capítulo 11

...Regreso...

Una luna de miel corta y desagradable para Aleida Hamilton, bueno al menos disfruto un poco de aquella tarde al lado de un lindo hombre que la trato de animar.

Sin embargo, después de eso Aleida no le dirigió la mirada ni una sola palabra obedeciendo la parte de aquel contrato que había firmado.

— A casa

— En la academia, señor o el bosque

— Al bosque

Sebastián Compbell volteo su rostro y miró a la mujer a su lado, ella solo miraba por la ventana.

Estaba desesperado, no le dirigió ni una sola palabra y ni una sola mirada, parecía una muñeca de porcelana sin vida alguna.

Al llegar al enorme castillo para Aleida, está bajo rápidamente y entró en ella desapareciendo del radar y de la vista Sebastián Compbell.

No quería verlo estaba más que dolida con hombre hacerse llamar esposo, este la avía señalado por completo, ella nació, pero pudo haber muerto al lado de sus padres y así ella nunca estuviera ahí con un hombre como él.

Pero lo que le dolía más ah Aleida Hamilton era el recuerdo de sus padres, aquellos seres que le dieron la vida, aquella sonriente familia desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

Al llegar a su habitación se recargó en la puerta y lentamente bajo pegada a ella hasta quedar en el suelo y soltar unas cuantas lágrimas no por el hombre que empezó todo, no por tenerse lástima a ella misma, sino por el recuerdo de aquellas figuras que eran sus padres fallecidos.

Sebastián Compbell se encontraba afuera de la habitación de la mujer.

Su mano estaba suspendida en el aire al escuchar el llanto de la mujer, fue solo entonces que entendió su mal obra.

Pero Sebastián Compbell puede llegar a hacer tan orgulloso que no acepto que el tuvo la culpa de haber hecho que aquella mujer terminara derramando lágrimas por el simple hecho de que hizo un comentario.

6.00 La noche estaba cayendo y Sebastián Compbell permaneció en su habitación hasta la hora de la cena, al salir de su habitación baja por las escaleras y no fue hasta que escucho risas y voces provenientes del comedor que se detuvo.

Con una ceja alzada decidió acercarse y ver quienes eran aquellos que hablaban con tal familiaridad ajena a él, al llegar hasta el marco del agujero de la pared pudo ver a una linda rubia hablando con su mejor y fiel amigo Paul Walker.

— Que bueno que te divertiste aunque sea un poco

Dijo su amigo que volteo a verlo al darse cuenta de su presencia, Sebastián alzó una ceja y se acercó a ellos, tomó asiento en una silla enfrente de rubia y al lado de su amigo.

Una mujer de traje negro y blanco llegó con una bandeja y la colocó enfrente del hombre y lo destapó, dejando ver la comida la misma que las dos personas frente a él comían o que abran terminado de comer, ya que sus platos estaban vacíos.

Aleida solo miró a Paul ignorando por completo al hombre que interrumpió su agradable charla.

— Sigan no se detengan porque estoy aquí

Aleida miró a Paul y ambos se sonrieron amablemente, pero la mujer se puso de pie y se fue de ahí, Sebastián apretó en su mano el cubierto y azotó su puño en la mesa de madera fina.

Paul Walker miró aquello que hizo su amigo y soltó un suspiro, se recargó en el respaldo de la silla y miro a su amigo.

— Eso duele no es así

— De que hablas

— Es evidente que Ali no quiere hablarte y mucho menos verte

— Es ridículo lo que hace, para una adolescente que quiere llamar mi atención

— Hay amigo, saber iré a caminar con Ali

Paul se puso de pie y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón, cuando estaba por irse por el camino del Aleida desapareció, Sebastián le habló

— Parece que ya te llevas bien con la niña

— Tiene 23 años Sebastián no es una niña es una mujer un ser humano que siente

— Imagino que te contó lo que pasó

— Si lo hizo, sabes algo deberías disculparte no tienes ni idea de lo que dijiste, oh~ tan siquiera sabes cuál es el grado oh el efecto que tus palabras tuvieron en ella

— No y no quiero saberlo, me resulta realmente ajeno lo que le ocurra, solo es una niñata que quiere mi atención

— Sabes algo, soy tu amigo y te veo como un hermano, pero el que lleves tan poco tiempo conociéndola no tienes idea de lo que vivió y no te atrevas a juzgarla

— La defiendes, yo soy el que resulta más afectado de todo esto y necesito del apoyo de mi amigo, de mi hermano no necesito tus sermones

— Eres un idiota Sebastián

Paul suspiró y miro al techo sonriendo de una manera realmente desconcertada por la actitud de su amigo, él lo miró y dio unos pasos para irse, pero se detuvo y retrocedió hasta volverse contra la mesa y tener enfrente de él a Sebastián Compbell.

