BIT: Sube De Nivel O Muere

BIT: Sube De Nivel O Muere

Bienvenido al sistema

«¿Por qué esta persona tiene una pistola en mi frente?»

No puedo recordar.

Necesito recordarlo.

Crujido~

El tronco de madera al que le clavé mi hacha se rompió en dos partes, las recogí con mis lastimadas manos y arrojé ambos trozos al fuego que ardía intensamente tras las oxidadas máquinas frente a mí. Aquello que devoraba la madera era un tipo de motor que parecía un montón de chatarra a simple vista, al igual todo el edificio en el que trabajaba, el mismo putrefacto aspecto que tenía mi ciudad. El mismo de todo el mundo actualmente.

«Papá debió mentirme en esa historia que le contó el abuelo, tierras verdes y fértiles, un cielo celeste y despejado...»

Pensé.

«Que tontería.»

El cantar de la alarma que indicaba el fin de la jornada me sacó de mis pensamientos. Recogí mis cosas y con el mismo silencio de cada mañana al llegar, todos los trabajadores nos despedimos sin emoción de las instalaciones.

Al salir, el gris de la niebla y el polvo de la ciudad sacudió mi vieja ropa, el color ocre de las luces nocturnas iluminaba las frías calles bañadas en óxido. Era común perderme entre el férrico sonido de la urbe y las voces del sin fin de personas que estaban fuera de casa a estas horas.

Como piedras en un derrumbe seguía la corriente de gente, perdiéndome entre la muchedumbre y la nube de escoria propia de la tierra. Torpemente, me tropezaba con frecuencia, como un niño que aprendía a caminar. Esta enfermedad en mis ojos no fue el mejor regalo de papá, pero debía vivir con la pesadez de no poder ver con claridad mucho más allá de mi propia nariz. Después de todo no era algo que pudiese cambiar.

En el ocre y el gris, una luz celeste se coló entre la sombra de las personas que caminaban frente a mí. Una gran y sucia pantalla que se alzaba como un cartel sobre la transitada calle, emitía un comercial.

—“Feliz día de las madres” —oí emitir del aparato acompañado de una canción célebre.

Había olvidado que hoy era ese día especial, supongo que es común no recordar algo así si no tenía a mi madre desde que nací. Sin embargo, no pude evitar mirar al niño en el anuncio, abrazando a su persona más especial, mientras que yo me preguntaba el porqué de la ausencia de quien me trajo al mundo.

«¿Dónde estará mamá hoy en día?»

Seguí mi camino. Solo perdía el tiempo imaginando cosas que jamás pasaron al ver aquel comercial.

[…]

Shuink~

Se escuchó el largo chillido metálico de la puerta de mi casa. Incluso los sordos podrían haberse enterado de que había llegado, pero aun así oí la voz de papá, preguntando si era yo.

—Viejo tonto, ¿quién más entraría a esta pocilga? —dije y lo escuché reír al acercarme a la sala. Estaba en el mismo sitio en que lo dejé temprano antes de salir a trabajar.

Siempre pienso que me veré igual a papá en un par de años, su corto cabello negro, tez clara, ojos enfermos y opacos, hasta su mentón es idéntico al mío.

—Si sigues así tendré que ponerte una correa —bromeé.

—No hay mucho que hacer cuando no estás, esta vieja silla de ruedas es tan útil como un par de llantas cuadradas.

—Dentro de poco debería tener suficiente dinero como para repararla —respondí dejando caer mi mochila y abrigo, la madera crujió como si se hubiese quebrado cuando mis cosas tocaron el suelo.

—Tal vez deberíamos usar ese dinero para arreglar otras cosas, hijo.

Suspiré.

—¿Cómo estuvo hoy el trabajo? —preguntó, pero no me di respuesta—. Supongo que tuviste el mismo día de siempre.

—Hubo algo distinto, tal vez hoy corté dos mil trozos de madera en lugar de solo mil quinientos —respondí. El viejo me miró con pena cuando tropecé con mis propias cosas antes de ubicar el sillón para sentarme.

—Estás más distraído que de costumbre.

