En la zona norte de la ciudad los disturbios no dejaban de escalar. Al principio un centenar de figuras encapuchadas salieron de la nada, y comenzaron a atacar a diestra y siniestra. Apuñalando transeúntes, quemando edificios, destrozando vidrieras. Todo comenzó tan rápido que los pocos guardias que vigilan la zona apenas tuvieron la oportunidad de reaccionar antes de que una figura desde su espalda les clavara un cuchillo en el cuello, terminando así con sus vidas.
Cuando la conmoción finalmente escaló lo suficiente, y la guardia y el ejército llegaron, hicieron lo posible para reducir a los encapuchados intentando no matarlos, de esa manera poder interrogar a los miembros del culto, sin embargo, lejos de huir de los soldados, los encapuchados tiraban contra ellos de frente, y cuando estaban a muy corta distancia, explotaban en una nube de sangre, huesos y vísceras.
El caos que se vivía entre los soldados era absoluto, debido a que durante la conmoción causada por los cuerpos explotando, alguien había apuñalado en el cuello a todos los capitanes, y sin un liderazgo, los soldados corrían por toda la plaza cual pollos descabezados.
Cuando a fuerza de pura superioridad numérica, los soldados estuvieron apunto de terminar con los encapuchados, de la nada, altas criaturas con facciones de reptil, aparecieron para seguir dando guerra a un ejército desorganizado, que desde hace mucho había perdido a cualquier figura de autoridad, y cada vez que alguien intentaba tomar el mando, un cuchillo le rebanaba el cuello.
Cuando una jauría de hombres lagartos estaban por emboscar contra un confundido grupo de soldados, afilados pilares de hielo perforaron a las bestias y las clavaron contra el suelo.
— ¿Qué estupideces están haciendo?
Gritó una chiquilla de apenas metro cincuenta de estatura, que tenía un vestido rosado y un bastón en las manos.
— ustedes, pongan a salvo a los civiles, los ahí, formen una barricada, los del fondo, identifiquen a los invocadores, no van a dejar llegar estás cosas hasta que acabemos con ellos.
Con esa palabras, golpeó ligeramente el suelo con su bastón, media docena de hombres lagarto que se acercaban por su espalda fueron convertidos en estatuas de hielo.
Reconociendo a su princesa, los soldados soltaron gritos de júbilo y obedecieron al instante.
Desde lo alto de un edificio, un hombre con orejas alargadas y dos grandes dagas en su regazo, miraba cómo en menos de un minuto, la situación había cambiado para favorecer a "los buenos".
— ohhh, hasta que su alteza hace acto de presencia, ya me estaba aburriendo de solo actuar para burdos campesinos.
Metiendo su mano en uno de los bolsillos de su chaqueta, tocó una pequeña pirámide de cristal.
— todavía no, ese es el tercer acto, y apenas vamos por el intermedio del primero.
Observando cómo la pequeña niña de cabello rosado apagaba incendios, y empalaba hombres lagarto en enormes pilares de hielo, tomó sus dagas, y se puso de pie.
— Bien, se terminó el descanso, es momento que la estrella vuelva al escenario.
Saltando desde lo alto del edificio, cayó al piso sin hacer el menor ruido con la ligereza de una pluma. A su alrededor había cerca de una veintena de soldados, pero estos parecían incapaces de verlo y seguían levantando escombros y rescatando civiles como si no hubiera un elfo con dos afiladas dagas caminado entre ellos.
Mirando al frente, vio una pequeña figura rosada de espaldas, pero había alrededor de unas 50 personas entre él y su objetivo.
Bueno, ya que estoy aquí…
Con esa palabras, moviéndose sin hacer el menor sonido, fue avanzando entre grupos de soldados, rebanando gargantas a un grupo de incautos que podían tardar hasta un minuto sin darse cuenta que habían muerto, y podían pasar hasta 5 antes de otra persona se de cuenta de uno de sus compañeros había muerto.
Avanzando, invisible e inaudible, llegó hasta la pequeña princesa que no había notado su presencia, haciendo un amagó con su daga, la clavó en el pequeño cuello blanco de la niña, sin embargo, su daga no llegó siquiera a tocar su piel, porque una extraña masa invisible detuvo el avance de su daga.
— ¿Crees que soy tan idiota?
Declaró la chiquilla y sabiendo por su tono que se avecinaba peligro, dio una voltereta hacía atrás, y justo en el lugar donde estaba parado, el suelo se congeló.
Dando una media vuelta, la chiquilla golpeó el piso con su bastón, y una docena de cuchillas de hielo volaron en todas direcciones.
Ohh, interesante.
Pensó el elfo mientras veía como la princesa miraba a todas direcciones y lanzaba hechizos en área para encontrarlo.
