Capitulo 13

Desde que ingresó a la ciudad, una cada vez más creciente multitud estaba al pendiente del extraño carruaje tirado por los caballos más grandes que nadie había visto.

Avanzando por la calle principal, llegó a iglesia de la Santa Trinidad y giro a la izquierda en dirección a la zona más acaudalada, donde finalmente se detuvo ante el palacio de ámbar, la tienda más grande y costosa de ropa de toda la ciudad.

Desde una distancia prudencial, los más curiosos que literalmente habían corrido detrás del carruaje para tener una vista de sus ocupantes, permanecieron a la expectativa mientras el carruaje se detenía y las puertas se abrían solas.

Lo primero que vieron salir del carruaje fueron unos largos cuernos rojo escarlata, seguidos de una larga cabellera dorada como hebras de oro. Cuando la figura finalmente salió a la calle, con asombro todos completaron a una imposiblemente alta mujer, que por algún motivo llevaba una larga y gruesa capa que prácticamente barría el suelo, y una largo faldón abierto a los lados que dejaba ver la silueta de sus piernas. Aun con todo eso, su torso estaba prácticamente desnudo, y solo cubría su prominente pecho con una extraña placa de metal.

Después de haber bajado, la extraña mujer metió sus manos en el carruaje e hizo baja a una adolescente de cabello rosa brillante que era bastante conocida en la ciudad, y después a una pequeña niña de cabello negro que vestía una especie de túnica blanca.

Cuando finalmente las niñas se encontraban a su lado, la mujer finalmente dedicó una mirada bastante desinteresada a la ciudad y sus alrededores.

— ¿Esta es Golimery?

Preguntó la mujer con un tono de voz que expresaba el más puro aburrimiento.

— Así es.

Le respondió la adolescente de cabello rosado.

— que diminuta es.

Declaró la mujer de manera tajante mientras volvía su atención a la tienda que tenían frente a ella, y le daba un escalofrío a todos los que la escucharon.

— ¿Verdad? Yo siempre lo he dicho, pero supongo que cuando tengamos nuestra propia ciudad será más grande. ¿O me equivoco?

Replicó la adolescente de cabello rosado mientras prácticamente se abrazaba de la mano de la peculiar mujer.

Tomando de la mano a las dos niñas que la acompañaban, la extraña mujer entró a la tienda de ropa a la que tuvo que inclinarse para pasar por la puerta.

Dentro de la tienda, vestida con elegante traje negro con una corbata blanca, la dueña del palacio ámbar esperaba a la "visitante" con media docena de sus empleadas detrás de ella. Gracias a su red de información, y a que nada viajá más rápido que los rumores, desde hace un par de minutos se enteró que un extraño y elegante carruaje que olía a "mucho dinero" había entrado a la ciudad y se dirigía a donde estaba su tienda. Gracias a esa extraña intuición que había desarrollado con años en el negocio, tenía la sospecha que el primer lugar que aquel carruaje visitaria sería su tienda, y dejando al resto de sus demás clientes, que habían perdido valor, en manos suficientemente capacitadas, había reunido al resto de sus empleadas desocupadas, y se había puesto frente a la entrada a esperar.

En menos de 5 minutos, aquel elegante carruaje que ya era el tema favorito de conversación de toda la ciudad, se había estacionado delante de su tienda, a lo que entre susurros, sus empleadas comenzaron a alabar la intuición y el saber para los negocios que tenía su jefa.

Años de experiencia.

Pensó para sí, mientras miraba de reojo a sus empleadas, y devolvía la atención al inmenso carruaje.

Cuando las puertas se abrieron y una peculiar mujer con cuernos entró a su tienda, el primer pensamiento que pasó por su mente fue…

Necesitaremos tela… y mucha…

Ante ella, una inmensa mujer de más de 3 metros había entrado llevando a dos niñas de sus manos. Tragando saliva, y con la profesionalidad por delante, hizo una reverencia y declaró.

