En un mundo lleno de magia, grandes avances tecnológicos, riquezas y misterios, donde he sido mayor del ejército por más de seis años ganándome así el respeto, la admiración, el poder y la fama que mi puesto conllevaba, ahora me encuentro en un barco robado rumbo al infierno. Rogaba en mi interior poder volver a ver a mi familia aunque lo creía casi imposible, debido a que si lo que me esperaba en las catacumbas no me mataba, lo haría seguro las enormes olas que azotaban el barco. Me reí a carcajadas por culpa de los nervios o tal vez por verme en dicha situación, mi mente comenzó a divagar: llegué a pensar en qué haría el pobre pescador al que le robé su embarcación si se hundiera. Al menos, si algo salía mal y las autoridades no encontraran su barco, con el dinero que le dejé en el muelle podía comprarse uno mejor.
¿Qué esperaban que hiciera después de encontrarme solo y sin nadie en el muelle que me ayudara a llegar a la isla? Siempre para esta época se pronosticaba una gran tormenta pero los expertos creían que en este año llegaría dos días después de la celebración. Me encontraba indefenso y a la merced de lo que la naturaleza o la muerte desearan.
Justo cuando estaba levantándome debido a una ola que casi volteó el barco, un rayo cayó cerca de donde estaba y solo fue cuestión de segundos cuando todo comenzó a arder en llamas. Era increíble que con tanta cantidad de agua a mi alrededor, el fuego no se extinguiera; sin embargo, aquello era inusual y casi monstruoso. Las llamas comenzaban a danzar frente mío y me llevaban contra la barandilla, fue hasta que escuché el rugido de lo que parecía ser una colosal bestial que me congelé del miedo, lo que provocó que cayera al mar.
Lo que vi bajo el agua fue sacado de la pesadilla más oscura del horror lovecraftiano: un enorme monstruo, con grandes tentáculos y ojos tan rojos que opacaban a la oscuridad, estaba frente mío. Casi parecía que el destino quería que viera aquella extraña figura a lo lejos, observando con ganas de devorar mi existencia, puesto que no me explico cómo no perdí la conciencia con tanta cosa que pasé esa noche. Por más que quisiera recordar más sobre ese ser, no puedo, siento que es hasta mejor pensar en las tres parcas, o en el demonio que me persiguió desde mis pesadillas, que intentar encontrar lógica a todo eso.
Recuerdo con claridad llegar a la orilla de una playa debido a que unos orbes rojos estaban a mi alrededor, iluminándome en la densa oscuridad. A lo lejos podía ver como el monstruo había emergido de las profundidades y me observaba con sus ojos infernales.
Le puedo jurar a quien esté viendo esta grabación que en todo mi tiempo trabajando con cosas extrañas, mágicas y hasta veces horrendas, jamás vi lo que presencié la noche que pise el suelo de la Isla de las Rosas. Para cualquiera que no sepa sobre la historia de esta isla pensará por su nombre que es una isla con muchas rosas; sin embargo, aunque en parte es así, también esconde una horrible historia. En este cruel terreno están las catacumbas de los caídos: niños, hombres, mujeres, ancianos, victimas de la violencia de la guerra y que no habían sido reclamados por nadie.
Al principio la iniciativa de construir un sitio donde pudieran descansar en paz, rodeados de las hermosas rosas, había sido aplaudida por el pueblo. No obstante, cuando la energía negativa comenzó a concentrarse, haciendo que los pueblerinos sufrieran terribles pesadillas y que su salud se deteriorara, el gobierno tuvo que trasladarlos al continente. La entrada a la isla había quedado prohibida por años, hasta que yo había llegado.
La primera palabra que pensé cuando por fin mi vista se aclaró fue "maldito", puesto que detrás mío se ubicaba un camino de pétalos de rosas rojas y negras con muchas espinas. Entes como aquellas parcas, pero casi del tamaño de un niño y cubiertos con túnicas negras, estaban a cada lado del camino y con su índice izquierdo me señalaban que siguiera. Sin nada más que poder hacer, caminé hasta adentrarme un poco en la selva.
