Megaurbe de la eterna noche

—¿Acaso no me oíste? —dijo el hombre frente a mí, sentí el cañón del arma hundirse en mi frente.

No podía pronunciar palabra alguna, era como si el miedo me hubiera cortado la lengua con un cuchillo. No entendía qué era o cómo llegué a este lugar, la habitación era tan oscura que a penas podía apreciar que se trataba de un raro cuarto de hotel que parecía salido de otro tiempo.

«¿Qué es este sitio?»

Evalué.

«¿Quién es esta persona?»

Sentí el sudor bajando por mi espalda. Enfoqué mi mirada en el hombre intentando ver su rostro, pero sus brillantes ojos verdes parecían dos bombillas de neón y ocultaban su identidad, solo podía apreciar la extraña pistola por encima de mis cejas, el cañón estaba rodeado por una especie de sustancia líquida e ingrávida del mismo color que sus ojos.

«¿Qué está pasando?»

Clonk, clonk~

Cantó con fuerza la puerta de metal de la habitación. El hombre retiró con cuidado su arma de mi cabeza y al girarse hacia la entrada lo vi indicarme que me mantuviera en silencio.

Tragué seco.

Desconcertado, miré que sobre él flotaban aquellos símbolos tan extraños que también estaban en el monitor de mamá, aún era capaz de entenderlos.

—T41P4N —leí. Parpadeé varias veces incrédulo de lo que veía, pero no era una alucinación.

¡Clonk, clonk, clonk!~

—"Son ellos, saben que estamos aquí" —oí decir a una preocupada y enfadada voz femenina detrás de mí, con un torpe y tembloroso movimiento miré hacia atrás, observé que se trataba de una mujer. Involuntariamente, di un pequeño salto por la sorpresa, la cara de chica parecía un rostro falso, pálido y robótico.

—Sal de aquí por la ventilación del baño como te enseñé, los vamos a alertar si hacemos otra cosa —le dijo el hombre, podía sentir angustia en sus palabras.

La mujer, rápidamente se arrastró en silencio y la perdí de vista, mientras que yo sentía la necesidad de escapar también, pero mi cuerpo no respondía ante nada.

—¿Quiénes son ustedes?, ¿qué está pasando? —intenté averiguar, pero el hombre apretó mi boca sin cuidado, él estaba sudando, irradiaba miedo.

—Maldita sea, cállate, niño —susurró él.

¡Clonk, clonk, clonk!~

Los golpes pasaron de ser toques secos, a fuertes impactos. En un instante la habitación quedó tan callada como el vacío, podía oír mi acelerada y pesada respiración.

—Maldición —murmuró el hombre—, nos descubrieron.

«¿Qué?»

¡Bum!~

Cual globo que se rompe con una púa, la pesada puerta estalló quebrándose en pedazos por una explosión, el impacto me tiró al suelo con una fuerza abismal y mis oídos chillaron adoloridos.

«¡¿Qué mierda está ocurriendo?!»

Entre la nube de polvo, varios ojos dorados y brillantes aparecieron como fantasmas acompañados por las grandes siluetas de a quienes pertenecían, la sombra de las armas que sostenían me paralizaron, eran enormes. El hombre de ojos verdes se levantó de entre los escombros con la agilidad de una serpiente y disparó su pistola varias veces sin dudarlo.

¡Plumb, plumb, plumb!~

Vomitó el arma cual escopeta, aturdiéndome más. Sus balas parecían una acumulación de materia viscosa, parte de esta cayó sobre mi ropa, quemándola al contacto, al mismo tiempo y sin poder reaccionar, un fragmento de aquello bañó una pequeña parte de mi rostro como una lluvia de ácido, involuntariamente me retorcí al sentir que mi ojo derecho se había calcinado.

—¡Mierda! —Me quejé a la par que cada músculo de mi cara se contrajo, ahogada en dolor, era como si cientos de cristales hubieran atravesado mi ojo en un instante.

Torpemente, me aparté del hombre y de inmediato vi un rayo dorado que le atravesó el pecho con la furia de cien balas consecutivas. Le habían disparado y partes de él me bañaron, cubriéndome de un viscoso rojo, mi estómago se revolvió como un huracán, quería vomitar al sentir su carmesí sobre mi rostro.

La bala que le dio fue tan agresiva que lo hizo explotar en pedazos, sobre mis piernas incluso cayó una de sus pertenencias, era una especie de contenedor pequeño que posteriormente desapareció, trayendo consigo el mensaje de ">Objeto almacenado en el inventario" a mi campo de visión.

«¿Qué?»