— Bienvenida al Palacio de ámbar madame.

Imitando a su jefa, que sin una pizca de miedo le había hablado a la extraña "clienta" el resto de las empleadas repitieron el saludo.

Ajena a todo, y con una expresión de aburrimiento en el rostro, la extraña clienta se limitó a mirar alrededor con un interés limitado, hasta que volviendo su atención a la niña más pequeña que tenía a su derecha, la animó a salir de detrás de pierna y que de un paso adelante.

— ehh, yo… esto…

Con mucha timidez, la pequeña apenas era capaz de articular palabras, pero dando un paso adelante, la chica del cabello rosado explicó.

— Buenos días Mary Anne, venimos a comprar vestidos, todo lo que tengas por favor.

Cuando la chiquilla de cabello rosado dio un paso adelante, Mary Anne, la dueña del palacio de ámbar finalmente la reconoció.

— ¿princesa Califery?

Preguntó la dueña que había centrado tanta atención en la alta mujer que apenas había podido reconocer a la adolescente problemática que si bien era una buena clienta, era arrogante y presuntuosa.

— jajaja.

Riendo de manera bastante falsa, la princesa se cubría la boca con el dorso de su mano, y terminó por declarar.

— ya no respondo a ese apellido, desde hoy soy Charlotte Morningstar, hija y principal heredera dé la sublime Emperatriz Sazshen Morningstar. Recuérdalo bien.

Apenas siendo capaz de contener un suspiro, Mary Anne llevó una mano a su cabeza y se preguntó.

¿En qué demonios anda metida está mocosa en esta ocasión? ¿Emperatriz Sazshen Morningstar? ¿De qué rayos está hablando? ¿Debería mandarle una carta a su hermano mayor? Todavía no me han pagado lo último que compró.

Habiendo perdido levemente la paciencia, en parte por la decepción de que la "adinerada clienta" solo sea una extraña amiga que había hecho la princesa, estaba por decirle que sintiéndolo mucho, no podía llevarse más vestidos sin pagar debido a su hermano había mandado un aviso a todas las boutiques de que le había limitado el presupuesto.

Sin embargo, devolviéndo su atención a la alta mujer con cuernos, sus ojos de brillantes pupilas escarlata se encontraron con los de ella, y un extraño escalofrío recorrió su espalda.

— de rodillas.

Declaró la mujer, y una tonelada de peso prácticamente la obligó a besar el suelo mientras detrás de ella, escuchaba como todas sus empleadas eran obligadas a hacer lo mismo.

¿Quién demonios es esa mujer?

Se preguntó mientras era incapaz de mover un solo músculo.

El retumbar de unas pisadas caminaron en su dirección, y la silueta de unas largas piernas entraron en su limitado campo visual. En ese momento, de reojo vio que la peculiar mujer se agachaba y una larga uña le levantaba el mentón para que pudieran verse a la cara.

Con una expresión aún de total aburrimiento y desinterés, la alta mujer con los ojos señaló al par de niñas y dijo…

— vestidos.

Habiendo recuperado levemente el control de su cuerpo, Mary Anne asintió, y luego contempló como la extraña mujer levantaba la mano y ésta desaparecía en una extraña nube de bruma.

Al sacar levemente la mano de la bruma, decenas de medallones de oro casi tan grandes como la cara de Mary Anne caían tintineando al suelo, cuando ya había una pila de casi un metro en el suelo, aún con total desinterés la mujer preguntó.

— ¿Suficiente?

Tentando a su suerte, y porque la escena le parecía sacada de una extraño sueño, Mary Anne se atrevió a negar ligeramente la cabeza, a lo que la mujer se limitó a meter su mano en la nube brumosa y dejar caer unos 40 o 50 medallones más.

