capítulo 8

...Boda...

Tres días, tres semanas, claro el tiempo había fluido con rapidez para Aleida Hamilton

Se preguntarán ¿Qué ha acorrido en esos tres días, en esas tres semanas?

Bueno, Aleida Hamilton se encontraba en aquel salón pequeño, el velo cubría su rostro ya maquillado, su vestido era de un corte sirena.

Ella se observaba en el espejo frente a ella mientras su mundo entero se desmoronaba.

Sus padres no estaban ahí para verla, su padre no estaba para llevarla y entregarla al hombre correcto y es que Aleida estaba a minutos de dar un paso en falso para que aquel matrimonio no se llevara a cabo.

Lo único que agradecía de aquel vestido era que cubría la cicatriz en su espalda.

Le entregaron aquel pequeño florero y vio las flores blancas, las llevó a su nariz e inhalo el dulce aroma de las rosas.

— Ya está listo, señorita

Ella respiró profundo y le agradeció a la mujer quien salió de la habitación dándole privacidad.

Tomó valentía y salió de aquel lugar, al salir pudo ver aún señor en su edad madura y de cabellera plateada, el al verla se detuvo y miro a la señorita enfrente de él.

— Mi niña

— Abuelo

Ella sonrió y camino con los brazos abiertos hasta él, Nicolas II Compbell, era el anterior rey y general de la marina, ahora era el tutor de la pequeña niña enfrente de él que vestía un lindo vestido de novia.

El verla vestida de aquella forma sintió felicidad y angustia, sabía la clase de nieto que tenía y la pequeña Aleida una de sus más nietas era gentil, amorosa, amable, comprensiva nada que ver a su nieto.

— Te ves hermosa mi niña

— Solo lo dices por qué eres mi papá

Sonrió con amabilidad y amor, pero Nicolas no pudo evitar ver tristeza en aquel lindo rostro.

Con su dedo índice tomó aquella pequeña barbilla y levantó su rostro, quitó aquel velo con cuidado y miro esos ojos afligidos.

— Cuéntame que es lo que te entristece

– Es solo que, quisiera que mis padres estuvieran aquí

— Tus padres están aquí mi niña, te acompañan a donde tú vallas por qué ellos están aquí y aquí

Señaló su cabeza y su corazón, dándole a entender que encantó no los olvide y los ame, ellos estarán siempre con ella.

— Eres la mejor figura paterna que eh tenido, pero aun si me duele

— Lo sé mi niña

Ambos se fundieron en un abrazo fuerte y sinceró, del que Aleida sintió comprensión y amor.

No más, el tiempo fluyó, Aleida se encontraba enfrente de aquellas puertas de madera enormes, faltaba poco, el matrimonio por civil fue rápido y privado, ahora está era ala ceremonia que la familia y familiares esperaban ver con ansias.

Las trompetas sonaron y el coro, siguiendo las notas la orquesta invitada sonaba avisando la pronta entrada de la novia.

Sus piernas flaqueaban, sus manos temblaban, si bien aprendió modales y etiqueta de ella realeza no pudo evitar sentir temor, las puertas estaban siendo abiertas, Aleida tomó aire y abrió los ojos.

La sincroniza ion era perfecta, Aleida dio tres pasos y su padre adoptivo extendió su brazo y Aleida lo tomó con fuerza, juntos caminaron hasta el altar.

Sebastián Compbell estaba en el podio, junto al hombre que llevara a cabo su casamiento, no quería ver, estaba más que ansiosos y nervioso.

Para las mujeres en área familiar miraban al guapo hombre que portaba su traje especial de capitán, con unas estrellas en ellas mostrando su rango.

— Tienes que voltear

Susurro Paul Walker quien era su padrino, el tomo aire, pasó saliva y se giró dando la cara, su cabello iba peinado hacia un lado teniendo descubierto la otra parte de su rostro.

Al girarse y ver a la pequeña rubia en aquel vestido, se sorprendió al verla.

Aquel vestido marcaba la hermosa figura de la mujer, era delgada, pero portaba unas caderas redondas al igual que sus posaderas, su cintura era especialmente pequeña, sus dotes femeninos eran lo suficientemente perfectos, simplemente aquella mujer estaba bien proporcionada ante sus ojos.

— Cierra la boca

Dijo Paul Walker al ver a su amigo quien rápidamente cerró sus labios y se enderezó, al ver como Sebastián Compbell miraba embelesado a aquella dama sintió curiosidad.