Dedujo que estaba aquí, y se había preparado para bloquear mi ataque, pero todavía no puede verme. Esto será mucho más divertido de lo que creí.
— ¡estás ahí!
Gritó la chiquilla, y un pilar de fuego cayó justo en el lugar donde estaba de pie.
Bien, puede verme si me quedó muy quieto.
Declaró el elfo entre risas mientras había evitado el hechizo por un par de centímetros.
Esto sería más difícil si no gritara lo que está apunto de hacer en cada momento, pero supongo que eso lo mantendrá divertido.
Apretando sus dagas, el elfo sonrió, y casi lamento que después de sus actuaciones, nunca quedará nadie vivo para hablar de sus espectáculos.
...****************...
Muy lejos de ahí, en una zona bastante pobre, prácticamente en la esquina más apartada de la ciudad. Una mujer bastante anciana barría las hojas de un patio mientras mantenía un ojo sobre una veintena de niños que corrían y jugaban por todos lados.
Dando gritos para que dejen de tirarse de los cabellos, para que no escalen un árbol, o para que dejen de molestar a un pequeño animalillo que encontraron. La mujer ladeó la cabeza y pensó…
Me faltan 6…
Mirando al interior de un viejo y destartalado edificio que como mínimo podría decir que estaba muy limpio. Vio a un pequeño niño de cabello rojizo mirar por la ventana a sus compañeros con gestó triste.
Bien, ahí está uno ¿Y los demás?
Mirando al cielo, y al sol al que dentro de una hora se ocultaría, pensó que este era el momento en el que muchos puestos de comida en el mercado empezaban a tirar sus sobras.
Con un largo suspiro, la anciana recordó la hogaza de pan duro, y la sopa de col aguada que les había dado de almuerzo.
Pobres criaturas.
Pensó mientras juntaba las hojas en un pequeño montículo.
Por más que les digo que no lo hagan no me van a hacer caso, tienen hambre y lo entiendo, solo espero que no se metan en problemas.
Mirando en dirección a dónde estaba el mercado, se puso a vigilar para ver si venía llegar a los niños, o a su "asistente" con los ingredientes para la cena. Negando con la cabeza no pudo culpar a los niños por mendigar sobras en los puestos de comida, ya que después de todo, los alimentos que normalmente recibían, también eran sobras de las tiendas "domaban" al orfanato.
Mientras esperaba ver a los niños acercarse por el horizonte, estos lo hicieron pero en la forma que lo hacían hizo que la pobre anciana diera un par de pasos atrás y casi cae de rodillas.
Caminando con extremo cuidado, Sazshen se había convertido en una torre para escalar viviente. Sentía a dos niños escalando por su capa y casi le daba un ataque al corazón cuando los sentía perder el agarre y deslizarse hasta caer al piso, reír, y volver a escalar. Había uno colgado de unos de sus cuernos, y sentado en su cabeza, un pequeño que le daba pataditas en la cara no dejaba de gritar "más rápido" y "aree". Otro par más colgaban de uno de sus brazos como si fueran una perchas, y la pequeña Bea que bien sujeta en otro brazo, no dejaba de lanzar regaños a todos los niños para que dejarán de molestar a su "señora".
A lo lejos, podía ver a al menos una veintena más de niños jugando y corriendo en el patio de un edificio de madera bastante viejo pero bien conservado. Creyendo que finalmente había llegado a su destino, cerró un momento los ojos, y cuando los abrió, había una jauría entera de niños a sus pies, y habían empezado a escalarla por donde podían debido a la invitación de sus compañeros.
Caminando con casi 30 niños que intentaban trepar por cualquier parte de su cuerpo, llegó ante una pequeña anciana con una escoba que creyó que debía ser la encargada del orfanato.
Para la pobre encargada, lo que veían sus ojos, era algo sacado de un sueño o quizás hasta una pesadilla. Una inmensa mujer de ojos rojos como la sangre y unos largos cuernos que sobresalen de su cabeza, caminaba con una expresión de total aburrimiento, casi como si no prestará atención a la treintena de niños que se colgaban de sus cuernos, o escalaban por sus largos cabellos.
Cuando estuvo frente a ella, la pobre anciana no supo qué pensar, en otras circunstancias ver a una mujer así llegar por el horizonte hubiera bastado para que a gritos llame a todos los niños para que se mantengan a salvo dentro del edificio mientras ella intentaba hacer que aquel demonio perdoné a las criaturas.
Sin embargo, reconociendo al diablillo que estaba sentado encima de su cabeza, se dio cuenta que era del grupo que siempre iba a mendigar comida a los puestos del mercado.
¿En qué problemas se han metido está vez?
Contemplando a la inmensa mujer, que siempre que un niño estaba por caerse, con una velocidad inhumana los atrapaba y los ponía a salvo, pero siempre sin alterar en lo más mínimo su expresión. Noto a una niña con un vestido elegante, y un moño en la cabeza que se estaba quemando la garganta en gritos y regaños.