— Sabes algo amigo, no todo el mundo gira a tu alrededor

Él dijo su comentario y se fue desapareciendo de la vista de su amigo que claramente entendió a lo que se refería con ello, soltó el cubierto y el hambre que tenía desapareció, se levantó bruscamente haciendo que silla cayera en el suelo llamando la atención de los sirvientes que recogían los platos del comedor.

Evento

Los gritos, el trote de aquellos hombres uniformados corrían bajo la luz del sol abrazador.

Ese nuevo día, de una nueva semana había comenzado en la gran academia militar de la pequeña ciudad.

— NO LOS ESCUCHO

Sebastián Compbell se había levantado realmente temprano que al llegar antes de su horario laboral, dio 300 vueltas al lugar con rapidez y resistencia.

Los reclutas que gritaban la enumeración con una increíble sincronización estaban exhaustos después de haber dado su trescientas y unas vueltas.

Los hombres ya respiraba agitadamente y chorreaban sudor, sus playeras estaban mojadas y sus pies apenas y podían seguir el trote del que estaban siendo apaleados claramente por su entrenador.

Al ver que el rendimiento de aquellos hombres agotados, fue que Sebastián Compbell decido por darles un descanso

— Basta, tomen un descanso

Fue entonces que los hombres cayeron al suelo con piernas temblorosas como gelatina y con una respiración agitada.

No eran idiotas, sabían claramente que su entrenador estaba realmente molesto por algo o alguien.

Sebastián Compbell dejó a aquellos reclutas y camino devuelta a su despacho.

Llenar formularios, papeleo, estaba harto de la misma rutina todos los días desde que fue degradado de su puesto.

En lo que leía, firmaba y volvía a leer pudo notar que en su escritorio había una invitación, él la tomó y la abrió solo para darse cuenta de que su padre le había hecho llegar la invitación a la fiesta de compromiso de su querida hermana menor.

Claro no solamente lo estaban invitando a él, sino a su esposa también, claro es que estaba pensando.

...Paseo...

Mientras tanto en casa Aleida no se había percatado de que aquella enorme mansión contaba con establo, el relincho de los caballos llamaron su atención al poder oírlos en su paseo por el bosque.

— Señora desea montar uno

— Si, ah~ donde me cambio

Pasaron solo unos cortos minutos y Aleida ya portaba el uniforme de equitación

— Eliga un corcel

Aleida Hamilton miró cada cajonera donde los caballos reposaban, ningún caballo se le acercaba a excepción de un gran corcel negro que se acercó a su brazo y froto su nariz contra ella

— Ah él es Máximo, nunca ha podido ser montado por nadie, incluso el amo Sebastián sufrió unas santas caídas al intentarlo domar lo

— Entonces este es, prepárelo para un paseo

— Si señora

El caballo relinchó y un brillo en sus ojos se hizo visible, desde su llega jamás ha sido llevado a dar un paseo y tenía tanta energía acumulada desde el tiempo de su llegada nunca vio a un humano con una energía tan noble como la mujer frente a el que lo miraba con fascinación y brillo en la mirada, fue jalado por la rienda y llevado a un lugar donde le colocaron una silla.

El comportamiento del caballo era extraño para los cuidaderos que lo preparaban, el caballo había mostrado una actitud dócil y ansioso por salir a recorrer el inmenso bosque que lo esperaban.

Aleida se colocaba los guantes y se inspeccionaba el uniforme para estar realmente segura de que no tendría problemas en el paseo, el casco le fue extendido, pero ella no lo acepto, estaba segura de sus capacidades y las del corcel que montaría.

Él galopeó de las pezuñas del corcel llegaron a oídos de Aleida quien sonrió con emoción y lo miró como si de una escultura se tratase, ella extendió su mano con pequeños cubos de azúcar en ella y el caballo los comió con aprecio, ella tocó su trompa y hablaba con él con palabras de elogio y cariño.

— Espero que me guíes Máximo y coherente, seremos uno al montar

Ella recibió un quejido y sonrió al ver que ambos estuvieron de acuerdo, colocó su mano en el fuste de la silla, subió su pierna en el estribo y con un brinco impulsado por su pierna se elevó pasando su pierna por el lomo del caballo al otro estribo, el caballo permaneció quieto y Aleida sonrió.

— Oh~, daremos un pequeño ensayo y después serás libre

Dieron un pequeño paseo en el corral, los demás presentes estaban sorprendidos de ver como el caballo hacia lo que su señora hacía con el caballo.

