capitulo 6

...Día 1...

Después de un día largo y frustrante, la noche espesa empezó a disiparse una vez que el sol empezaba a salir del este, eran las ocho de la mañana.

Aleida Halmiton despertaba con pereza, había olvidado que ayer ocurrieron muchas cosas, había sido raptada y había saltado de un auto en movimiento.

Se levantó de la cama y camino hasta aquellas ventanas enormes y abrió las cortinas, el día había amanecido lo más bello posible que para Aleida le encantó ver aquel árbol que estaba a unos escasos centímetros de la ventana.

Así entró en el baño y se dio una ducha caliente y relajante, al salir, pudo ver como las maletas ya estaban en la habitación, miró el pasillo y no vio a nadie.

Ingreso devuelta en el interior y abrió sus dos maletas una contenía sus prendas de vestir y en la otra su calzado y objetos personales e íntimos, tomó un vestido negro con botes y un suéter café de tejido, de la otra maleta tomó unos botines color avellana y se cambió, opto por un maquillaje claro y natural.

Una vez lista salió de su habitación para salir a ver y recorrer aquel castillo en el que paso la noche.

Aleida Hamilton camino por aquel pasillo con tranquilidad, mientras deleitaba aquellos candelabros en los techos, aquellos recuadros enormes.

Aleida empezó a dudar si aquella familia de la que provenía Sebastián Compbell era solamente unos simples soldados, pero recordó que el abuelo quien la crío y se hizo cargo de ella, es un rey, por lo que el padre de Sebastián es el nuevo monarca mientras él está en la lista de sucesión de su padre, para Aleida, Sebastián Compbell era un solo millonario más en toda aquella pequeña ciudad.

En lo que ella bajaba aquellas escaleras que parecían interminables al fin llegó al piso firme.

Camino hasta una uniformada mujer que limpiaba y cambiaba las flores de un jarrón

— Disculpe, me puede decir donde está la cocina

— Claro por aquí señorita

Caminaron por pequeño tramo y la empleada de la casa le mostró la cocina, Aleida le agradeció e ingreso en aquella habitación que por su vista al jardín trasero la luz del sol alumbraba aquel lugar.

Aleida miró el refrigerador y tomó unos cuantos ingredientes para hacer su desayuno, opto por hacer un rico y sabroso omelett, al tenerlo hecho, se hizo una malteada de chocolate.

Pero al ser nueva en aquella cocina, Aleida Hamilton abrió cada aúna de las puertas y cajones, con tal de encontrar aquellos cuyos instrumentos para cocinar.

Una vez listo su desayuno, lo colocó en una pequeña mesa y se sentó para poder disfrutar de cuyos alimentos preparados.

Ignorante a todo aquello, Sebastián Compbell se encontraba corriendo por aquel lindo bosque que lo separaba y mantenga alejado de la civilización y sociedad.

Y es que Sebastián Compbell jamás fue alguien sociable, ya que por su linaje, rango social y por ser militar.

Sebastián Compbell era alguien cuya persona tenía la vida resuelta, pero detrás de aquella vida solo había un hombre vacía y sin emoción.

Mientras corría, sus guardaespaldas estaban a una distancia razonable de él, al sentir como su playera estaba mojada por su transpiración, fue entonces que empezó a correr devuelta a su mansión.

Al llegar, entró por el jardín trasero que daba a la sala de estar de aquel lugar, él se quitó la playera al sentir como la tela se pegaba a su piel, se secó con ella un poco y después se la colocó en su hombro, con la respiración agitada camino hasta la cocina, al entrar él pudo ver una figura pequeña y delgada, en el fregadero Aleida Hamilton se encontraba limpiando lo que utilizo para comer

— Las sirvientas pueden hacer el trabajo

Aleida Hamilton, estaba en su mundo mientras tarareaba una canción, ella absorta en su limpieza no se dio cuenta de que no estaba sola en aquella parte de la casa, al escuchar aquella voz agitada, gruesa y fuerte, sintió recorrer un escalofrío por todo su cuerpo, haciendo que ella se girará rápidamente con una mano en su corazón al ser espantada de aquella forma.

— Santo, casi me da un infarto

— Si te hubiera dado uno hubieras caído en el suelo y muerto

— No dudo que quieras verme muerta, que haces así vestido

Aleida Hamilton cayó en cuenta que el hombre enfrente de ella solo portaba unos shorts y tenis sin una playera que cubriera aquel lavadero en abdomen y pecho, incluso sus hombros y brazos estaban marcados.