—Creo que solo son pensamientos pasajeros —desvié la mirada—. Voy a preparar la cena y tu baño en un rato, ya es algo tarde.

[…]

Seco, amargo y duro. Quizás esa sea la definición más apropiada para la comida de los mercados de la ciudad, antes no era mejor la calidad de los alimentos, pero se han superado en empeorar con el paso del tiempo.

Suspiré, rompiendo el silencio de la cena.

—Papá… —dije con algo de vergüenza.

—¿Humm?

—¿Crees que mamá esté bien? —Él dejó de comer al oírme—. Solo es una pregunta, anciano.

—Todo lo que sé, ya lo sabes. Nos abandonó y ese es el final —contestó frío—. Lo lamento, pero sabes que no tolero ese tema. Ella se marchó, y si no le importó cuando eras un bebé, menos le vamos a interesar ahora.

La cucharilla resonó en la habitación cuando la deje caer sobre el plato.

—¿Eso es lo que te tiene distraído? —preguntó.

—Hoy es día de las madres. Solo sentí curiosidad por ella —exhalé—. Tienes razón, supongo, no le importamos y no debería interesarme ya.

—Una persona que te quiere jamás te abandonaría, mucho menos desaparecería. Te lo he dicho muchas veces, pero buscar a tu madre es como abrazar un cactus, no encontrarás nada y solo te estarás lastimando. Verte mal me hace daño, ya estoy muy viejo para eso.

—Lo sé…

Es difícil saber si papá era duro conmigo o así yo lo percibía en algunas ocasiones. El viejo no fue el mejor padre, pero al menos no se marchó y dentro de sus posibilidades logró mantenerme vivo por su cuenta, hasta que enfermó y yo tuve que hacerme cargo de él.

—Es algo tarde ya, mañana también trabajas. Deberías ir a descansar.

Asentí.

[…]

Me encontraba mirando el viejo techo de mi habitación, la cama se sentía tan dura dormir sobre rocas, el calor de la ciudad junto al ruido, y mi pensar, hacían imposible que pudiese dormir.

Era común preguntarme si mamá no me quería y por eso se marchó. Papá jamás me contó mucho al respecto, tal vez fue para protegerme, pero siempre me ha lastimado pensarlo, era como una aguja aferrada a mi piel desde que nací.

Todo lo que recuerdo de mamá, es su ausencia, si no fuera por sus viejas cosas en el sótano, ni siquiera sabría cómo era su rostro, o que amaba la informática.

Días como hoy se sentían más largos, pero era normal. Me hace pensar que si dormir no fuera una necesidad, la vida se sentiría el doble de larga, aunque, realmente sería triste no poder soñar, soñar con una familia feliz y unida, con un futuro claro, soñar con recibir algo que no sea dolor.

«Que tontería.»

Encendí la lámpara que estaba junto a mi cama antes de sentarme en la orilla del viejo colchón, miré la niebla polvorienta que rozaba el cristal de la ventana y me perdí en el sonido de las sirenas en las lejanías.

En ocasiones quería engañarme a mí mismo fingiendo que era duro como el acero, pero noches como estas me recordaban lo frágil que soy. Pienso que en el fondo todos los humanos lo somos, solo que algunos se han vuelto expertos en ocultarlo a lo largo de sus tristes vidas.

Cuando me hundía en la rutina era capaz de olvidarlo todo, incluso la infelicidad. Estar ocupado nubla más mi vista que la enfermedad de mis ojos, pero solo es cuestión de una pequeña púa para reventar la burbuja y darme cuenta de que no he reído hace mucho tiempo, tanto, que olvidé la sensación de estar feliz.

«Solo siento miedo.»

Querré llamarlo ansiedad, tristeza, o cualquier tontería similar, pero la verdad es que solo es la realidad manifestándose ante mí, porque así es el mundo en que nos tocó vivir. Algunos tendrán una coraza de hierro que les haga soportarlo, pero otros, como yo, nos perdemos en la sombra de un alfiler, aunque no queramos que así sea.

