MUERTA EN VIDA

Lo último que recordaba, antes de haber cerrado sus ojos, fue haber caído desmayada frente a la ventana de su habitación, mientras veía los fuegos artificiales. Jamás pensó que esa sería la última vez que sería capaz de volver a abrirlos, puesto que el mismo día en que se celebraba el primer aniversario del fin de la guerra, había muerto clínicamente.

Aunque podía ver y sentir como el personal médico intentaba reanimarla, su cuerpo rechazaba por completo su control. Aun sentía como su alma tenía una leve conexión con el que había sido su anterior recipiente, pero algo en su interior le decía que pronto se separaría por completo de este. No sabía que hacer, el tormento de ver como la abrían y realizaban la autopsia en su cadaver le hacía ponerse muy mal, puesto que lo sentía como si fuera en carne propia; sin embargo, ya no sentía la dolencia de su cáncer.

Lo único que podía hacer era desviar su mirada mientras el médico forense examinaba su cuerpo, intentaba ignorar todo lo que pasaba frente suyo. Así el tiempo pasó y gracias al reloj dentro de la morgue pudo ver que era de noche. Cada que intentaba alejarse de aquel sitio, un extraño hilo de color dorado; que la mantenía unida a su cuerpo, no se lo permitía. Dándose por vencida, decidió sentarse en una camilla, que estaba vacía, al lado de su cuerpo que estaba dentro de una bolsa.

Se preguntaba lo que ocurriría una vez que el hilo dorado desapareciera, tal vez volvería a ver a su familia y compañeros muertos. No tenía a nadie con vida, estaba tan sola que siempre había pensado que morir era su única salvación. Sin embargo, en vez de sentir esa tranquilidad que tanto añoraba, lo único que sentía era más culpa y tristeza. Cuando pensó que ya todo estaba acabado, se sorprendió al ver entrar al capitán Kristoff y al teniente Emerson.

El dúo había entrado en compañía de un asistente forense, quien los acercó hasta la camilla donde estaba su cuerpo envuelto con una bolsa. Entendiendo la atmosfera de ambos, los dejó a solas no sin antes decirles que podían llamarlo por cualquier cosa que necesitaran. Trans unos largos minutos observando su cuerpo, fue el teniente quién decidió abrir la bolsa para poder ver su rostro.

La mirada de desconcierto de ambos cambió a una de completa tristeza, cuando frente suyo estaba el rostro demacrado de la que había sido su antigua compañera. El dolor era una punzada constante en sus pechos, si hubieran sabido desde antes todo lo que había pasado Rebecca y cual era su condición, tal vez el final de ella fuese distinto; no obstante, ya todo estaba acabado para ella. El capitán se acercó a ella y colocó su mano en la frente, duró unos segundos con los ojos cerrados antes de soltar un largo suspiro.

—Tenemos que actuar, teniente. Se lo debemos por todos lo que murieron esa noche, por los que se encuentran aún hospitalizados, por Rebecca y por el mayor Louis que está desaparecido—dijo mientras aguantaba las lágrimas.

La confusión la invadió por completo, no entendía nada de lo que su capitán decía. Era la primera vez que se enteraba que el mayor estaba desaparecido, y lo último que dijo sobre actuar porque se lo deben a todos la dejó sin palabras. Comenzaba a creer que algo malo, más allá de su entendimiento, estaba pasando. El encontrarse a la deriva, sin poder preguntar algo, le hacía sentirse agobiada. Pero lo que ocurrió, después de que Kristoff hablara, fue lo más sorprendente del día.

Si sentirse muerta en vida no era lo peor, ver cómo una extraña fuerza había azotado la puerta de la morgue empeoró todo. La energía había sido tan fuerte, que aventó contra la pared a los dos hombres y a la camilla donde reposaba su cuerpo. Mientras que intentaban reponerse del duro golpe, una figura oscura, que levitaba tan silenciosamente como un diente de león en el aire, se acercaba a ella.

No entendía como una parca, quién se supone eran seres que solo buscaban a los muertos que habían cometido algún pecado en vida, estaba en ese lugar. Aunque, si venía para llevarla al infierno, debido a no haber protegido a sus compañeros, no le parecería extraño; sin embargo, ¿por qué se manifestó de esa forma tan violenta?

La parca se acercó con velocidad hasta donde estaba su alma y la comenzó a alzar desde el cuello, la fuerza de aquel ser era impresionante. Aunque no la estaba asfixiando por completo, si podía sentir un extraño calor infernal provenir de su mano, lo que provocaba que quedara sin fuerzas para forcejear.

—Candidata, los dioses te están llamando—fue lo único que escuchó de aquel ser.

En un movimiento brusco la lanzó contra su cuerpo devolviéndola a su interior, pero sin permitir que ella volviera a tomar el control. Tomó a Rebecca en brazos y cuando estuvo a punto de estallar una de las paredes, para poder salir, una barrera azulada lo rodeó, impidiendo así su escape.

—¡OBTURANS!—gritó Emerson, quien estaba de pie con una herida en su frente.

Como pudo había logrado recuperar el sentido y conjurar un hechizo para evitar que la parca escapara con el cuerpo de Rebecca. Estaba preocupado por el estado de su capitán; sin embargo, debía ocuparse de la parca, ya que podía ser un riesgo para todos en la clínica. Cuando estaba por acercarse a la barrera, el ser sacó una guadaña; formada por una sustancia negra y viscosa de su interior, y partió en dos el bloqueo. El impacto de la guadaña contra la barrera hizo que una leve onda expansiva golpeara al teniente y lo dejara inconsciente. Entre gritos y explosiones, la parca salió del lugar para desaparecer en el cielo, con el cuerpo sin vida de Rebecca.

Esa noche, mientras que los dos hombres se encontraban fuera de combate, la antigua curandera mágica no sabía lo que el destino le tenía preparado, una vez que la parca tocara la tierra.

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