El juicio final

Deshumanización.

De donde vengo tener dicho sentimiento es sentir que por momentos, ya no somos nosotros, sino espectadores de nuestra propia existencia, una que se volvió tan vacía y monótona, que nos desprendemos de ella.

Aquí, en el sistema, experimentar deshumanización no tiene relación alguna con aquel sentimiento, sino que es un debuff, un vil efecto que estuve experimentando durante las últimas horas, uno que me hacía sentir que yo carecía de alma.

«Tal vez no somos nada, ninguno de nosotros lo es. La única razón por la que somos algo es porque así lo creemos, o porque alguien más lo dijo. Pero la verdad, la única verdad, es que somos tan robóticos y predecibles como las máquinas de este lugar. Aquello que nos separa de los Afines, son los sentimientos.»

El dios del bosque no solo era un intento fallido de copiar a una divinidad, sino que era una entidad con sueños, deseaba tener sentimientos, un cuerpo que sentir, una vida que vivir. Lo noté en el instante en que absorbió a los desafortunados que fueron arrojados a la hoguera.

Él les robó su humanidad y expulsó parte de su vacío. El circuinferno no era más que la esencia vital de los Afines, misma que excretaban cuando parte de ella era reemplazada por nuestra humanidad.

El costo de sentir, era robarle los sentimientos a alguien más. Y las consecuencias de perder el vacío que guarda un corazón hueco, es que sus carencias terminaban en alguien más. El dios del bosque tomaba almas ajenas y le quitaba vida a sus ciervos por igual, dejando un inmenso vacío en sus seguidores. Incluso en mí.

>El efecto negativo de deshumanización leve, está por terminar.

No puedo pensar. No tengo quejas, tampoco dudas o miedo alguno.

«No siento nada, no quiero que acabe.»

[...]

Desperté en la habitación de las tablillas, adolorido, como si alguien solo me hubiera tirado cual bolsa de basura. Suspiré aliviado al percatarme de que al menos mis energías se habían recuperado por completo.

La idea de salir de este lugar llegó a mi mente con mayor intensidad que antes, pues ahora, me sentía con la fuerza de acabar con el pequeño clan del fantasma de hojalata, sin embargo, solo podría contra ellos.

«Sería demasiado arriesgado enfrentarme a su líder. Aun si pudiera pasar por encima de todos los demás sin recurrir a la violencia, tomando en cuenta la información que me han dado, no podría escapar del fantasma.»

Me levanté del suelo y me apoyé en las tablillas.

—Estoy atrapado aquí —susurré—. Pero no puedo quedarme.

Tomé mi frente.

«¿Qué se supone que haga?»

>Tienes que seguir avanzando.

—No puedo. —Y con esa negativa, sentí un ardor en mis palmas. Las miré espantado por la sensación, sensación que se redujo a nada cuando miré el porqué del calor.

>La habilidad Sol Naciente ha sido activada.

Una pequeña bola de energía púrpura similar a la que usaba Noche en sus armas, estaba sobre mis manos. Era como ver un cúmulo danzante de fuego violeta que, al analizarlo, comprendí que se trataba de mi propia fuerza vital, manifestándose físicamente gracias a los conocimientos que adquirí de las tablillas.

>Tus ancestros aprendieron, crearon y heredaron esto a la humanidad. No desperdicies el potencial humano, no malgastes aquello que los hace especiales.

—¿Pero qué debería hacer? —La bola de energía se apagó—. Ni siquiera puedo respirar bien cuando me expongo al peligro, mucho menos podría enfrentarme a algo como esa entidad —murmuré.

>Debes continuar.

—No puedo. —Me abracé—. Este lugar es aterrador, su gente es aterradora, su naturaleza...

>Debes avanzar.

Suspiré.

Por un instante me rendí ante la idea de huir, no podría enfrentar a un dios, mucho menos sin saber sus estadísticas. Mis torpes pasos dejaron atrás toda idea de avance y acepté la derrota.

