Un día de picnic.

—No. Dijiste que nos veríamos en secreto. ¿Sabes? Siempre esperé que algo como esto pasara. Odio estar siempre vigilada y escapar un día ha sido la mejor decisión tomada. —Suspira. —Sé que me rastrean por el celular, así que lo dejé en casa.

—Guau, no sabía que tenías esos pensamientos. Muchos dicen que serían felices si vivieran en una gran mansión. —Ella me interrumpe mientras balancea sus manitos de forma tierna.

—No es que no aprecie lo que tengo, lo hago, pero… tener a tantas personas pendientes de mí, es algo asfixiante y cansado. Quiero ir a fiestas sin guardaespaldas, ir a la universidad sin necesidad de un chófer o salir sin tener a alguien detrás como mi perro guardián.

—¿Ya estás en la universidad? —Parpadeo un par de veces. Se supone que entre nosotros no hay mucha diferencia de edad y siempre pensé que era mayor que ella.

—Voy a cumplir dieciocho dentro de poco.

—Ya serás una adulta, creo que así tendrás un poco más de libertad. Ven ayúdame con esto. —Le paso una punta de la manta y juntos lo acomodamos de una bonita forma.

—¿Y entonces…? —Me mira obviamente esperando algo.

—Me disculpo por haberme ido ese día sin despedirme, fue algo grosero. —Ella sonríe y se sienta sobre la manta.

—No me arrepiento de haberme escapado por primera vez. Y perdón por tratarte de esa manera ese día, lucí como egocéntrica ¿No? Si eres alguien interesante y también amable. —Mira hacia otra parte algo avergonzada.

—Olvidemos ese día y empecemos hoy ¡Mira! —Le muestro algunas botanas y dulces. —¿Cuál eliges?

—Chocolate sabor fresa. Es mi favorito. —Toma el chocolate con rapidez, casi arrebatándolo de mi mano.

—¿Alguna vez has pensado en como morir? En mi caso sería dormir y pasar al otro lado. —Ella me mira algo confundida y luego responde.

—Puede sonar extraña mi respuesta, pero siempre pensé que la mejor forma de morir sería a manos de un asesino serial.

Abro mis ojos de la sorpresa.

—Sabía que pondrías esa expresión.

—«Bueno, al menos se cumplió ese deseo».

—Perdón. ¿Qué pasaría si te digo que hoy tengo la intención de acabar con tu vida?

—No me sorprende eso. Algunos temen a la muerte, pero para mí es un escape; como un boleto de avión. —Responde ella mientras mantiene esa perfecta sonrisa. Realmente esos dientes son preciosos, deseo tenerlos y guardarlos.

—Lo digo en serio.

—Yo también. Puedes empezar ahora, por mucho que grite, cerca de aquí no hay nadie. Además, soy floja, por si piensas que voy a correr.

—Acabas de cagar mi debut como asesino. —Ella suelta una carcajada.

—Y tú serás el primer asesino tan amable y estúpido. —Yo también suelto una pequeña carcajada.

Nos miramos unos segundos y con tranquilidad saco la navaja de mi mochila, ella muestra su cuello y cierra los ojos. Y con un corte rápido todo acabo, sin sufrimiento solamente con toda su sangre bañándome el rostro.

—«¿Por qué con ella todo es fácil?» —Miro a esos dos y luego me pongo los guantes, y tomo un martillo.

—«Ahora empieza lo bueno». —Cero sonríe con malicia.

2 horas más tarde.

—¿Dónde estabas? —Su mirada me intimida, pero, finjo estar normal.

—Dando un paseo. —Respondo.

—¿Viste a Rose hoy? —Pregunto mi madre y yo arrugué mis cejas.

—La vi el día que me la presentaste ¿También tengo que hacerlo hoy? No me cae bien mamá. —Mi corazón latía muy fuerte, tuve miedo de ser descubierto. Agradezco que mi boca no se trabara, o estaría en graves problemas si me notarán muy nervioso.

—No es eso. Sus padres llamaron y lleva casi cuatro horas desaparecida, no salió con el teléfono y tampoco nadie la vio salir. —Finjo sorpresa, como si no supiera dónde está ella.

—¿Y no llamaron a la policía o algo? —Mi madre me mira con enojo.

—Sé que se conocen apenas, pero, podrías al menos fingir preocupación. —Toma una bolsa amarilla en el sofá y luego dice. —Tu hermano mayor vendrá hoy, intenta preparar algo; busca recetas o algo. Tengo que ver a los Dathus.

¿Qué le pasa a esta mujer? Un día me prohíbe cocinar, otro día me insulta por no saber hacerlo y luego me dice que intente hacerlo.

No respondo y ella vuelve y pregunta.

—¿Entendiste?

—Sí, mamá…

Ella se va y yo subo a mi habitación, lo primero que hago es tomar mi diario y escribir.

Hola Flev ¿Qué tal?

Hoy ha sido un día casi normal, lo único diferente es que hoy he debutado como asesino, pero siento que no me salió tan bien, debido a que todo era superfácil.

Traje conmigo los dientes de Rose y los guardé en mi colección de cosas favoritas, está junto al sombrero de paja. Debo cambiar de sitio, no es tan seguro.

No dejé nada de evidencias que fueran en mi contra y limpié muy bien todo el lugar. Quería llevar de recuerdo ese hermoso vestido blanco de tirantes, pero eso podía ser una pista para que me descubrieran.

Como sabes, todo se logró gracias a Cero y Cien. Sus ideas son geniales, creo que en sus vidas pasadas eran unos asesinos seriales.

Lo próximo que haré es secuestrar al señor Marcos.

Tiro el diario sobre la mesita de noche y cierro los ojos para descansar. El sueño de esta vez era extraño, igual que los demás. Todo oscuro y silencio y en el fondo a los lejos una puerta blanca, pero sin importar cuánto corra, no puedo alcanzar la puerta.

Despierto y tomo una ducha rápida, luego empiezo a buscar algunas recetas para hacer. Elijo hacer macarrones con queso, preparo los ingredientes antes y luego enciendo la estufa.

Después de casi una hora todo estaba listo. Sirvo lo mío y dejo el resto en el caldero. Me siento y empiezo a comer. Luego de algunos segundos el timbre suena, me levanto sin ganas y abro la puerta.

Alexander sonreía mientras abría sus brazos.

—Hola hermanito. —Sigue con los brazos abiertos.

—Ah hola. —Me quito de la puerta para qué pasará.

—Qué malo eres. Me siento ignorado. —Finge estar triste.

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