Clan de la Tierra

Sentí que todos mis huesos habían crujido lenta y dolorosamente, cada uno de ellos. No fue como una fractura, sino como el resultado de haber sido golpeado por algo durante varios minutos mientras descendía entre la oscuridad.

El duro y frio suelo en las profundidades de lo que parecía una cueva, fue donde desperté. Sentí que caí por una red interminable de túneles, como si aquella trampa me hubiese arrojado a un hormiguero.

Todo estaba en silencio, olía a polvo y hierro. El frío aquí abajo era mayor que el que abrazaba la superficie.

Tosí.

Intenté llamar a Noche, inútilmente, pues incluso había perdido la fuerza para hablar.

>Presentas un debuff de aturdimiento leve debido a la caída.

«Eso explica todo.»

Adolorido, levanté la espalda del suelo y me senté, miré lentamente mi alrededor, preguntándome en dónde estaba.

Pude apreciar la colosal cueva de raíces en la que había caído, un lugar oscuro y silencioso en el que llovía polvo desde la superficie. No era capaz de identificar el sitio por el que llegué.

>El debuff de aturdimiento ha finalizado.

Retomé un poco de fuerzas.

Por un momento me sentí tranquilo al ver que todo estaba en calma, pero el repentino agarre de una mano en mi hombro me hizo dar un salto.

—¡Ah! —grité espantado, y aquello que me tocó, devolvió el grito con su aguda voz.

—¡No me grites! —respondió ella, una pequeña niña de cabellos y ojos color carbón, mismo tono que tenían los trapos viejos que vestía y los extraños símbolos dibujados en su piel. Llevaba en su mano una especie de linterna antigua de metal negro, iluminaba el lugar con una radiante luz anaranjada y magenta.

«¿Una niña aquí?»

Ella me apuntó con la linterna y del interior salieron unos extraños orbes de fuego que la rodearon.

«Análisis.»

>S3NT3NC3D:

NVL: 3.

Humana, sin modificaciones.

Está sufriendo un debuff de deshumanización.

Porta una Linterna Mágica de Polvoignis y Circuinferno, dichos elementos en su interior se manifiestan defendiendo y ayudando a su portadora debido a las propiedades del objeto.

>En estos momentos, el daño elemental resultaría letal debido a tu estado.

«Circuinferno, ¿qué es eso?, parece fuego y electricidad color magenta.»

—¿Eres una humana normal, no? —preguntó ella.

Por un momento me pregunté por qué dijo humana y no humano, pero de inmediato recordé que mi aspecto actual era una ilusión holográfica.

—Sí, lo soy.

—Es-espu... —intentó pronunciar mi ID falso.

—Puedes llamarme Sp.

—Sp —pensó un momento—. ¿Caíste en una de nuestras trampas, no?

—No tengo idea de qué fue lo que pisé, solo sé que desperté aquí.

«Espero que Noche esté bien.»

—¿Llevas mucho tiempo en el sistema? —interrogó.

—¿Por qué tantas preguntas, niña? —retrocedí precavido, este lugar era impredecible—. ¿Quién eres tú?

—No seas grosera, solo quiero saber sobre ti —dijo a la par que comenzó a levitar envuelta en los orbes, me estaba evaluando—. Soy una exploradora y vigilante de mi aldea. Tú, eres una invasora de nuestras tierras hasta que se decida lo contrario.

—¿Aldea? —arqueé la ceja—. Para lo que he visto arriba, eso suena muy atrasado a la época.

—¿Llevas mucho tiempo en este lugar?

—No.

—¿Tienes un sitio al que volver?

Guardé silencio. Estaba preocupado por Noche, y sentía que en este lugar era riesgoso dar información.

—Bien, no digas nada si eso quieres —frunció el ceño—. Como sea, ahora estás en un lugar sagrado, debes ser juzgada por el fantasma de hojalata, el dios de este bosque es quién decidirá.

Retrocedí lentamente.