«¿Por qué pienso tanto en alguien que no me ama?, ¿qué es lo que busco persiguiendo lo imposible?»

La vieja madera del suelo rechinó cuando me levanté.

Con cada paso que daba, el piso lloraba por su vejez, aunque intentaba no hacer ruido. Con cuidado llegué al comedor y más tarde abrí la pequeña puerta junto a la cocina, apareciendo ante mí las largas escaleras que llevaban a un sitio debajo de la casa.

Bajé con cuidado para finalmente llegar al viejo sótano de mi hogar. Era nostálgico volver, aquí abajo el tiempo parecía haberse detenido, sentía que regresaba unos pocos años atrás, volviendo a ser un niño curioso que quería saber sobre su madre.

El piso estaba tan sucio que mis huellas quedaban marcadas como pasos en la arena, el olor a polvo y antigüedad acariciaba mi nariz sin esconder el pasado que guardaban las cuatro paredes de la habitación.

La luz tenue de la bombilla a penas me permitía distinguir los objetos del estrecho lugar, pero eso no me impidió pasar entre las cosas hasta llegar a lo que alguna vez llamé mi lugar secreto: un pequeño espacio junto a las viejas pertenencias de mamá.

Me senté. Exhalé al recordar las horas en las que busqué alguna pista del paradero de mi madre aquí abajo, sin tener éxito.

Sobre mis manos deslicé las grandes teclas de un viejo teclado que le perteneció, estaba averiado, al igual que la mayoría de aparatos que mamá alguna vez usó.

«¿Por qué no te habrás llevado nada?, ¿acaso fue tan repentina la decisión de irte?»

Entre las polvorientas cosas encontré una antigua foto que me emocionó hace muchos años, era el rostro de ella, una dama de largos y peculiares cabellos pálidos, de un tono tan frío como su mirada. “Que mujer tan rara.” Pensé cuando la vi aquella vez.

Mirar esa foto me traía un sentimiento tan extraño y vacío como el espacio mismo. Una sensación de pena y soledad, un enigma del que nunca tuve respuesta en mis 18 años de vida.

«¿Por qué te fuiste sin decir nada?»

« Podría entender que no sientas apego por un recién nacido, aunque fuera tu propio hijo. Pero papá, ¿qué hay de él?»

Exhalé.

«Mi padre me dijo una vez que estuvieron juntos durante cinco años antes de que te marcharas. Cuando crecí y preguntaba por ti, él solo decía que no era importante y que lo olvidara, sin embargo, yo no puedo evitar pensar en ti, en todas esas ocasiones que se burlaron de mí en la escuela, en todos los días que me he sentido solo, o que no debí nacer y por eso te fuiste.»

Dejé caer mi cabeza lentamente hasta chocar con la pared a mis espaldas, observé el techo mientras sentía las cálidas lágrimas bajando por mis mejillas.

«Papá tiene razón, no debería importarme si a ti no te intereso, solo me hago daño.»

Miré con detenimiento los viejos equipos de mamá, perdido en mis pensamientos. Me animé como en el pasado a encender otra vez el antiguo monitor que estaba entre las cosas, recordé que cuando lo vi en aquel entonces, pensé que podría saber más de ella a través de él.

Pero como pasó años atrás, me decepcioné otra vez.

El aparato no solo estaba estropeado, sino que parecía haber sido corrompido por un malware desconocido para mí, pues los símbolos que rápidamente aparecían en la pantalla como los créditos de una película, estaban en un idioma extraño. Las letras color magenta invadían todos los espacios posibles del monitor, haciendo incomprensible lo demás.

«¿Qué clase de porquería virtual lo habrá dejado así?»

Pensaba mientras pulsaba todos los botones del teclado. Cada pulsación hacía un cambio en el incomprensible código del aparato. El sonido de estática y glitches que se producían eran como tener un taladro perforando mis oídos, podría jurar que me hacía vibrar el cerebro, era el mismo ruido que me aterró de niño.

«¿Qué estoy haciendo?, debería irme a dormir.»

—Que tontería —dije al vacío, mirando el corrompido aparato.

«No entiendo por qué mamá guardó algo en tan mal estado.»