No tuve que caminar mucho hasta llegar a una de las entradas de las catacumbas, una puerta rodeada por cuatro paredes y cuyo interior tenía una escalera que descendía a las entrañas de la tierra. Arriba de la puerta estaba la estatua de la diosa Aletheia, la cual me observaba con lágrimas rojas descendiendo de sus ojos inertes, parecía que estuviera viva debajo de su fachada de marfil.
Me acerqué hasta la puerta que estaba cerrada, ya que el camino de rosas me indicaba que debía seguir, pero esta se abrió por sí sola. Cuando ingresé, el golpe de la puerta cerrándose me dio un vuelco al corazón. Lo único que podía hacer era descender con ayuda de los orbes que iluminaban los escalones. Seguí mi camino hasta llegar a una gran sala que estaba rodeada por diez puertas, una por la cual había llegado y otras nueve que me imaginaba conducían a los distintos niveles de las catacumbas. Todo esto era más de lo que podía generar una alucinación, estaba comenzando a creer que había muerto el mismo día del intento de invasión al capitolio.
—¿Estoy en el infierno?—pregunté al aire y sin saber que pronto tendría respuesta a esa escabrosa pregunta.
No sé cuanto tiempo estuve en frente de aquellas puertas, solo sé que en lo que me decidía por cual cruzar, siete de ellas comenzaron a iluminarse y pasos de personas corriendo hacía mi se escuchaban con mucha intensidad.
—¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!—los gritos de esas voces que me perseguían eran desgarradores y yo solo podía correr por una de las puertas que estaban en completa oscuridad para escapar del peligro.
No había orbes, no tenía ni una lámpara y ni podía sacar las llamas de fénix, correr sin ninguna guía me daba miedo pero no era peor que el sentimiento de ser perseguido. Fue un milagro que no me haya caído o tal vez todo había sido planeado para que siguiera por ese camino, ya que llegado hasta cierto punto sentí como algo golpeó mi espalda y me empujaba hacia un lado. En vez de toparme contra alguna pared o con el mismo piso, comencé a caer por lo que creo era un pozo, profundo y casi infinito. Mientras caía, podía escuchar las voces desesperadas de mis subordinados, de los soldados karminenses, y hasta los azurianos que luchaban esa noche en el capitolio.
Sentí que había pasado muchas horas dentro de ese pozo, cayendo y cayendo sin parar, mi mente ya no le prestaba atención a las voces o al hecho de no haber tocado el piso en un buen tiempo. Estaba tan cansado que me rendí sin chistar, hasta que el impacto contra el suelo me sacó de mi trance. El dolor que me invadió fue tan fuerte como el ataque del demonio o mi caída del barco, estaba seguro que no sobreviviría; sin embargo, todo a mi alrededor se iluminó, del mismo color que aquellos orbes que me recibieron en la superficie, dejando que observara como me encontraba en una especie de caverna, cuyas paredes estaban revestidas por una textura que las asemejaban a espejos.
—¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!—volví a escuchar las voces gritándome al unísono.
Estaba en el piso mientras observaba mi reflejo en el techo de la caverna, como un vil recordatorio de mi demacración, encima de un charco de sangre, y aunque no lo parezca por el estado de mi rostro en esta grabación, estaba seguro de alcanzar a ver como me faltaba un ojo. Quería hablar, quería pedir que dejaran de gritar, quería pedir ayuda, pero ninguna palabra me salía. Quería reírme, llorar de la desesperación, gritar por el dolor y el miedo, todo aquello se sentía tan real aunque muchas cosas parecieran ser una alucinación.