—Niña, no sé quién eres ni de qué me estás hablando, pero no debería estar aquí, tampoco quiero conocer a ese tal fantasma.

Pensé en llamar a mi arma, pero decidí mantener la calma. De todas formas cualquier movimiento mío podría haber resultado fatal, pues la pequeña exploradora me tenía rodeado por esas extrañas bolas de fuego y energía.

—Dije que serás juzgada —repitió y sus llamas se acercaron, sentí un infernal calor a centímetros de mi piel.

—Está bien —alcé las manos—. «De todas formas no sé qué es o cómo salir de este lugar. Debo mantener un perfil bajo, Noche dijo que este sitio era peligroso.»

Aun mostrando que estaba de acuerdo en asistir a mi repentino juicio, los orbes no dejaron de acosarme. Obligatoriamente, tuve que seguir a la pequeña, amenazado por ser calcinado vivo.

[...]

—Y la persona con quien me llevas, ¿qué se supone que es? —pregunté sin despegar la mirada del suelo.

—Ten más respeto al hablar de él. Es un dios, el fantasma de hojalata no es una persona, es un Afín.

«Otra vez esas cosas.»

—¿Qué se supone que son?

—¿Los Afines? —ella lo pensó un poco—. Los llaman copias de los humanos, o de cualquier otra cosa que esté viva. El fantasma de hojalata es la criatura más poderosa que existe, podrá ser una copia o no, pero las cosas que hace, los poderes que nos puede dar, van más allá que un simple humano o copia de alguno. Es un dios y le servimos con orgullo, tú también lo harás si esa es su decisión.

«Es como oír una horrible y enfermiza campaña religiosa.»

Guardé las manos en mis bolsillos.

«¿Son copias de los humanos...?»

Miré las luces de una especie de pueblo en las lejanías.

«Es fascinante y tan extraño pensar en una copia de lo que somos. Con qué motivo existiría algo así, o más allá, ¿qué es lo que copian exactamente de nosotros?»

[...]

Gracias al amplio campo de visión que me proporcionaba el ojo mecánico, podía ver a los lados sin girar la cabeza. Pude apreciar al pequeño ejército de salvajes que me miraban atentamente en el sitio al que me habían traído.

Aprecié anonadado el aspecto del pueblo, pues las viviendas parecían esferas suspendidas en el aire, todas conectadas por cables que le daban el aspecto de una compleja telaraña.

«Un pueblo de metal.»

Todos ellos vestían trapos y estaban armados con objetos extraños, como arcos, lanzas o espadas, armas que a diferencia de la superficie, tenían un aspecto medieval o tribal, al igual que las personas que las portaban.

Según mi fugaz análisis, todos ellos tenían algo en común, principalmente sus niveles bajos y la carencia de modificaciones mecánicas. Pero, por otro lado, algunos tenían extraños tatuajes negros que parecían sacados de las tribus que existieron mucho antes de mi nacimiento.

Vi sorprendido que entre ellos caminaban monstruos del sistema, pero no había señales de violencia en ninguna de las criaturas, era como si estuviesen domesticadas.

Mi singular paseo terminó al fondo del pueblo, donde en un enorme trono de raíces y desechos metálicos, se alzaba la figura que obviamente gobernaba todo lo demás. Supuse que aquel impotente ente, era el fantasma de hojalata.

Al intentar analizarlo no apareció información sobre él, era como si simplemente no hubiera nada que mostrar. Por más que lo intenté, la habilidad no hacía efecto.

«¿Qué pasa?»

De entre la multitud, sentí que alguien se acercó y me pateó la espalda, haciéndome caer de rodillas ante su gobernante.

«Maldito.»

Oí a la niña gritarle a mi agresor, diciéndole que yo era su prisionero y que no me tocaran.

«¿Qué mierda es este lugar?»

