Loco

Después de comer, ayudé a Marc con el lavado de ropas y la limpieza de la casa. Hoy tenía día libre y después de terminar todo el oficio, se acostó boca abajo en su cama.

Me acerqué de cuclillas para que no me escuchará y me senté a su lado. Se sorprende, pero no me aparta.

—¿Qué quieres?

—Me lo darás si te digo. —Marc levanta la cabeza y me mira confundido.

—No tengo tanto dinero, muchacho.

—No quiero dinero. Te quiero a ti. —Marc se sonrojó y volteo la cabeza del otro lado. —¿Puedo hacerlo?

No se niega así que comencé a acariciar su cuello. Se dejó tocar y se giró para estar boca arriba. Mira mis labios y entiendo lo que quiere.

Me subo encima de él, presionó mis labios contra los suyos y de una me recibe. Su mano comienza a acariciar mi abdomen bajo la camisa y eso me pone nervioso.

—Ahora tiemblas. —Su voz ronca me gusta demasiado, lo voy a dejar más ronco de lo que está. —Más despacio muchacho…

Tengo una excelente vista y eso me hace feliz.

Pasamos demasiado tiempo juntos y después de todo lo excitante, me puse a jugar y mordía dulcemente sus mejillas. Marc no se quejaba, pero no se alejaba más bien movía su cabeza a un lado, para que pudiera morder su cuello.

—¿Te puedo dejar marcas?

—Haz lo que quieras. —No puedo creer que se deje tan fácil. Lo abrazo fuertemente y luego muerdo su pezón, él deja salir un suspiro.

Después de molestarlo por varios minutos, me sentía cansado y con sueño. Pongo mi cabeza sobre su pecho y cierro los ojos.

Dormí tan bien que ni siquiera pude levantarme, si Marc no me despertará para cenar seguro estaría durmiendo hasta al siguiente día.

Come tranquilo y yo le sigo observando al igual que en la mañana. Me encantan sus manos, tiene los dedos finos y las venas en ellos me parecen atractivo.

Mi teléfono suena y viendo la pantalla, noto que es Alexander ¿Qué quiere? Tenía otras llamadas perdidas, pero los ignoré y puse el teléfono en vibración.

—¿No tienes hambre? —Miro mi plato, por estar tan concentrado en verlo me olvidó de comer.

—Creo que no tengo hambre. —Me iba a levantar y guardar la comida, pero Marc tomó su silla y la puso a mi lado.

—Si comes te doy un premio. —Era obvio que caía con eso. No pude ni negarme.

Él toma la cuchara y coge una porción.

—¿Me vas a alimentar?

—¿No quieres? —Puedo morir en paz. Abro la boca contento. Y muevo la cabeza de un lado a otro. Me siento muy feliz.

—Vamos a tomar una ducha. —Sostiene mi mano y me guía a la bañera.

—Siento que me estás tratando como un niño.

—¿Y no lo eres? —Me mira esperando mi respuesta.

—Entonces soy tu niño.

—Claro que eres mío.

Escuchar eso hizo que mi corazón bombardeara a mil. No me lo creo, seguro es un sueño.

Cuando terminamos de bañarnos, salí del baño con una sonrisa enorme. Él venía detrás de mí, arrastrando los pies y me miró molestó.

—No me vuelvo a bañar contigo nunca.

—Tú me has seducido.

—Solamente te lavé la espalda, pervertido. —Entra a su habitación y cierra la puerta.

—No te enojes ¿Sí? —Doy toquecitos a la puerta. Y luego comienzo a fingir que estoy llorando.

Marc abre y me meto de una a la habitación. Él sigue arrugando sus cejas queriendo lucir molesto, pero más bien se ve tierno.

—Promete que no lo volverás a hacer.

—Uy, eso no se va a poder.

—Entonces sal, no te tengo confianza. Me agarras cuando ando desprevenido.

—¿O dejas que agarre?

—Sí que eres contestón. —Se quita la toalla y comienza a buscar que ponerse. Me quedo viendo su trasero que está al aire libre. —Prohibido tocar. —Dice cuando nota que quiero acercarme. Bajo la mirada fingiendo estar triste. —Mañana, hoy me duele el culo.

—«No puedo creer que lo hayas logrado». Miro a Cero, quien acaba de aparecer repentinamente.

Se viste y se sube a la cama, palmea para que pueda meterme a su lado.

—Voy a vestirme primero.

—Tienes una bata, acuéstate así.

Palmea la cama, para que yo me acueste a su lado.

Tímidamente, voy y me acuesto casi cayéndome de la cama.

—¿Por qué te avergüenzas ahora Al? Acércate, tengo frío.

¿Por qué es tan confianzudo ahora? Me confunde, no entiendo nada. Me acerco y Marc se acurruca en mi pecho, con mis brazos lo rodeo.

—Espera… Me estás tocando demasiado. —Intento alejarlo cuando siento su mano toda fría tocar mi pecho. Él me mira confuso.

—Hace poco me querías romper en dos y ahora te pones penoso. —Marcos sonríe y se pega más a mí.

—Si ves que me provocas.

—Ya lo sé, te estoy coqueteando. —Se ríe. Pasa su mano lentamente en mi pecho.

—Pero dijiste que estabas cansado y este… —¿Se está burlando de mi cierto?

—¿Sabes que esa no es la única parte donde se mete verdad?

No entiendo ¿Es una indirecta?

Con su pierna roza eso y siento escalofríos por todo mi cuerpo. Me besa y me quedo procesando por un momento y después le sigo el beso.