Había pasado mucho tiempo y no tenía información sobre Noche, cosa que era desalentadora. No sabía dónde estaba o qué podía hacer, cedí ante el mandato del dios del bosque, solo bajé la cabeza y escapé de ser valiente, pues no me sentía así.

«Solo sé abandonar a la gente. Siempre hago oídos sordos y por eso me pasan estas cosas. Lo merezco.»

Perdido en mis pensamientos, tropecé con una de las tablillas, quebrándola en pedazos. Me agaché para intentar arreglarlo, pero noté que algo más se había roto.

Vi con pavor mis propios dedos, dedos llenos de cicatrices que antes no estaban. Manos heridas por viejos trabajos, al que igual que uñas descuidas.

«¿Esto es...?»

>El efecto del aspecto holográfico ha llegado a su fin, el ítem se quedó sin luz y se ha roto en fragmentos.

—No, no, no —repetí incrédulo ante lo que leí. Había olvidado el tiempo limitado que tenía el efecto—. ¡Oh, no! —exclamé al ver mi reflejo en el metal, era yo, el verdadero yo.

«No puede ser, ¿cómo pude olvidar esto?»

Sudé.

«No solo soy un desconocido para esta gente, sino que podrán ver mi ojo artificial.»

Maldije hasta el cansancio mi repentina situación actual. Si ya tenía pocas opciones, ahora solo tenía una.

«Si soy juzgado otra vez, me enviarán a la hoguera. Si me quedo aquí, me encontrarán y también terminaré en el fuego. Pero, si intento huir, me cazarán como un animal.»

—Mierda —susurré—. Solo puedo intentar lo último, salir de aquí es mi única opción, pero —sujeté mi rostro—, no puedo abandonar a estas personas, no puedo dejar a Sen. No está bien lo que pasa aquí. ¿Qué ocurrirá si la abandono?

Mis manos temblaron por la ansiedad.

«Mierda, mierda.»

Algo se abrió, el largo y espantoso chillido de la puerta metálica que era el único acceso y salida de la biblioteca, llegó a mis oídos. Alguien había entrado y yo de inmediato me escondí.

—¿Sp? —Era la voz de Sen—. ¿Estás aquí, no?

«¿Qué voy a hacer?, no puedo golpearla para escapar, no quiero hacerle daño a nadie.»

—¡¿Sp!? —gritó sin ubicarme. Podía oír cómo se acercaba.

—Maldición —murmuré entre dientes. Ella estaba muy cerca—. Aquí estoy —alcé las manos.

La niña se quedó pasmada, sabía que reconocería mi voz, pero mi aspecto sería muy difícil de explicarlo.

—¿T-tú, quién... —me señaló—, ¿SP1R4L? —leyó.

—Soy yo, Sen. Este es mi verdadero ID y mi aspecto real —confesé sin más. No tenía alternativa.

Ella lo primero que vio fueron mis ojos, sabía que sería algo que no podría pasar desapercibido, mucho menos cuando eso parecía ser la principal razón de condena en esta aldea, un componente mecánico.

—E-eres un humano alterado —dijo decepcionada y asustada—. ¿Todo este tiempo fuiste un engaño?

—Lo lamento, Sen, todo lo que ha pasado ha sido una serie de casualidades y circunstancias que no puedo controlar. —Mi voz estaba temblorosa—. Por favor, déjame explicarte todo, podemos solucionar esto. Puedo sacarte de este lugar, tú misma me pediste ayuda.

Sus ojos se encendieron en unos radiantes y furiosos destellos magenta.

—¡¿Sacarme de este lugar!? —gritó fuera de sí—. Este es mi hogar, los ciervos viven en los campos de su dios. Y tú, has roto sus reglas, debes ser juzgado.

—Escúchame por favor, esta no eres tú, nadie de aquí está bien. Lo sé desde anoche. Te lo suplico, no digas nada, podemos salir de aqu... —Una onda de energía me hizo salir disparado.

