Corazón de acero, roto cual cristal

Las luces de la ciudad parecían estrellas fugaces a través de la ventana del auto, a penas lograba verlas debido a lo rápido que conducía Noche. Miré mi reflejo en el cristal, casi no podía reconocerme, en tan poco tiempo mi mirada había cambiado mucho.

La máscara del dios sin rostro constantemente buscaba cubrir mi cara, y cuando se lo permitía, mi rostro era cubierto por un metal líquido que ocultaba cualquier tipo de información sobre mí.

A diferencia de su portador original, mi máscara era oscura y no plateada, además de que se adaptaba a mi aspecto. Como ojo izquierdo había un espiral, y como ojo derecho una X, ya que carecía de este. Mientras que la boca era representada por una línea inestable.

Tener el rostro cubierto era desagradable, pero prefería ocultar mis lágrimas detrás de la máscara.

—Sea lo que sea que ocurrió, Sp, estoy segura de que no fue tu culpa. Puedo hacerme una idea, conozco mucho sobre esos bosques.

Retraje la máscara.

—Conocí a un Afín. —Mi voz estaba apagada—. Tenía mucha gente bajo su mandato egoísta, la mayoría estaban atados a él y lentamente les robaba la humanidad.

—Entonces cuando murió...

—Sí —interrumpí—. Todos se fueron con él, era gente inocente de nivel bajo. Una niña se fue junto a ese desgraciado, aún recuerdo su único pedido de auxilio, quizás yo era su última esperanza. Ya no tiene importancia.

—¿Crees que eres el malo de la historia?

—Antes quizás lo hubiera creído, pero esta ciudad me ha cambiado. —Suspiré lentamente—. No tienes idea de cuánto me odio por lo ocurrido, pero estoy lejos de ser malo, no quiero pensar que lo soy.

—No lo eres, Sp.

—El bien y el mal se entrelazaron desde que llegué a este lugar.

—¿Qué significa eso?

—Siguiendo lo moralmente correcto, tú no serías buena del todo, pues cuando nos encontramos por primera vez te vi matar dos veces a la misma persona.

—Dados no merecía vivir. Hacía cosas terribles.

—Tal vez, o quizás no, no somos malditos dioses ni nadie como para decidir esas cosas —respondí y la miré—. Aun con lo que hiciste, no te considero malvada a pesar de ser una asesina, pues tiempo después fuiste tú quien me salvó cuando nadie más se detuvo a hacerlo.

—Es posible que tengas razón, Sp, tampoco creo que soy una buena persona, siendo honesta. Pero hago cosas buenas por gente buena, alguien debe ensuciarse para que los demás tengan esperanza. Siempre ha sido así, puedes juzgarme o no, da igual.

—No lo hago. Nadie es enteramente una cosa u otra, este sitio me hizo darme cuenta de ello. No es culpa del mundo fallar con las estúpidas expectativas que tengo. —Exhalé—. Somos infinitamente variables y nunca algo en concreto, nada lo es ni lo será. Me detesto, es verdad. Soy un genocida, es verdad también. Pero todo el tiempo estuve persiguiendo el bien.

—Y debes seguirlo haciendo. Entre más tiempo estés aquí, mayor será tu cambio. Sin embargo, debemos ser superiores a todo lo que ocurre en este sitio y no dejar que nos consuma, después de todo no es muy diferente al lugar del que venimos. —Ella aceleró—. Eres un asesino ahora, pero uno inocente, aún no llegas al nivel en el que estoy.

—Tampoco quiero llegar ahí, tengo miedo de ser como tú, Noche. —La miré avergonzado—. No quiero matar personas, sin importar la razón, jamás quiero ver a alguien morir por mi mano otra vez —sollocé en silencio.

—Si vives lo suficiente, es una posibilidad que jamás vuelvas a pasar por algo así, pero, si ocurre lo contrario y terminas igual que yo, aun con todo lo malo que hay detrás de mis actos, considero que hay cosas buenas en ser lo que soy.

—No quiero ofenderte, pero, ¿qué puede ser bueno llegado a ese punto?

—Que cuando todo está muerto en ti y crees que las cosas han perdido el significado, se siente maravilloso saber que aún eres buena ante los ojos de algunos, que le haces bien a otros y a tu alrededor. Por ello es increíble seguir a tu corazón aun cuando te lleva por caminos sombríos, es increíble porque conozco personas como tú, Sp. Personas por las que quiero pelear.

—...

—¿No crees que es suficiente con eso? —sonrió satisfecha.

Aunque hubiese querido darle una respuesta, jamás hubiesen llegado a sus oídos, pues al instante alcanzamos ese punto donde íbamos tan rápido que ni el sonido podía seguirnos el paso.

>Ahora resistes los efectos de viajar a hiper velocidad, ya no experimentarás malestar.

[...]

Los fríos vientos que recorrían ferozmente los callejones sacudían la capa que antes fue del fantasma de hojalata, capa que se había tornado negra desde que se aferró a mí. Al igual que el traje de Noche, llevarla puesta me ocultaba entre el paisaje.

—No te queda mal ese estilo —dijo ella mientras caminábamos.

—No me la puedo quitar, pero tampoco deseo hacerlo. Prefiero no olvidar lo que ocurrió en ese bosque.

—Es un manto, Sp, no puedes quitarte el puesto que le arrebatas a una entidad del sistema. Este traje que llevo puesto le perteneció a una Afín llamada la Emperatriz de las Sombras, desde que le derroté se aferró a mí. Si no fuera por las capacidades sensoriales que me otorga, dudo mucho que te haya podido encontrar en aquella cueva.