De mi boca solo salían soplidos y un vago intento por pronunciar palabras de auxilio. Las dos siluetas de ojos amarillos se acercaron a mí sin decir nada, pude apreciar que vestían trajes gruesos y pesados como montañas, parecían dos colosos oscuros.

—Analízalo —Ordenó frío el más alto, quien sostenía la devastadora arma asesina.

—No hay presencia de algún componente mecánico, tiene estadísticas de un principiante. Niveles de estrés, ansiedad y miedo: elevados. Sufrió daño por elemento naturaliquo recientemente y es nuevo en el sistema, spawneó hace poco —detalló con un tono tan gélido como el de su compañero.

—Entonces ya acabamos aquí —respondió el gigante y con la misma frialdad con la que llegaron, se marcharon.

No podía dejar de temblar. Olía a pólvora y sangre, sentía que no tenía fuerzas ni para moverme, la imagen del hombre destrozado frente a mí me tenía inmóvil, no pude evitar vomitar.

[...]

Con pasos torpes y débiles caminé por el pasillo del extraño hotel, sus colores oscuros dificultaban mi defectuosa y ahora aún más pobre visión. Me tenía que apoyar en las paredes para poder avanzar, apestaba a orina y basura quemada, además de que varias habitaciones habían sido destrozadas y no retiraron los escombros o los heridos, era repulsivo.

En los pasillos había toda clase de personas con atuendos extraños, algunos parecían salidos de una fiesta ridícula, pero otros tenían un aspecto tan aterrador como el de los colosos. Todos tenían esos nombres con letras y números sobre sus cabezas.

Por mi cabeza solo pasaba la idea de recibir ayuda, pero al mismo tiempo, me preguntaba por qué nadie estaba espantado por mi aspecto, o el del hotel. Era como si para los demás, este caos fuese algo común.

Con el peso de mil piedras terminé llegando a lo que parecía ser la salida del edificio, o eso aparentaba, pues afuera todo daba la impresión de ser una extensión del hotel, pues no había más que tonos oscuros detrás de aquella gran puerta, era como si todo estuviese formado del mismo material.

Lentamente, me acerqué a la salida y pude apreciar que había personas con los mismos trajes que los colosos, como si fuesen policías vigilando el área. Su presencia no me impidió avanzar, pues yo no parecía ser algo relevante ante sus ojos.

Al cruzar la gran puerta, llegó el canto de la ciudad a mis oídos, compuesto por todo tipo de voces, gritos, comerciales, sirenas, motores. Todos formando la melodía de una metrópolis más escandalosa que todo lo que había escuchado alguna vez, una verdadera canción de desorden a niveles incalculables.

Me quedé anonadado al ver pobremente mis alrededores, estaba abrumado por la cantidad de edificios que llegaban hasta las nubes e incluso parecían salir de ellas, como no existiese el cielo.

Todos esos carteles brillantes, tuberías, luces y personas que me rodeaban, todo transmitía las vibras de ser parte de una megaurbe eternamente nocturna y saturada, hiperpoblada, caótica y mucho más avanzada tecnológicamente que la ciudad de la que venía.

Perdí en equilibrio por la desagradable mezcla de sentimientos que ahogaban mi cerebro, estaba tan desconcertado que me sentía como un niño indefenso, la misma sensación de cuando papá me dejaba solo en casa durante varios días.

Tuve que sujetarme de un par de tubos para no caer al suelo, no podía controlar mi respiración y mucho menos era capaz de procesar lo que estaba ocurriendo, o las cosas que había visto. Miré mis manos manchadas de polvo y sangre seca sin creer lo que ocurría.

El sin fin de gente a mi alrededor me robaba el aire, llevaban todo tipo de artefactos y armas de fuego, sin miedo a ser arrestados, incluso oía disparos a metros de mí. Huyendo de aquello, con las pocas fuerzas que me quedaban logré adentrarme a un callejón cercano.

Los gases que salían de las tuberías del estrecho camino llegaron a quemarme y congelarme por igual, y sin poder siquiera saber qué estaba frente a mí, terminé tropezando con un montón de chatarra. Olí el polvo del suelo y sentí el gélido viento de la ciudad azotarme, mientras que mis brazos se habían vuelto incapaces de levantar el peso de mi propio cuerpo.

«Ya no... No puedo más.»

Cerré los ojos. Me faltaba el oxígeno y mi mente estaba más nublada que mi visión, y sin poder notarlo, caí en un estado de inconsciencia.

[...]

Desperté de golpe al sentir que mi cabeza saltó y chocó contra el suelo.

Mis párpados pensaban tanto como un tren, mi deficiente visión a penas alcanzó a apreciar que alguien me estaba arrastrando como una maleta por otro largo y oscuro callejón.