Esa no es de los míos…
Pensó la mujer, mientras que con vio como la pequeña niña saltó de los brazos de la mujer e iba corriendo a su lado.
— abuela, por favor, dígales que paren, nadie me hace caso y están poniendo incómoda a mi señora.
Mirando a la niña, y a la inmensa mujer que seguía sin alterar su expresión, pese a los tirones de cabello, y las patadas en su rostro, con miedo de que esa extraña mujer pueda molestarse, con voz de gritó declaro.
— ¡¡niños, niños, dejen en paz a la señora!!
Prácticamente ninguno le hizo caso, y la pequeña niña del moño la tiraba de su vestido para que los obligué a controlarse, pero en ese momento, la inmensa mujer abrió levemente los labios.
— obedezcan…
Declaró la mujer con una voz que bajo ninguna circunstancia debía poder imponerse sobre los gritos de más de 30 niños, pero que al ser pronunciada, se hizo el silencio y los pequeños empezaron a bajar y ponerse a la lado de la encargada.
Mirando a los pequeños más obedientes de lo que los había visto nunca, la anciana miró a la extraña mujer de una manera extraña.
Mirando hacia el orfanato, la inmensa mujer levantó una mano, y señaló al viejo edificio.
— ¿orfanato?
Preguntó la extraña mujer, a lo que la anciana explicó.
— si, ese es el orfanato local. Soy Martha, la encargada del mismo.
Asintiendo, la mujer señaló a los pequeños y preguntó.
— ¿Cuántos?
— 31…
Contestó la mujer.
— Hay un par adentro y 4 todavía son muy pequeños como para salir a jugar afuera, por lo que en total son 37.
Volviendo a asentir, la mujer ahora la señaló a ella.
— ¿ustedes?
— ohh ¿Cuántos somos? Bueno, estoy yo y mi nieta, que está adentro con los niños más pequeños, también hay un muchacho que siempre viene ayudarnos, y que ahora debe estar haciendo "compras en el mercado", también en las mañanas o las tardes tenemos un par más de voluntarios, pero normalmente solo estamos nosotros 3.
Volviendo a asentir, sentándose en cuclillas, hizo un gesto para llamar a la pequeña niña del moño, y cuando estuvo cerca, le susurró al oído.
— ella pregunta si los niños han almorzado bien, o si es muy temprano para que cenen.
Apenas escuchar la promesa de comida, la multitud de niños empezaron a gritar y vitorear, respondiendo a la pregunta que había hecho la mujer. Volviendo a susurrar en el oído dé la a niña, está declaró.
— ella pregunta si nos puede llevar al comedor.
Al asentir, la mujer se puso de pie cargando a la niña en brazos, y al mirar a las dos, no pudo evitar preguntarse qué relación tenían, era imposible que sean madre e hija, la extraña mujer ni siquiera parecía humana.
Al haber comprendido que les iban a dar de comer, la multitud de niños empezaron a guiar a la mujer al humilde comedor, sin esperar la aprobación de la encargada.
Observando como la alta mujer era llevada al interior del destartalado edificio, la miró de arriba a abajo y se dijo.
Espero que pueda caber… los techos no son muy altos.
Siguiendo al grupo, por el rabillo del ojo, noto una pequeña columna de humo que salía del otro lado de la ciudad.
Hmm, ¿habrá un incendio? Espero que no haya heridos.
Declaró para sí la llamada abuela Martha, y siguió al grupo que en ese momento, estaban teniendo problemas para que los largos cuernos de la mujer pasen por la puerta.
— ¡que pase uno a la vez!
Gritó la anciana y forzando sus viejas articulaciones, trotó en dirección a la puerta para supervisar la operación, ya que aparentemente los cuernos de la mujer se habían atorado y los niños intentaban hacer que pase tirando.
— ¡no, no, no, primero que se agache y de un par de pasos hacia atrás!
Gritó la anciana, siendo totalmente ignorante de la gravedad de los disturbios que transcurrían al otro lado de la ciudad, y que pronto tendría más niños a su cuidado.
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Comments
Brocoly 1 nena
yo soy catolico y en ella se dan clases de catecismo a niños de 8 a 14 mi madre le enseña a una camada como de 30 y a mi me dan como 7
no me escuchan y siempre que dejo de ver alguno los demas comienzan a molestar casi quisiera ser 7 yo para controlarlos
mi madre solo dice una palabra casi como magia se estan quietos
2023-07-15
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Brocoly 1 nena
muy XD
2023-07-15
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lechuza 🦉
yo como hago eso mis sobrinos ni escuchan a mi mamá pero lo escuchan a mi hermano que los tiene cortitos
2023-04-16
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