—Supongo que ahora soy el Fantasma de Hojalata —dije sin emoción por el título—. Esta cosa apesta a polvo y metal, además de que su única función parece ser camuflajearme y ocultar mi identidad con la máscara.

—Al menos hace algo.

—Supongo que es mejor que nada.

Los escombros desperdigados por el suelo de las calles interrumpieron la conversación, tanto la chica como yo notamos que algo estaba fuera de lo normal, había más basura de lo normal en la zona.

—Noche, me dijiste que Titán pidió apoyo, ¿por qué?

—Maldición, atacaron la base. Por eso se intentó comunicar conmigo —dijo preocupada—. ¡Andando, Sp!

Y con esa orden, nos impulsamos avanzando ultrarrápido entre las calles como electricidad recorriendo cables, hasta llegar a las puertas del almacén.

[...]

La base estaba destruida, como si una guerra hubiese tenido lugar tanto dentro como fuera de ella. La pelinegra inmediatamente se adentró al lugar, preocupada por lo más cercano que tenía a una familia.

Por otro lado, yo me quedé evaluando un momento el exterior. Además de estar repleto de agujeros de balas y quemaduras por armas de energía, noté que había restos de cuerpos, cadáveres que ya se habían vuelto escombros de metal negro.

Apreté la mandíbula al recordar a la niña y agité la cabeza para salir de esos pensamientos, para luego, tan rápido como el viento que azotaba los callejones, desaparecer para acompañar a Noche.

El almacén estaba hecho un desastre, ubiqué rápidamente a la pelinegra junto a Titán. El gigante tenía abolladuras e impactos de calibres pesados por toda su armadura, pero eso no le impedía atender a los que resultaron heridos de gravedad.

—¡¿Qué fue lo que ocurrió?! —preguntó la chica apoyando al coloso en su tarea. Me les uní en silencio aunque no supiera qué hacer, intentaba limpiar las lesiones de los demás.

Oí a Titán darle la razón a Noche, hablaba algo sobre el proveedor al que le había pagado con las férreocostras que recolectamos, dijo que descubrió la ubicación del almacén, atacando poco tiempo después del trueque que habían hecho. Esos malditos saquearon y atacaron sin piedad, pero a pesar de ello el grandulón y su gente lograron defender la base, aunque hubo muchas pérdidas.

—Te dije que no me parecía una buena idea —dijo Noche, estaba furiosa—. Nunca antes te habías precipitado de tal forma.

—Era la única manera que teníamos para obtener un puesto dentro del evento de Emperador, lo sabes. Sé que me equivoqué, ahora lo veo, pero tenemos los pases —contestó él mientras curaba a un enfermo.

—¿Y cuál fue el precio? —Le reclamó—. Tus mejores guerreros están en pésimas condiciones ahora y perdimos a muchos otros ahí afuera. No veo ni a la mitad de los nuestros aquí.

—Por favor, guarda silencio —dijo él con la voz pesada, podía sentir el dolor en sus palabras—. Cometí un error, pero voy a solucionarlo.

—Maldición. —La chica se frotó el rostro—. Esto es una mierda. Pero ya está hecho, el evento será pronto y no podemos dejar que las pérdidas hayan sido en vano. Debemos asistir.

—Lo haré, por supuesto que iré —respondió el gigante—. Pero...

—No hace falta que lo digas —interrumpió ella—. Sé que soy tu única opción ahora, no dudes que te acompañaré. Todo lo que hemos hecho es por los demás, sin importar el costo, esta no será la excepción.

Oí un suspiro de alivio salir de entre la armadura del grandulón.

—Gracias, Noche —bajó la cabeza—, pero, todavía necesitamos a alguien más, realmente estamos escasos de todo ahora, incluso de fuerzas.

Ella miró a sus compañeros heridos, realmente estaban en mal estado. Pareció pensar un momento buscando una solución, y cuando me miró, supe de inmediato que no me iba a gustar lo que diría.

—Sp será tu segundo compañero. —Le dijo y el coloso me miró.

—No lo había tomado en cuenta.

—¿Tenemos otra opción?

Él la miró sabiendo que no había alternativas.

—Lo mejor será que le enseñes a defenderse bien si lo llevaremos con nosotros. No tengo el tiempo ni el humor para ocuparme de él en este momento.

Ella asintió.

«¿En qué me están metiendo?»

[...]

Vi desde la distancia a la pelinegra tomar el hombro del grandulón, le susurró algo que, aunque no pude oírlo, sabía que eran palabras de apoyo. Noche podía ser grosera y salvaje en ocasiones, pero lentamente me daba cuenta de que en el fondo ella sentía mucha empatía por los demás.

La imagen del gigante abrazando a la chica me dejó sorprendido, parecían muy cercanos, más de lo que imaginé. Pero era de suponerlo, después de todo fue él quien terminó de criarla cuando la encontró moribunda en esta ciudad.

Verlos a ellos era como tener en frente a un padre junto a su hija, me transmitían una sensación peculiar e inexplicable.

«Papá...»

Me recosté en la pared.

«Ojalá pudiera contarte las cosas que he visto, te burlarías de mí y dirías que estoy loco. Realmente te extraño, viejo, espero que estés bien y que sepas que todos los días pienso en ti. Quisiera poder volver a abrazarte, oír tu voz o solo sentarme a conversar contigo.»

Limpié mis lágrimas.

«En serio, tienes al hijo más tonto del mundo.»

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