—Oye —dije, pero la persona siguió arrastrándome.

Él o ella llevaba puesto una capucha y una túnica oscura, vieja y desgastada. Podía oír un sin fin de objetos chocando con cada paso que daba, como si cargase una tienda entera debajo de la capa.

—¡Hey! —Grité—. ¡Suéltame!

Mis piernas cayeron como piedras al suelo tras mis palabras.

La persona se giró sorprendida y juntó sus manos de metal con nerviosismo, no podía ver su rostro, solo unas inexpresivas pupilas que brillaban como gemas color magenta en el fondo de la capucha.

—A-ah, je, eh —tartamudeó con su nerviosa y artificial voz—. Creí que estabas muerto, je.

—¿Quién eres tú?

—¿Yo, yo? —pensó un momento—. Ve-vendo a personas, para personas quiero decir. Mi-mira.

«¿Qué le pasa?»

—E-eres nuevo por aquí, ¿no es así?

Solo asentí, confundido.

—Mi-mira, te, te lo puedo dar con rebajas especiales —dijo sosteniendo algo que sacó de su túnica, era un extraño cubo negro.

—¿Qué es eso? —pregunté precavido.

—Es-es útil, para los nuevos en la ciudad, mira es un arma tipo guja, es pa-para defensa personal.

—No quiero ningún arma —negué hasta con las manos, pero él lo puso a la fuerza sobre mis palmas.

—Solo cuesta tre-trescientas pecunias. —Su temblorosa mano me pedía el dinero.

—No sé qué es eso, ni siquiera sé qué es una pecunia.

«¿Qué ocurre con él?»

Antes de decir algo más, me quedé sorprendido por la ventana que se abrió frente a mi ojo, era como si un anuncio estuviera impreso en mi retina.

>Un ladino te ofrece un intercambio.

>Artefacto de vinculación [Arma: Guja] X 300 Pecunias.

>¿Aceptas?

La insistencia de la criatura era aterradora y yo estaba realmente desconcertado por las cosas que veía, era como si mi cerebro se hubiese vuelto un proyector.

Entre la información frente a mí, vi que estaba presente el número 350 junto a un símbolo que desconocía, pero en el fondo era como si supiese que se trataba de algo relacionado con una moneda.

El extraño comportamiento del vendedor me atemorizaba, lo describiría como hablar con la copia de una persona, como si no fuese natural para él o ella una simple conversación.

Su raro e insistente actuar me hizo aceptar lo que sea que me ofrecía porque pensé que así se iría. Al concluir el intercambio de lo que sea que había comprado, el mensaje "Objeto almacenado en el inventario" volvió a aparecer frente a mí, con la diferencia de que las palabras "Arma equipada" aparecieron tras la notificación anterior.

>Tu ataque ha aumentado a 2.

«¿Qué significa todo eso?»

—Oye —dije mirando aquellos ojos perdidos y sin alma—. Los símbolos sobre tu cabeza, son distintos al de los demás, ¿por qué?

La criatura guardó silencio cuando pregunté sobre qué era este sitio.

—Por favor, no sé cómo llegué aquí, necesito saber dónde estoy o qué es esto, solo responde eso, por favor —supliqué.

—Humano —me señaló—. Co-copia —se señaló—. Sistema de aprendizaje —apuntó hacia el suelo.

—No entiendo qué significa, solo quiero sab...

¡Pluuumb!~

«¿¡Eh!?»

La criatura voló en pedazos tras recibir un repentino disparo. Fragmentos del material que lo componía se dispersaron cruelmente por el callejón, como si fuese un montón de chatarra. Al girarme asustado para saber quién lo hizo, vi un rostro que ya conocía.

Mis manos temblaron.

La mujer del hotel en el que desperté estaba a un par de metros de mí, fue tan sigilosa que ni siquiera oí cuando se acercó. Su rostro falso e inexpresivo no ocultaban sus malas intenciones, aquellas perlas verdes al billar reflejaban la muerte.

—Al fin te encontré, maldito niño. No sabes cómo costó perseguir el aroma del naturaliquo concentrado. Pensé que los centinelas se lo habían llevado, pero vaya sorpresa me llevé cuando el olor me trajo a este lugar laberíntico, hasta ti —escupió—. Dame el contenedor, no tengo tiempo, si te mato puedo perder el objeto.

—No tengo idea de qué me estás hablando, por favor, cálmate —contesté, pero ella estaba segura de lo que decía y quería.

Cru-cruish~

Recargó su arma y la apuntó hacia mí.

—Suelta el maldito contenedor o te haré estallar como el Afín que tenías al lado.

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