Esta vez no dijo una sola palabra, simplemente se le quedó mirando fijamente, y pese a que en su rostro no había ninguna emoción que no sea el aburrimiento había algo en el que a Mary Anne le decía. "¿Suficiente o quieres que continúe? Puedo seguir así todo el día".

Mirando a la enorme pila de oro, que era más de lo que generaba su tienda en quizás 10 años, asintió y sin apenas ser capaz de mover los labios logró pronunciar.

— suficiente.

La alta mujer se limitó a asentir, y dejar de levantarle el mentón, volviendo a ponerse de pie, dio media vuelta y empezó a caminar en dirección al interior de la tienda.

— arriba.

Declaró y la tonelada de peso sobre los hombros de Mary Anne, desaparecieron con esa única palabra.

Respirando pesadamente, vio como detrás de la alta mujer la seguía la niña pequeña que tenía una expresión de pena e incluso le hizo un gesto para pedir disculpas, y la princesa Charlotte, que se limitó a cruzar los brazos de manera altanera e incluso le sacó levemente la lengua en señal de burla.

Ignorando las disculpas o las burlas, se limitó a mirar la enorme pila de oro, pegando un salto para volver a ponerse pie, dio un par de aplausos para poner en movimiento a su gente.

— Rápido niñas, lo necesitamos todo, botas, vestidos, tiaras, zapatos. Llamen a todo el personal de la tienda, no me importa si están con otro cliente, la tienda cierra por el resto del día.

Gracias a la profesionalidad que caracteriza a su jefa, todo el personal se puso en movimiento en un desorden organizado, pidiendo que se quedarán 3 de sus empleadas a su lado, empezó a dar un par de órdenes específicas.

— tu, ve a buscar la carretilla que usamos para los rollos de tela y trae a un par de los chicos de la bodega para que te ayuden a llevar esto a la caja fuerte.

Dijo señalando a una de sus empleadas que prácticamente salió disparada.

— ehh, tu, ve rápido e intenta conseguir la silla más grande que puedas encontrar…

Mientras decía esas palabras, la alta clienta VIP que se había ido a una esquina de la tienda mientras las empleadas se habían llevado a las niñas para tomarles medidas y traerles vestidos, de la nada hizo aparecer un inmenso trono de oro y revestido en terciopelo rojo y se sentó en él haciendo reposar su barbilla en una de sus manos con expresión aburrida.

— olvida eso último. Vino, abre nuestro mejor vino y consigue la copa más grande que puedas.

Con la segunda empleada corriendo en una dirección contraria a la primera, se acercó a la última de las tres y mientras miraba el oro y a la dueña del mismo de manera intermitente, dio su última orden.

— envía un mensaje a todas mis hermanas, dile que tenemos una clienta VIP y no podemos dejar que vaya a otras tiendas que no sean de las nuestras.

...****************...

Sentada en su silla favorita, Sazshen miraba con los ojos en todas direcciones y no se dejaba de repetir.

Este lugar es muy caro…

Todo lo que veía a su alrededor era del mayor lujo, desde las telas vaporosas y de aspecto delicado, a los vestidos de fiesta increíblemente elaborados, y los trajes para hombre con botones de plata, y bordados con hilo de oro.

Mirando que todo era delicado y que todo se veía sumamente caro había tomado una decisión.

Me quedaré aquí sentada y no me voy a mover, no vaya ser que por accidente rompa algo y que también me lo quieran cobrar.

A pensar en la enorme pila de oro que había dejado caer, y que aún pese a su tamaño la dueña le había dicho que aún faltaba para poder comprar un par de vestidos, las ganas de salir de ahí corriendo e ir a un sitio más barato donde se sintiera cómoda le habían empezado a quemar, sin embargo, no podía hacer eso.

Mis niñas creen que soy rica o algo así, y bueno técnicamente en este mundo lo soy, e iba a quedar muy mal si le pedía a Charlotte que fuéramos a un lugar más barato.

