Capítulo 17

...Secreto...

El amanecer estaba llegando y consigo un nuevo día, en aquel castillo en medio del bosque Aleida Hamilton despertaba de un dolor inmenso en la espalda baja y pechos, al abrir los ojos se pudo dar cuenta que realmente estaba en una habitación desconocida para ella, puesto que los colores negros, grises y blancos no eran precisamente los colores de habitación, además de que aquella habitación contaba únicamente con una enorme ventana de donde fue proveniente la luz cazadora del sol, ella se puso de pie para sentir como sus piernas temblaban, estaba desnuda por ello recordó la noche que vivió en su cuarta semana como esposa.

— No puede ser

Ella tomó su ropa del suelo y se envolvió en la bata blanca, estaba por salir de ahí, pero al ver una mancha roja en la sabana blanca sintió la vergüenza subir a sus mejillas, con delicadeza de no ir a despertar al masculino que dormía plácidamente, quitó aquella sabana, solo así salió de prisa de esa habitación, de camino a su recámara sintió el dolor en su espalda y el cómo sus caderas le pesaban, se sentía cansada, adolorida y hambrienta.

Una vez en su habitación tomó una ducha caliente y tomó unas vitaminas que le pidió a las trabajadoras de la casa, al sentirse un poco mejor salió de la ducha y se cambió y arreglo para no parecer una mujer enferma.

Aunque en realidad no estaba enferma si no lo contrario su resistencia fue probada anoche cuando Sebastián Compbell no se detuvo hasta altas horas de la madrugada.

El recordar esa noche, Aleida llevó una mano a sus labios y cerró los ojos recordando lo que sucedió anoche a detalle, es como si su mente recordará y sintiera en carne propia aquellas caricias y aquella lengua.

— Ah~ Aleida en que estas pensando

Se apretó las mejillas y movió su cabeza borrando aquellos pensamientos, más bien estaba preocupada por aquel hombre que tal vez no recordaría lo sucedido en esa noche.

Se colocó unos jeans acampando de la pantorrilla hacia el pie, se colocó unos tenis de piso cómodos y una blusa café claro de manga larga y cuello de tortuga, se peinó el cabello dejándolo suelto.

Cuando considero que ya había pasado el dolor de espalda baja, decidió salir de la habitación con la intensión de bajar a la cocina y comer un rico y nutritivo almuerzo y desayuno, ya que con lo que pasó se sentía capaz de comer lo que sea que le pusiera enfrente de ella.

Aleida Hamilton caminaba hacia las escaleras con lentitud y tratando de aparentar un rostro alegre y fuerte cuando de lo contrario se moría de dolor de espalda, caderas e intimidad, claro recordaba perfectamente en la que Sebastián Compbell la había tomado de cualquier forma que de tan solo recordarlo la vergüenza se acumulaba en sus mejillas que se tornaron rojo escarlata.

Bajo las escaleras escalón por escalón con tal de evitar sentir más dolor en aquellas partes de su cuerpo en específico.

Al llegar a la cocina una sirvienta se encontraba preparando el desayuno y el almuerzo, al oler todos aquellos exquisitos platillos que la cocinera preparaba, está al verla sonrió con felicidad y amabilidad al ver a la pequeña mujer caminar a ella con un apetito inmenso.

— Buenos días, señorita Compbell como amaneció el día de hoy

— Hambrienta

Aleida se río junto con la cocinera quien sacó un plato y le sirvió en el del contenido de este rico platillo, ella le sonrió tomó una cuchara y se sentó enfrente de ella comiendo de aquel plato.

En eso, Sebastián Compbell despertaba de su pequeña siesta, al despertar se dio cuenta de que estaba en su casa y habitación, se sentó en la cama solo para darse cuenta de que estaba desnudo, aquello confirmaba que había tenido una noche agitada o loca, camino hasta el baño y se dio una ducha, para quitarse todo aquel líquido que su cuerpo transpiraba y transpiro toda la noche.

Al salir de la ducha se observó en el espejo y pudo ver como tenía una mordida en su cuello, pero no era solo una mordida, sino al girarse y ver su espalda pudo ver unos arañazos que básicamente le habían cortado la piel sacando sangre de aquellas pequeñas heridas causadas por uñas.

— Pero que, ¿cómo llego eso ahí?

Él trató de tocar uno de tantos arañazos y sintió ardor así que prefirió cambiarse para ir devuelta a su trabajó, salió de la ducha con tan solo una toalla en la cadera y camino hasta su clase donde saco un uniforme camuflaje ado de color verde militar.

Al terminar salió de su habitación y camino hasta las escaleras, camino a la cocina y ahí vio la cabellera rubia de una mujer que conocí perfectamente, él tocó su hombro y Aleida quien comía con un gran gusto al sentir aquel toque, salto del susto.