Los pasos del señor del bosque hicieron eco en la cueva, acercándose a mí, levanté la mirada asustado para apreciar la figura que me iba a juzgar. Era una entidad sin rostro, su cara estaba oculta detrás una máscara plateada que constantemente cambiaba de aspecto. Todo su cuerpo lo escondía la capa que llevaba puesta, prenda que, al igual que Noche, le daba cierta capacidad de hacerse invisible a simple vista.

Dlinsh~

Oí la espada del juez clavarse en el suelo. Una resplandeciente espada medieval en forma de cruz, cuya hoja parecía un triángulo largo que cada vez se hacía más fino. El arma resplandecía como el sol del mediodía.

Vi espantado que la criatura tenía una mano mecánica, tan delgada que descarté el hecho de que sea una de las prótesis del sistema. Sería algo que habría dejado pasar si no fuera por su otra extremidad, la cual claramente era la de un humano.

«¿Qué se supone que es esta cosa?»

—Sen, mi leal exploradora —dijo él con su poderosa y espectral voz—. Una vez más demuestras que eres de mis mejores siervos.

—Usted es mi dios, le debo todo lo que soy. Me es un honor serle útil.

«Para ser tan pequeña, habla como una persona mayor.»

—Te concederé otra porción de mi esencia como recompensa —contestó y de su mano salió otro orbe color magenta que se unió a las danzantes esferas de la niña.

—Gracias, mi señor.

Ella retrocedió, dejándome solo frente a la entidad.

—SP00K —me llamó—. Serás juzgada. Dependiendo del resultado, le servirás al bosque mediante mis órdenes, o te harás parte de mí y de las raíces de los árboles.

Mis manos temblaron cuando él levantó su pesada espada haciendo un gran esfuerzo, deteniéndola sobre mi cabeza. Me quedé paralizado ante lo que ocurría, pues no entendía qué se supone que sería el juicio.

Él dio una orden y confundido miré de reojo como se me acercaron los salvajes del alrededor, ellos con furia me arrancaron la ropa junto a la armadura ligera. Quedé expuesto ante la mirada de todos los que estaban ahí. Bajé la mirada apenado.

Me llevé una gran sorpresa al mirar mi propio cuerpo, pues no era el mío, el aspecto holográfico le había dado completamente una apariencia femenina, incluso a mis órganos sexuales.

El espejo que el juez tenía por rostro estaba frente a mí, era como si él evaluara con detalle cada una de mis células a través de la máscara. Miré en el reflejo mis falsos ojos color zafiro y mis cabellos rubios.

«Esto no podría ser más extraño.»

Por mi cabeza solo pasó la posibilidad de que esa cosa tuviera la capacidad de analizar, pues presentí que estaría realmente jodido si averiguaba todo de mí.

Cerré los ojos.

—Es humana por completo, no tiene modificaciones —concluyó el juez—. Reciban como una hermana al nuevo miembro del Clan de la Tierra. Spook, se te asignará el cuidado de las tablillas como primer mandato —bajó su espada y me dio la espalda, de inmediato todos hicieron un gesto alabanza hasta que él volvió a sentarse en su trono.

Nadie opinó ni dijo nada al respecto, aceptaron su juicio y su palabra fue suficiente para transformar aquel extraño comportamiento de los demás, en uno agradable. Sobre mí cayó una gran túnica negra, ocultando mi desnudes.

La niña se acercó.

—Llámame Sen, S3NT3NC3D es un nombre muy largo —sonrió—. Lamento lo de antes, espero que puedas entender que su palabra es ley y debo seguirla sin importar qué.

Miré confundido su robótico actuar.

—Podemos llevarnos bien —amplió su sonrisa—. Te mostraré qué es y cómo debes hacer la tarea que se te asignó.

—¿Qué está ocurriendo?

—Tú ahora eres un siervo del fantasma de hojalata, a partir de este momento tu vida le pertenece al bosque y tu fuerza a la orden de mi dios, nuestro dios —respondió. Por un segundo, sus ojos se tornaron de un radiante color magenta.

Su sonrisa antinatural me daba tanto miedo como pena.

«¿Qué es lo que le pasa a esta niña y a las personas?»

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