Mi corazón se detuvo un segundo, pero en ese segundo llegué a sentir el frío más pesado en mi vida, porque volví a escuchar los pasos que me estaban persiguiendo y vi como varias personas rodeaban mi cuerpo. Lo más aterrador no fue la apariencia pálida y sin vida; clara señal de un fantasma, que primaba en sus rostros, tampoco lo fue cuando me levantaron y comenzaron a arrastrarme, lo que me hizo pensar que ya no volvería a la superficie fue que quienes me estaban arrastrando eran los miembros del escuadrón que murieron el día de la toma del capitolio. Siete personas en total, con distintos grados, pero escogidos por sus grandes talentos y lealtad mostrada a nuestro país Karmin.
¿Qué hacían aquí?, ¿Por qué me estaban arrastrando?, ¿Cómo era posible que se manifestaran en este lugar si sus cuerpos estaban en el continente?, decenas de preguntas me bombardearon y cuando estaba listo para mi muerte, me colocaron de espaldas contra una pared y de frente al cronovisor que había traído en mi bolso. No me había dado cuenta cuando lo tomaron, pero estaba encima de una roca y listo para grabar.
El reflejo que me mostraba el cronovisor era muy distinto a lo que había visto en la caverna, sabía lo que había visto porque a unos pocos metros aun podía vislumbrar el resplandor de ella; sin embargo, mi rostro estaba menos maltrecho y aun seguía teniendo mis dos ojos.
—¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!, ¡TRAIDOR!—la tortura de volver a escucharlos una tercera vez, gritando esa palabra, me provocó un arrebato de ira y grité tan fuerte que creí que no volvería a pronunciar ninguna palabra.
La ira fue sucedida por la tristeza, la desesperación tomó control por completo de mí. Después de un rato escuchando los gritos de ellos, decidí hablar. Cuando vi la fecha y la hora en que comenzó a grabar el cronovisor, las lágrimas fueron acompañadas por varias carcajadas. ¡Era la madrugada del primero de agosto!, sea lo que fuese que me llamó hasta acá, no solo había jugado con mi integridad física y mental, ¡Me había hecho estar en el mismo infierno por dos días!
La respuesta a aquella temida pregunta, que me hice antes de entrar a las catacumbas, se me había mostrado con suma claridad. Me encontraba en el mismísimo infierno y todo por un pecado que nunca pensé se revelaría al mundo. Los siete fantasmas me miraban con odio y dolor, tanta fue su intensidad que logré recordar el nombre de cada uno de ellos.
—¡SI, FUI YO!—grité—yo los traicioné aquella noche en que el rey Abelardo invadió Qarta.
—¿Por qué?—preguntó Elena.
—Confiábamos en usted...—reclamó Felipe.
—Éramos un equipo—continuó Kevin.
—Uno para todos y todos para uno, ese era nuestro lema—recordó Joseph.
—¡¿Por qué lo hizo?!—los otros tres soldados gritaron enfadados.
—¡Por celos! ¡Por ambición!—me excusé.
Jamás lo había admitido, era algo que quería esconder y llevarme conmigo a la tumba. La rabia, los celos y la envidia de ver al capitán Kristoff Sebastian ascender en el escalafón, llevándose la gloria más rápido de lo que yo lo hice a su edad. A pesar que el sueldo de mi puesto era bueno, al igual que las prestaciones, odiaba saber que el pudiera llegar a ganar más que yo.
—¿Todo por dinero?, ¿Todo por gloria?, ¿Todo por poder?—esta vez preguntaron al mismo tiempo los siete.
Aunque estaba casi moribundo del miedo, más que de las heridas, logré suponer la razón por la cual estaba en estas catacumbas, del porqué me amenazaron con la vida de mi familia...estaba en este oscuro y solitario lugar para que me condenaran por mi traición. Ya que había sido descubierto, no tuve otra opción más que comenzar a grabar mi confesión.
—Un mes antes de la llegada de las tropas azurianas a Qarta, fui contactado en una reunión privada por dos altos mandos del ejército. Ellos siempre mantuvieron su identidad oculta, solo podía ver sus capuchas ocultando totalmente sus rostros—tragué saliva con dificultad—, en el lugar donde nos reunimos se encontraba el rey Abelardo, el cual me ofreció una oferta que acepté de inmediato: no solo debía filtrar información acerca del esquema de seguridad de la ciudad, también debía hacer sabotaje de ellos y provocar que el escuadrón se dividiera a modo de poder debilitarlos. Si aceptaba su oferta y una vez Azuri se apoderara de Karmin, se me daría un puesto en el nuevo ejército, con mayor rango y dinero.