Al llegar al primer escalón, Sebastián bajo y tomó la mano de su abuelo y le agradeció, pero el hombre mayor no soltó su mano hasta darle un mensaje.

— Cuídala bien muchacho

— Si señor

Dijo dando una pequeña reverencia con su cabeza, la mano de Aleida fue extendida hasta la de Sebastián y este la tomó con delicadeza sintiendo una eléctrica sensación recorrer su brazo.

Ella fingió una sonrisa al verlo y subió los escalones, al estar frente a sí mismo, Sebastián tomó con las yemas de sus dedos la orilla de aquel velo blanco y descubrió su rostro.

Al hacerlo pudo ver como la femenina tomaba aire, ya que su pecho se levantó y pudo distinguir más aquella clavícula, tensióno su mandíbula y al ver como casi aquellos senos reventaba aquel escote blanco y apretado.

— Damas y caballeros, nos reunimos aquí para la unión de esta bella pareja que se une en los sagrados botón matrimoniales

El hombre dio un discurso del que el público derramaba unas cuantas lágrimas por las emotivas palabras

— Por último los botos matrimoniales, Sebastián Compbell, aceptas a esta humilde mujer, como tu esposa, la que cuidarás, amaras, respetaras y serás fiel hasta que la muerte los separe

— Acepto

El padrino de Sebastián se acercó con un anillo en una pequeña almohada y se lo entregó, miró a Aleida con detenimiento dudando de sí sellar aquel matrimonio o no.

Aleida Hamilton solo extendió su mano izquierda dejando a relucir aquel dedo.

Sebastián Compbell tomó su mano con delicadeza y depósito aquel anillo en el dedo de la femenina.

— Aleida Hamilton aceptas a este humilde hombre como tu esposo, que cuidaras, para respetarlo, ser fiel, amarlo, hasta que la muerte los separe

— Acepto

Una mujer desconocida para Aleida le entró el anillo de oro el cual tomó y lo miró.

Su respiración empezó a acelerarse al haberse dado cuenta que aquello ya no tenía vuelta atrás, el silencio inundó los oídos de Aleida quien miro al público y aquellos uniformados Sebastián miró al hombre enfrente de ellos y después a la mujer que estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Él tomó sus manos haciendo que la mujer volviera en sí y quedó claro, ya que asustó a Aleida quien lo miro y cayó en cuenta de donde se encontraba posicionada.

Miro hacia bajo, tomó su mano y metió aquel anillo en aquel dedo masculino.

– Entonces así los declaró ¡¡Marido y Mujer!! Puede besar a la novia

Ambos se miraron, el tomo sus manos y se acercó a ella, ambos no querían aquel beso, pero si querían guardar las apariencias tenían que aparentar amarse aun si ninguno de los dos querían aquel beso.

Sebastián Compbell subió su mano por el costado del brazo femenino hasta llegar a su cuello y posicionar la palma de su mano debajo de la oreja de Aleida Hamilton.

Aleida Hamilton tomó aire y cerró los ojos al sentir aquel tacto que de alguna manera le había gustado.

Abrió sus labios y se acercó al masculino haciendo de aquello que era imposible para ambos posible.

Inclinó su rostro y aquellos labios hicieron contacto, suspendidos en la misma posición Escucharon el estruendoso sonido del público al ver un beso tan gentil y tímido.

Ambos se separaron y se vieron a los ojos, en eso una mujer peli naranja, se puso de pie y salió de aquel lugar.

Sebastián Compbell miro como la mujer salía dejando el salón, al ver aquella figura y aquel vestido reconoció al momento de quien se trataba, intento ir detrás de aquella persona, pero su fiel amigo lo detuvo al descifrar la intención que tenía al dejar sola a Alida, quien sonreía y aparentaba ser una buena esposa delante del público.

Él se detuvo volvió al lado de Aleida su esposa y entrelazo sus dedos con los de la femenina.

Aquel acto desconcertó más que nada a la nueva esposa, si bien aquello no se encontraba en el trato aun así se las arreglo para ocultar su sorpresa.

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Comments

Ester Ayala

Ester Ayala

espero que no se deje Aleida, de ese par

2024-05-21

2

Margelis Lucía Izarra Laguna

Margelis Lucía Izarra Laguna

votos

2024-04-13

3

Elvia Crespo

Elvia Crespo

me hubiera encantado que se mostrará una foto, que lastima

2024-04-12

2

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