Mal presagio

Dentro del auto, abroché el gran cinturón del asiento.

Observé el interior detenidamente aún impresionado por la máquina. Tenía un refinado monitor con información del vehículo, junto al elegante y moderno tablero oscuro.

«¿Cómo es que ella metió el vehículo aquí en primer lugar?»

—No tiene asientos traseros —destaqué.

—Es peso innecesario —contestó Noche—. De todas formas este auto solo lo usaba yo y algún compañero que se me asignase.

—¿Realmente es necesario que el auto vaya tan rápido?

—Muy necesario —respondió y le dio un par de toques a los botones de un cilindro metálico que estaba entre los asientos.

El aparato se envolvió en energía y sentí el auto tener un repentino aumento en su potencia. El motor sonaba como una turbina.

«Analiza el cilindro.»

>Válvula de Taquiones:

Componente indispensable para vehículos. Proporciona la energía suficiente para acceder a las autopistas de la ciudad.

—Taquiones —arqueé una ceja—. ¿No son partículas hipotéticas?

—Como puedes ver, son reales aquí.

—¿Vamos a conducir a velocidades superlumínicas?

—Por supuesto que no, tonto. Este cilindro es un dispositivo del sistema hecho para llevar cualquier vehículo a las rutas hechas para ellos. Ni siquiera el ojo que tienes sería capaz de procesar información a una velocidad tan elevada.

—Es ridículamente confuso lo que acabas de decir.

—El sistema ha cambiado desde que llegué, lo llaman actualizaciones. Cuando desperté en este lugar a penas y había transportes parecidos a los trenes. Así que, cuando se añadieron los vehículos se crearon calles para ellos.

Me perdí entre sus palabras.

—Sp, mejor deja de preguntar idioteces y pisa el acelerador.

—La que dice idioteces eres tú. Si acelero vamos a chocar contra la pared.

—Dije que aceleres, no que coloques una marcha.

—Como quieras.

Cual turbina de avión, el auto rugió a medida que pisaba el acelerador. El agudo sonido se fue acumulando haciéndose más fino, mi ojo mostraba las revoluciones por minuto del motor, aumentaban a números que no creí que fuesen posibles ni en mil años de avances tecnológicos.

«Wow, pareciera que va a...»

¡Bum, bum, bum, bum!~

Cual arma de guerra, oí el tubo de escape escupir disparos y explosiones. Miré fugazmente a la chica tomar la palanca y colocarla en primera marcha, los neumáticos silbaron y casi se me sale el corazón al sentir la desmedida rapidez a la que arrancamos.

«Es demasiado veloz.»

Solo fue cuestión de un parpadeo para sorprenderme otra vez, pues la pared que estaba frente a nosotros había desaparecido junto a la base y todo lo demás, aprecié confundido la enorme calle repleta de autos veloces que ahora tenía adelante. Fue como haberse teletransportado.

Estaba en una autopista nocturna situada entre el sin fin de edificios. El furioso canto de las máquinas que corrían sobre el asfalto me aturdieron cual martillo que golpea a una campana.

>Segunda marcha.

Sentí el fuerte empuje contra el asiento debido a la descomunal potencia del carro, hundió mi cuerpo en los cojines. Mi ojo registró unos 300 kilómetros por hora que seguían aumentando, igualando lentamente la velocidad del resto de máquinas que iban por la calle.

—¡¿Noche, qué está pasando?! —sujeté el volante tan fuerte que pensé que lo rompería.

—Ojo en frente, ya activé el GPS. Sigue el camino.

Un pequeño mapa que indicaba una ruta apareció en mi campo de visión, pero a penas podía concentrarme en él.

>Tercera marcha.

Sentí otro latigazo de fuerza.

—¡¿Por qué todos van tan rápido?!

—Lo genial de una ciudad sin reglas, es que no hay límites en cuánto puedes modificar un coche. Así que acostúmbrate a viajar a estas velocidades, porque todos lo hacen.

Mi cuerpo se tensó.

Pude ver la inmensidad de la urbe en todo su esplendor, con sus oscuros edificios que gobernaban el cielo, las brillantes luces de todos los anuncios, además de los hologramas y vehículos de todo tipo que invadían mi visión.

«No hay cielo o estrellas en este lugar.»

>Cuarta marcha. Velocidad actual: 900 kilómetros por hora en aumento.

En un momento, habiendo llegado a la autopista principal, simplemente pareció que el sonido se quedó atrás, pues no fui capaz de oír nada tras haber escuchado una especie de explosión.

[...]

Vomité sobre la acera.

Estábamos junto a nuestro destino y por primera vez no había una multitud asfixiándome; sin embargo, era porque yo no dejaba de sentir náuseas y ensuciar la vía pública.

«Ni siquiera sé qué estoy vomitando, nada ha entrado a mi boca desde que llegué.»

Sentía cada rincón de mi cuerpo vibrando, como si todas mis células tuviesen miedo. El mundo a mi alrededor se había vuelto lento y pesado desde que nos detuvimos.

>Estás sufriendo los efectos de un hiper buff de velocidad.

Noche tomó mi hombro.

—¿Ya pasó? —preguntó.

—Estoy sufriendo un buff, al parecer, pero esto se siente horrible.

—Deja que tu cuerpo se adapte.

Respiré profundamente.

>Has desbloqueado tres posibles rutas de habilidades. Elige una.

{

[Conducción mejorada: Aumenta los reflejos y la coordinación muscular]

[Acelerar: Incrementa la velocidad de los objetos]

[Impulso: Aumenta la velocidad del usuario]

}

—¿Rutas de habilidades? —miré a la chica—. ¿Qué significa?

