—Isa, sal, por favor. Quiero verte—le había pedido su prima.
—Un momento—respondió.
La joven se quedó unos segundos más, contemplando su reflejo en el espejo. Se consideraba a sí misma una muchacha normal. Su cabello era castaño, un poco ondulado. El mismo era tan espeso y rebelde, que muchas veces pasaba molestia intentando peinarlo. Al pasar de los años comprendió que sus indomables mechones, siempre ganarían la batalla. Así que optó por relajarse y dejar a su melena ser libre como ella misma lo era. Sus orbes eran grandes e inusuales. La forma de sus ojos era lo que hacía la magia, ya que el color lo consideraba bastante común. Eran de un tono color miel.
No era la más alta ni voluptuosa jovencita, pero sí contaba con unas caderas anchas y pronunciadas. Sus senos eran pequeños, pero le gustaban. Y aunque algunas veces le habían dicho que tenía una apariencia bastante tierna para su edad, ella se sentía conforme con cada rasgo del que contaba.
—¿Y? ¿Cómo luzco?—preguntó con una sonrisa al salir del probador.
Inmediatamente, se escucharon exclamaciones de aprobación por parte de todos los presentes.
—Te ves simplemente hermosa—había halagado Erika con sinceridad.
Sus palabras conmovieron a la joven, quien por esa tarde no se sintió tan común como creía.
Esa tarde Isa renovó su guardarropa. Sus viejas pijamas habían sido cambiadas por unas más bonitas y coloridas. Intentó negarse ante la generosidad de su prima, pero había sido completamente inútil. Erika estaba decidida en renovar su closet.
—Tengo demasiado dinero, y ya no sé en qué más gastarlo—había comentado la mujer ante su negativa.
—Prometo algún día pagarlo.
—Sí, sí. Cómo quieras—Erika había aceptado, para hacer sentir mejor a su terca prima.
[...]
Los días siguientes avanzaron velozmente y sin ningún tipo de novedad. Cada día la joven intentaba adaptarse más a su nueva vida.
Isa solía despertarse muy temprano para ayudar al jardinero con su labor de regar las plantas. Algunas veces su prima la había descubierto en sus labores, y la había regañado por ensuciar sus ropas.
—Isa, no estás aquí en calidad de empleada.
A Erika le costaba entender que eso no era un trabajo para ella. Era como un pasatiempo, algo que la hacía retroceder en el tiempo, y visualizarse una vez más recorriendo el apacible prado donde vivió por tantos años.
Ensuciando sus ropas con restos de grama, abono y mucho fertilizante, no pudo evitar sentirse plena. Podía percibir el aire tan puro en ese lugar, que refrescaba sus fosas nasales.
—¡No puede ser, señorita!—el jardinero la miraba angustiado—. Ha manchado de nuevo sus ropas.
Desde la posición donde se encontraba arrodillada, Isa elevó su mirada:
—Descuide—sonrió tiernamente—. Las lavaré, no se preocupe.
—Pero...—el hombre no había quedado satisfecho con su respuesta—. Recuerde que si su prima la ve en ese estado, la regañara nuevamente.
—En ese caso, hablaré con ella—contestó con calma.
Y de esa manera, había pasado una mañana de sábado. Aprendiendo un poco más del mundo de las plantas junto a un amable jardinero.
Terminada su tarea, Isa se dirigió al interior de la casa. Entró sigilosa por la puerta de la cocina, evitando ser descubierta por su prima.
—¡Shhh!—le hizo un ademán de silencio a la cocinera que la veía sorprendida.
Y ante la posible pregunta de la misma: "¿De qué le había pasado a su vestimenta?" Se encogió de hombros y así la mujer, desistió de cuestionarla.
Cruzó la amplia puerta con dirección a las escaleras que daban a las recámaras. Miró de un lado a otro, y comprobó que no había nadie. ¡Perfecto!
Subió cada escalón de puntilla como si una bestia la acechará y al llegar a la cima, no pudo evitar suspirar aliviada. Ahora sí, únicamente restaba una corta caminata.
Iba tan feliz, sintiéndose tranquila y despreocupada Que no pudo evitar sonreír para sus adentros, mientras se encontraba sumida en su mundo de fantasías. Sin embargo...
Como a toda doncella que bajaba la guardia, la bestia la había alcanzado. La aguardaba de pie, al frente y viéndola con la intensidad característica de un depredador innato.
Todos sus movimientos cesaron repentinamente. La parálisis que inundó su cuerpo fue tanta, que sintió que sus pulmones ya no trabajaban. Se había quedado sin aliento.
No supo en qué momento ese hombre había salido de aquella habitación. No lo escuchó, no lo sintió ni mucho menos lo esperaba. Ella evitaba con todas sus fuerzas el tener que verlo. Para su fortuna, el esposo de su prima vivía viajando o al menos eso le había comentado Erika.
De pie frente a frente, los segundos seguían pasando. Lentos y asfixiantes. No sabía cómo actuar, se suponía que solo debería seguir caminando y saludarlo. Pero, por alguna razón, no podía hacerlo.
Su instinto de supervivencia la instaba a salir corriendo. ¡Ilógico! ¿Por qué tendría que huir? Era solamente una persona, no un animal que saltaría sobre ella para comérsela.
Decidiendo ignorar el irracional actuar de su cuerpo, se obligó a dar un paso al frente y saludarlo.
—¡Buenos días, señor Heinrich!—saludó como pensó que correspondía hacerlo.
Sus labios poco a poco fueron desdibujando su fingida sonrisa, al percibir como el tiempo transcurría y el hombre ni respondía a su saludo, ni tampoco se movía.
Volvió a sentir los nervios a flor de piel. Se suponía que ya había hecho lo propio en una situación como ésta, ¿por qué la miraba así?
El hombre entrecerró los ojos y la miró aún más intensamente, si es que eso se podía. Luego llevó su mirada al frente, a un punto desconocido y retomó su camino.
Sus músculos estuvieron muy cerca de relajarse, cuando él finalmente había pasado de largo a su lado. Por un segundo sintió el alivio de estar nuevamente a salvo, hasta qué...
Aquel hombre de cabellera plateada y ojos grises, se había detenido a pocos pasos detrás de ella. Le dedicó una última mirada de soslayo, que la hizo temblar como un ciervo escandalizado.
Sintió el fuerte impulso de correr despavorida, cuando finalmente el hombre había desaparecido. Pero sus piernas inestables no se lo permitían.
Llegó a su habitación y cerró la puerta con cautela. Temiendo hacer ruido, como si aún algo la persiguiera. Se sentó frente al espejo, y miró con detenimiento su imagen en el mismo. Su rostro estaba sucio de tierra. Sus ropas manchadas y una expresión de terror adornaba su mirada.
¿Por qué la había visto de esa manera?
¿Acaso se debía a la suciedad de sus ropas?
Sí, seguramente esa era la razón. No podía haber otra...
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 78 Episodes
Comments
Luna
estamos en un suspenso de espanto y brinco /Casual//Casual/
2023-10-13
2