Aleida lo miró tomar un vaso y una jarra de agua y después beberlo, ella no pudo apartar la vista de aquel cuerpo que parecía tallado por los mismos dioses, claro aquello lo dijo en sentido figurado, pero aun así no podía negar la belleza del hombre, ella cayó en cuenta que estaba mirando de más al hombre, pues esta la miro con una ceja alzada y sonrisa coqueta.

– Lo sé, pero ninguna estaba en la cocina y no quise molestar, después de todo esta no es mi casa

— Lo será pronto una vez que nos casemos

— Me estás diciendo que seré la dueña de esta casa una vez que nos casemos?

Sebastián Compbell, ¿Qué estaba ocurriendo conmigo?, claro que aquella casa ya tenía una dueña predestinada a ser su dueña y esa mujer no era la pequeña rubia frente a él, pero aun así porque dijo que sería ella.

¿Qué ocurre contigo Sebastián Compbell? Simplemente, Sebastián Compbell no pensaba en lo que estaba diciendo, solamente decía aquellas palabras que nunca alguien tendría la oportunidad de escuchar aquellas palabras salir de su boca.

— Ah no, esta tarde vendrá el abogado para redactar el acuerdo

— MM Bien, me prepararé

Dijo sonriendo y volviendo a su trabajo de limpieza, ignorando completamente la presencia de Sebastián, volvió a su labor.

Aquello no pasó desapercibido para Sebastián Compbell que sintió molestia al ver como estaba siendo ignorando, el camino con el vaso en mano y lo dejo aún lado de donde Aleida lavaba placenteramente cuando vio la mano del hombre colocando el vaso a un lado del fregadero

— Ocurre algo

— Por qué no lo lavas por mí

Aleida Hamilton era noble, humilde, amable y con una gran tolerancia, pero cuando se trata de personas egocentricas, orgullosas, egoísta como el hombre frente a ella su tolerancia desaparecía por completo.

— Sabes hay sirvientas que atienden y hacen lo que hago, por que no les pides ayuda

Sebastián Compbell alzó una ceja al ver como le respondía la rubia con altanería

— Estás en mi casa

— Y el que esté en tu casa no te da autoridad sobre mí, soy una huésped por lo pronto y no voy a permitir que alguien como tú me trate de chacha, porque no lo soy, solo estoy limpiando lo que utilice, así porque no limpias lo que ensucias

Dijo la chica aventándole una toalla mojada, Sebastián la tomó con fuerza antes de que cayera al suelo, dejó el vaso y aventó la toalla y antes de que mujer desaparecía de su vista la tomó del brazo con fuerza.

— Pero quién diablos te crees dios encarnado

— No, yo no soy el problema, eres tu príncipe de mierda, porque no arreglas tus malditos problemas solo y dejas de molestar a personas que no tienen nada que ver en tus asuntos

— Como me llamaste

— No me creas una tonta, crees que no sé quién es tu padre, tu abuelo y tú, sé perfectamente en que me estoy metiéndome, P r i n c i p e

Le deletreo cuya palabra que odiaba más que nada en el mundo entero

— Prohíbo que digas esa palabra en mi presencia niña

— Si su alteza

Dijo entrecerrados sus ojos, su comentario lo hizo despectiva, cosa que molestó al masculino quien la tomó por los dos brazos y la estampó contra la pared.

Simplemente delgada, Aleida tenía sus manos delgadas y frágiles en aquellos pectorales firmes y duros, sorprendentemente sintió una incomodidad enorme.

Para Sebastián tener a alguien pequeña y frágil contra la pared, hizo que algo despertará dentro de sí al ver aquel cuerpo frágil cubierto por aquellas prendas para nada bonitas a ojos de cualquiera.

— No crees que deberíamos de ahorrarnos estas discusiones vagas

— Vagas, entonces trata de verme como una persona

— No me pidas que te vea como mi igual

— Ja ni de chiste

— Puedes dejar de presentarme tu desprecio, es claro que no te agrado

— Entonces te pido lo mismo

Abril sus labios y las palabras iban a brotar como el agua, pero una sirvienta llegó interrumpiendo aquel momento.

La sirvienta se sonrojó al ver la serranía de la pronta pareja, ¿Cómo pueden hacer eso en la cocina?

Claro la sirvienta estaba ajena a las discusiones de la pareja, se giró dándoles privacidad y dijo.

— Señor, el abogado Paul Walker está en la sala de estar, esperándolo a usted y su prometida

— Ah~, atiéndalo, y tú no te muevas hasta que baje

Aleida solo movio los hombros y Sebastián Compbell se fue dejándola ahí en la cocina.

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Comments

Liliana Ariza

Liliana Ariza

jajaja me encanta esta novela 🤔

2024-04-28

2

Yara Barcelata

Yara Barcelata

Egocéntrico malhumorado 🤭🤭🤭

2022-10-12

11

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