—Morimos por su culpa...—los siete hablaron al mismo tiempo—, muchos de nuestros compañeros quedaron en cuidados intensivos. Si no hubiera sido por el capitán Kristoff Sebastian, ya el país hubiese sido conquistado por el cruel rey.
—¡Lo sé!—no quería escuchar sus reclamos pero no tenía derecho alguno a ignorarlos—, soy un traidor y asesino, provoqué la muerte de la mayoría de los miembros del escuadrón y también dañé a mi familia. Me merezco todo esto y más, pero, por favor, ¡Salven a mi familia!
—Quédese tranquilo, su familia vivirá...—dijeron de nuevo a la par.
Los siete fantasmas de mis antiguos subordinados desaparecieron en una espesa bruma de color rojiza y tan extraña era que, en vez de disiparse poco a poco, comenzaba a volverse más espesa y a reunirse en un solo punto formando la silueta de una persona.
—Lo siento cariño, lo siento mis niños. Ahora que estoy a poco de morir, he sido consiente de todo el daño que he hecho—dije mientras observaba la pantalla del cronovisor—, siempre los he amado...perdón por todo.
La criatura de mis pesadillas volvió a aparecer frente mío, se acercó hasta donde estaba y me levantó con tanta facilidad como si solo fuera una pluma. Sus dientes estaban en toda mi línea de visión y su lengua lamía sus labios, mientras su boca se hacía anormalmente ancha, estaba seguro que tenía el enorme deseo de comerme vivo.
—Tendrás ganas de ir a ver a tu familia y al hacerlo ellos te aborrecerán por el monstruo en que te convertirás—sentía que mi impermeable pesaba más y más, alargándose hasta el piso mientras se pegaba a mí como una segunda piel—, sin poder buscar refugio padecerás el frío de la noche, el calor del medio día y el hambre de millones.
De repente mi cuerpo comenzó a ser rodeado por llamas, lo que hizo que aquello me soltara; no obstante, en vez de caer al suelo yo seguía levitando. Mis lágrimas comenzaron a salir pero eran evaporadas por el intenso calor y cada que gritaba, algo comenzaba apuñalar mi abdomen. Podía sentir que la sangre emanaba de mi garganta, como si de una fuente se tratara.
—Vagarás en la tierra sintiendo que tu alma está siendo arrancada de la corriente vital y repudiada por la muerte. Se te negará la oportunidad de una nueva vida, así como de una muerte tranquila—dijo la criatura mientras me seguía levitando—, sufrirás en carne propia lo que sufrieron aquellos a los que traicionaste y solo cuando ellos obtengan justicia es que podrás obtener el descanso.
Fue cuestión de un segundo cuando unas cadenas aparecieron de la nada y comenzaron a clavarse en mis huesos, enrollándose sin piedad en mi cuello y ascendiendo hasta llegar a mi boca, para luego subir hasta taparme la nariz. Comencé a luchar para poder respirar; sin embargo, el poco oxígeno que llegaba a mis pulmones estaba acompañado con un fuerte olor a humo y carne quemada.
Sabía que me estaba convirtiendo en un ser repugnante, no estaba vivo pero tampoco muerto. Estaba en un estado intermedio doloroso e inexplicable. No podía hacer más nada, nadie podía escuchar mis gritos y venir a ayudarme.
—Debes aceptar tu castigo sin protestar, porque esto tan solo es el comienzo—fue lo último que escuché antes de perder por completo mi humanidad.
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Updated 39 Episodes
Comments
lyanna
cada vez me caes mal,
2023-01-15
1
Alana Restrepo
se lo merece por traidor!!!
2023-01-14
0