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—Tus maestros quieren que regreses el lunes de la próxima semana. Además, tu horario con el psicólogo cambió, ahora serán por las tardes las citas. Le comenté de esto al señor Santos y estuvo de acuerdo. —La miré con sorpresa y luego volví a bajar la cabeza. Ella antes no se preocupaba de mis estudios, no entiendo ese cambio repentino.

—«No creo que debas sorprenderte tanto. Simple, ya no aguanta las quejas de los maestros y por eso te manda a ese lugar. ¿No escuchaste la primera línea?» —Cero me mira con una expresión extraña.

—Vale. —Le respondí a Cero, sin embargo, mi madre entendió que eso iba dirigido a ella.

—Y antes de empezar tus clases nuevamente, irás a una cita con tu prometida. Más te vale comportarte. —Sale sin despedirse solamente antes de irse me dirige una mirada fría y dura a la vez.

¿Y la fiesta qué?

—«Respira mejor tonto». –La escuché reírse. Que pesada es.

—«¿No puedes callarte? Recuerda, el idiota desea morir ¿Por qué no morir sin darte cuenta?». —Se encoge de hombros luego de decir lo último.

—Te ves peor ahora. Debes comer aunque sea algo. —Observo a mi hermana y asiento con lentitud. —No puedo creer que últimamente me estés haciendo tanto caso. —Se levanta y toma una bolsa que estaba encima de la mesa. —Traje chocolate, pero tienes que comerte la sopa completamente para recibirlo. Es como una especie de premio.

—«Es soborno».

—«Completamente». —Ella lo afirma.

Sacudo la cabeza y tomo el tazón con la sopa. Meto a mi boca la primera cucharada, al principio me supo agrio y luego dulce. Me concentro en comerme todo para poder recibir el chocolate. No me gusta admitir este gusto, según mi madre los chocolates son para las chicas. ¿Qué pensamiento es ese? Lo sentí injusto cuando la escuché decir eso.

Hay varias cosas que mi madre me impidió hacer con la excusa de que son para chicas. Siento que solamente dice eso, para que no lo haga, sin embargo, hay muchas cosas de esas que hice a escondidas y una de ellas es comer chocolates. ¿Quién no ama el chocolate?

Cuando termino le entrego el tazón a mi hermana y ella me dio mi premio, el cual recibo con gran alegría. Y de todo el día lo mejor fue el chocolate. Desearía haber nacido como un chocolate.

Luego de eso me quedé conversando de algunas animaciones con mi hermana, ella no sabía de nada de eso, pero yo le explicaba las historias con toda la emoción del mundo. Es una pena que mi cita con el señor Marcos se suspendiera, quería contarle lo del diario.

Cristal se despidió luego de que su novio la llamara, yo por mi parte intenté dormir para recuperar energías. Últimamente, me era difícil dormir debido al insomnio y me cansé de las pastillas, porque cada mes tenía que cambiarlas porque dejaban de funcionar. Solamente podía dormir pocas horas y máximo eran dos.

Tuve un sueño. Estoy desnudo mientras algunos hombres me insultan, hay coches que me dicen todo tipo de groserías a través de los altavoces del auto. Cuando intento buscar mis ropas hay algunos que me detienen y parecen querer impedir que me vista. Siento vergüenza y a la vez enojo por mi situación tan estúpida. Y los insultos no ayudan.

Cuando vuelvo a abrir mis ojos me encuentro con mi madre concentrada a la pantalla del celular. Intento no producir ruido alguno para no captar su atención. Sin embargo, eso no fue efectivo y mientras ella me observaba dejándome completamente rígido en la cama, la puerta se abrió y abrí mis ojos de la sorpresa.

Tenía varios meses sin ver el rostro de Alexander y no esperaba verlo hoy y precisamente en este tipo de ambiente y situación. Siento irá por su presencia ¿Qué hace aquí?

—«Ni idea». —Cero me responde.

—«No seas tan notable». —Me advierte Cien. Pone su mano en mi cara en un intento de esconder mi expresión.

—Hola hermanito. —Saluda sin entender la razón del ambiente.

—«O se hace el que no sabe. Si quieres puedo apretar el cuello de esos dos». —Ese era cero y sus planes estúpidos, no tanto. Escupe al suelo.

—Que bueno que estás aquí. ¿Cómo te va en la universidad? —Se acerca y se sienta al lado de ella. —¿Comiste bien, cierto?

—Hola madre. La universidad ha ido de lo más genial. Y no te preocupes por las comidas, sabes que puedo cocinar perfectamente. —No puedo creer lo que ven mis ojos. Me los quiero lavar con cloro.

—Oh claro. Eres un buen hijo, la cocina es fácil solamente que hay otros que son perezosos y no aprenden ni a freír un huevo. —Bajo la cabeza. Escucharlos me produce náuseas. Ah… en serio quiero morirme en este instante.

—«Déjame apretar sus cuellos…» —Lo miro molesto y niego rápidamente con la cabeza.

—«¡Yo también quiero matar!» —La miro estupefacto. También ella se sumió al plan de apretar cuellos ¿Por qué parece divertirle esto?

—«Haré que sangre corran por sus ojos. ¡Oh! Eso suena genial…» —Ahora quiero escapar de esos loquitos.

Mi madre y mi hermano siguen hablando de cosas estúpidas, de vez en cuando soltaban algo dirigido hacia mi. Lo mismo de siempre, Alex el perezoso que no hace nada. No es nuevo, estoy acostumbrado.

—«No parece ser». —Cero se ríe burlándose de mi expresión.

—La universidad es divertida y es tan buena como han dicho los demás. Me encantaría que Alex pudiese asistir después de graduarse el próximo año. —Eso me saca de mi mente abruptamente, esa parte de la conversación de esos dos. ¡Qué dice! ¿Yo en la mejor universidad de la Ciudad? ¡Qué chiste!

—«En serio quiero matarlo».

—Oh… hermano mayor gracias por preocuparte por mí, sin embargo, no podré cumplir tus expectativas. —Digo sarcásticamente.

—Si estudiaras como lo hace tu hermano, obviamente podrías entrar rápidamente a esa universidad.

—«Oh… Al fin te nota». —Cero mira con disgusto a mi madre.

—¿Y quién puede estudiar como él? —Respondo molesto.

«Matar» eso se repite una y otra vez. No es Cero ni tampoco es Cien, así que seguramente soy yo enloqueciendo cada día más.

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