado acerca de lo que Alicent pudiera pensar de él.
- No eres repugnante, es sólo que me sorprendió verlas, es todo. Es mejor que ya descansemos. Hasta mañana Bruno. - agregó Alicent con una sonrisa
- Hasta mañana Alicent.
Ambos cerraron sus ojos y se quedaron profundamente dormidos.
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Comments
Betty Saavedra Alvarado
los dos han sufrido mucho desde miños
2023-03-12
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