La mano de Marc se pasea desde mi pecho hasta mi abdomen, son tantas caricias que siento que mi mente en cualquier momento quedará frisado. Dejo escapar gemidos entre besos, él es todo un experto y más cuando toquetea esa zona.

—Así se siente mejor.

—«Te está dando clases jajaja» Escucho la voz de Cero, pero el placer es tanto que lo ignoro y sigo recibiendo los besos de Marc en mi cuello y clavículas.

—Espera… en serio yo. —¿No me escucha? Voy a morir. Maldita sea, está presionando y no me deja expulsar, duele horrible.

—Tranquilo, no te asustes. —Me suelta y dejó salir un gran suspiro. —No mires lo que voy a hacer.

Asiento con mi respiración entre cortada.

Él entra bajo las sábanas y luego siento que algo cálido me abraza, se siente muy bien.

Al día siguiente me levanto y noto que Marc no está a mi lado. ¿Dónde se ha ido?

Camino por toda la casa y no le encuentro. En la mesa hay una nota, estoy en el hospital de psicología, ven si quieres.

Me doy una ducha y salgo con prisa. Antes de llegar mi teléfono suena y veo que es una llamada de Alexander, la cuelgo y cruzo la calle para llegar al hospital de psicología.

Diana me recibe y me cuenta un chiste horrible. Espero en la sala de espera, ya que, Diana me dijo que Marcos está atendiendo a un paciente.

Un joven muchacho sale y yo entro. Marc sonríe cuando me ve.

—¿Estás muy ocupado hoy?

Marc niega con la cabeza.

—No tengo más trabajo. Tú me dejaste plantando, parece que ya no quieres venir.

—Ya no voy a ser tu paciente. —Me acerco y le doy un beso, él lo recibe. Me encanta que se deje.

—¿Desayunaste? —Niego y él suspira.

—Solamente viste la nota y viniste con prisa ¿Cierto? Este muchacho… —Me da con el dedo en la frente.

Fuimos a comer en un local muy cerca del hospital. Ahí es cuando un chico se acerca a nuestra mesa, con su mirada molesta y dando fuertes pisadas.

—¿Quién es ese hombre? —El muchacho me mira buscando una explicación. Él luce de mi edad, pero no reconozco su rostro, no sé quién es.

—¿Quién eres? —Él me mira como si no creyera lo que acabo de decir. Eso parece haberlo ofendido, el hecho de que no lo recuerde.

—Soy Misael… —Habla apenado, pero después vuelve a poner la misma mirada de enojo. —¿Y ese estúpido quién es?

—Ah… Misael, perdóname. Realmente casi nunca me fijaba en mis compañeros de clase. Y no seas grosero con Marcos.

Marcos sigue bebiendo su café, sin interrumpir nada.

—¿Por qué estás en una cita con él?, ¿y lo nuestro? —Marcos se atraganta con el café y su rostro se enrojece. Miro a Misael con desconcierto ¿a qué se refiere?

—¿Lo del sábado? No lo he cancelado, no te preocupes.

—¿Podemos hablar sin que esté presente este idiota?

—Ya te dije que no le faltes el respeto a Marcos. —Lo miro con algo de enojo. Y después fijo mi vista en Marc y cuando lo veo asentir, me levanto y sigo a Misael hasta afuera.

Nos sentamos en unos bancos que estaban en la parte trasera del local.

—Lo que quería confesarte es que me gustas y no me voy a rendir sin importar si te gusta ese señor feo.

—«Lo sabía». Cien camina dando saltitos alrededor nuestro.

—Si ya sabes que él me gusta, no lo intentes, no tengo tiempo para lidiar con eso.

—No quería llegar a este punto, pero te arrepentirás si no me aceptas.

—Claro, lo que digas. —Me levante dispuesto a irme.

—¿Qué es lo que sientes coleccionando partes de un muerto? ¿Te gustaba ella también?

—«Mátalo». Me giré y me apresuré a tumbarlo sobre el banco. Mis manos fueron directamente a su garganta.

—¿Cómo sabes eso? —Su cara comenzó a ponerse roja, pero yo seguía apretando con más fuerza. Él intentaba quitarme, y en vano.

—No le diré a nadie. —Su voz salía entrecortada, ¿por qué no se moría todavía? ¿estoy presionando mal?

—¡Alex! —Con mis manos todavía en el cuello de Misael, volteo y veo como Marcos me mira preocupado. —Suéltalo, le puedes hacer daño.

Cómo si no supiera. Mi voz, la voz de Cero y Cien se hicieron una sola y sonó como un pensamiento.

Vuelvo a concentrarme en Misael y aprieto con más fuerza. Escucho los pasos de Marcos acercarse con rapidez.

—«Si el doctor escuchó, también debes matarlo». Cállate, no me hables.

Siento como Marcos me agarra de los hombros, intentando alejarme de Misael.

—Déjalo Alex. —Me jala tan fuerte que caigo sobre él. Misael tose mientras toca su cuello, yo me levanto y miro a Marcos molesto.

¡—¿Qué te pasa?!—. Me agarro el cabello con fuerza y comienzo a tirar de él.

—Tranquilo. Te vas a hacer daño.

—«No se preocupa por ti, defendió al que te puede condenar». Cállate Cero, no te metas en esto y menos tú Cien.

—Mírame, mírame chico. Respira. —Me toca las mejillas y acaricia mi cabello, dejo caer mis manos y comienzo a estabilizar mi respiración. —Tranquilo.

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