Marc

—Ah sí. —Entro primero y voy a la sala a ver la tele.

—Nuestra madre dijo que cocinarías hoy, eso es algo inesperado.

—Ella me obligó a hacerlo. —Abro la bolsa de tacos que estaba sobre la mesita de estar.

—Me sorprende que estés mantenimiento conversación conmigo, hasta es sorprendente que me mires por tanto tiempo. —Ah, en serio. Este tipo… volteo los ojos en forma de sarcasmo. Tengo que admitir que matar a Rose me quitó gran parte de el estrés y el cansancio que estaba sintiendo. Ni siquiera lo considero asesinato, lo único que hice fue cumplirle el deseo de morir. Si lo ves de ese modo, fue algo aburrido. Pero, me ayudó de todas formas.

—Sí, muy sorprendente ¿No? —Le respondí mientras llenaba mi boca con los tacos. —Ah, cierto. Tu comida lo dejé en el caldero. No creas que voy a servirte, solamente porque estoy de buen humor. —Digo mirándole con desagrado.

—No te preocupes, con solo hacerlo ya es sorprendente. —Entra a la cocina y luego sale con un plato con la pasta en ella. —Hermanito, digo Alex. Sé que a veces parece como que quiero presionarte, sin embargo, realmente me preocupo por ti. Todos lo hacemos, y aunque no lo creas también nuestra madre lo hace. —Lo miré sentado a mi lado, con una expresión desconcierta ¿Qué le pasa a este ahora? —Sé que durante bastante tiempo no me di cuenta de que me necesitabas, y es cierto yo en algún punto pensé que deberías ser genial y perfecto, alcanzarme o superarme, pero… ahora me doy cuenta de lo mucho que te he lastimado, al intentar que seas mi copia y no ayudarte a buscar tu propia esencia. También estuve contaminado con las ideas de nuestra madre, ella me hizo creer que todo lo hacía tenía que ser perfecto, y mírame ahora, siento a veces que ni soy humano. Hasta me es difícil divertirme como los demás jóvenes de mi edad… —Lo miro todavía más confuso.

—«Creo que le pegaste muy fuerte en la cabeza la otra vez».

—«¿Eres pendeja? Al, le pegó en el hombro».

—«Oh, es cierto».

—¿Estás bien? No quiero preocuparme por ti, pero realmente estás extraño.

—Tú también lo estás. —Sonríe un poco y también me contagia. —Después de salir del hospital, programé una cita con una psicóloga. Resulta que a fin de cuentas tan perfecto no soy… me diagnosticaron, por el momento, con la extraña enfermedad; alexitimia. Nombre peculiar por cierto. —Puff qué es ese nombre. No pude evitar reírme a carcajadas. —Llevo una semana yendo al psicólogo y creo que me está funcionando un poco ¿cómo va lo tuyo?

—No creo que sea tu asunto. —Me puse algo agresivo. —Puedo escucharte, no me molesta. Pero no tienes permitido indagar en donde no te incumbe.

—Alex yo…

—«Ay, por favor. No le creas ¿Quiere ayudar ahora? ¿Olvidaste que ya mataste? Ya te llamaron loco y ahora te llamaran asesino, irás a la cárcel».

—«¡A la cárcel!» —Cien tararea con diversión.

—Alex, podemos comenzar de nuevo y…

—¡Cállate!, ¿comenzar de nuevo? No habrá algo como eso, me oyes. —Me levanto y salgo azotando la puerta con fuerza. Necesito mudarme de casa.

—«Así es. No escuches a ese estúpido».

Estuve caminando un buen rato, cuando noté donde estaba suspiro sin ganas. No quería buscar a Marc y mira dónde estoy, parado frente a su edificio. El guardia de seguridad me dejó entrar, seguramente no olvidó mi rostro. Subo al quinto piso, departamento 2001.

Sé que no está en casa a esta hora, él está trabajando en ese centro de psicología. Toco el timbre sin ganas y después me dejo caer frente a la puerta.

—¿Alex? ¿Qué haces aquí?

Me levanto del suelo deprisa, bajo la mirada sin saber qué responder. Y él espera pacientemente.

—Me he vuelto a escapar.

—«Oh Dios mío».

—«Te voy a quitar el cerebro, no arranca ¿ves?»

—Pasa. Solamente por hoy. —Asiento y entro a su departamento sin ganas. Necesitaba beber vino o cortar mi piel, una de dos. Me siento cansado y tengo que hacer algo para despejar mi mente.

Marcos acaricia mi cabello y eso hace que lo observe, dejando mi vista fija en sus labios.

—Deja de mirarme de esa manera. —Sus mejillas están coloridas.

—Perdón. —Me alejo de él y me acuesto en su sofá. Ahora que lo pienso dormir me haría bien.

Para poder dormir, imaginé un montón de veces la blanquecina sonrisa de Rose, toda perfecta y deslumbrante. Creo que me enamoré de esa sonrisa o algo, no lo puedo sacar de mi cabeza. Soy un estúpido, debí de sacarle los ojos y coleccionarlos también. Bueno, ojos azules hay muchos y conozco a alguien que los tiene más puros que el de Rose.

—«¿Quieres ser un coleccionista?» —Siento el peso de Cero sobre mi pierna.

—Bájate, eres pesado.

Cero comienza a reírse a carcajadas. Cuando abro los ojos me encuentro con Marc, luce avergonzado y es obvio que tipo de pensamiento está teniendo en este momento.

—¿Estás enojado?

Lo miro mientras arrugó mi frente.

—No lo estoy. Solamente estoy cansando.

Se acomoda a mi lado. Eso me sorprendió. Él me andaba rechazando en todo momento y ahora se acurruca a mi lado.

—Duerme. —Me ordena y cierro mis ojos obedeciendo.

No sé cuánto tiempo dormí, no pude soñar nada y cuando desperté mis huesos crujían con cualquier paso que daba. Fui al baño y se me olvidó que no estaba en mi casa y no toque antes.

El grito de Marc me despertó mejor. Me quedo viéndolo por un buen rato, hasta que me tira el jabón, salgo del baño con una sonrisa plasmada en mi cara. Me duelen las mejillas de reír tanto.

—Te trato bien y mira lo que recibo. —Estaba en el teléfono viendo algo y al mismo tiempo se quejaba, no soltaba el tema.

—¿Quieres ver el mío y así estamos a mano?

—Sí… —Vi como sus ojos se abrían en gran manera. —¡No, no quiero ver eso! Cochino…

Se sonroja con facilidad y eso me divierte bastante. Me acerco a él, coloco mis manos al lado de su cadera.

—No te asustes, no es tan gigante. —Me acerco más. Tomo su mano y lo bajo lentamente hasta llegar a mi tesoro. Sus ojos se abren. —¿Qué pasa?

—Mentiroso. —Sonrió y le doy un beso corto. Lo miro fijamente y él se acerca a besarme.

—Tengo unas ganas de secuestrarte. Sigue siendo malo conmigo. —Le digo entre besos.

—Ah… Haz lo que quieras.

—«Qué asco, quiero vomitar».

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