— Pero que diablos, Sebastián me asustaste

— Ah lo siento es solo que

Aleida Hamilton sintió como si el corazón se le saliera por la boca, en realidad estuvo imaginando una conversación con el hombre enfrente de ella, pero al verlo los nervios se apoderaron de su cuerpo, las preguntas empezaron a allegar a ella sin algún remordimiento por ello.

— Que te ocurre

— Ah nada es que anoche vi una película de terror

— Por qué ves algo así si vas a estar tan asustada después

— Ah si verdad

Aleida se puso de pie y camino hasta el fregadero ahí dejo los platos utilizados y se alejó de Sebastián cosa que no pasó desapercibido por él al sentir como ella se alejaba sintió algo molestia.

— Este quería preguntar que ocurrió anoche

— Ah

— Si tú sabes, que ocurrió anoche no recuerdo nada

— Ah~ que alivio

Aleida dijo llevando una mano a su pecho suspirando a la vez que recibía aquella noticia que la alivio pues solo así no se veía en la necesidad de explicarle.

— Alivio, porque

— Ah no por nada es solo que, nada, anoche no paso nada solo derribaste algunas cosas con el auto

— Nada más eso pasó, porque no sé cómo llegaron unos rasguños en mi espalda, una mordida en mi cuello y no entiendo por qué estaba desnudo cuando desperté, además de sudado

— Ah, no sé que habrá ocurrido antes de que llegaras a casa, yo solo ayude a unas semanas sirvientas a subir hasta tu habitación y es todo lo que hice

Mentira, Aleida Hamilton se sentía realmente culpable por ocultar la verdad de lo ocurrido anoche, pero en tan solo pensar en la idea de decirle la verdad de lo ocurrido sintió como aquel hombre podría llegar a odiarla más de lo que ya la odia.

— Ah no se nada de eso, la verdad no dure mucho tiempo en tu habitación

— Mm claro, bueno solo quiero pedirte una disculpa

— En serio porque

— Por haber dudado de ti, hable con Petra y me dijo lo que ocurrió y pido disculpas de parte de ella

— Ah acepto las disculpas, después de todo no soy alguien resentida

— Ah me alegra de algún modo, bueno también quería hablar contigo sobre el trato y de nosotros

— Nosotros

— Si, pero quisiera hablar después de ir a la academia

— Iras a la academia

— Si porque

— Ah puedo ir

— Que, pero para qué irías a la academia

— Bueno quisiera verla, no he salido de esta casa más que al establo, además es lo único que te he pedido

— Ah bueno, está bien

Aleida sonrió con alegría y antes de salir de la cocina y desaparecer le dijo a Sebastián

— Deja me alistó no tardo

Él iba a responder, pero no pudo, ya que la mujer desapareció de su vista.

Después de una almuerzo rico y apetecible, Sebastián esperaba a Aleida en la puerta de la casa, estando ahí se preguntaba porque la pequeña rubia querría ir a su lugar de trabajo.

Al estar ahí por casi diez minutos decidió por llamar a la mujer, pero al escuchar el sonido de unos tacones se giró y abrió los ojos al ver a la mujer cenar hacia él.

Aleida se había colocado unos jeans azules, una blusa negra de cuello de tortuga y de manga larga y portaba unos botines altos negros, su maquillaje era de tonos rosados ligeros, unos aretes largos y su cabello fue peinado mostrando las capas que este tenía.

Se miraba perfectamente bien con aquella ropa que Sebastián consideraba inferior, pero se miraba realmente bien en aquel atuendo que mostraba sus curvas.

— Por qué vas tan arreglada

— Ah, bueno el contrato decía que no puedo dejarte mal visto ante el público, considero que este atuendo es adecuado para salir

— Pero estás mostrando tus

— Mostrar que si estoy cubierta

Claro la blusa tenía nada más un solo detalle, tenía un orificio ovalado en su pecho que dejaba ver un poco de piel, para Sebastián aquello mostraba mucho de sus dotes femeninos, pero en realidad solo se podía ver el puente que sus senos formaban a causa del push op, un sostén muy efectivo, pero entonces Sebastián Compbell se preguntó.

¿Por qué va tan arreglada? ¿Es así de bonita esa rubia?

Sí, es que jamás había visto y contemplado a la rubia por tener en la mente a Petra Montenegro.

— Que esperas ya es tarde, vámonos

Aleida tomó un bolso negro con sus pertenencias y salió de la casa.

Sebastián Compbell y Aleida Hamilton iban en el auto mientras que Sebastián Compbell la observaba de camino a la academia.

...Continuará......

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Comments

Anonymous

Anonymous

Celosa si y eso que no la quiere y ka odia

2024-05-16

1

moraima vina

moraima vina

q ridículo ella violo, estas mujeres se curan en 1.hora

2024-05-04

0

Bri

Bri

Ay que no quise embarazada tan pronto, que recuerde tomarse la pastilla

2024-05-03

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