—Debes escoger una, no podrás cambiar tu elección.

—¿Ya habías pasado por esto?

—Todos los que experimenten los efectos de viajar a esas velocidades, pasan por esto.

—No me interesan estas tonterías de todas formas. ¿Qué se supone que debería elegir?

—Debería ser tu elección, pero si no puedes decidir, yo escogí la rama de Impulso.

«Elijo esa.»

>Has adquirido la habilidad Impulso. Mejorará con el tiempo.

—¿Qué este lugar, Noche? —retomé la estabilidad y miré el gran edificio a mis espaldas, parecía una fortaleza de hierro tan grande como una montaña. Un castillo entre las torres que formaban la ciudad.

—Este es el Palacio de los Paladines, hogar de los mismos. Son los principales defensores contra amenazas como los malware.

—Es enorme.

Ella comenzó a subir las extensas escaleras que llevaban a la entrada del templo. Yo aún abrumado, la seguí en su camino.

Mi atención se perdió entre las personas que resguardaban el sitio, tenían armaduras radiantes color plomo, eran tan robustas que sus portadores se movían con pesadez.

—Las corazas de estas personas los protegerían hasta del malware más agresivo, Sp.

—Eso veo. Pensé que eran implantes, pero ellos son humanos sin modificaciones.

—Es un requisito para estar en este lugar, yo había intentado unirme a su causa, pero podrás imaginar que no fui apta —dijo y llegamos a la puerta del palacio.

Al analizar las paredes noté que la proporción elemental de todos los metales grises eran del 50% o más, aparentemente entre mayor era la claridad del acero, era más resistente.

Frente a nosotros se detuvo un coloso de plata, sujetaba un cañón tan pesado que me era imposible creer que no tuvieran una parte mecánica instalada para cargarlo.

«Nivel 30, eso es mucho. Su armadura parece haber sido fabricada cuidadosamente para cumplir la tarea de guardia y nada más.»

Un ojo en el pecho sobresalió de su armadura y este pareció evaluar cada una de nuestras características.

—Acceso concedido. —Con esas palabras, se quitó del camino.

El lugar era espeluznante, tenía paredes robustas como el armazón de sus habitantes, estas se extendían hasta perderse en las alturas. Parecía tanto un castillo como una fábrica, o una enorme iglesia de metal en la que se alababa a su máxima autoridad, una extraña deidad de varias caras y que carecía de extremidades, según los grabados de los muros.

«No sería fácil llegar a la cima. Está resguardado en cada rincón, cada piso por alguien más aterrador.»

Noche no se distrajo como yo, ya estaría acostumbrada a estos sitios tan extraños. Ella se acercó a la centelleante luz que caía desde el último piso, iluminando el misterioso y enorme centro de la catedral en el que levitaban personas.

«Parecen muñecos suspendidos en el aire.»

La chica tomó mi brazo y sin decir nada me llevó junto a ella hacia la luz.

Y nos absorbió.

Por un fugaz instante, a penas mi piel sintió el frío del brillo, dejé de ser solo yo. Respiré por varias narices y llené de oxígeno cientos de pulmones, sentí los latidos de mil corazones.

«¿Qué es esto...?»

Fue como si tocar la luz me hubiese unido a todos los que estaban en contacto con ella y, como un rayo de información, recibí una docena de recuerdos y pensamientos que no eran míos. Antes de poder hacer algo más, sentí el gélido metal del suelo.

«¿Ya acabó?»

Noche me miró a la par que intentaba sacarme de mi estado, sentí la palma de su mano golpear mi mejilla repetidamente hasta que yo retomé la consciencia.

—¿Qu-qué pasó? —susurré—. Siento que estoy fuera de mí, que no estoy aquí.

Temblé.

—Esta luz es una manifestación del conocimiento colectivo, estás experimentado despersonalización. Venir aquí es forma más rápida de conocer cosas que de otra forma tomarían mucho tiempo.

—Mi cabeza se llenó de experiencias con malwares.

—Es lo que vinimos a buscar.

—¿No le puedo preguntar algo más a esta cosa...?

—La información que podemos obtener aquí es limitada, no creo que puedas encontrar la respuesta a todas tus dudas. Podrías buscar más, sí, pero quedarías como esos bobos incapaces de salir de la colmena de pensamientos —señaló a los que levitaban—. Además, no podemos perder más tiempo, aunque no lo parezca, estuvimos horas ahí, es como dormir.

Suspiré.

«Me siento extraño.»

—Estas visiones son aterradoras, Noche.

—Sí —ella parecía pensar, recordar o tratar de entender todo lo que su mente había recibido—. Al parecer hay un nuevo tipo de malware, es terrorífica su evolución.

—Este recuerdo, es de una persona que observó morir a su amiga a causa de esa cosa —respondí sabiendo que se refería a eso. Una imagen espantosa y espeluznante, lo último que alguien vio de un ser querido.

—¿Malware Espectral? —arqueó la ceja—. Es una clasificación extraña.

—Salió de la nada antes de matar a esa pobre chica. Como si hubiese atravesado la pared. O al menos eso vieron los ojos de a quien le pertenezca este recuerdo—describí tembloroso—. Ella se infectó al instante, ¿lo viste?

—Sí, lo mejor será tener precaución en los espacios cerrados —se abrazó a sí misma—. Tenemos que irnos, Sp, no nos vendría mal tener un suministro de naturaliquo. Yo conduciré esta vez, no pareces estar en las condiciones para hacerlo.

Asentí y la seguí de inmediato. El palacio me transmitía unas vibras aterradoras.

«Por primera vez, siento que no soy el único que tiene miedo.»

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