El sol del mediodía bañaba las calles de la ciudad, grandes edificios se asomaban con mucha constancia a través del cristal. Personas enfundadas en trajes elegantes y con semblantes atareados en sus caras, caminaban con aparente necesidad.
La preocupación era un factor marcado en algunas facciones. En otras circunstancias se hubiese preguntado ¿por qué esas personas no sonreían? Pero cómo hacerlo en un momento dónde se había borrado su propia sonrisa.
Le parecía irreal encontrarse sentada en el asiento trasero de aquel vehículo. Media docena de folletos reposaban en su regazo.
"Gestación subrogada" decía el título de la mayoría de ellos.
Luego de su aparatosa negativa. Su prima había intentado calmarla, alegando que el "procedimiento" no era algo de lo que debería sentirse asustada.
—El bebé recibirá todo el amor necesario. Será un niño muy querido y deseado. No carecerá de nada—le había dicho en medio de una súplica la mujer de ojos verdes.
Un bebé amado.
Un bebé que lo tendría todo.
Un bebé para su prima.
Sonaba bien, incluso tentador. El problema era que no sería cualquier bebé, sería su bebé. ¿Cómo desprenderse de algo así? Por más que deseara que su prima fuese feliz, no veía posible el hecho de prestarse para tal fin.
Viajes, dinero, un futuro completamente asegurado eran parte de las ofertas que su prima proponía.
—Podrás estudiar lo que quieras. Nos encargaremos de conseguirte un cupo en la mejor universidad.
Estudiar. Sí, le llamaba la atención. Pero no en esos términos, no de esa manera.
Y nuevamente volvía a cuestionarse, ¿Cómo fue que acabó asistiendo a una cita en el ginecólogo? Se suponía que ya se había negado al asunto del vientre prestado.
—Será una evaluación de rutina—le dijo Erika esa mañana.
Rutina.
Aquellas dos horas no habían tenido nada de rutinario. Había sido demasiada información para un solo día.
El excesivo tono blanco de las paredes, y los constantes parloteos de la especialista la habían llevado a sentirse mareada. La conclusión de aquel chequeó había sido concreta y exacta:
—Es excelente. Una donante completamente saludable, joven y atractiva.
Erika había apretado su mano en ese momento y la miró con una sonrisa radiante. Se veía la emoción en sus orbes verdes, y ella cada vez se encontraba más asustada.
¡¿Donante?!
¿Acaso había escuchado bien?
Sus ojos se abrieron en gran medida ante la mención de aquella palabra. Después de salir del consultorio, poniendo un poco más de atención en los detalles se percató de que se hallaba, nada más ni nada menos, que en una clínica de reproducción humana.
El escalofrío que le recorrió la espina dorsal al imaginarse siendo un objeto de estudio, en alguna de las salas de aquel laboratorio, le estremeció completamente el alma. No, realmente no estaba lista para una cosa así. Ni siquiera entendía, por qué era que lo estaba siguiera considerando.
La idea poco a poco se había ido instalando en su mente como una pequeña mancha, que crece y crece cada vez más. Tenía miedo de que esa mácula logrará adherirse a su ser y terminará moviendo su cuerpo para cumplir dicha labor, como si fuese un asunto de pura inercia. No, de ninguna manera lo permitiría.
—Yo no puedo tener hijos—la voz de Erika una vez más golpeaba su consciencia. Se sentía triste por ella, el sentimiento de la falta de concepción seguramente era desolador.
—Tú le otorgarás al bebé la parte de mi genética que yo no puedo darle. Ni siquiera puedo ser una donante de óvulos—la voz de su prima se había quebrado en ese momento. Sintió el peso de sus palabras, de una manera que la instaba a cumplir sus demandas.
—El procedimiento para este caso es sencillo. La madre de alquiler donará su material genético, y el esposo de la pareja contratante, el suyo. El método será por inseminación artificial, consiste en introducir una muestra de semen en él...—en ese momento su mente había viajado a un lugar desconocido, buscando ponerse a salvo de la situación en la que se encontraba. La especialista siguió hablando y hablando, por un tiempo indeterminado que le pareció fueron horas.
—Isa, ya llegamos.
Despegó la cabeza del cristal percatándose de que efectivamente, estaba de regreso a la fortaleza dónde vivía su prima.
¿Por qué no se quedó en la casa de su abuelita?
¿Podría aún regresar?
Empezaba a sentir un fuerte impulso, que la incitaba a salir corriendo muy lejos de ahí.
¡Huye!
¡Huye!
¡Huye!
Los gritos empezaban a ser cada vez más fuertes en su cabeza. Debería correr, debería irse en ese mismo instante. Tal vez, escapar en la noche sin que su prima lo notase. Sí, debía hacerlo.
—¿Ocurre algo, Isa?—Erika le había preguntado.
Isa se había quedado estática, sosteniendo con fuerza la manilla de la puerta del vehículo. No la abría, solo parecía perdida en sus pensamientos.
Erika se preocupó al notar aquel semblante acongojado en la menor. Se acercó lo más que pudo, ya que ambas ocupaban el asiento trasero, y tomó la mano izquierda de su prima.
—No hay nada de lo que debas preocuparte, Isa—le dijo con voz pausada, intentando llamar su atención.
La castaña se giró, y la miró fijamente con sus ojos apagados. Parecía estar a punto de derrumbarse en llanto en cualquier momento.
—Yo entenderé si no te sientes capaz de hacerlo, no pienso obligarte. Únicamente quería que supieras de qué se trataba todo y lo sencillo que podía ser. Pero es tu decisión, Isa—concluyó con un tono conciliador.
No fue capaz de decir nada. Por alguna razón no se sentía capaz de hablar, ni tampoco tenía ganas de hacerlo. Solamente quería recostarse en la ancha cama y dormir, luego despertar y que todo lo últimamente vivido fuese un simple sueño. No quería formar parte de esto, ni siquiera quería enterarse.
El saber de la situación de su prima era un claro problema para ella. Era una persona que siempre procuraba la felicidad de su prójimo, y la felicidad de su prima era sin duda muy importante. Se sentía en la obligación de ayudarla, pero no sabía cómo. Era una lucha interna la cual no tenía fuerzas para batallar.
—Lo siento.
En tan solo unos segundos había saltado a los brazos de su prima.
—No puedo, no puedo ayudarte...—llorando se desahogó, mientras que Erika acariciaba sus cabellos dibujando un semblante resignado en su rostro.
Por más que deseara ser madre, no se sentía capaz de arrastrar a su pequeña prima en un proceso del cual ella no quería ser parte. Por un momento, había llegado a fantasear con la idea de que Isa aceptaría, pero, lamentablemente sus expectativas no pudieron ser cumplidas.
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Comments
Diana Blanco
que mujer tan triste tener un hijo para un hombre tan ufff ni nombre le tengo al hombre
2024-02-24
0
Milagros Suarez
La Situación de Erika es difícil, pero no puede construir su felicidad Acuestas del dolor de Isa que se ve una chica que no conoce las maldades del mundo, no estoy de acuerdo que le jodan la vida, porque si eso sucede va a sufrir y mucho
Gracias autora, excelente historia
saludos y bendiciones 🙏🙏🙏🙏
2023-02-23
7
Nadie.🥸
deseo con todo mi corazón que Erika sea feliz ♥️
2023-02-23
1