Croush~

Se quebraron las tablillas a mis espaldas.

«Maldición.»

Me levanté en un parpadeo usando la habilidad Impulso y de inmediato llamé la guja a mis manos, sin dudarlo, tomé la posición de guardia.

—¡No quiero hacerte daño, Sen! —grité—. ¡Mi nivel es mayor al tuyo! —intenté asustarla, pero mis palabras fueron como viento entre los árboles, llegaron a su persona, pero pasaron de largo. La niña no dudó ni un momento en bombardearme con los explosivos orbes mágicos de su linterna.

Parecían globos de energía que venían a mí desde todas las direcciones posibles. Ágilmente, moví la guja como me enseñó el coloso, y con cortes preciosos hice estallar las esferas explosivas, causando un completo caos por toda la biblioteca.

Toda la estructura empezó a colapsar.

«Esto no va a acabar bien.»

Mi corazón dio un salto cuando con la visión acelerada de mi ojo capté una lluvia de escombros que iban a aplastar a la pequeña. Me moví a una velocidad descomunal para sacarla del derrumbe que habíamos causado, saliendo disparados hacia el exterior y cayendo sobre las calles de la aldea.

Sentí sus puños golpear mi rostro a penas la sujeté, pero sus golpes no fueron nada comparado con el potente coletazo que me conectó una especie de anaconda robótica que de inmediato vino a proteger a la niña.

Ella sin piedad le ordenó matarme, pero yo con la misma frialdad clavé la hoja de mi arma en la cabeza de la serpiente mecánica, bañándome en sus sustancias y piezas.

—¡Es suficiente, Sen! —No dijo nada al respecto. Miré mi alrededor fugazmente solo para ver que la gente del clan se había acercado sin saber lo que ocurría. Todo el alboroto los había alarmado.

Los oí furiosos por la destrucción de la biblioteca, otros se acercaron armados al notar mis ojos, y algunos simplemente se alejaron al darse cuenta de que estaban bajo ataque.

«Yo no deseo pelear.»

—¡Por favor, aléjense. No quiero herir a nadie! —Supliqué paz, pero ellos estaban fuera de sí mismo. La mayoría de las personas presentaban deshumanización grave, actuaban como máquinas incapaces de hacer algo que no sea seguir aquello que por alguna razón dictaba su dios.

«Ellos no van a entrar en razón. Pero no puedo lastimarlos, no soy un maldito asesino.»

Giré la guja cual hélice y mi ojo se enfocó por completo en todo el que se me acercara. Mis manos sudaban y mi cuerpo temblaba, pero no había alternativa, tenía que defenderme.

La multitud se abalanzó sobre mí con la clara intención de matar, y yo, siguiendo mi propio instinto de supervivencia, olvidé por un instante lo moralmente correcto y solo pensé en sobrevivir, aun si eso significaba ensuciarme las manos.

—¡Alto! —ordenó el dios del bosque, tan fuerte que su voz hizo eco en todo el poblado. En ese instante, fue como si el tiempo se hubiese detenido, pues absolutamente todos los salvajes se detuvieron.

Ni por un momento solté la guja, de inmediato la apunté hacia la entidad sin rostro. Podía ver el arma temblando por mi incapacidad de mantener la calma.

El ente hizo a un lado a todos sus seguidores y haciendo honor a su puesto como gobernante, dio la cara por su gente ante la amenaza que representaba yo. En ese momento, el ambiente se tornó más frío de normal.

>Estás experimentado miedo.

Muy en el fondo, algo me gritó que huyera, pero no tenía escapatoria. Tragué seco y observé atentamente a la entidad levantar su pesada espada resplandeciente. Maldije el instante en que pasé de estar leyendo tablillas, a tener semejante monstruo frente a mí, dictando sin palabras, que era la hora de mi juicio final.

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