Mirando los hermosos vestidos de su alrededor, al principio a había dicho que también quería comprar algo de ropa para ella, en especial para que sus hijas (temporales) dejarán de sentir vergüenza de que su madre (temporal) saliera semidesnuda a la calle, pero mirando los precios, y pensando en la cantidad absurda de tela, materiales y tiempo que se llevaría confeccionar ropa para ella, se dijo que ni loca asumiría ese gasto por algo que tampoco le molestaba tanto.

Tengo mucho dinero, pero sin ingresos el dinero se terminará acabando. Debo ahorrar donde pueda y buscar una forma sustentable de siempre tener llenas mis arcas.

Mientras pensaba en métodos de hacer dinero en un nuevo mundo, sabiendo que incluso si se ponía a vender los objetos de su inventario tarde o temprano estos también se terminarían. De repente un par de empleadas de la tienda aparecieron, una con una bandeja donde tenía una copa llena que levantaba en lo alto, y otra con una botella. Por mero reflejo de otros tiempos, donde las fechas de entrega eran tan ajustados que debía dormir en la oficina, y cada vez que su taza de café se vaciaba, un de los becarios del equipo volvía a tráele una taza nueva, tomo la copa entre sus dedos sin ni siquiera mirar a las empleadas, o darles siquiera un gracias.

No fue hasta que había bebido media copa que se dio cuenta de lo que había pasado, y ya era demasiado tarde y sería demasiado incómodo dar las gracias, además que tampoco podía rechazarlo.

Solo espero que ésto no me lo vayan a cobrar...

Se dijo mientras había empezado a beber sorbos cada vez más pequeños para que su copa le dure.

Mientras evitaba mirar a las empleadas, que se habían quedado cerca suyo, debía a la vergüenza que sentía. Frente a ella dos hermosos "ángeles" aparecieron.

Llevando un hermosa vestido color crema lleno de volantes y listones, Bea apareció con un gran lazo en la cabeza, y justo detrás de ella para anularla a salir, estaba Charlotte con un vestido de una pieza color rosa (que claramente era su color favorito) de mangas cortas y hombreras altas, de largo solo un poco más abajo de las rodillas, y medias altas en franjas bicolor, diseño que a Sazshen le recordaba fuertemente a una chica mágica de una serie de animación.

— ¿no nos vemos adorables verdad mamá?

Preguntó Charlotte poniéndose detrás de Bea y casi obligando a esta última a posar.

Sabiendo exactamente lo le pedirán después de decirle esas palabras, y preparándose mentalmente para decir que no, asintió levemente, y la pequeña batalla mental no se reflejó en su rostro.

— Entonces, podemos tomar todos los vestidos que queramos ¿Verdad? Que ahora que me he dejado mi antigua familia ya no tengo más ropa.

El rostro de súplica de Charlotte casi consigo romper su defensa mental, pero sabiendo el precio exorbitante de esos dos únicos vestidos se dijo que no podía seguir gastando, y cuando estaba a punto de negarse, una voz tierna destruyó cualquier aprecio que tenía por preservar su economía.

— podemos seguir… verdad… mami…

Dijo casi tartamudeando la pequeña Bea, a la que Charlotte la estaba pellizcando en la parte trasera del cuello.

Sintiéndose incapaz de decir que no, y viendo que en ese momento de distracción en que había bajado su copa, las empleadas habían aprovechado para rellenarla. Dio un largo suspiro mental, y metió la mano en su inventario.

Soy muy débil a lo tierno…

Se dijo mientras una montaña de monedas más grande que la anterior era formada al lado de donde estaba sentada.

Con una risa exagerada, cubriendo su boca con el dorso de la mano, Charlotte miró de reojo a Mary Anne que apenas acaba de terminar de supervisar el transporte de la primera pila de monedas.

— Mary Anne, cariño, tu tienda entera por favor.

Declaró la chica de cabello rosado y traje de chica mágica mientras cruzaba los brazos.

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