Los códigos se detuvieron en ese instante.

Miré sorprendido el cambio en la pantalla, una especie de números o letras variables representadas por símbolos extraños se hicieron presentes en el centro del monitor, representando una cuenta regresiva. El distorsionado sonido del aparato se hizo más agudo, sentí por un momento que iba a quedarme sordo e inmediatamente intenté apagar el dispositivo, pero este no respondía.

«Chatarra, ¿qué ocurre?»

Repentinamente, los símbolos desaparecieron por completo junto al ruido y la habitación se oscureció en un parpadear, pues la pantalla estaba en negro, todo quedó en un frío silencio.

—Creo que lo estropeé —susurré forzando la vista para ubicar el botón de encendido otra vez, pero el repentino destello magenta de otros símbolos en el monitor, me cegaron. No estaba seguro de lo que veía, pero parecía una interrogante. Estaba muy confundido.

Lentamente y de forma casi imperceptible, aquellos símbolos que no entendía poco a poco comenzaban a cobrar sentido para mí, como si de un momento a otro fuese capaz de comprenderlo.

—“¿Quieres acceder?” —leí. No podía creerlo, acababa de entender aquello.

«¿Todo este tiempo no estuvo averiado?»

Al escribir con el teclado las letras que aparecían en la pantalla no eran las mismas que las del alfabeto, sino una variedad de símbolos que al unirlos formaban otros, creando nuevos significados.

{

>¿Quieres acceder?

«Sí.»

Tecleé.

>¿Está de acuerdo con realizar el mismo procediendo anterior?

«Supongo que sí.»

Acepté.

>Ejecutando…

>Realizando escaneo general…

>Completado.

>Nuevo usuario registrado.

>ID: SP1R4L.

>Acceso concedido.

>Iniciando…

>Bienvenido al sistema.

}

Tras eso, el monitor se apagó repentinamente, llevándose consigo las dudas que tenía. Por más que intenté encenderlo, este no respondió.

La habitación se tornó más silenciosa que antes y el ambiente pareció congelarse como si hubiese llegado el invierno.

«¿Qué está pasando?»

Mi corazón saltó.

—¡¿Qué es eso?! —Me pregunté asustado al escuchar un estruendo indescriptible, era como si un millón de señales de radio colapsaran entre sí desde todas las direcciones.

Sudé a la par que todo mi alrededor comenzó a vibrar a gran velocidad, lentamente perdía de vista la forma de los objetos, como si se deformaran en el espacio y se unieran en una mezcla desastrosa, incluyéndome en el proceso.

Aquel sonido resonó tan fuerte desde todos lados que lo sentí atravesando mi alma, quebrándome en pedazos y reconstruyéndome miles de veces, tantas, que por un momento dejé de sentir mi propio cuerpo y, al ver mis manos, quedé paralizado, pues ellas junto a mis brazos se distorsionaron con todo lo demás.

«¿Qu-qué es esto?»

Bajé la cabeza despacio para ver en lo que me estaba convirtiendo, porque no lo creía. La sensación de pánico invadía cada una mis células, y mayor fue el pavor que sentí al ver toda la parte inferior de mi cuerpo.

Mis propios órganos estaban ahí, fuera de su lugar, junto a todo lo que me componía, como si me hubiese roto en pedazos por las vibraciones. Grité tan fuerte como fui capaz en un desesperado intento por pedir ayuda, pero mi mente se desconectó en ese instante.

—No está pasando, esto no es real —alcancé a decir antes de perder el conocimiento.

[…]

Cruish~

Oí el seguro de un arma de fuego hacer eco en la oscura habitación en la que ahora me encontraba, tirado en el suelo.

«¿Dónde...?»

Tomé aire.

«¿Dó-dónde estoy?»

—¿Quién coño eres tú? —preguntó un hombre que estaba frente a mí a la par que colocó su rara pistola en mi frente—. ¿De dónde mierda saliste?

Dibujo hecho por mi talentoso amigo Nolrax, puedes encontrarlo aquí en NovelToon con el mismo nombre.

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