— Abran esta listo

— Si señora

El encargado del lugar abrió el corral y se sorprendió al ver que el caballo permaneció quieto.

Normalmente, el caballo salía disparado, pero realmente el caballo ha sido domado por una mujer pequeña y noble.

— Bien amigo, es tu momento llévame contigo ya

Tiro de las riendas ligeramente suficiente para que el caballo saliera corriendo rápidamente introduciéndose en el interior del bosque.

Sebastián Compbell llegó en el preciso momento en que la puerta del corral fue abierta, el ver a la mujer montada sobre el corcel indomable sintió coraje y más al ver como el caballo relincho y salió corriendo.

— Que demonios, quien les dijo que podían dejarla montar mi caballo

— Señor el caballo la eligió, solo seguimos las órdenes de la señora

— Alisten mi caballo, iré a buscarla

Correr era lo único que hacía el caballo corría libremente por primera vez con una persona en su lomo que compartía la misma experiencia de libertad.

Aleida se posicionó de una manera para seguir el ritmo de la velocidad del corcel

— Eso es corre

Aleida sentía la adrenalina en cada zancada que el caballo daba, ella sonrió y río al sentir el aire chocar en su rostro haciendo que sus ojos se humedecieran.

— Oh, oh

Fue suficiente para que el caballo fuera deteniéndose serias de la orilla de un lago

— Eso es

Bajo del caballo y sonrió para después decirle al acabarlo como si este le pudiera entender

— Bebe agua, debes estar sediento, también me imagino que debió ser el mejor día de tu vida a mí me lo has alegrado

Ella hablaba con el caballo mientras lo acariciaba y este bebía del agua estancada

— Eres tan bello, en veces quisiera un caballo para poder ser libre

— Ahora hablas con caballos

La rubia se giró rápidamente al escuchar y reconocer aquella voz del ser humano menor agradable en ese momento

— Que haces aquí

— Regrese justamente en cuanto te vi salir con el caballo, sabías que es mío

— Muestra me una papel donde lo diga

— Tú

— Que deseas

— Tenemos que volver, llegó una invitación de mi hermana

— De su compromiso

— Como lo sabes?

— Ella estuvo aquí hace unas horas, me lo dijo personalmente antes de tu llegada, ah también llegaron las prendas de vestir que dijiste que llegarían

— Bueno volvamos

— No, disfrutaré un rato más del paisaje y de la compañía de Máximo

— Prefieres la compañía de un caballo a la de un ser humano

— Si al menos ellos son sinceros y no te critican por tus acciones

— Lo dices por mi

— No dije tu nombre

Aleida volvió a montar el caballo y este camino hasta estar cerca del hombre que detestaba, siempre que lo veía caer, se sentía realmente satisfactorio para el corcel.

— De que color será tu traje

— Azul marino

— Estaré lista a las 6 en punto

— Asegúrate de ir a juego

— Descuida me encargaré de estar a juego con tu traje esposo mío

En eso un conejo indefenso salió de entre los arbustos haciendo que la yegua al lado de Sebastián se asustara y saliera corriendo como si su vida estuviera en peligro, Sebastián llamó a la yegua mediante chiflidos, pero está solo se dedicó a irse.

Máximo solamente miró al conejo y este se fue saltando, Aleida sonrió y palmea el cuello de Máximo y miro al hombre que se encontraba sin medio de trasporte alguno.

— Quieres que te lleve

— Podrías hacerlo sin matarme

— No depende de mí, sino de Máximo, después de todo él será que tendrá que soportarte

— No seas ridícula

— Como quieras, andando

Máximo empezó a trotar dejando atrás a Sebastián, este empezó a desesperarse y por primera vez grito su nombre

— Aleida, espera, puedes llevarme por favor

Ella se detuvo y no se movio de ahí, obligando ah Sebastián Compbell a caminar hasta donde ella se encontraba con el cabello.

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Comments

Maru Palacios Marin

Maru Palacios Marin

Con todo respeto dejó de 📖 leer esta novela, el supuestamente era una eminencia y ella una chica emprendedora que "por arte de magia" domina la equitación, nada como una campeona olímpica y una surfista consumada que coquetea con su abogado y no trabaja. Veo a un par de malcriados e inmaduros que ofenden el uno al otro sin empatía entre ellas sin esa chispa que atrapa al lector

2024-05-06

1

Maru Palacios Marin

Maru Palacios Marin

Bastante que le gusta y disfruta del matrimonio concertados y no tener que trabajar pasear con el abogado, nadar, cabalgar y quejarse de la "mala vida" del esposo que le dió "

2024-05-06

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Margelis Lucía Izarra Laguna

Margelis Lucía Izarra Laguna

había

2024-04-13

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